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Borges y Walsh, en veredas opuestas ante el conflicto palestino-israelí

El 16 de mayo de 1974, un jueves, Rodolfo Walsh caminó al sur de Beirut entre ruinas, restos y rocas. Algunas aldeas habían sido bombardeadas el día anterior, lo mismo que siete campos de refugi...

Borges y Walsh, en veredas opuestas ante el conflicto palestino-israelí

El 16 de mayo de 1974, un jueves, Rodolfo Walsh caminó al sur de Beirut entre ruinas, restos y rocas. Algunas aldeas habían sido bombardeadas el día anterior, lo mismo que siete campos de refugi...

El 16 de mayo de 1974, un jueves, Rodolfo Walsh caminó al sur de Beirut entre ruinas, restos y rocas. Algunas aldeas habían sido bombardeadas el día anterior, lo mismo que siete campos de refugiados palestinos. Jets F-4E Phantom: una respuesta israelí al acto de Ziad, Ali y Ahmed, miembros del Frente Democrático para la Liberación de Palestina cuyos apellidos no se difundieron, que habían tomado rehenes en una escuela en Ma’alot y habían desatado un baño de sangre. El ministro de Defensa israelí, Moshe Dayan, con su célebre parche negro cubriendo la cavidad del ojo perdido en batalla, había dicho que el sur del Líbano se iba a volver inhabitable si el gobierno local no contenía la insurgencia, y los aviones despegaron.

Rodolfo Walsh, un enviado especial de Montoneros al corazón de Medio Oriente, había viajado ya por Argel, Damasco y El Cairo: en esos sitios acaso había sido visto como un diplomático, más que como un periodista. Pero en Beirut no. En Beirut, Walsh estuvo en el lugar de los hechos y habló con desplazados que, a pesar del idioma tan distinto, se expresaban con claridad. Walsh entrevistó a Abu Hatem, un vocero de Fatah, la organización armada palestina. Escuchó y tomó notas con su caligrafía algo barroca, en la que la C parecía una espiral. El vínculo de Montoneros con Fatah sería fluido en los años siguientes. A su regreso a la Argentina, este periodista (que ya había escrito Operación masacre y que se había convertido en un referente para los peronistas jóvenes) publicaría en Noticias –el diario de Montoneros– “La revolución palestina”, un reportaje en siete entregas aparecidas entre el 13 y el 19 de junio de 1974, y hoy reproducidas en el libro El violento oficio de escribir.

Borges también había viajado a Medio Oriente, como Walsh. En su caso, a Israel. En 1969 y en 1971

El mismo jueves 16 de mayo de 1974, mientras Rodolfo Walsh se movía por Beirut, Jorge Luis Borges comía en la casa de su amigo Adolfo Bioy Casares, un piso de más de 700 metros cuadrados en Recoleta, y hablaba sobre la publicación en Emecé de sus Obras Completas, ese libro de tapa verde que fue un favorito de varias generaciones. El año anterior, 1973, Perón había vuelto al poder y Borges había renunciado a la dirección de la Biblioteca Nacional. No quería otra ofensa como la que había padecido en 1946 cuando, siendo director de una biblioteca municipal –y principalmente, siendo antiperonista– había sido enviado a inspeccionar aves. Así que desde 1973 Borges se replegó en un exilio personal: su casa, la casa de Bioy Casares, los hoteles, los viajes. De alguna manera, todo eso podía ser una trinchera.

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Borges también había viajado a Medio Oriente, como Walsh. En su caso, a Israel. En 1969 y en 1971. La primera vez viajó invitado por el exprimer ministro David Ben Gurion; la segunda vez fue a recibir el premio Jerusalén.

En el aeropuerto de Ezeiza, un cronista televisivo lo entrevistó antes de que él subiera al avión que lo llevaría a Israel en aquel primer viaje. “No hacen falta calificativos… ¡es la gloria de la literatura mundial contemporánea!”, lo presentó.

Borges levantó las cejas. Como siempre, parecía estar pensando en otras cosas.

‘Esa pasión mía por Israel es algo que se encuentra a lo largo de toda mi obra‘, dijo Borges al partir hacia Medio Oriente

En la pista, un grupo de adultos y de niños se ponían en puntas de pie para ver a ese escritor famoso, de traje, que llevaba un bastón en sus manos inquietas y que de repente sonreía con algo de curiosidad.

–Señor Borges, viaja.

–Sí, he sido muy honrosamente, para mí, invitado por el gobierno de Israel –dijo, con una cadencia entrecortada–. En cuanto a mi actitud en los hechos últimos, creo que no puede haber ninguna duda: recuerdo que Adolfo Bioy Casares y yo firmamos una declaración a favor de Israel el primer día de la guerra. Y recuerdo también, sin mencionar a nadie, precisamente porque no puedo mencionar a nadie, que no se consiguieron otras firmas. Las firmas llegaron después de la victoria. Pero la nuestra fue anterior”.

–¿Qué va a hacer usted en Israel?”.

–Espero ante todo el diálogo con Israel. Mejor dicho, espero continuar ese antiguo diálogo que empezó cuando mi abuela inglesa nos leía la Biblia… Y que luego ha proseguido a través de la lectura de los cabalistas, de Spinoza, de Martin Buber, de Scholem, del libro de Trachtenberg sobre las supersticiones hebreas. Esa pasión mía por Israel es algo que se encuentra a lo largo de toda mi obra. Uso la palabra obra entre comillas porque no sé si puede llamarse obra a una serie de páginas que han ido escribiéndose solas a lo largo de mis 70 años.

Pasó diez días en Tel Aviv y en Jerusalén. Volvió “con la convicción de haber estado en la más antigua y la más joven de las naciones”, según anotó famosamente en su “Autobiographical Essay”. Agregó allí, sobre la Guerra de los Seis Días: “Mientras el resultado todavía no estaba asegurado, escribí un poema sobre la batalla. Una semana más tarde, escribí otro sobre la victoria”.

Se refiere a “Israel, 1969”, un canto vindicativo. También escribió los poemas “Israel” y “A Israel”.

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Solemos ver a Walsh como el ejemplo más claro de lo que es un intelectual comprometido, aquel sujeto tan reclamado por las décadas de 1960 y 1970. Autor también de ¿Quién mató a Rosendo?, entregó su vida el 25 de marzo de 1977 al intentar rechazar una emboscada que el grupo de tareas 3.3.2 le tendió en la esquina de San Juan y Entre Ríos, cuando él acababa de despachar una decena de copias de su “Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar”, a la que Gabriel García Márquez veía como una “obra maestra del periodismo”. Su desenlace fue consecuente con una vida que bien podría resumirse en el call to action de Cadena Informativa: “Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.

Borges, a su manera, también abre una pregunta por el compromiso: con su apoyo a Israel, decidió estar de un lado de la historia.

Quizás no eran tan tremendamente distintos como parecían.

En 1999, la editorial Alfaguara hizo una encuesta entre escritores y críticos para que eligieran el mejor cuento argentino del siglo XX: “El Aleph”, de Borges, quedó en segundo lugar. “Esa mujer”, de Walsh, en el primero. Hoy, en 2025 y a causa de la trágica guerra en Gaza y en Israel, “La revolución palestina” e “Israel, 1969” se leen como si hubieran sido escritos recién y no hace más de 50 años.

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“Borges amalgama el judaísmo con el Estado de Israel; de ahí viene esta actitud tan positiva que tiene”, dice Ruth Fine, directora del Departamento de Español y Estudios Latinoamericanos de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

En un ensayo titulado “Israel desde Borges: en torno a la fe y otras paradojas”, Fine escribió que la aventura de la creación del Estado de Israel puede entenderse como la concreción de un acto de fe inspirado en un libro, la Biblia. O, más directamente, como la materialización de ese libro en otro artefacto más complejo: un país.

Agrega, por otro lado, Mario Goloboff: “Hay cuentos de él adonde toda la temática judía está puesta de manifiesto, como ‘La muerte y la brújula’ o ‘El Aleph’. Borges habla permanentemente de sus simpatías con los judíos”.

Ya en 1934 había escrito un ensayo titulado “Yo, judío”.

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Lo de Walsh parece ser más terrenal. De hecho, en ese viaje a Medio Oriente conoció la experiencia de la agencia palestina de noticias WAFA, que en el futuro lo animaría a crear Ancla, la Agencia de Noticias Clandestina. En 2018, Pablo Robledo publicó un libro fundamental para entender una época: Montoneros y Palestina. De la revolución a la dictadura. En estas páginas, el jefe montonero Roberto Perdía dice, sobre Walsh: “No viaja una persona cualquiera . Viaja lo mejor que teníamos a nivel periodístico”.

Pero si Walsh fue a Beirut guiado por tal interés estratégico, entonces ¿qué fue a hacer, exactamente?

La fama de Walsh como desenmascarador resultó uno de los motivos por los cuales él se convirtió en un enviado perfecto: la misión era fortalecer el vínculo incipiente entre Montoneros y la OLP

“En 1974, las dos organizaciones político-militares, guerrilleras o como quiera uno llamarlas, las dos más importantes del mundo eran Montoneros y la OLP –dice Pablo Robledo, el autor de Montoneros y Palestina–. Y Beirut era el epicentro de la revolución mundial. No creo que el viaje de Walsh haya sido improvisado y, de hecho, lo que él escribe en el diario Noticias después tiene proyección”.

La fama de Walsh como desenmascarador resultó uno de los motivos por los cuales él se convirtió en un enviado perfecto: la misión era fortalecer el vínculo incipiente entre Montoneros y la Organización para la Liberación de Palestina, la OLP (encabezada por Fatah). Este vínculo existía desde 1972 (según cuenta Robledo en su libro), cuando Rodolfo Galimberti inició el diálogo y viajó –junto a Roberto Ahumada y a Rodolfo Urtubey, portando una carta de presentación personal escrita por Perón–, para buscar apoyo político, armas y explosivos.

Las notas que componen “La revolución palestina” tuvieron eco y la Embajada de Israel envió una respuesta oficial al diario Noticias. Walsh después contraargumentó a esa respuesta.

“Montoneros buscaba el contacto con la OLP porque quería legitimarse como organización a nivel internacional”, explica Martín Gras, un abogado que actuaba en el peronismo de la década de 1970 y que conoció a Walsh en el diario Noticias. Años más tarde, en 1977, Gras fue secuestrado por un grupo de tareas. En la ESMA, adonde estuvo detenido desaparecido, vio el cadáver de Walsh y vio también sus papeles de trabajo, entre los que había un último cuento.

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Para discutir contra el Estado de Israel y contra el sionismo, Walsh se toma todo el espacio que necesita en “La revolución palestina”. Borges estaba parado en la vereda opuesta. El golpe de Estado de 1976 los encontraría apoyando dos ideas de país: Walsh en la clandestinidad, pronto a ser asesinado; Borges, almorzando con el general Videla aunque en 1980 firmaría una solicitada por los desaparecidos y en 1985 iría a una audiencia del Juicio a las Juntas.

Sin embargo, no siempre habían sido tan enconadas las cosas para estos dos hombres. “Walsh, borgeano al fin…”, escribe María Moreno en su libro Oración. Hubo un tiempo en que Borges y Walsh se admiraron mutuamente.

Ocasionalmente, en esos años se veían en la Facultad de Humanidades de La Plata, adonde Borges dictaba una serie de conferencias sobre literatura fantástica

Fue en 1953. Walsh editó una antología, Diez cuentos policiales argentinos, con “El jardín de los senderos que se bifurcan”, de Borges. Después, en la Antología del cuento extraño (de 1956, el mismo año en que ocurren las ejecuciones clandestinas que pronto llevarán a Walsh a escribir Operación masacre), Walsh incluyó “El milagro secreto”, otro relato de Borges.

Ocasionalmente, en esos años se veían en la Facultad de Humanidades de La Plata, adonde Borges dictaba una serie de conferencias sobre literatura fantástica. Walsh estudiaba en el Profesorado de Filosofía y Letras, y a veces, después de un encuentro, lo llevaba del brazo por la calle 1 hasta dejarlo –según Michael McCaughan en su biografía sobre Walsh– en la estación de tren. Borges, a su vez, fue parte de dos jurados que premiaron a Walsh por sus cuentos policiales en esa época.

Durante un momento largo, que fue como un paréntesis en los calendarios, ambos compartieron el gusto por las historias de detectives, por el lenguaje preciso, por el ajedrez, por el idioma inglés. Después, debido a esas cosas de las palabras y la guerra, ya no pudieron compartir nada más.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/borges-y-walsh-en-veredas-opuestas-ante-el-conflicto-palestino-israeli-nid05072025/

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