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Andrea Rizzi: “Vivimos en un tiempo de batalla cognitiva global, una lucha por las mentes”

MADRIDVivimos en una época marcada por la brutalidad, un nuevo orden mundial donde dos bloques antagónicos están signados por una misma pulsión: la del resarcimiento. En su ensayo La era...

Andrea Rizzi: “Vivimos en un tiempo de batalla cognitiva global, una lucha por las mentes”

MADRIDVivimos en una época marcada por la brutalidad, un nuevo orden mundial donde dos bloques antagónicos están signados por una misma pulsión: la del resarcimiento. En su ensayo La era...

MADRID

Vivimos en una época marcada por la brutalidad, un nuevo orden mundial donde dos bloques antagónicos están signados por una misma pulsión: la del resarcimiento. En su ensayo La era de la revancha (Anagrama), Andrea Rizzi (Roma, 1975) analiza estos tiempos pródigos en demagogos o dictadores que alientan los nacionalismos y las divisiones políticas.

Periodista, Rizzi se desempeña como corresponsal de Asuntos Globales en el diario español El País, donde publica una columna de opinión dedicada a Europa. Para el analista, que en septiembre se presentará en el Hay Festival de Segovia (dirigido por la argentina Sheila Cremaschi), hoy el mundo presenta dos bloques. Por un lado, Oriente, donde Rusia y China, entre otros países, buscan la recuperación y reivindicación de un pasado “glorioso” del que se consideran injustamente despojados; por el otro, Occidente, con clases populares que se sienten marginadas mientras asisten a la riqueza creciente de las clases altas en democracias ineficaces. En ambas prosperan la desinformación y una política identitaria y emocional.

“La era de la revancha es el tiempo de la gran hipnosis, en el cual regímenes autoritarios y populistas inducen de forma metódica un creciente estado de somnolencia del discernimiento en la población”, sostiene Rizzi en diálogo con este diario. “Así, las mentiras y las sugestiones tapan a los hechos. Y lo hacen con una capilaridad nunca conocida antes gracias a los avances tecnológicos”.

Hoy cada vez se respetan menos las instituciones y las reglas internacionales y cuenta más la fuerza bruta. Es una época de potencias desatadas

El estilo de Rizzi no es solo el de un lúcido analista internacional, sino que construye sus argumentos con un gran conocimiento de la literatura, a la que acude para comprender las miserias y las virtudes humanas, así como para ahondar en las nociones de libertad y poder.

–Una de las revanchas que señala su libro es la de Oriente: Rusia y China buscan imponerse frente al poder occidental. ¿Son estas potencias tan unidas entre ellas?

–No es una alianza formal. No tienen un tratado que establezca, por ejemplo, una cláusula de mutua defensa. Y hay límites en su relación, aunque ellos hayan declarado públicamente que tienen una amistad sin límites. Pero esto no debe llevarnos a subestimar la importancia de su vínculo. Hay un episodio clave. Un encuentro que sus líderes mantuvieron en marzo de 2023 en el que hicieron una declaración conjunta fundamental: que ellos entienden que democracia y derechos humanos no son valores universales, sino que cada nación tiene derecho a conjugarlos según su propia tradición. Esto debe ser una señal de alerta para todo aquel que cree en la democracia y los derechos humanos. Ese día, Xi Jinping le dijo a Putin: “Asistimos a cambios nunca vistos en los últimos 100 años. Y cuando estamos juntos, los lideramos”.

–La segunda revancha que postula es la del nacional populismo, que ha sabido leer la frustración y desorientación de los sectores populares en Occidente. ¿Cuál es la alternativa para controlarlo?

–El avance de fuerzas nacionalistas y populistas se debe en gran medida a un malestar social que ha alimentado un resentimiento en segmentos amplios de las clases populares y que los populistas han aprovechado hábilmente. Auscultándolo primero, espoleándolo y cabalgándolo. La alternativa a estas fuerzas debe entender a fondo las causas del malestar. Y estas son múltiples: creo que hay algunos excesos del capitalismo de las últimas décadas que han contribuido a causar ese malestar, problemas de la globalización, de la revolución tecnológica y un cierto grado de ineficacia de las democracias que ha llegado a ser casi parálisis, en algunos casos. Se debe plantear una impugnación radical del modelo anterior. Es importante cuidar la cohesión social, porque ha habido una asimetría en las últimas décadas por la cual las clases altas han sabido aprovecharse de este mundo globalizado en plena revolución tecnológica. Y muchas clases populares no han podido mantener o defender su posición y han perdido empleos manufactureros estables, se han precarizado. Ha habido un desgarro social que ha causado resentimiento. Quiero subrayar un elemento fundamental: la atención a los sistemas de educación. Son la clave para que cada ciudadano tenga espíritu crítico y la capacidad de discernimiento para moverse en el mundo moderno y entender donde hay manipulación de las mentes o fake news.

–Señala en su libro una idea muy interesante: la gran fortaleza de China se debe en gran medida a la acción de Occidente.

–Sí, Occidente ha favorecido el extraordinario auge económico de China, incluyéndola en el sistema de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y descuidando algunos aspectos de esa nueva relación. Esto ha producido algunos efectos colaterales dañinos en las economías industrializadas de Occidente. La entrada de China en la OMC permite un avance económico probablemente sin parangón en la historia de la humanidad. Y esto es positivo. Ha sacado a cientos de millones de la pobreza en China y ha permitido a los consumidores del resto del mundo acceder a productos baratos conteniendo la inflación. Todo esto es bueno. Sin embargo, no se cuidaron algunos aspectos colaterales, como cesiones forzosas de propiedad intelectual aplicadas a las empresas del resto del mundo que querían implantarse en el mercado chino.

En términos de comercio Trump y Milei están en las antípodas, porque aquel es proteccionista. Pero esconden sus diferencias y ensalzan sus sintonías

–La revancha supone odio. Lo vemos en los discursos políticos. Pero también hay una gran polarización entre los ciudadanos. ¿Estos escenarios fueron construidos por los populismos o son la consecuencia de ellos?

–Vivimos un tiempo de polarización exacerbada. Casi a lo largo y ancho de las democracias del mundo se reproduce este fenómeno. Creo que los problemas materiales que han generado el malestar no son por sí mismos los generadores de la polarización. Hay un factor esencial en la generación de la polarización y es la acción consciente y deliberada de ciertos actores. Giuliano da Empoli los llama los “ingenieros del caos”: son la pieza fundamental para entender la polarización y han sido capaces de auscultar el malestar. Pero luego lo han utilizado para afianzar sus intereses políticos.

–¿Quiénes son “los ingenieros del caos?

–Son un conjunto de figuras con gran conocimiento del dominio digital, con gran conocimiento de las dinámicas de marketing político y quienes han construido una relación con líderes populistas.

–¿Elon Musk?

–Sí, desde luego, y Donald Trump y Steve Bannon. Lo es Cambridge Analytica y el Brexit. Lo es Gianroberto Casaleggio y el Movimiento Cinco Estrellas, en Italia, para citar un ejemplo que no es ultranacionalista, porque los “ingenieros del caos” no son solo ultranacionalistas. Son culpables de un terrible deterioro del tejido sociopolítico hasta el punto de que nuestras sociedades casi no tienen puentes. Volarlos ha sido muy fácil; reconstruirlos va a ser muy difícil.

–¿Puede el presidente Javier Milei ubicar a la Argentina en el mapa geopolítico en un sitio de importancia?

–Hoy cada vez se respetan menos reglas e instituciones internacionales y cada vez más cuenta la fuerza bruta. En este nuevo mundo, por lo tanto, quienes tendrán protagonismo geopolítico son los países que disponen de la fuerza bruta. Es así de triste. Vivimos una época de potencias desatadas, con instintos, en algunos casos, imperialistas. Acabamos de asistir a una cumbre de la OTAN en la que los aliados europeos, con excepción de España, se comprometieron a un incremento extraordinario del gasto militar. Lo que hoy cuenta es la fuerza bruta y la fuerza estratégica, que es la fuerza tecnológica y de innovación. En este mundo, países como la Argentina, pero muchos otros también, como España, quedan fuera del protagonismo geopolítico.

–¿Cómo evalúa la propuesta política de Milei?

–Milei está construyendo un proyecto político que puede despertar cierta atención internacional, en un mundo que transita hacia propuestas del tipo de la que Milei representa junto con Trump, por ejemplo. Pero con grandes diferencias. En términos de comercio están en las antípodas, pues Trump es proteccionista. Pero Milei y Trump tienden a esconder sus diferencias y a ensalzar sus sintonías. Es aquí donde encuentro cierto protagonismo político, en el sentido ideológico, en Milei. No en la política real de influir en acuerdos globales, pero sí en la narrativa política mundial.

Las redes sociales nos espían, lo sabemos, no somos ingenuos. Podemos y debemos tener una responsabilidad cívica con las redes

–¿Ha terminado la “Guerra de los 12 días” iniciada por los ataques de Estados Unidos a Irán? ¿O fue el principio de una guerra mayor? ¿Volverá Irán a cometer atentados fuera del área de Medio Oriente, como ha ocurrido en la Argentina?

–Prever el devenir de ese conflicto es un ejercicio de alto riesgo. Considero posible que entremos en una fase de relativa calma, de estabilización, pero no creo que eso esté asegurado en el mediano y largo plazo. Esta situación es posible porque así lo desea el presidente de los Estados Unidos, que ha aplicado cierta presión sobre el gobierno de Israel. Irán, a su vez, no tiene especial interés en fomentar una espiral conflictiva, pues ha demostrado una evidente inferioridad militar convencional. Partes del régimen podrían tener el instinto de responder por una vía híbrida, no convencional, es decir, con ataques terroristas o ciberataques. No los podemos descartar. Entramos en una etapa de riesgo.

–¿Es optimista sobre la continuidad de Europa como bloque?

–No es fácil ser optimistas. Pero eso no significa abandonarnos al derrotismo. Creo que la Unión Europea seguirá existiendo. Hay en ella una fuerte conciencia de este cambio de época. Y de que este cambio de época requiere una adaptación profunda del proyecto común europeo, en términos de una mayor integración para evitar ser avasallada en este nuevo mundo de tendencias imperialistas, con potencias desatadas en la defensa de sus intereses. Esto tiene que ver tanto con la fortaleza de partidos nacionalpopulistas dentro del proyecto europeo, que obviamente son un freno para esa integración, pero además están las fuerzas nominalmente europeístas aferradas a pequeños intereses nacionales. Tenemos, por un lado, el monstruo nacionalista y, por el otro, el miope interés nacional.

–España está inmersa en una crisis política, de descontento ciudadano, con escándalos de corrupción. ¿Cuál es la salida a esta crisis que afecta al gobierno, incapaz de lograr consenso para leyes esenciales, como la de presupuesto?

–España tiene una situación dicotómica. Tiene una economía vibrante, que genera empleos, hay una vida colectiva que prospera. Sin embargo, el sector político sufre una crisis profundísima. Si la pregunta es cómo me imagino la salida, por supuesto puede haber una reflexión sobre los elementos más inmediatos que podrían desencadenar una salida: la moción de confianza, la convocatoria de nuevas elecciones, el planteamiento de una moción de censura. Hay distintos caminos. De momento, creo que el gobierno de España está decidido a seguir en el poder, aunque su capacidad de acción esté muy limitada. Con lo cual, creo improbable que se produzca cualquiera de esos escenarios en el corto plazo. Pero me gustaría dar una respuesta que creo más profunda con respecto a la salida. España necesita salir de esta espiral de polarización venenosa en la que se halla y en la que se hunde. Una espiral por la cual rige un sentimiento de partidismo irracional. Impera el sentimiento del “cierre de filas”, por encima incluso de los valores. Hay elementos, sobre todo desde la parte derecha del espectro político, que han alimentado esta polarización, generando un efecto en respuesta, por el cual desde la otra parte también se ha generado un efecto de polarización. Esto imposibilita hallar soluciones racionales a los problemas políticos. Por lo tanto, para mí la solución verdadera, al margen de la inmediata, es una rebelión.

–¿Una rebelión? ¿Cómo?

–Como aquella a la que nos convocan, desde ámbitos muy distintos Albert Camus en El hombre rebelde o Italo Calvino con El barón rampante. El protagonista de esta novela, a los doce años, se rebela ante sus padres, que son Ancien Régime, representantes de una política irracional. Le quieren dar de comer caracoles por almuerzo. Él les dice: “No, no y no”. Sale por la ventana y se sube a los árboles. Pues hay que decir “no, no y no” a esa política. Y generar una que no sea polarizada y emocional, sino racional. Hay elementos de la defensa de la democracia que son ahora esenciales. Hay que superar la polarización emocional para reencauzar a este país en una política más sana y constructiva.

–Sostiene en su ensayo que las redes sociales y la inteligencia artificial suponen herramientas de vigilancia que han minado la democracia. ¿De qué modo?

–Las redes sociales nos espían, lo sabemos, no somos ingenuos. Podemos y debemos tener una responsabilidad cívica con las redes. La inteligencia artificial es, por supuesto, una realidad multifacética que aportará grandes beneficios a los seres humanos. Al mismo tiempo entraña enormes riesgos, como los socioeconómicos, en el sentido de que puede provocar una alteración de los mercados laborales, tal vez contribuyendo a fomentar desigualdades. Las redes pueden tener un papel especialmente dañino porque vivimos en un tiempo de batalla cognitiva global, una lucha por las mentes de las personas. Y a esos factores se suma el potencial disruptivo enorme de una inteligencia artificial que puede crear contenidos que potencian la capacidad de hipnosis de las personas. Entonces hay que ser consciente de ellos y tratar de responder.

–¿Cómo se podría ejercer una responsabilidad cívica?

–Esta debe proceder de los poderes públicos a través de una actividad de regulación, por ejemplo. La Unión Europea ha tomado ya iniciativas en ese sentido con una regulación pionera sobre inteligencia artificial, así como regulaciones sobre servicios digitales. Es fundamental el papel de los medios para, ojalá, ofrecer narrativas sanas que contribuyan a ayudar a los ciudadanos a conformar un juicio equilibrado sobre las cosas. Sin embargo, creo que no hay que caer en paternalismos: los ciudadanos también tienen su propia responsabilidad. El poeta italiano Eugenio Montale nos animaba con unos versos, a mi juicio, de una vigencia extraordinaria: “Busca una malla rota en la red/ que nos oprime, ¡salta fuera, huye!”.

UN ANALISTA DE PERSPECTIVA GLOBAL

Perfil: Andrea Ricci

Andrea Rizzi (Roma, 1975) es periodista. Trabaja como corresponsal de Asuntos Globales en el diario español El País, donde publica también una columna semanal de opinión dedicada a Europa.

Es miembro del comité editorial del periódico, en el que anteriormente desempeñó las funciones de redactor jefe de Internacional y subdirector responsable del área de Opinión.

Se licenció en derecho en la Università La Sapienza de Roma, y obtuvo grados de master en derecho europeo (Universidad Libre de Bruselas) y en periodismo (El País - Universidad Autónoma de Madrid).

Su trabajo sigue los grandes desarrollos geopolíticos, con enfoques que buscan abarcar los factores políticos, económicos, tecnológicos y de seguridad que los impulsan.

Publicó recientemente La era de la revancha (Anagrama), que analiza cómo el descontento de las clases más desfavorecidas da alas a los líderes populistas.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/andrea-rizzi-vivimos-en-un-tiempo-de-batalla-cognitiva-global-una-lucha-por-las-mentes-nid05072025/

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