Carlos Alcaraz abrumó a Sinner en el clásico de la nueva era, conquistó el US Open y volverá al número 1
Donald Trump. Jimmy Connors. Bruce Springsteen. Ivan Lendl. Michael Fox. Pep Guardiola. Martina Navratilova. Sting. John McEnroe. Danny DeVito. Stefan Edberg. Spike Lee. Marat Safin. Checo Pérez. ...
Donald Trump. Jimmy Connors. Bruce Springsteen. Ivan Lendl. Michael Fox. Pep Guardiola. Martina Navratilova. Sting. John McEnroe. Danny DeVito. Stefan Edberg. Spike Lee. Marat Safin. Checo Pérez. Stephen Curry. Todos bajo el mismo techo retráctil cerrado del Arthur Ashe, el estadio de tenis más grande del mundo (con capacidad para 23.771 personas), mientras la lluvia del domingo se derramaba sobre Nueva York. Juego de luces, el himno estadounidense, bullicio, consumo, poses, dinero, estadísticas, música, sponsors, brillos, humo. El tenis, como parte de la industria del deporte, alcanzó un nivel de altísima exposición en la final masculina del US Open, el último Grand Slam.
Los tres grandes de las últimas dos décadas del circuito, Roger Federer, Rafa Nadal y Novak Djokovic, que todavía hace maravillas con el desgaste de sus 38 años, pusieron la vara muy, muy alta. Marcaron una era dorada y cinematográfica irrepetible. Sin embargo, aquí están Carlos Alcaraz y Jannik Sinner para sacudirlo todo y encandilar. Un murciano de 22 años, creativo y sonriente, cuyo abuelo, en la pequeña localidad de El Palmar, le incorporó como filosofía de vida tener “cabeza, corazón y cojones”. Y un rival dos años mayor, frío como cirujano, que no parece un italiano “clásico”, nacido en la zona de Trentino-Alto Adigio, región alpina trilingüe del norte, en la frontera con Austria. Su rivalidad es la que marca el pulso. Se consolida una nueva era.
El decimoquinto capítulo entre ambos fue para Alcaraz, por un impactante KO. El español conquistó su sexto título individual de Grand Slam (en la misma línea de Edberg y Boris Becker), el segundo en Flushing Meadows, al imponerse por 6-2, 3-6, 6-1 y 6-4, en 2h42m. El jugador entrenado por Juan Carlos Ferrero recuperó el número 1 (por primera vez desde septiembre de 2023; el italiano había pasado 65 semanas en la cima). Sinner no pudo defender el título; entonces, Federer, en 2008, sigue siendo el último jugador en poder repetir el trofeo individual masculino neoyorquino al año siguiente.
“Te estoy viendo más que a mi familia”, le dijo Alcaraz a Sinner, con simpatía, desde la plataforma colocada en el centro del court para la ceremonia de premiación, antes de recibir un cheque de cinco millones de dólares (pensar que Guillermo Vilas ganó US$ 30.000 cuando obtuvo el mismo torneo en 1977). Carlos no exagera: se repartieron los últimos ocho títulos majors (Djokovic, en el US Open 2023, fue el último “distinto” en celebrar) y con la de este domingo fue la primera vez en la Era Abierta que dos jugadores se midieron en tres finales grandes en la misma temporada (el italiano triunfó en Wimbledon; el español en Roland Garros y, ahora, en la Gran Manzana).
Sinner y Alcaraz son despiadados con el resto. Ostentan un potencial superior que únicamente el otro puede equilibrar. No hay equivalencias con los que están debajo en el ranking. En este US Open se reencontraron en un mismo territorio que, en 2022, empezó a catapultar la rivalidad. Es verdad que hace tres años, antes de los cuartos de final de Flushing Meadows (ganados por el murciano en cinco sets), ya se habían enfrentado tres veces, pero aquel fue el primer gran impulso para lo que llegaría. Desde entonces, se produjo un progreso feroz y sin pausa para ambos, que los tiene como bandera de una nueva etapa en el tour.
Se conocen en detalle y, en cada duelo, más allá de la superficie, se retan y empujan al límite. En junio, en la definición del Abierto de Francia, se dio un partido épico, ganado por Alcaraz en 5h29m, defendiéndose de tres match points. La última función del US Open invitaba a imaginar algo similar. Porque Sinner llegó con una racha de 27 victorias seguidas en majors sobre superficie dura, además de ser el jugador con más quiebres en toda la quincena (35) y el mejor restador del ATP Tour en los últimos doce meses. Y Alcaraz, en tanto, había ganado los 18 sets disputados en el certamen y únicamente había perdido dos games con su saque: uno ante Djokovic en las semifinales y otro contra el geselino/italiano Luciano Darderi, en la tercera ronda. Pero algo cambió.
Alcaraz, más allá del set perdido, que no le permitió ser el primer hombre en la Era Abierta (desde 1968) en conquistar el US Open ganando todos los parciales en el camino, exhibió lucidez, energía y agudeza. La mayor parte del público se habrá quedado enamorada de las fulminantes derechas cruzadas, de la plasticidad o de los milimétricos drops de Alcaraz, pero, más allá de los fuegos artificiales, los puños crispados, las miradas desafiantes y los bíceps rebosantes de energía al descubierto, el español hizo un trabajo completo y estudiado en cada ítem. No hubo improvisación; estratégicamente fue brillante. Su enfoque fue lo que lo colocó en la cumbre otra vez (alcanzó los 23 títulos en su carrera). También sacó como los dioses: diez aces, sin dobles faltas, un 61% de primeros servicios, un 83% de puntos obtenidos con el primer saque (45 de 54) y 57% con el segundo; sólo cedió el servicio una vez. Anotó 42 tiros ganadores (el doble de su rival) y también cometió menos errores no forzados.
“La actuación de Carlos fue perfecta. Se comprometió a ir por el partido todo el tiempo, intentó presionar a Jannik antes que él. Fue una de las claves. Creo que ambos golpean la pelota rapidísimo y quien golpeaba primero se llevaba la ventaja del punto. Carlos, quizás, tiene más variedad en su juego y puede hacer más, como hacer slice, subir a la red y hacer más cosas que Jannik. Pero, sí: diría que el partido fue perfecto para Carlos y su actuación fue increíble”, analizó el Mosquito Ferrero, coach y número 1 del mundo en 2003.
No fue el partido más atractivo de la rivalidad; estuvo lejos del podio. El culpable fue Alcaraz y sus movimientos efervescentes ante un Sinner que, esta vez, no mostró malicia ni efectividad en sus fortísimos impactos desde la línea de base. Tampoco pudo reaccionar al verse abrumado. “Fui predecible en la cancha. Él hizo muchas cosas, cambió el juego. Ese también es su estilo. Durante este torneo no hice ni un saque-volea, no usé muchos drop shots y entonces llegás a un punto en el que jugás contra Carlos y tenés que salir de tu zona de confort”, reconocería más tarde.
Ahora, con 22 años y 125 días, Alcaraz es el segundo jugador más joven con seis trofeos de Grand Slam (Björn Borg, con 22 años y 32 días, tiene el récord), repartidos entre Roland Garros (2024 y 2025), Wimbledon (2023 y 2024) y el US Open (2022 y 2025); únicamente se le resiste Australia.
Por primera vez en 23 años, desde 2002, se cierra el año sin la presencia de Djokovic, Nadal o Federer en ninguna de las cuatro finales de Grand Slam, un dato que impacta e ilustra la nueva etapa. Alcaraz tenía 19 años, en septiembre de 2022, cuando llegó al número 1 por primera vez (venciendo en la final del US Open al noruego Casper Ruud). Aquel fue el primer título major para Carlitos y se transformó en el líder del ranking más joven de la historia. Hoy, con 22 años, su madurez es apabullante.
Lo mejor de Alcaraz vs. Sinner