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Aprendió a montar en las sierras y hoy lidera una disciplina novedosa con caballos

Volver a las pasiones de la infancia fue el camino que Nadine Bell encontró para superar un momento de intensa zozobra en su vida. Ahí, en ese lejano territorio estaba la respuesta. A caballo y r...

Aprendió a montar en las sierras y hoy lidera una disciplina novedosa con caballos

Volver a las pasiones de la infancia fue el camino que Nadine Bell encontró para superar un momento de intensa zozobra en su vida. Ahí, en ese lejano territorio estaba la respuesta. A caballo y r...

Volver a las pasiones de la infancia fue el camino que Nadine Bell encontró para superar un momento de intensa zozobra en su vida. Ahí, en ese lejano territorio estaba la respuesta. A caballo y rodeada de las sierras había pasado los días más felices. Entonces, dejó su trabajo en una gran empresa y decidió abrir una escuela de equitación, después vendrían los estudios de equino terapia y luego el coaching con caballos, una novedosa disciplina que trajo de Estados Unidos, donde se formó. Hoy es su principal actividad, una tarea que desarrolla con enfoque grupal o personal en La Cumbre (Córdoba) y Pilar (Buenos Aires).

En Argentina, la actividad no está muy difundida y puede sonar a una dinámica esotérica, pero no lo es. Se trata de un método de aprendizaje y búsqueda interior, un proceso que se lleva a cabo a través de diversas actividades con caballos, bajo la mirada atenta de un coach. En la interacción que se genera, los animales actúan como una suerte de espejo de las emociones humanas y permiten visualizar con facilidad ciertos comportamientos que, muchas veces, es necesario modificar.

Allá lejos y hace tiempo

Nadine pasó casi todos los veranos de su infancia en la casa de su abuelo Alec Bell, un polista que le transmitió el amor por los caballos. Allí, en La Cumbre, dio sus primeros pasos en el mundo equino.

“Recuerdo que ahí aprendí a andar a caballo con una señora inglesa, Stephanie. Ella nos llevaba por el faldeo de las sierras, donde hoy está la reserva de los monos carayá, en las afueras del pueblo. Cabalgábamos con un grupo de niñas y la jornada finalizaba, siempre, con un té, scons y mermelada de frambuesa. Era el mejor plan”, cuenta Nadine.

A los ocho años, su abuelo le regaló a Merengue. Un ejemplar bayo, mezcla de criollo con caballo de polo. Al día siguiente de su llegada, Nadine se despertó al alba para montarlo, pero el animal no tenía montura, ni freno, ni nada, solo un bozal. “Tenés un año me demostrar que realmente querés el caballo”, le dijo su abuelo. Al cabo de ese tiempo prometió comprarle todo el equipamiento.

“Eso no me detuvo– cuenta Nadine–, robé la alfombrita celeste del baño e improvisé una montura, con una soga hice las riendas. Para subir, acerqué a Merengue junto al aljibe y una vez sobre el lomo, taconeé”.

No había forma, el caballo no se movía. Mucho menos cuando ella intentó con una caña a modo de fusta, ahí fue peor, Merengue caminaba para atrás. “No me caí al suelo de casualidad, recuerda. Estaba desesperada, así que lo abracé y le dije entre lágrimas que por favor diéramos cuatro pasitos juntos”.

El milagro sucedió. Nadine comprendió cuál era la clave y nunca más hubo problemas entre ellos.

“Era una india rubia. Desde temprano andaba sola con Merengue por la sierra. Solo tenía la obligación de regresar al mediodía para almorzar con mis abuelos. Me sentía tan libre: podía andar por todos lados, estaba sola, nadie me hablaba en inglés”, recuerda con nostalgia.

Shinny Lady y un destino

La vida la llevó a trabajar como petisera en Inglaterra, pero eso no era lo suyo, tampoco el polo y ni los deportes de a caballo. Ya adulta se dedicó al turismo, a las relaciones públicas, siempre en empresas muy grandes hasta que su vida hizo “crac”, una onomatopeya que ella misma utiliza para definir un momento de crisis existencial.

Entonces, viajó a Estados Unidos a visitar a su hermana. Después de la Navidad en familia, fue a esquiar en los alrededores del Lake Tahoe. Allí, en un estacionamiento, mientras esperaba sentada en su auto con algunos pensamientos verdaderamente oscuros, vio llegar un bus de jubilados. Bajaron una decena de viejitos. Ella lo miraba todo, absorta. Hasta hoy no sabe muy bien por qué. De pronto, una señora bastante mayor resbaló y se cayó. Nadine corrió a socorrerla.

“Salí de mi ensimismamiento y comencé a hablarle para que no sintiera dolor. Era una señora de pelo muy blanco y unos ojos preciosos, increíblemente celestes. Para consolarla le dije: 'You’re such a shinny lady' (Usted es una mujer resplandeciente). Ella me contestó en un inglés amoroso: ‘Vos sos una chica resplandeciente’ una frase que me dejó muda”.

El maremoto interior de Nadine se calmó durante esa charla mientras esperaban la ambulancia. Así, empezó a ver, lentamente, la vida de un modo diferente. Su primer paso fue abandonar aquello que no le daba felicidad. Dejó su trabajo, abrió una escuela de equitación y quedó embarazada de su primera hija.

“Esa fue una señal –asegura hoy a la distancia–, lo más loco es que el primer caballo que me donaron para hacer trabajo social se llamaba Shinny Lady. Increíble”, recuerda.

La yegua era un ejemplar pura sangre que corría en el hipódromo de San Isidro. La habían jubilado y ahora era suya. Cuando la fue a buscar se quedó de una pieza al ver el nombre que figuraba en los papeles del animal. “Al final, le pusimos Plumita, más fácil de pronunciar para sus cuidadores. Trabajó conmigo un montón de años”, concluye.

Coaching con caballos

Nadine hizo sus primeros estudios formales en el mundo de los caballos en varios centros de equino terapia de Estados Unidos. Más tarde, se especializó con Lynn Thomas en el coaching con caballos.

Según Bell, se trata de un método innovador de aprendizaje y autoconocimiento, que se desarrolla en presencia de caballos en libertad dentro de un corral, acompañados por un coach. Los caballos desempeñan el papel de espejos en esta dinámica.

“Este enfoque proporciona un entorno de experimentación y aprendizaje sin repercusiones emocionales o económicas. Durante la interacción, los caballos reflejan las emociones de los participantes sin emitir juicios, explica. A medida que el individuo o el grupo logra sincronizar su coherencia mental, emocional y sus acciones, los caballos responden de manera comprensiva”.

El caballo: espejo de emociones

Para comprobar esta dinámica, basta visitar el campo El Binomio, en La Cumbre. Allí espera Bell con Diana Cabré, su socia. La propuesta está orientada a sesiones personales, pero también a trabajos en grupo, básicamente pensados para empresas.

Antes de iniciar la actividad, nos cuentan que los caballos no están entrenados, solo es importante elegir ejemplares amables con el humano y obviamente domados.

“El caballo vive en la tierra hace 70 millones de años, por lo tanto, sabe más de nosotros que nosotros mismos. Ellos ven al hombre como un depredador, básicamente porque tiene los ojos adelante, como todos los animales de ese grupo. Sin embargo, como el hombre les da de comer y los cuida, lo toman como un posible líder”, explican

Según Nadine, los caballos tienen un sistema de liderazgo perfecto: una yegua Alpha actúa como madre del grupo y un macho Alpha oficia de padre. El caballo percibe que el hombre podría ocupar ese lugar liderazgo y así se arma la dinámica.

La idea es entrar al corral con un tema en mente, un tema que preocupa. Luego, hay que elegir un caballo para trabajar, sin montarlo, no es necesario. Con ese animal se realizan una serie de actividades en un circuito pre armado, donde hay que sortear dificultades varias. El coach observa desde afuera el comportamiento de ambos, hace una devolución e invita a repetir la actividad. “El resultado depende de cuán abierta está la persona. Lo cierto es que quedan en evidencia actitudes que uno no tiene claras y que aparecen frente a determinados desafíos “, puntualiza Bell.

“Lo que ves en el caballo es el espejo de la persona. Cuando se logra la coherencia interna, el caballo cambia de actitud. Si alguien está tratando de ser, el caballo no entiende, solo entiende cuando uno es coherente”, explica.

“En las diferentes etapas de la sesión, el caballo ayuda a hacer una cicatriz emocional, un aprendizaje. De regreso a su vida cotidiana, la persona pone en juego eso que logró superar con el animal”, concluye Nadine.

Esta suerte de aprendizaje asistido con caballos, que en Estados Unidos suelen llamar Healing with horses, permite recalibrar y reconectar con uno mismo.

“Se arma un binomio emocional: el caballo espeja lo que está descalibrado en la persona. Es una conexión de gran incondicionalidad – señala Bell–, difícil de replicar en la vida.”

Esta modalidad de trabajo se implementó también con poblaciones vulnerables. El trabajo, que se canaliza a través de Horses for Humanity, llevó a cabo varias iniciativas con la ONG Creciendo en La Cumbre que congrega madres y niños de familias de escasos recursos. Trabajaron también con adictos, veteranos de Malvinas y madres cabeza de familia, incluso con el Cottolengo Don Orione de la localidad de San Miguel. Esta versión del emprendimiento se ofrece como servicio a las fundaciones que apadrinan las grandes empresas.

“Lo que te enseña un caballo no se te olvida nunca”, afirma Nadine, mientras acaricia un alazán ruano. Su larguísima cabellera rubia se enlaza con las crines del animal y parecen uno.

NADINE BELL COACHING

‪T+54 911 6271-6152.

www.nadinebellcoaching.com

@nadinebell

Las actividades grupales e individuales de coaching con caballos se llevan a cabo en La Cumbre en el campo El Binomio y en Pilar, Buenos Aires. Es necesario reservar la actividad con antelación.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/aprendio-a-montar-en-las-sierras-y-hoy-lidera-una-disciplina-novedosa-con-caballos-nid16092025/

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