Cómo la eco-ansiedad está replanteando la maternidad
El desencuentro generacional entre varones y mujeres no es novedad, sobre todo en el segmento de personas jóvenes adultas y millennials que tienen preferencias distintas, tanto en lo político com...
El desencuentro generacional entre varones y mujeres no es novedad, sobre todo en el segmento de personas jóvenes adultas y millennials que tienen preferencias distintas, tanto en lo político como en las opciones vitales.
Cada vez más medios informan sobre la creciente brecha que, dicen, “está dejando a los hombres detrás” en aspectos de formación universitaria y laborales. Según un informe reciente del Financial Times, las mujeres tienen más chances de tener empleo que los varones, y el porcentaje de hombres en búsqueda de trabajo o desempleados ha mostrado una tendencia en alza. En países como el Reino Unido, Francia, España o Canadá, por primera vez desde que se tiene registro, hay más hombres fuera de la economía que mujeres.
¿Acaso es casualidad que hoy sea tendencia el aumento de mascotas en los grandes centros urbanos y la comparación con la cantidad de niños pequeños, como sucede en Buenos Aires, donde los nacimientos se redujeron a casi la mitad en los últimos ocho años? Un estudio realizado en la CABA por la consultora Sentimientos Públicos agrega más matices a la cuestión: al menos un 10% del total de personas dice haber elegido no procrear y cerca del 10% de los encuestados menores de 43 años alude a la incertidumbre económica.
Asimismo, el estudio infomó que al menos el 20% de los centennials entrevistados declaró su decisión de no querer tener hijos y, en ese orden, que varios eligen animales de compañía.
Una nueva mirada por parte de referentes y activistas ambientales propone en cruzar otras variables poco exploradas y que tienen que ver con el impacto de la conciencia y el activismo ambiental, la eco-ansiedad y su prevalencia en poblaciones racializadas y latinas.
¿Qué es la eco-ansiedad y por qué debería importarnos?Alguien que tiene bastante para decir al respecto es Jade S. Sasser, PhD en Estudios ambientales y profesora en la Universidad de California en estudios de género y sexualidad, así como sociedad, ambiente y equidad en salud. Lleva más de dos décadas investigando las opciones reproductivas en el contexto del cambio climático, con varios libros en su haber: Infertile Ground, 2018, el recién publicado Climate Anxiety and the Kid Question y un podcast.
“Siempre me han interesado los temas de justicia reproductiva desde la perspectiva de la política ambiental, porque los ambientalistas han moldeado desde hace mucho tiempo las actitudes sobre la población, y las preocupaciones sobre la población han moldeado desde hace mucho tiempo la provisión de atención, derechos y justicia reproductiva. He pasado muchos años entrevistando a mujeres sobre por qué se convirtieron en madres o no, para entender mejor los impactos del control de la población, que está fuertemente influenciado por el ambientalismo”, dice Sasser en charla con LA NACION.
Fue así que durante la pandemia, Sasser comenzó a hacerse preguntas para tratar de revertir una mirada sesgada sobre el crecimiento poblacional en el Sur Global centrado en prejuicios raciales sobre sexualidad y promiscuidad. Moviendo el eje de su estudio, comenzó a investigar el vínculo que existía entre factores ambientales percibidos como graves o urgentes y la decisión de ser padres.
En una era en la que el planeta se calienta cada día más se preguntó: ¿es moral, ético o sensato en un sentido práctico traer hijos al mundo? Y, ¿cómo inciden factores como la ansiedad climática, la pertenencia a grupos racializados y el estatus socioeconómico en las opciones reproductivas?
“Me sorprendió encontrar ‘emociones climáticas’ -dice Sasser- porque durante mucho tiempo las personas comprometidas con el medioambiente hablaban de sus planes reproductivos, principalmente desde la perspectiva de las preocupaciones poblacionales. Recién hace poco las personas jóvenes comprometidas con el clima han argumentado que están menos preocupadas por los impactos negativos que sus hijos podrían tener en el planeta y más preocupadas por los impactos negativos que el planeta tendrá en sus hijos.
“Ese cambio está impulsado en gran medida por la eco-ansiedad y, específicamente, por la ansiedad climática. Estos son términos generales que describen una amplia gama de emociones angustiosas que las personas sienten en respuesta a su conocimiento, conciencia y/o experiencias con el cambio climático y sus impactos, así como anticipan que el cambio climático afectará la vida en el futuro”, explica.
Las emociones climáticas son un concepto bastante nuevo, se han comenzado a estudiar recién en los últimos veinte años y, lo interesante, es que a medida que se las estudia se transforman en tiempo real y a la par con los desastres climáticos que vemos a través de las pantallas a diario.
Por ejemplo, quienes no han vivido la evacuación por un incendio forestal, un huracán, un sismo o una inundación también pueden sentirse profundamente angustiados por los impactos climáticos. Y lo que quienes investigan al respecto han descubierto es que esta angustia emocional afecta de manera más directa a las personas jóvenes, especialmente a la Generación Z. Algo que resuena especialmente si pensamos en personajes públicos como Greta Thunberg, pero también si miramos el crecimiento de grupos, redes y organizaciones latinoamericanas integradas por la Gen Z, como Jóvenes por el Clima, entre otras.
Su estudio se centra en el Norte, y más específicamente en los EE.UU. (si bien miró también algunos movimientos culturales que se estaban dando en otros lugares, como Canadá y Europa), por un motivo claro e intencional: la alfabetización ecológica entre la Generación Z es muy alta en diferentes grupos étnicos. Incluso, advierte que la gente allá “sobreconsume” este tipo de información.
Aunque Sasser, afroamericana, aclara que “en los Estados Unidos la gente no es toda igual. No todos tenemos las mismas experiencias. No ocupamos la misma posición social y el cambio climático no nos afecta de la misma manera”. Pese a no cubrir el Sur, muchos de sus hallazgos echan luz sobre lo que sucede de este lado del planeta.
Un impacto que no es igual para todosAlgo que distingue el trabajo de Sasser del resto de los académicos es que su investigación desagregue raza, clase y género, es decir, se dedica a entender cómo la eco-ansiedad afecta a otros grupos socialmente marginados, a las personas racializadas y los grupos de bajos ingresos. La eco-ansiedad significará lo mismo para todas las personas, pero no todas la viven y sienten de la misma manera.
Los resultados de la encuesta mostraron que las mujeres racializadas eran el grupo demográfico que reportó un cambio en su experiencia de vida debido al cambio climático: gestar, al menos, un hijo menos de lo que realmente deseaban. “Ningún otro grupo en esa encuesta respondió de esa manera”.
En este sentido, un estudio de Yale publicado el año pasado que Sasser cita le da la razón: las personas estadounidenses latinoamericanas tenían cinco veces más probabilidades de experimentar sentimientos de ansiedad por el cambio climático en comparación con sus pares del Norte Global. A esto se suma que las personas estadounidenses negras tenían el doble de probabilidades de sentir ansiedad climática, poniendo de relieve la prevalencia de la ansiedad climática entre las comunidades racializadas.
“No tengo una hipótesis sobre por qué los hispanos en particular experimentan ansiedad ecológica, ya que ese no fue un enfoque específico de mi investigación. Mi investigación tenía como objetivo explorar si la raza y/o la etnia eran un factor a tener en cuenta, y descubrí que claramente lo eran, pero no estudié diferencias grupales específicas. Y si bien no tengo planes de estudiar la eco-ansiedad y los planes reproductivos en el Sur Global, espero que los investigadores locales en una variedad de entornos puedan aprovechar mi trabajo para realizar estudios similares”, admite Sasser.
Aunque que quizás en América Latina la cuestión ambiental tome otro cariz de importancia, no podríamos decir que es un tema menor y, aunque tal vez todavía no sea un gran definitorio en la planificación familiar —al lado de otras mencionadas al comienzo de esta nota—, estudios internacionales muestran que el factor climático incide cada vez más en la cosmovisión de los jóvenes y la manera en que enfrentan al mundo; desde cómo eligen sus caminos profesionales basándose en su interés con la sustentabilidad (70% de los encuestados tiene en cuenta las políticas ambientales de las empresas a la hora de buscar trabajo), sus elecciones de consumo y las marcas que eligen o hasta a quien votan.
Sasser comenta algo que sale a la luz en sus entrevistas: entre algunos jóvenes (especialmente quienes toman clases de estudios ambientales o se han especializado en esto) hay cada vez más peer pressure (presión de grupo) para no tener hijos entre la Generación Z.
-¿Deberíamos hablar más de estos temas?
-Deberíamos hablar más sobre estos temas. A menudo me dicen que los jóvenes (la Generación Z y los millennials más jóvenes) hablan de estos temas todo el tiempo, y que en realidad son solo las personas mayores las que no lo hacen. Existe una gran brecha generacional en este sentido, pero está comenzando a reducirse a medida que experimentamos más desastres climáticos y más personas comienzan a experimentar sus propias ansiedades climáticas. Sería realmente beneficioso si pudiéramos encontrar más solidaridad entre generaciones.
Lo cierto es que las condiciones en las que vivimos, ambientales y políticas, son el escenario en el que las personas jóvenes toman sus decisiones. “Todos estamos viviendo esta gran experiencia colectiva compartida del cambio climático. Y si esa es la circunstancia social en la que tenés que pensar si tener hijos o no, en realidad no es una decisión tan privada”, concluye Sasser.