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Bahía Bustamante: El ex pueblo alguero convertido en lodge que suma viñedos junto al mar

Aires nuevos vienen soplando en Bahía Bustamante, con más opciones de alojamiento y una redecoración que no elude el espíritu original del legendario campamento alguero, reconvertido en lodge a...

Bahía Bustamante: El ex pueblo alguero convertido en lodge que suma viñedos junto al mar

Aires nuevos vienen soplando en Bahía Bustamante, con más opciones de alojamiento y una redecoración que no elude el espíritu original del legendario campamento alguero, reconvertido en lodge a...

Aires nuevos vienen soplando en Bahía Bustamante, con más opciones de alojamiento y una redecoración que no elude el espíritu original del legendario campamento alguero, reconvertido en lodge a la medida de los viajeros solitarios. Hoy, este refugio suma un hito en su historia: la presencia del primer viñedo marítimo de la Patagonia.

La historia comienza con Lorenzo Soriano, un visionario inmigrante español que impulsó un emprendimiento pionero en la Patagonia argentina. Soriano, comerciante y emprendedor de alma, había fundado en San Isidro una fábrica dedicada a la elaboración de un fijador para el cabello llamado Malvik, cuyo componente principal era la goma arábiga procedente de la India. Cuando la Segunda Guerra Mundial interrumpió la importación se enfrentó a un estado de cosas jamás planeadas, hecho que lo llevó a descubrir un lugar único en el mundo. Con la información de que ciertas algas podían proveer un material gelificante, Soriano partió en un jeep rumbo al sur, acompañado por dos de sus cuatro hijos, en busca de un reemplazo de su materia prima.

En la zona de Trelew y Gaiman se enteró de la existencia de una “bahía podrida”, que rápidamente asoció con la presencia de algas y decidió explorarla. Esa “bahía podrida” era la bahía Bustamante, que se convertiría en el origen de su gran negocio, basado en la recolección y procesamiento de algas, y hoy allí turistas de todo el mundo descubren una geografía singular entre el océano Atlántico y la extensa estepa patagónica.

En 1950, compró las primeras hectáreas en esta región de Chubut y fundó el pueblo. En su apogeo, bahía Bustamante llegó a albergar 500 habitantes y contaba con escuela, comisaría, iglesia, bar y pulpería, entre sus calles con nombres de algas. Las viviendas para las familias de operarios, en general de los puestos más importantes, eran unas casas modelo junto al mar. Para los solteros, en cambio, estaban los “refugios”: unas pequeñísimas habitaciones en hilera y con baño compartido, donde dormían los trabajadores que hasta aquí llegaban –algunos incluso a pie desde Comodoro– para realizar tareas de estación. Esas casas adaptadas son las opciones de hospedaje del lodge, y uno de los refugios está ambientado para que el turista pueda imaginar cómo se vivía en ese entonces.

La actividad giraba en torno a la producción del agar-agar, que se extraía de la Gracilaria, un alga roja, fuente del agar y alimento tanto para humanos como para algunos frutos de mar. En los años 60 y 70 se extraían, por temporada, entre 2.000 y 3.000 toneladas secas. Sin embargo, en la década de los 80, la sobreexplotación y los derrames de petróleo en la zona afectaron el ciclo natural de las algas. Por otra parte, la mecanización del trabajo redujo la necesidad de mano de obra. El establecimiento se empezó a despoblar y, tras la muerte de Lorenzo en 1986, la producción se vio seriamente disminuida.

Sin embargo, su legado permanece más vivo que nunca en el trabajo de su nieto, Matías Soriano, que desde el año 2000 lo lleva adelante en lo que, actualmente, es un santuario de vida marina. La accidentada geografía del lugar genera una variedad de escenarios en los que anidan 13 de las 16 aves marinas de la zona y donde, además, se alimentan y descansan muchas especies migratorias, como los pingüinos magallánicos, las ballenas y las orcas.

Atendido por sus propios dueños –Matías y Astrid Perkins– y un indispensable equipo de trabajo, funciona sobre las antiguas construcciones refaccionadas. En el predio, donde antaño se procesaban algas, ahora se producen los alimentos que se ofrecen a los huéspedes: carne ovina, además de productos provenientes de frutales, huerta y viñedos.

Durante años estuvo el anhelo de renovar el espacio: ampliar la capacidad de alojamiento sin perder su identidad histórica. Carlos de Ridder se encargó de poner en valor las casas tradicionales que no estaban en condiciones. Los nuevos ámbitos fueron concebidos para un mayor disfrute panorámico del entorno natural. Las hermanas Caradonti –Paz, Lola y Agustina– estuvieron a cargo de la ambientación y el mobiliario.

Los cuatro nuevos Lofts Marinos cuentan con una amplia habitación con escritorio y un living separado por una pared divisoria que incluye una estufa a leña con doble visibilidad, lo que permite apreciar el fuego desde la cama. No falta el detalle hogareño de una pequeña cocina, aunque la estadía cubre todas las comidas en el restaurante del lodge.

Su rasgo más exquisito son las dos terrazas exteriores a las que dan los ventanales. Hacia un lado se ve el pueblo y, detrás, el mar; hacia el otro, la estepa, escenario imbatible para contemplar el atardecer. Las paredes recubiertas en madera rústica, las alfombras tejidas en tonos tierra y las vistas brindan calidez y conexión con el paisaje circundante.

La otra novedad es la Suite del Viñedo, la antigua casa de la familia Soriano transformada en una suite amplia y confortable, con un marco abierto al mar. A metros de la costa, los rayos del amanecer que despuntan detrás del océano entran a la casa apenas tocan el continente. Gracias a los enormes ventanales, el mar es omnipresente en su interior.

La suite, que cuenta con un living y cocina integrada, se puede conectar con la Casa de Mar para ampliar la capacidad a seis personas, ideal para familias numerosas o grupos de amigos. Su nombre proviene de su cercanía al viñedo marino, que aporta un toque verde al azul de las vistas.

Los espacios comunes también forman parte de esta renovación. La antigua proveeduría, transformada en recepción, conserva el mobiliario original y una balanza que permite imaginar las viejas épocas del campamento. Desde allí se accede al living, donde se puede hurgar en la biblioteca con libros de naturaleza patagónica, o contemplar el océano mientras se bebe un vino del propio terruño.

El restaurante La Prove está revestido con listones de madera rústica, estilo Patagonia atlántica y esteparia. Allí se sirven menús exclusivos de cocina regional hechos con productos de la propiedad: cordero, guanaco, algas marinas, pescado, frutos de mar y verduras de la quinta biodinámica. Con un poco de suerte, es probable que, durante un almuerzo, el huésped aviste algún soplo de ballena o una aleta de orca en el horizonte.

Disfrutar de este descanso sin perder la rutina del entrenamiento físico, es posible: desde este año, hay un gimnasio, además de una cancha de paddle y un salón de juego.

Una experiencia inmersiva

Bahía Bustamante Lodge es otra idea de paraíso, donde la inmensa estepa se funde con las aguas azules del Atlántico Sur. El paisaje ofrece playas vírgenes y formaciones rocosas curiosas. Aislado y remoto, este lugar hace de la soledad un privilegio, y cada rincón se vive como un descubrimiento.

Uno de los imperdibles es la península Gravina. Se llega en 4x4 o, con coraje, en bicicleta. Una vez allí se puede recorrer a pie. Entre sus joyas se encuentra la Playa del Amor, donde, en temporada, se puede observar el majestuoso paso de las ballenas Sei. Muy cerca está la Playa de los Toboganes, que recuerda al Caribe con sus aguas turquesas y arena blanca. También hay formaciones geológicas, entre ellas el “Milhojas”, compuesto por infinidad de capas de roca apiladas como lonjas por el tiempo. Una postal curiosa: entre las piedras puede cosecharse sal marina y ver pasar las ovejas de la propiedad que se acercan hasta el mar.

La navegación es otra de las grandes experiencias. Con marea alta y buen clima, se navega por la caleta Malaspina hacia las islas del archipiélago Vernacci, donde viven miles de lobos marinos, pingüinos de Magallanes y una gran variedad de aves marinas: cormoranes, petreles, patos vapor, skúas, chorlos, gaviotas y gaviotines.

Otra posibilidad para avistar fauna es visitar la isla Pingüino, con acceso a pie cuando la marea está baja. A tan sólo 15 minutos, en temporada, es posible presenciar cómo los padres alimentan a sus pichones.

Una retrospectiva casi fantástica: el Bosque Petrificado presenta un escenario surrealista con troncos fosilizados de más de 60 millones de años sobre un desierto lunar.

Por último, la travesía en 4x4 hasta el cabo Aristizábal destaca maravillas naturales –piletones y cañadones– y conduce a atractivos en los que el ser humano intervino. Un faro solitario y una instalación del artista francés Christian Boltanski se emplazan en este rincón perdido en el mundo.

Ciencia y vino

En la actualidad, la cosecha de algas, aunque en mínima escala, continúa. De las históricas 3.000 toneladas récord, se pasó a sólo 10 y la cosecha ya no es de Gracilaria rodhophyta, sino de la especie Undaria pinnatifida, alga invasora asiática. También el uso de este organismo acuático cambió; además de ser un suplemento dietario, la Undaria es exportada a Australia, donde se investiga como medicina no tradicional para la cura del cáncer de próstata.

Aquella bahía que Lorenzo Soriano había encontrado cubierta de algas, hoy se observa a través de un cordón verde de 4.000 plantas: el primer viñedo marino de Argentina. A cinco metros de la línea del mar, crecen las vides de las cepas Semillón, Pinot Noir y Albariño. Este terruño se caracteriza por recibir de un lado la bruma marina y del otro el viento cálido y seco de la estepa patagónica. Hasta ahora, en fase experimental, los huéspedes de la próxima temporada serán los primeros en tener el honor de degustar esos vinos en este lodge que no para de sumar novedades.

Bahía Bustamante sigue siendo ese remoto paraíso marino y terrestre. El lodge no es sólo un lugar para alojarse: es un portal a una historia única, una reserva natural impresionante y una experiencia que combina cultura, confort y paisaje.

Datos Útiles Bahía Bustamante

Los Lofts Marinos y la Suite del Viñedo cuestan, por noche, u$s 1.400 para 2 personas.

Las Casas de Mar, a metros de la playa, con dos habitaciones dobles, baño, living con gran ventanal al mar, área de cocina con anafe y terraza privada para contemplar el océano a la sombra de los árboles, u$s 1.100 para 2 personas y u$s 1.770 para 4.

Estas opciones incluyen todas las comidas y una actividad por día.

Las Casas de Estepa, con una habitación con cama King, baño con ducha, living con cama adicional y cocina completa, además de terraza con chulengo, bancos y mesadas, u$s 200 por día, sin actividades, para 2 personas.

T: (+54 9 11) 4156-7788. GPS: S 45° 07.610 / W 066° 32.180.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/bahia-bustamante-el-ex-pueblo-alguero-convertido-en-lodge-que-suma-vinedos-junto-al-mar-nid29062025/

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