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Boca, Miami y la sombra de Pablo Escobar: aquella Recopa de 1990 ganada contra Nacional, de Medellín

Crímenes, drogas, narcotráfico, la sombra de Pablo Escobar y un partido de película en el que Boca ganó su único trofeo logrado en Estados Unidos. Ocurrió el 7 de marzo de 1990 en el Orange B...

Boca, Miami y la sombra de Pablo Escobar: aquella Recopa de 1990 ganada contra Nacional, de Medellín

Crímenes, drogas, narcotráfico, la sombra de Pablo Escobar y un partido de película en el que Boca ganó su único trofeo logrado en Estados Unidos. Ocurrió el 7 de marzo de 1990 en el Orange B...

Crímenes, drogas, narcotráfico, la sombra de Pablo Escobar y un partido de película en el que Boca ganó su único trofeo logrado en Estados Unidos. Ocurrió el 7 de marzo de 1990 en el Orange Bowl de Little Habana, a 20 kilómetros del hoy imponente Hard Rock Stadium, donde el equipo dirigido por Miguel Russo debutará este lunes contra el Benfica de Ángel Di María en el Mundial de Clubes. El rival en aquel partido fue Atlético Nacional, de Colombia, apadrinado por el líder narcoterrorista que llegó al encuentro con su arquero amenazado de muerte y tras 90 días de inactividad producto del asesinato al árbitro Álvaro Ortega en Medellín.

La de 1990 era la segunda disputa de la Recopa Sudamericana, que Conmebol organizaba para enfrentar al campeón de la Copa Libertadores con el de la Superco­pa. En un partido parejo, el Boca de Carlos Aimar se impuso 1 a 0 con un gol de Diego Latorre y celebró su quinta estrella internacional. Pero detrás de aquel festejo en Miami se oculta una historia de violencia y terror que recuerda la etapa más sangrienta del fútbol sudamericano.

El 12 de abril de 1989, bajo la dirección de José Omar Pastoriza, Boca había quedado eliminado en los octavos de final de la Libertadores en una maratóni­ca serie de penales frente al aguerrido Olimpia de Luis Cubilla. Dos meses y medio después, el cuadro paraguayo se enfrentó en la final con Nacional, el equipo de Escobar, que logró revertir el 0-2 sufrido en el Defensores del Chaco y levantó ante sus hinchas su primer trofeo continental.

Aquel Nacional diseñado por Francisco Maturana, que contaba con René Higuita, Andrés Escobar, Luis Carlos Pe­rea, Leonel Álvarez, Albeiro Usuriaga y John Jai­ro Tréllez, no solo es recordado por haber sido el primer equipo colombiano en conquistar el torneo, sino también por el contexto en que se dieron sus logros, profundamente marcados por la presencia del narcotráfico. Durante las décadas de los ochentas y los noventas, el fútbol colombiano vivió una era de esplendor deportivo condicionada por una oscura realidad: la infiltración de los cárteles en sus estructuras.

Narcotráfico-fútbol, una era en Colombia

Pablo Escobar ayu­dó a financiar el proyecto Puros Criollos, promovido por la dirigencia de Nacional, que consistía en armar una plantilla con solamente futbolistas autóctonos. Mientras, Miguel Rodríguez Orejuela, jefe del Cártel de Cali, presidía el club América, que perdería tres finales de Libertadores entre 1985 y 1987 con figuras internacionales, como Julio César Falcioni, Ricar­do Gareca y el paraguayo Roberto Cabañas.

No se trataba de una intromisión oculta ni sutil. Los capos financiaban abiertamente a los clubes, asistían a partidos en palcos preferenciales, convivían con jugadores y dirigentes, y en algunos casos incluso intervenían en decisiones internas. Cinco años antes de la definición frente a Boca, Hernán Botero, presidente de Nacional, se había convertido en el primer colombiano extraditado por narcotráfico, acusado por la justicia estadounidense de haber lavado más de 50 millones de dólares en un banco de Florida para favorecer al cártel de Escobar.

La histórica conquista de la Libertadores de 1989 estuvo teñida por la incidencia del narcotráfico, que marcaba el pulso del fútbol en aquella época. Tras vencer a Racing en los cuartos de final, los dirigidos por Maturana se enfrentaron con el sorprendente Danubio, de Uruguay, que venía de eliminar al Nacional de su país, el campeón reinante, en una apasionante definición en Montevideo. El 0 a 0 en el Centenario dejó la serie a pedir del Nacional colombiano, que preparaba una fiesta en el Atanasio Girardot. Más allá del optimismo general, Escobar se ocupó de que el triun­fo no corriera peligro.

Tres décadas después, el árbitro argentino Carlos Espósito, que tuvo a cargo la revancha en Medellín, reveló haber sido “apretado” antes del partido por sicarios del cártel: “A Abel le pusieron una 9 milímetros en la cabeza. Eran varias personas. Entre ellas, el famoso Pope­ye [John Jairo Velásquez, hombre de confianza de Pablo Escobar). Abrió un maletín y nos dijo: «Acá hay 250.000 dólares. Llévenselo tranquilos y van a salir de Colombia sin problemas». Les respondimos que habíamos ido a trabajar como correspondía, a arbitrar un partido de fútbol. Popeye cerró el maletín y nos amenazó: «La vida de ustedes aquí no vale na­da. Y en Buenos Aires podrá costar 1000 dólares por cada uno»”.

Juan Bava, el otro juez asistente, también admitió la visita de los narcos. “Partieron la puerta en dos y entraron a la habitación. Popeye hablaba y los otros saltaban en la cama con las ametralladoras en la mano. «Así no podemos salir. Es una locura lo que pa­só», nos decía Espósito. Y yo le respondía: «Carlitos, si faltan 20 minutos y estos tipos no van ganan­do, ¡entro yo y meto el gol de cabeza! Ten­go dos hijos y quie­ro volver a mi casa»“. El resultado no dejó dudas: victoria por 6 a 0, con tres goles en 35 minutos.

El 6-0 de Nacional a Danubio por la Libertadores

Antes de la final con Olimpia, un hombre vestido de traje acudió al restaurante donde cenaban Juan Carlos Loustau y los asistentes Jorge Romero y Francisco Lamolina. Sin mediar palabra, apoyó un arma larga en la mesa y avisó: «Si no somos campeones, vamos a matar a los tres». Conmebol había mudado el partido a Bogotá para evitar los aprietes a los jueces. De regreso a la concentración, Loustau bajó a buscar un VHS de imágenes del partido y fue secuestrado en el hall del hotel Tequendama por la misma persona que lo había amenazado. Lo llevaron a una zona remota y le reprocharon no haber cumplido lo exigido: Nacional triunfó por penales sin ayudas del juez argentino, que al año siguiente dirigiría en el Mundial.

Seis meses más tarde de la definición de la Libertadores, el árbitro Álvaro Ortega fue acribillado con nueve balazos por sicarios al servicio de Pablo Escobar. Su pecado capital fue anular un gol lícito en favor de Independiente Medellín (DIM) en la derrota por 3 a 2 frente a América, de Cali, que dejó a DIM sin chances de pelear por el campeonato. La sentencia contra el referí fue ejecutada 19 días después, antes del desquite en Medellín.

Ortega fue designado como juez asistente y asesinado en la noche anterior al encuentro. Tras el crimen, el gobierno de Virgilio Barroco Vargas ordenó la suspensión de la li­ga por tiempo indeterminado y prohibió la participación de clubes colombianos en torneos organizados por Conmebol. Pero Nacional quedó exento: se enfrentó con Milan en Japón, en diciembre de 1989, y con Boca en Estados Unidos, en marzo del ’90.

“En general, los clubes colombianos tenían por detrás a un gran narcotraficante, a un pequeño narcotraficante o, en su defecto, a un testaferro de los narcotraficantes”, explica el periodista bogotano Alejandro Pino Calad. “En los ochentas, Atlético Nacional ha tenido co­mo propietario a Octavo Piedra­hita, un prestanombre de Pablo Escobar asesinado en 1988, dos años antes del partido frente a Boca. Colombia se dirimía en aquellos años entre el auge del fútbol y el crimen organizado. Por un lado, los festejos por la consagración de Atlético Nacional en la Copa Libertadores y la clasificación de la selección para el Mundial de Italia tras 28 años de inasistencias, con el Pibe Valderrama co­mo estrella y un plantel de primerísimo nivel que había vencido a la Argentina campeona del mundo en Buenos Aires, en la Copa América de 1987. En contraste, la realidad que se vivía en las calles: el miedo, los atentados, las amena­zas de bomba. Entre 1989 y 1990 fueron asesinados tres aspirantes a la presidencia del país y también el fútbol fue alcanzado por la violencia, con secuestros extorsivos a los árbitros, sobornos y amaños de partidos definitorios”, profundiza.

La Recopa ’90, en medio de la tensión

Siete días después del homicidio a Ortega, Boca volvió a saborear la gloria con la obtención de la Supercopa sudamericana. El equipo preparado por Aimar eliminó a Racing en los cuartos de final, a Grêmio en las semifinales y a Independiente en el duelo decisivo, con el recordado penal de Blas Giunta. De los 11 futbolistas que se enfrentaron con el Rojo en Avellaneda, diez repitieron la titularidad frente a Nacional. La única variante fue el ingreso de Leonardo Itabel, uno de los refuerzos, en reempla­zo a Walter Pera­z­zo, que empezó la temporada como suplen­te.

Si bien la Recopa del ’89 había sido disputada en partidos de ida y vuelta, Conmebol resolvió que el Boca-Nacional se desarrollara en un estadio neutral, y en una plaza que ofreciera mejores condiciones de seguridad tanto para los jugadores de los dos clubes como para los árbitros. A los referís brasileños José Wrigot, Luis Carlos Félix y Ulisses Tavares se les asignó custodia permanente.

A la vez, la celebración del torneo en Estados Unidos procuraba promocionar el fútbol entre el público local con miras al Mundial de 1994. La sede elegida fue el mítico Orange Bowl, de Miami, que tenía capacidad para 80.000 espectadores y sería derribado en 2008 para dar lugar al LoanDepot Park, el hogar de Mia­mi Marlins, franquicia de béisbol. Un año antes de la demolición, Boca, conducido por Russo, jugó allí un amistoso de pretemporada con la selección de Haití, a la que venció por 2 a 0 con goles de Martín Palermo y Jesús Dátolo.

La organización de la Recopa 1990 corrió por cuenta de la empresa International Soccer Marketing (ISM), presidida por Zorana Danis, la única mujer implicada en el escándalo de corrupción más grande de la historia del deporte, el FIFAgate. Fue imputada por la justicia estadounidense de haber pagado coimas millonarias a la cúpula de Conmebol para gestionar anuncios de patrocinio. La firma de Danis repartió 60.000 dólares a cada club y Boca recibió además un cheque por 10.000 dólares por no utilizar la publicidad de FIAT, ya que el certamen era auspiciado por Chevrolet.

El plantel había viajado con dos juegos de cami­setas: uno de verano, con el parche de FIAT, y otro de invierno, sin ningún anuncio. Como hacía calor y todo se resolvió sobre la marcha, el utilero recortó las mangas largas de algunas de las camisetas, vacías de publicidad, para que varios jugadores salieran a la cancha con una vestimenta acorde con el clima y las exigencias contractuales del campeonato.

El equi­po, que había empeza­do de gran manera el ciclo de Aimar, marchaba quinto en la liga local y llevaba nue­ve partidos sin ganar fuera de casa. An­te el conjunto colombiano formó con Fernando Navarro Montoya; Ivar Stafuza, Juan Simón, Víctor Hu­go Marchesini y José Luis Cuc­ciu­ffo; Blas Giunta, Claudio Marangoni y Fabián Itabel; José Daniel Ponce; Alfredo Graciani y Die­go Latorre.

Nacional se entrenó en Miami con un importante operativo de seguridad. En las vísperas, la prensa colombiana reveló que René Higuita, figura y referente, venía recibiendo amenazas desde hacía al menos dos semanas por parte de una red de apostadores clandestinos llamada “Limpieza en el Fútbol Colombiano”. Por ese motivo, el arquero optó por mantenerse alejado de las cámaras y evitar toda exposición pública. Meses atrás, esa misma organización había exigido a Maturana que marginara de la selección a algunos futbolistas ligados a los jefes del Cártel de Medellín, en especial, a los de Nacional.

Higuita tenía una estrecha amistad con Pablo Escobar desde que el máximo narcotraficante de la historia colombiana ejercía como re­presentante a la Cámara en el Congreso Nacional. En 1991, fue uno de los primeros personajes públicos en visitar al líder del cártel en su celda de La Catedral, el presidio que el propio Escobar hizo construir a su medida, con salas de billar, bar y cancha de fútbol, entre otras comodidades. En 1993, el arquero pasó nueve meses tras las rejas acusado de haber negociado la liberación de la hija de un empresario vinculado con Pablo Escobar por un canon de 50.000 dólares. Higuita lleva más de tres décadas intentando recuperar una casa que perteneció anteriormente a William Monca­da Cuartas, cabecilla del Cártel de Medellín.

“Mantenemos los conceptos tácticos, pero lógicamente, no es lo mismo que jugar partidos. Nos sobran ensa­yos, pero la verdad es que no podemos poner la obra frente al público. De todos modos, Nacional tiene experiencia y jugará co­mo siempre lo hizo: respetando el cuidado de la pelota, al adversario y a la gente. Es­ta es una buena ocasión para nosotros, porque estamos frente a un club muy grande, Bo­ca, que siempre tiene equipos de calidad", di­jo Hernán Darío “Bolillo” Gómez, sucesor de Maturana como DT de Nacional, en las horas previas a la definición ante el cuadro xenei­ze.

Boca 1 vs. Nacional 0, por la Recopa de 1990

Casi 30.000 hinchas presenciaron la consagración de Boca en la Recopa, que se emitió en vivo para la Argentina con relatos de Marcelo Tinelli. Latorre marcó el gol a los 38 minutos, tras una gambeta larga contra Higuita y una resolución certera ante el arco desguarnecido. En el segundo tiempo, el ingreso de Faustino Asprilla le cambió la cara al ataque verde, que arremetió sin éxito contra el área de Navarro Montoya.

“Los jugadores de Boca desconocíamos por comple­to la situación que se vivía en Medellín. En los medios argentinos no se hablaba del narcotráfico, no era un tema que acaparara la atención. Para nosotros era un partido importantísimo porque el equipo no andaba bien y podía darnos una inyección, pensando en lo que venía”, narra el defensor Juan Simón. “En la cancha no se notó para nada la inactividad que traían los colombianos”, opina.

Para Itabel, aquel Boca estaba llamado a cosechar grandes logros, pe­ro algunas rencillas en el plantel limitaron su historial de victorias. “No era fácil ganarle a ese Nacional; eran todos jugadores de selección. Con el diario del lunes, es posible que les haya pesado la falta de competitividad, aunque los recuerdo como un rival duro que empujó hasta el minuto final”, analiza hoy el ex atacante de Ferro.

Seis futbolistas de Nacional formaron parte de la lista confeccionada por Maturana para Italia ’90: Higuita, Girardo Gómez, Luis Herrera, Luis Carlos Perea, Geovanis Cassiani y Le­onel Álvarez. Quien estuvo ausente en el partido contra Boca fue el recordado Andrés Escobar, que aprovechando la pausa del fútbol en su país había pasado en préstamo a Young Boys, de la liga suiza. En 1994, tras hacer un autogol frente a Estados Unidos que contribuyó a la eliminación de Colombia en el Mundial, el zague­ro fue asesinado en Medellín a la salida de una discoteca.

La liga local se reanudó dos semanas después de la Recopa y Nacional acabó la temporada como subcampeón de América. En 1991 Conmebol prohibió a ambos clubes jugar sus partidos en suelo colombiano, por lo que debieron mudar sus localías a otras ciudades del continente. El año anterior, la dirigencia de Vasco da Gama había denunciado amenazas de narcotraficantes al árbitro uruguayo Juan Cardellino, antes de un encuentro con Nacional. La Confederación Sudamericana ordenó repetir el partido en Santiago, de Chile, y prohibió toda competición en territorio colombiano. Los estadios elegidos por la organización fueron el Orange Bowl, de Mia­mi; el Rose Bowl, de Los Ángeles, y el Pueblo Nuevo, de San Cristóbal, Venezuela.

El 2 de diciembre de 1993, cuatro días después de que Boca venciera por 2 a 0 en la Bombonera al Newell’s de Diego Maradona, el Bloque de Búsqueda del gobierno colombiano ubicó la casa donde se mantenía prófugo Escobar y acabó con su vida mientras el narcotraficante intentaba escapar por los techos.

Aquel encuentro en el Orange Bowl resultó mucho más que una confrontación de fútbol: fue un episodio en el que deporte, política y crimen organizado se entrelazaron en un escenario de tensión y miedo. A 35 años, aquella definición sigue siendo un reflejo del difícil contexto que vivió el fútbol sudamericano y una muestra de que la pasión por el deporte logró imponerse, al menos por unas horas, a la violencia y las amenazas.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/boca-juniors/boca-miami-y-la-sombra-de-pablo-escobar-aquella-recopa-de-1990-ganada-contra-nacional-de-medellin-nid13062025/

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