De la Edad de Piedra: por primera vez reconstruyen el rostro de una mujer que vivió hace 10.500 años
Una vez más, el avance tecnológico permitió a antropólogos, arqueólogos y genetistas reconstruir cómo eran los rostros humanos hace miles de años. Gracias al trabajo conjunto de distintas di...
Una vez más, el avance tecnológico permitió a antropólogos, arqueólogos y genetistas reconstruir cómo eran los rostros humanos hace miles de años. Gracias al trabajo conjunto de distintas disciplinas, se logró recrear un boceto físico y realista de una mujer de la Edad de Piedra, que reveló detalles únicos y sorprendentes para la comunidad científica: piel morena, ojos celestes y pómulos anchos.
Lo que comenzó como un proyecto de la Perspectiva Regional sobre la Migración Antigua (ROAM, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Gante, en Bélgica, se convirtió en una de las pistas más certeras y completas para comprender cómo lucían los seres humanos hace más de 10.000 años.
El rostro pertenece a los restos hallados en la cueva de Margaux, nombre con el que se bautizó a esta antepasada del ser humano moderno. Se trataba de una cazadora-recolectora que habitó el norte de Europa hace aproximadamente 10.500 años.
Para recrear su fisonomía, los hermanos neerlandeses Adrie y Alfons Kennis, gemelos reconocidos por sus esculturas de homínidos prehistóricos, lograron un resultado detallado de lo que se presume era el aspecto femenino en aquella época. Utilizaron análisis de ADN, escaneos 3D del cráneo y un profundo estudio sobre la vida en el valle del río Mosa.
Este fue el primer trabajo en el que se dedicaron exclusivamente a homínidos prehistóricos de Bélgica. En el proceso, escanearon el cráneo, lo imprimieron en 3D y, a partir de datos genéticos y musculares, reconstruyeron parte del cuerpo y de la piel. El análisis del ADN reveló que la mujer de Margaux tenía ojos azules y la piel más clara que la de otros contemporáneos mesolíticos del este europeo.
Según un comunicado replicado por National Geographic, los especialistas estiman que tenía entre 35 y 60 años al momento de su muerte, una edad inusual para la esperanza de vida de aquella etapa posglacial. En su cráneo destacan los puentes nasales y un arco superciliar prominente, lo que refuerza la conexión con otras comunidades que migraron por Europa y Asia.
El escáner también detectó rastros de ocre en la membrana ósea, lo que sugiere la presencia de tatuajes o marcas simbólicas en el rostro y los hombros. Además, se incorporaron al diseño algunos adornos corporales basados en interpretaciones arqueológicas.
Una nómada del norte europeoLa mujer de Margaux formaba parte de una comunidad nómada que se desplazaba por el norte de Europa. Cazaban ciervos y jabalíes, recolectaban frutos silvestres e incluso pescaban en los ríos. Según los estudios, también aprovechaban los huesos y pieles de los animales para confeccionar herramientas y vestimenta.
Al descubrir sus restos óseos, los arqueólogos notaron que no estaba sola: fue enterrada junto a otras ocho mujeres. Este hallazgo se considera uno de los primeros indicios de un entierro con significación espiritual y emocional en esa región. Lo que llamó particularmente la atención fue que, hace 10.000 años, no era común sepultar juntas a personas del mismo sexo, sino a parejas de distintas edades.
Entre los elementos que completaron la escena en la cueva de Margaux, se identificaron piedras colocadas para cubrir los cuerpos y ocre para pintarlos, lo que sugiere la realización de rituales simbólicos.
Aunque aún se desconoce la causa de su muerte, la mujer de Margaux ya fue puesta en exhibición en Bélgica. Su reconstrucción permite interpretar y conectar las similitudes y diferencias entre los humanos prehistóricos y los actuales.