Chimenteros en medio de una confabulación
Hace unos años, en una entrevista al dos veces presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti, me lo dijo con todas las letras: “Odio las elecciones intermedias, y cada vez que a alguien se le o...
Hace unos años, en una entrevista al dos veces presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti, me lo dijo con todas las letras: “Odio las elecciones intermedias, y cada vez que a alguien se le ocurre esa mala idea en Uruguay, lanzo llamas como los dragones. Porque eso impide gobernar”.
En la Argentina no solo son cada dos años, sino que, para agravar sus efectos devastadores, hace rato se dejó de lado la saludable costumbre de que existiera una fecha unificada para realizar en una misma jornada los comicios en todo el país.
Así, cada distrito, a piacere y según mezquinas conveniencias y especulaciones, desdobla elecciones provinciales y municipales. Además del gravoso costo extra que significa hacer en distintos días lo que se puede hacer en uno solo, y de la fastidiosa molestia que implica para los votantes concurrir más de una vez a sufragar, se dislocan las consecuencias, influyendo las campañas y los resultados de unas sobre otras de manera malsana. Un vicio creciente que retroalimenta la política y que se agrava con las candidaturas testimoniales –los que compiten y ya ni siquiera ocultan que no asumirán–, que hoy se presentan como cazabobos en los cuartos oscuros bonaerenses, a escasas siete semanas de los comicios nacionales.
Ese estado preelectoral casi permanente aumenta en forma considerable la belicosidad superficial que ya tiene de por sí la política argentina.
La estridencia para gobernar llegó para quedarse con el kirchnerismo y el gobierno libertario hace lo posible para empardarlo e, inclusive, superarlo, si fuera posible.
Al desosiego social que genera vivir en medio de un constante y vacuo conventilleo, se agrega el sorprendente festival de errores autoinflingidos e interna devastadora con que el mileismo castiga a la ciudadanía.
El intenso nivel de insultos, chicanas y difamaciones de las fuerzas en pugna es inversamente proporcional a la eficacia en la gestión.
Décadas atrás los candidatos a cargos públicos se aplicaban en sus presentaciones y publicidades al describir ideas muy puntuales que pensaban poner en marcha si ganaban. Eso se dejó de lado hace mucho y, en el mejor de los casos, apenas esbozan alguna generalidad para pasar de inmediato al deporte que más les apetece a las dirigencias actuales: reproches mutuos, estentóreas denuncias reales o truchas y juego sucio permanente en las redes sociales.
No es raro que, ante tanta inconcebible desaprensión, cada vez se encoja más la masa de votantes, lo que termina favoreciendo a los aparatos de los partidos que navegan con versatilidad por esas aguas turbias.
En vez de aportar soluciones, traen más problemas. Por ejemplo, la insólita reaparición del fantasma de la censura previa, que de novedosa no tiene nada, tan es así que ya los constituyentes en 1853 incluyeron dos artículos (el 14 y el 32) en la Carta Magna para cerrarle el paso férreamente, algo que ningún juez debería desconocer.
Para frenar una evidente confabulación entre operadores y comunicadores acostumbrados a chapotear en barros pestilentes, el Gobierno no tuvo mejor idea que fogonear su implementación mediante una disparatada cautelar judicial. Disparatada e ineficiente porque no se puede tapar con las manos lo que, de una u otra manera, de todos modos, se termina colando gracias a la diversidad de vericuetos tecnológicos que hoy lo facilitan.
Aunque en el pasado no se contaban con tantos recursos de ese tipo, igual había formas de hacerle pito catalán a esas restricciones. Durante años, los argentinos buscábamos en la atenta escucha de Radio Colonia enterarnos de lo que aquí se nos pretendía esconder, por mucho que la intentasen interferir con todo tipo de fastidiosos sonidos. De hecho, en la semana que pasó el streaming uruguayo Dopamina filtró un nuevo audio, supuestamente de Karina Milei, que Martín Menem prácticamente convalidó que fue registrado en el Congreso.
Dicho esto, es necesario advertir que el barrabravismo chimentero, que destrozó hace añares un rubro informativo tan prestigioso como Espectáculos, pasando de la periferia a dominar su centralidad, y que viene intentando hacer lo mismo desde hace tiempo con la sección Política, ha entrado en una nueva fase aún más peligrosa.
Con complicidad, o como idiotas útiles de oscuros operadores especialmente excitados en tiempos electorales, se prestan a envenenar y desestabilizar aún más la contaminada arena política, con su novelita por entregas de grabaciones non sanctas. No actúan con seriedad profesional ni con ánimo de investigar a fondo. Solo quieren generar ruido mediático para que se los mencione y se reproduzcan sus desmesuras.
Más allá de ellos, es preciso determinar fehacientemente, y cuanto antes, cuán graves y reales son ciertas aseveraciones de los audios que trascendieron.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/chimenteros-en-medio-de-una-confabulacion-nid07092025/