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¿Adultos eran los de antes?

Un amigo muy querido se sintió súbitamente adulto el día que llegó a la edad en la que ya recordaba cómo era su padre con esos mismos años. Y después recordó cómo era su abuelo con cuarent...

¿Adultos eran los de antes?

Un amigo muy querido se sintió súbitamente adulto el día que llegó a la edad en la que ya recordaba cómo era su padre con esos mismos años. Y después recordó cómo era su abuelo con cuarent...

Un amigo muy querido se sintió súbitamente adulto el día que llegó a la edad en la que ya recordaba cómo era su padre con esos mismos años. Y después recordó cómo era su abuelo con cuarenta y pico: un señor adusto y formal. Mi amigo es un tipo de adulto muy distinto al de sus precursores. Si aquella “generación de hierro” encarnó la adultez de manera seria, prolija y ordenada, esta “generación de cristal”, la de aquellos que estamos en las décadas de los treinta o los cuarenta, sufre otras exigencias derivadas de las incertezas pero también de los mandatos: tenemos que ser emprendedores, creativos, orgánicos, optimistas y flacos (y mil cosas más). En Todas las exigencias del mundo, el ensayo de la filósofa porteña Florencia Sichel recién publicado, se cuestiona la idea de la adultez en el siglo XXI y se pregunta si es cierto que adultos eran los de antes.

Aquellos que estamos en las décadas de los treinta o los cuarenta, sufrimos otras exigencias derivadas de las incertezas pero también de los mandatos: tenemos que ser emprendedores, creativos, orgánicos, optimistas y flacos (y mil cosas más)

“El sobre de azúcar que le pongo al café anuncia que ‘¡hoy será un gran día!’”, se lamenta Sichel, que enumera otros imperativos, como el cuadrito en el consultorio del dentista con la frase “ríe, sueña, vive, ama” o los videos en TikTok que ofrecen trucos imposibles para ser felices: “La exigencia es total: mejor disimular”. En esta época, los mandatos se multiplican porque somos máquinas de rendimiento. El indicativo de producción es tan exigente que nos convence de que siempre podemos hacer algo más y que si no conseguimos lo que queremos es porque no nos esforzamos lo suficiente. Sin embargo, una paradoja alienta la infelicidad actual: para nuestros abuelos, la recompensa ante el esfuerzo consistía en comprarse una casa o un auto, por ejemplo; para nosotros, en comprarnos una cafetera en cuotas. “Los estándares nunca estuvieron tan altos, vivimos corriendo buscando una perfección y no sé cuánto de todo lo que hacemos nos trae realmente una sensación de bienestar”, escribe Sichel, ella misma víctima del pluriempleo y la precarización. Aceptémoslo con madurez: tal vez hoy no vaya a ser un gran día.

Para nuestros abuelos, la recompensa ante el esfuerzo consistía en comprarse una casa o un auto, por ejemplo; para nosotros, en comprarnos una cafetera en cuotas

En Todas las exigencias del mundo, la filósofa reflexiona alrededor de cuatro pilares de la adultez en este siglo (la felicidad, el trabajo, los cuidados y el amor) y va desde Platón hasta Byung-Chul Han, con escalas en Foucault, Agamben y las películas de Hollywood, para ayudarnos a pensar cuál puede ser la reacción ante la tríada obligatoria: hacer, producir, rendir. “Me pregunto cuándo esta vida que aspiramos a tener se volvió tan exigente y, al mismo tiempo, tan funcional a la sociedad en la que vivimos”, dice Sichel, rebelde ante la orden escrita en la etiqueta de un yogur (“¡sonreí!”) y a la vez contrariada por el mandato de tener una actitud positiva ahí donde el mundo se volvió hostil: “No sé en qué momento la felicidad pasó a tener tanto peso. Y estar tan vacía de sentido”.

“Si encontraste tu zona de confort, quedate ahí”. Es un consejo que le repito a aquel amigo y a cualquier otro (me acusaron de conformista, vago y resignado por tal cosa). La narrativa de la acción continua nos conduce a la trampa de la felicidad que nos hace creer que todo depende de nuestra capacidad de producción. “En estos tiempo, lejos de dejar atrás el confort, lo más difícil es alcanzarlo”, concluye Sichel y se rebela ante el progreso maquinal: “Sueño con tener una vida tranquila, sin exaltaciones, aburrirme”. Yo también.

ABCA.

Nacida en Buenos Aires en 1989, Florencia Sichel es profesora por la UBA y divulgadora de temas de filosofía, educación, crianza y maternidad.

B.

Su newsletter “Harta(s)” se convirtió en un pequeño-gran fenómeno de internet, con más de 10 mil suscriptores que reciben sus textos semanales.

C.

En el ensayo Todas las exigencias del mundo, cuestiona los valores de adultez de las generaciones anteriores y analiza qué significa en el siglo XXI.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/adultos-eran-los-de-antes-nid14092025/

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