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De la gloria cercana en la Intercontinental a las suculentas cifras que ofrece el nuevo (y difícil) Mundial de Clubes

La innovación cautiva, da curiosidad y provoca cierta ansiedad por ser testigos de un nuevo hito en la historia. A su vez, genera desconfianza y cierto rechazo desde la legión de nostálgicos. El...

De la gloria cercana en la Intercontinental a las suculentas cifras que ofrece el nuevo (y difícil) Mundial de Clubes

La innovación cautiva, da curiosidad y provoca cierta ansiedad por ser testigos de un nuevo hito en la historia. A su vez, genera desconfianza y cierto rechazo desde la legión de nostálgicos. El...

La innovación cautiva, da curiosidad y provoca cierta ansiedad por ser testigos de un nuevo hito en la historia. A su vez, genera desconfianza y cierto rechazo desde la legión de nostálgicos. El nuevo y multitudinario Mundial de Clubes de la FIFA, que se disputará en Estados Unidos desde el próximo 14 hasta el 13 de julio, reaviva todas esas sensaciones, quedando cada vez más lejos en el tiempo aquella vieja y añorada Copa Intercontinental, en la que tuvieron saldo a favor los equipos sudamericanos, y el reciente formato reducido del Mundial de Clubes, en el que los tanques europeos ejercieron su supremacía. River y Boca, los representantes argentinos en este certamen, parten con muchas expectativas, pero solo se verá al final qué les deparará la realidad.

Se percibe lejano el éxito de Millonarios y Xeneizes en esta cita, dado el poderío de los europeos, el papel de vendedores de jóvenes talentos que les cabe a los clubes sudamericanos y los últimos antecedentes con la balanza inclinada hacia el viejo continente. Pero hubo otros tiempos, menos globalizados, en los que en el fútbol predominaba más el sentido de pertenencia, y en los que los futbolistas se desarrollaban y hasta culminaban sus carreras en sus propios ecosistemas.

Hasta que un día el dirigente francés Henri Delaunay se entusiasmó con la idea de que el mejor club de Europa y el mejor de Sudamérica debían medirse para saber quién era el campeón del mundo de clubes. Así nació la Copa Intercontinental, que a partir de 1960 comenzó a enfrentar al ganador de la Copa de Campeones de Europa —hoy Champions League— y al vencedor de un flamante torneo: la Copa Libertadores de América. Dos gigantes, Real Madrid y Peñarol, de Uruguay, se midieron a partido y revancha, y los españoles ganaron el inédito trofeo.

Tal día como hoy en 1960, el Real Madrid se proclamó campeón de la primera Copa Intercontinental ante el Peñarol. pic.twitter.com/pKQ6ccy0We

— REAL MADRID 🤍 (@RealGomezRM) September 4, 2017

Luego se sucedieron distintos campeones de ambos continentes hasta que, en 1971, Ajax, campeón europeo de ese año, se negó a disputar la Intercontinental contra Nacional de Montevideo, basándose en el rigor que le impuso Estudiantes a Feyenoord —campeón de ese año tras empatar 2-2 en la Bombonera y ganar 1-0 en Róterdam—. Aún se recuerda en los Países Bajos la celebración del tanto de la victoria en The Kuip, cuando a Joop van Daele le arrebataron y rompieron los anteojos que usaba mientras jugaba. “Se le cayeron las gafas. Quizás alguno de nosotros las pisó sin querer”, declaró tiempo después Juan Ramón Verón.

Los campeones de Europa tampoco acudieron a la Intercontinental en 1973, 1974, 1977 y 1979, cuando los subcampeones enfrentaron al campeón de la Libertadores. Distinta actitud tuvieron los sudamericanos, que siempre dieron un valor significativo a esta contienda. Boca ganó su primera Intercontinental en 1977 al golear por 3-0 como visitante a Borussia Mönchengladbach, que había caído en la final europea ante Liverpool. Darío Felman, que ya era jugador de Valencia pero había fijado un compromiso para actuar por Boca, abrió el camino a la primera conquista Xeneize. “Yo venía embaladísimo y quedé en la historia de uno de los clubes más grandes del mundo. Fuimos los primeros del club en ganarla y eso no nos lo quita nadie. Al gol no me lo saca nadie de la cabeza”, recordó el mendocino ante LA NACION. Los Reds también declinaron jugar la Intercontinental al año siguiente y el título que debían disputar, otra vez con Boca, quedó vacante. El único subcampeón europeo en ganar la Intercontinental fue Atlético de Madrid, que hasta el día de hoy es campeón del mundo, pero no de Europa.

El torneo resultaba incómodo y poco atractivo para los clubes europeos, hasta que Toyota decidió patrocinar la competición a partir de 1980 y jugarla a un solo partido en Tokio. Allí sí se despertó el interés europeo, por tratarse de un solo partido y con mucho dinero en juego. La última Intercontinental de ese formato fue obtenida por Porto ante Once Caldas en Yokohama, la misma sede donde Boca, ante Milan, alzó en 2003 su última Copa Intercontinental y también la última obtenida por un club argentino.

Con ese antiguo formato se disputó un total de 43 veces entre 1960 y 2004, y los que más veces terminaron siendo campeones fueron Boca, Peñarol, Nacional, Real Madrid y Milan, todos con tres consagraciones. La Conmebol salió con saldo a favor, superando por 22 a 21 a Europa, y Argentina, con 9, fue el país con más títulos.

“Creo que estamos viviendo el deterioro de esa copa magnífica, que enfrentaba al mejor del continente americano contra el mejor europeo, en otro país. Era muy lindo, emotivo, y marcó una época gigante, quedando en el recuerdo de muchos. La Intercontinental es lo máximo para un club y tuvimos la suerte y el privilegio de ser tocados por la varita de Dios y ser campeones del mundo. Fue maravilloso haberlo ganado y ser el mejor jugador de la final”, recuerda ante LA NACION Omar Asad, autor de un golazo en aquella mágica consagración del Vélez dirigido por Carlos Bianchi, en 1994, ante el poderoso Milan.

Como aquella tarde-noche en Japón en la que el Fortín se subió a la cima del mundo, también quedaron para siempre en la retina aquel potentísimo remate de Juan Carlos Cárdenas en el Centenario de Montevideo que le dio a Racing el título en 1967 ante Celtic, aquella avivada de Norberto Alonso que derivó en la definición de Antonio Alzamendi ante Steaua Bucarest, o esas dos estocadas de Martín Palermo ante el Real Madrid de los galácticos. Gestas que parecen difíciles de repetir en el fútbol actual, ya que las fuerzas hoy son desparejas. Y todo tiene un origen.

El 15 de diciembre de 1995, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea publicó la sentencia del denominado Caso Bosman. El jugador belga Jean-Marc Bosman llevó a juicio a su club RFC Liège porque se negó a dejarlo ir al USL Dunkerque de Francia sin pagar por él, a pesar de que ya había finalizado su vínculo contractual. Bosman argumentó ante la corte que este sistema de transferencias violaba el principio de libre circulación de trabajadores de la UE. El fallo a su favor cambió la historia del mercado de transferencias, ya que los jugadores, a partir de allí, quedaron libres para poder negociar con otros clubes al finalizar su contrato. Además, la UEFA eliminó la regla que limitaba el número de jugadores extranjeros en los equipos, permitiendo a los clubes fichar a jugadores de cualquier país de la UE. El mercado se abrió a la libre circulación de jugadores, y estos ganaron poder de negociación y mejores condiciones salariales y contractuales.

Con la vigencia de la Ley Bosman y el ingreso de capitales extranjeros a los clubes europeos se dio un “toma todo” por el cual comenzaron a poblar sus planteles de futbolistas de todas las latitudes, entre ellas Sudamérica, que se consolidó como vendedora. Y ese rol en el mercado se vio reflejado en la disminución de sus chances reales de competir en las citas intercontinentales.

En este nuevo orden se puso en marcha el Mundial de Clubes organizado por la FIFA en 2005, fusionando aquel único certamen disputado en enero del 2000 en Río de Janeiro —que obtuvo Corinthians— con la antigua Copa Intercontinental, hasta ese momento gestionada por UEFA y Conmebol, y conocida como Copa Europea-Sudamericana.

Este nuevo Mundial de Clubes tuvo sedes en Japón, Emiratos Árabes, Marruecos, Qatar y Arabia Saudita. A diferencia del saldo positivo para los sudamericanos con la vieja Intercontinental, este certamen fue dominado casi con exclusividad por los europeos, ganando 16 ediciones. Brasil fue el único país de Conmebol que tuvo campeones: San Pablo, en 2005; Internacional, en 2006; y Corinthians, en 2012. Ningún argentino lo ha logrado. Boca, Estudiantes, San Lorenzo y River solo pudieron alcanzar la final.

“Tengo la experiencia de haber vivido las tres Intercontinentales de Boca. No creo que el formato actual favorezca más a los clubes europeos que a los sudamericanos. Lo que cambió fue la realidad económica de los clubes. Con los años se fue haciendo abismal la distancia con los clubes europeos, tanto es así que ellos se nutren de jugadores sudamericanos y ya con eso está la respuesta. Los europeos son superiores porque cuentan con los mejores técnicos, los mejores jugadores, mejores escuelas y el capital”, explica el historiador y simpatizante de Boca Germán Origuela.

Ricardo Bochini, campeón de las Intercontinentales de 1973 y 1984 con Independiente, sostiene que antes los partidos con los europeos eran difíciles, pero las chances estaban repartidas por igual: “Cuando le ganamos al Liverpool teníamos a Clausen, Villaverde, Trossero, Enrique, Marangoni, Giusti y Burruchaga, todos de selección. Acá hay una sola realidad. Cuando ganaban la Intercontinental los argentinos, brasileños y uruguayos era porque los jugadores de selección estaban en su país. Hoy, un equipo de Sudamérica no tiene ni un solo jugador en la selección”.

El uruguayo Antonio Alzamendi, campeón de la única Intercontinental que posee River, coincide con su excompañero en el Rojo: “No importa si el torneo lo juegan 10 o 20 equipos. En su momento nosotros fuimos directamente a jugar con el campeón de Europa y ganamos. Hoy la economía se lleva a los mejores jugadores. Y hoy a los mejores los tienen ellos. Se ha abierto el mercado de pases de tal forma que hace más fuertes a los equipos europeos. Esa es la diferencia”.

Lejos de parecerse a aquel certamen que sigue acaparando la memoria de los nostálgicos, la FIFA ha puesto en marcha, para disputarse cada año, una nueva Copa Intercontinental en la que el campeón de Europa espera en la final a que se eliminen entre sí los clubes de las otras cinco confederaciones.

El primer campeón de este nuevo certamen fue Real Madrid, que goleó por 3-0 a Pachuca el 18 de diciembre pasado en el estadio Lusail de Doha, Qatar. Pero el torneo que le quita el sueño a Gianni Infantino es el que está a la vuelta de la esquina y que se disputará cada cuatro años con 32 equipos provenientes de las seis confederaciones. En esta primera edición se jugarán un total de 63 partidos en once ciudades de Estados Unidos. A este nuevo mundial se llega por diferentes vías: por ser campeón de su confederación, por puntos en el ranking y, en el curioso caso del Inter Miami de Messi, por ser el ganador de la Supporters’ Shield de la MLS 2024.

“Será un torneo que hará historia y que el mundo entero seguirá de cerca. Será la primera vez en la historia que 32 clubes compitan para determinar cuál es el mejor del mundo”, sostuvo el mandamás de la FIFA, entusiasmado por esta nueva creación que repartirá 1000 millones de dólares entre todos los clubes participantes. Ante una ya sobrecargada agenda de partidos, luce tan incómodo en el calendario como las viejas Intercontinentales, pero esta vez el premio es muy grande y difícil de rechazar, aunque no se salga campeón.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/de-la-gloria-cercana-en-la-intercontinental-a-las-suculentas-cifras-que-ofrece-el-nuevo-y-dificil-nid12062025/

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