A los 50, decidió construir una casa de adobe y pirca en su pueblo preferido de Jujuy
Llamas, cardones, y un sol inmenso que colorea los cerros. Entre las bellezas naturales de la Quebrada, la jujeña Adriana Mattarollo encontró el lugar ideal para reconstruir su vida a 2400 metros...
Llamas, cardones, y un sol inmenso que colorea los cerros. Entre las bellezas naturales de la Quebrada, la jujeña Adriana Mattarollo encontró el lugar ideal para reconstruir su vida a 2400 metros de altura. “En 2019, recién divorciada, me propuse concretar el sueño de vivir en Tilcara. En aquel momento tan difícil, esta casa fue un proyecto que me sostuvo y me devolvió el entusiasmo”, comparte.
La conexión con ese paisaje surgió en la infancia: la familia se instaló en la zona mientras su padre levantaba el puente ferroviario que cruza el río Huasamayo para llegar al Pucará. Ya adulta, durante algunos años tuvo una casa en Huacalera, que disfrutaba los fines de semana con su propia familia, pero, como ella misma dice, todo cumple un ciclo. “Así que... ¡Vida nueva, casa nueva! Acá todo fue elección mía, no tuve que consensuar nada con nadie”.
“Me hubiera encantado estudiar Arquitectura, pero la carrera no está en Jujuy. Así que terminé siendo una abogada asintomática que ama el arte y el diseño. Con este proyecto, realicé algo de ese sueño”.
Espacios integrados“La decoración fue muy intuitiva. Necesitaba armar un hogar, pero no quería repetir el estilo del anterior. Más bien, quise plasmar el cambio, descubrir quién era mas allá de la maternidad y la familia”. El living, por ejemplo, marca el pulso de la casa, con hogar a leña y una ronda de asientos para recibir amigos; entre ellos, el sillón de su padre, retapizado en amarillo.
La lámpara colgante fue improvisada junto con su gran amiga, la modelo Dolores Barreiro. “En una de sus visitas me ayudó a juntar tolas secas, y cubrimos el foco que colgaba pelado. Quedó tan linda que difícilmente vaya a reemplazarla.”
Terraza al paraísoEl rincón favorito de Adriana es la galería con techo de cañas, donde colocó una mesa de laja rosa para almorzar contemplando el paisaje y textiles locales con costales de aguayo para meriendas y siestas al sol.
“Desde la galería se puede apreciar la belleza de la Quebrada. Los cerros parecen estar al alcance de la mano: radiantes y luminosos por las mañanas, desdibujados por una nube de polvo cuando hay viento, con perfiles azulados al caer la tarde”.
Hacia el sector privadoLa construcción tomó elementos típicos de la arquitectura norteña, como el adobe bolseado, las vigas de tronco y los muros de pirca.
Suite principal“Todavía recuerdo la primera noche que pasé acá. La adrenalina no me dejaba dormir; no veía la hora de que amaneciera para acomodar la mudanza”, nos dice Adriana. “Todavía faltan un montón de cosas, pero voy despacio; encontrando sin buscar lo que quiero para cada rincón”.
Todo está orientado a resaltar las vistas del paisaje quebradeño que, a modo de cuadro natural, se cuela por las ventanas.
Hijos, amigos y viajeros“Hay lugar para recibir amigos y que vengan mis hijos, pero ya no esa cosa multitudinaria de antes. Vivo la casa como algo más íntimo, en sintonía con esta etapa más liviana de mi vida”, dice Adriana. Sin embargo, admit que, con el tiempo, sus hijos la convencieron de abrir las puertas de este pequeño universo cada tanto para recibir viajeros con ganas de disfrutar Tilcara como un local. Ahí nació su cuenta de Instagram, donde comparte instantáneas cotidianas.
“Trato que los ambientes se vean despojados y monocromáticos, aunque se hace difícil porque la cultura andina es vibrante y colorida. Eso, sin dudas, me representa y es parte de mi identidad”.