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Cuentan el altísimo logro en Canadá, y los altibajos en el camino: “En mi idioma soy mucho más inteligente y divertida”

Analía Grossi jamás olvidará los primeros tiempos en Canadá. `Ni yo me aguantaba´, suele decir al rememorar la montaña rusa de sentimientos que la atravesaban cada mañana al despertarse....

Cuentan el altísimo logro en Canadá, y los altibajos en el camino: “En mi idioma soy mucho más inteligente y divertida”

Analía Grossi jamás olvidará los primeros tiempos en Canadá. `Ni yo me aguantaba´, suele decir al rememorar la montaña rusa de sentimientos que la atravesaban cada mañana al despertarse....

Analía Grossi jamás olvidará los primeros tiempos en Canadá. `Ni yo me aguantaba´, suele decir al rememorar la montaña rusa de sentimientos que la atravesaban cada mañana al despertarse.

Apenas llegó al aeropuerto de Edmonton junto a su marido, Juan, y sus tres hijas, se preguntó por qué estaba allí. Tenía una amiga en Canadá que pasó a buscarlos para ir a su casa y, casi de inmediato, al AirBnB que habían alquilado. Junto a ella, Analía fue unas horas más tarde al supermercado, en definitiva, tenían que equiparse de lo principal para sobrevivir: comida.

“¡Me sentí tan rara, tan fuera de lugar!”, confiesa. “Parece una pavada, pero recorrer las góndolas y no reconocer ningún producto o marca me hizo sentir tan perdida, que me replanteaba todo y no paraba de cuestionarme `¿que hago acá?´. Volví a la casa y automáticamente me puse a llorar diciendo `me quiero volver´. Mi hija de 11 años me consolaba...”

Un proyecto que tardó años en concretarse: `Si te arrepentís, no me lo digas´

Irse a vivir a Canadá fue un proyecto que comenzó más de una década atrás. En el primer intento, fallaron: la visa a la que habían aspirado (self-employed) había sido rechazada. Tiempo después, intentaron con una visa de estudio. Por aquel entonces, Analía ya había sido madre de dos niñas, y Juan, un diseñador 3D que soñaba con estudiar en Canadá y desenvolverse en el mundo de la animación, se postuló para una universidad y fue aceptado. Por aquellos días las pequeñas tenían 1 y 4 años, y en pleno trámite, a Analía la invadió la culpa. No estaba lista para volar tan lejos, le llenaba de remordimiento distanciar a sus hijas de la familia.

`Si te arrepentís, no me lo digas´, le dijo su marido. Y tal como él había anticipado, los años pasaron, y Analía se arrepintió. Para su esposo el tren ya había pasado. Sin embargo, a ella la había invadido una nueva culpa: haberle cortado las alas a la persona que amaba. Y así, con una dosis de insistencia, lo convenció.

“Empezamos a averiguar todo y en el proceso, quedé embarazada de nuestra tercera hija y, dada la situación de Argentina, reforcé ahí aún más las ganas de venir. Por otro lado, la familia y amigos, todos nos apoyaron, obviamente con sentimientos encontrados”, cuenta Analía. “Y lo más importante era que nuestras dos hijas mayores querían venir, porque si ellas realmente no se hubieran querido ir de Argentina, nosotros automáticamente descartábamos este plan”.

Encontrar la calma en Canadá: “El extrañar es como una sombra constante”

Llegaron en 2023 y la pregunta ¿qué hago acá? parecía no querer dejarla. Para Analía, el torbellino emocional significó varias horas de lágrimas imposibles de contener, que la acompañaron el primer año, tiempos en los que extrañaba con intensidad.

En un comienzo a todos les tocó dormir con colchones en el piso. La angustia por la distancia seguía presente, pero a medida que la casa se fue amueblando, los amigos fueron apareciendo y el corazón encontró su calma. Algunas de las nuevas amistades donaron algunas cosas y otras las fueron rescatando de las calles: “La gente suele dejar todo en muy buen estado y te las podes llevar, y también está el concepto de `Garage Sale´, en donde conseguís cosas super baratas”, cuenta Analía.

“Sí, durante el primer año lloré mucho. En especial en mi cumpleaños y día de la madre. Fue horrible, y además con la culpa de que mi familia me viera así de mal. Una vez que pasa el primer año..., que ya pasó el primer evento de todo (cumples, Navidad, etc), esa tristeza empieza a mermar, te vas acostumbrando. Pero bueno, yo siempre digo que el extrañar es como una sombra constante, con la que te acostumbrás a convivir”, dice Analía, pensativa.

Las amistades en Canadá, adultos y niños: “Lo noto sobre todo en las escuelas de mis hijas; como que el concepto de `amistad´ es distinto”

Una instancia crucial para el camino hacia la calma emocional fue entablar amistad con otros argentinos. Para ello, a los pocos días de su llegada, Analía se presentó en un grupo de Facebook llamado `Argentinos en Edmonton´. Muchos respondieron y la los pocos meses asistió junto a su familia a una reunión que habían organizado: “De ahí surgieron algunas amistades que aún mantenemos”, dice Analía con una sonrisa.

La visita de su familia también serenó la angustia. Todos extrañaban los productos argentinos y la llegada de sus familiares con valijas llenas de tesoros se sintió como si fuera Navidad.

“Como todo país/ciudad, vivir en Canadá tiene sus pros y sus contras. Y por más que esté lleno de pros, en mi caso, nunca me dejo de replantear, aunque cada vez menos, si realmente todo esto lo vale. Si vale haber dejado familia, amigos, haber sacado a mis hijas de su entorno, de su colegio, de sus amigas con las que crecieron todos estos años, de crecer con sus primos, etc. Esto es algo que siempre me mata de culpa. Por más que las vea adaptadas, dentro de todo, con sus altibajos también, cuando ellas me comentan que extrañan, a mí se me cae toda la estantería abajo y ahí empiezo con la culpa nuevamente. Por suerte tengo a mi marido que es más `frío´ en ese sentido y piensa con más racionalidad y objetividad y me hace volver a eje”.

“Edmonton es bastante tranquila. Hay muchas culturas, aunque predomina gente de India y Filipinas. Respecto al canadiense, en general son muy amables y serviciales, pero bajo ningún punto de visa se asemeja a nosotros. La sociedad argentina es algo que es imposible de comparar, con lo bueno y lo malo. Pero en lo que a amistades y vínculos se refiere, eso es algo que se extraña mucho. Lo noto sobre todo en las escuelas de mis hijas; como que el concepto de `amistad´ es distinto. Obviamente que hay de todo, y excepciones, pero estoy generalizando”.

“Extrañamos el sistema de salud de Argentina, pero poco a poco nos fuimos adaptando al de acá y nos dimos cuenta de que sí funciona. Aunque hay una gran falla en los hospitales; con decirte que mi hija mayor tuvo un accidente en el pie y estuvimos 9 horas en el hospital (4 horas esperando a que la atiendan, y otras 5 horas de espera entre estudio y estudio y revisión del médico). Sacando los tiempos de espera, la atención es excelente”.

“Y no puedo dejar de mencionar el clima…..enfrentar sensaciones térmicas de -40 C fue un gran desafío. Yo amo el frío, y aprendí que hay que tenerle mucho respeto. Cuando hace realmente tanto frío es importantísimo el tipo de abrigo. Suena una obviedad ridícula, pero es realmente peligroso. Y con temperaturas tan extremas se recomienda no estar a la intemperie por más de 15 minutos. Cosa que un día lo tuve que hacer y mis dedos de las manos la pasaron muy mal. El frío es tan pero tan intenso que es un dolor que no se aguanta”.

El desafío de estudiar en el extranjero, trabajar y estar para la familia: “Fue duro”

Analía llegó con trabajo a Canadá. Su compañía le mantuvo el mismo rol, tan solo tuvo que renunciar en Argentina y ser tomada por la sucursal presente en Canadá. Nada había cambiado demasiado, en vez de trabajar desde su casa en Buenos Aires, ahora lo hacía en Edmonton.

Como estudiante, para Juan (y para toda la familia) el desafío fue duro. A diferencia del resto de los alumnos, solteros, él, como padre de familia, tuvo el reto de cursar tiempo completo, mantener su trabajo remoto de Buenos Aires con una diferencia horaria y estar presente para su mujer y sus hijas.

“Dependiendo el momento del año, a veces arrancaba a trabajar a las 5 de la mañana. Trabajaba unas horas y se iba a la universidad. Volvía y se ponía al día con lo que le había quedado pendiente del trabajo, y después se dedicaba hasta la noche tarde a los trabajos prácticos de la carrera”, revela Analía. “Yo siempre hago el chiste de que por dos años fui madre soltera, porque si bien en casa ayudaba y estaba presente con nosotras en la medida que podía, no era mucho el tiempo que nos podía dedicar. Incluso los fines de semana; muchas veces yo hacía planes sola con mis hijas y/o amigos, ya que él no podía venir porque tenía entregas”.

Para Analía y Juan, otro de los grandes desafíos fue el financiero. Para los extranjeros, el costo se triplicaba, y si bien ellos habían arribado con gran parte del dinero para cubrir los estudios universitarios, hacia el último tramo el panorama se dificultó y recibieron un poco de ayuda por parte de la madre de Juan: “Pero así y todo no teníamos la plata para pagar la última cuota, por lo que tuvimos que sacar un préstamo personal”, dice Analía.

“Todo esto afectó en lo emocional también, se sintió mal por el hecho de estar en un país nuevo, en donde muchas cosas son muy accesibles. Obviamente yo a mis hijas les quería dar todo. Para mí era una manera de hacerlas sentir un poco mejor fuera de casa, y tener que decirles que no el noventa por ciento de las veces fue duro. Por más accesible que sea algo para comprar, cuando la plata esta justa, no se puede”.

La belleza de dar alas, los aprendizajes y las realidades: `Yo en mi idioma soy mucho más inteligente y divertida´

Casi dos años pasaron desde el día en que Analía miró las góndolas de un supermercado canadiense y no pudo contener las lágrimas. Para la mujer argentina fue muy duro irse de su patria, pero lo hizo por una gran causa: darle alas a su marido para que cumpla un sueño que en algún momento creyó enterrado. Y todos los sacrificios valieron la pena.

El 23 de junio de 2025, Juan Giannitti recibió su título de Digital Media and Information Technology, pero hizo mucho más que eso, se graduó con honores en su área de estudios y obtuvo el Governor General’s Academic Medal at NAIT, otorgado por ser el mejor promedio de toda la universidad en una carrera de dos años, entre aproximadamente 400 alumnos. Allí, colmados de alegría, estaban Analía, sus hijos, sus padres y suegros, recientemente llegados de Argentina.

“Un momento inolvidable y juntos”, asegura ella. “Mientras tanto, todavía no pudimos volver a nuestro país. Nuestro objetivo era ir este diciembre de 2025, pero no creo que podamos. Aunque la universidad ya está paga y estamos un poco más relajados, no deja de ser un año en el que nos tenemos que reponer económicamente. Igual debo confesar que me da un poco de miedo, porque temo que sea extremadamente duro subir después a un avión para volver a Canadá. Especialmente lo digo por mis hijas, no quiero que sufran. El viaje hacia acá no fue tan angustiante para ellas porque tenían toda la emoción de lo nuevo, cosa que no pasará cuando nos tomemos nuevamente ese avión”.

“En lo personal, fue muy importante embarcarnos en esta aventura. Sufrí mucho cuando le dije que no a mi marido esa segunda vez que intentaríamos venir. Siempre sentí que le había cortado las alas, porque él siempre estuvo convencido; le atraía bastante la idea de estudiar algo que le gusta y finalmente tener un titulo”.

“Mii lema fue: esto es una aventura, y siempre vamos a poder volver a casa; y es mejor arrepentirse por haberlo intentado, que quedarse con la duda. Igualmente, soy consciente de que si un día decidimos volver, cuanto más tiempo pase, más difícil va a ser porque mis hijas van a echar cada vez más raíces. ¡Ni hablar de la chiquita! Ella tiene 3 años y estamos luchando para que hable español”.

“Esta travesía fue un volver a nacer en varios aspectos, cambiar de piel, el tratar de ser uno mismo en otro idioma, etc… Aunque hablamos inglés hace mucho, y nuestras hijas también, hay una frase muy cierta que dice: `yo en mi idioma soy mucho más inteligente y divertida´. Siempre está esa barrera, esa limitación. Y tuvimos que arrancar de cero con muchas cosas, como por ejemplo querer sacar la licencia de conducir, y que me reboten, siendo que hace más de 15 años que manejo. Frustraciones como esas hubo varias, que te hacen cuestionar por qué nos fuimos de nuestra zona de confort”, comparte Analía.

“No hay dudas de que esto es una experiencia de vida para todos, que nadie nos la va a borrar, con lo bueno y lo malo. Es de aprendizaje y crecimiento. Y cuando me salgo de eje, trato de volver a enfocarme y pienso en qué nos llevó a tomar la decisión de venir. ;Me aferro muchísimo a todo lo lindo y lo bueno que nos está pasando. Cuando uno extraña su país, tiende a idealizarlo y eso hace que no valores lo bueno del lugar donde estás viviendo, así que constantemente hay que tratar de enfocarse en el hoy y el ahora”, concluye.

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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/cuentan-el-altisimo-logro-en-canada-y-los-altibajos-en-el-camino-en-mi-idioma-soy-mucho-mas-nid09072025/

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