Desde Nueva Zelanda: llegó al país hace 30 años y creó una solución para un problema que pocos miraban
Hace más de 30 años que Nick Hayman, junto a sus hermanos James y Anthony, vinieron a la Argentina desde Nueva Zelanda y empezó a recorrer campos para instalar equipamiento y entender de cerca c...
Hace más de 30 años que Nick Hayman, junto a sus hermanos James y Anthony, vinieron a la Argentina desde Nueva Zelanda y empezó a recorrer campos para instalar equipamiento y entender de cerca cómo se hacía ganadería. En esas visitas vieron algo que se repetía en todas las zonas: los animales caminaban demasiado para llegar al agua. No era un problema de falta de agua, sino de distancia, y esa caminata, dice, les quitaba kilos todos los días. Con el tiempo entendieron que esa situación no era puntual, sino parte del funcionamiento cotidiano de muchos sistemas extensivos del país.
Ese hallazgo les cambió la mirada. Mientras muchos productores se enfocaban en el forraje y la genética, el agua quedaba en segundo plano. Para ellos, esa mirada era incompleta. “El agua también es tan importante como el forraje para el aumento del peso del ganado”, afirma Nick. En numerosos establecimientos observaron rodeos que caminaban entre 1000 y 3000 metros diarios para beber, lo que implicaba un gasto energético directo. “Tenemos que eliminar esa caminata”, sostiene.
En sus recorridas calcularon que un novillo que se desplaza 1000 metros gasta alrededor del 14% de lo que consume solo en ese movimiento. Ese dato, dice, los terminó de convencer de que había margen para mejorar.
Con esa premisa, y con la idea de eliminar ese recorrido diario, unos años más tarde creó junto a sus hermanos Agua Siempre, una empresa dedicada específicamente a resolver ese problema en los sistemas pastoriles.
“El destino de energía consumida va a dos lugares, o va al mantenimiento del animal o va a producción”, explica. La conclusión fue que acercar el agua a cada parcela podía cambiar varios procesos al mismo tiempo. “Tenemos que aprovechar el 100% del tiempo para convertir pasto en carne”, indica. Detalla que el agua cerca es un factor que ordena todo el sistema y libera potencial productivo que ya está dentro del campo.
Otro punto es el manejo del pasto. Cuando el bebedero está lejos, las zonas cercanas se sobrepastorean y las más alejadas quedan sin usar. “Cuando más cerca está el bebedero, mejor se aprovecha el forraje consumido”, señala. Y, en un contexto en el que el productor invierte entre 400 y 600 dólares por hectárea en pasturas, la eficiencia pasa a ser clave. “Hay que aprovechar el 100%”, dice. Para este experto no se trata solo de producir más kilos, sino de usar bien cada metro del campo.
También los Hayman miraron de cerca la relación entre agua y suelo. En los planteos extensivos vieron que la mayor parte de la bosta quedaba concentrada alrededor del bebedero. En cambio, cuando el agua está dentro de la parcela, “la bosta queda totalmente distribuida aprovechás el 100% del beneficio”, explica. Según dice, ese simple cambio mejora la fertilidad natural y ayuda a recuperar ambientes degradados.
Otro eje importante es el bienestar animal. A partir de mediciones y observaciones en distintos campos, Hayman sostiene que el acceso permanente a agua fresca baja la temperatura corporal en días de calor. “En los días de verano con mucho calor no hace falta ni siquiera sombra cuando hay agua en la parcela”, destaca.
También vieron en su momento un efecto directo en la mortandad temprana y en los pesos al destete. “Logramos bajar la tasa de mortalidad entre un 30 a 40% y también un destete de un ternero mucho más pesado”, señala.
Con el tiempo, y ya con un enfoque más integral desarrollaron una metodología que combina recorridas a campo, cálculos de caudal y redes hídricas adaptadas a cada ambiente. Su objetivo, dice, es evitar que el agua sea un limitante. “Hoy por hoy en muchos casos el agua es el limitante para potenciar la ganadería”, precisa.
Para llevar el agua directamente a cada parcela, extraen el agua de pozos —o la combinan con agua de lluvia cuando el ambiente lo permite— y la bombean hacia un tanque principal que asegura presión y caudal constante. Desde allí, una red de cañerías subterráneas recorre el campo y abastece puntos de conexión llamados hidrantes, donde se enchufa el bebedero móvil cada vez que se rota la parcela. Con eso, el animal siempre tiene agua limpia y fresca a pocos metros, sin caminatas largas ni pérdidas de energía.
Hayman remarca que la visión que tienen es lograr que con esto los establecimientos puedan producir hasta un 30% más por hectárea. “Nosotros no buscamos expandir la superficie ganadera, sino aprovechar el máximo de lo que ya tenemos generando más eficiencia, más rentabilidad y al mismo tiempo cuidando el medio ambiente”, destaca.
Insiste en que el agua debe ser un pilar central para cualquier planteo. “Es un recurso que nunca debe ser un limitante; al contrario, hay que aprovecharlo para potenciar la ganadería”, afirma. “En la Argentina el desafío no es solo producir más, sino hacerlo con eficiencia”, concluye.