Día de la Industria: entre historia, crisis y oportunidades para relanzar el motor productivo
Cada 2 de septiembre, Argentina conmemora el Día de la Industria, en honor al primer embarque de manufacturas nacionales hacia Brasil en 1587. Ese hito marcó el nacimiento de un sector que, duran...
Cada 2 de septiembre, Argentina conmemora el Día de la Industria, en honor al primer embarque de manufacturas nacionales hacia Brasil en 1587. Ese hito marcó el nacimiento de un sector que, durante décadas, fue sinónimo de desarrollo económico, empleo y crecimiento. Sin embargo, hoy vivimos otro momento clave: la crisis y el replanteo. La industria tal como se conocía está en transformación. Ya no basta con producir: el verdadero valor está en el servicio que rodea al producto.
En el siglo pasado, el éxito industrial se medía por capacidad productiva, eficiencia y escala. Hoy, la globalización y la digitalización llevaron a que los productos sean fácilmente replicables y disponibles en muchos lugares. El diferencial ya no está en el qué, sino en el cómo. Ese “cómo” implica atención, acompañamiento, experiencia, personalización: la capacidad de construir un vínculo con el cliente que trascienda el bien físico.
Ejemplos internacionales de la transformaciónLa transición hacia modelos industriales centrados en el servicio se ve con claridad a nivel global. En el sector automotriz, empresas como Toyota o Ford ya no solo venden autos, sino que ofrecen leasing, posventa, seguros, conectividad y modelos de “auto como servicio”. En el textil, Zara, más que ropa, vende rapidez, logística just-in-time y atención a la tendencia en tiempo real. En la industria alimenticia, las marcas que comunican trazabilidad, sustentabilidad y cercanía logran destacarse más allá de la calidad del producto. En tecnología, Apple construyó su imperio ofreciendo una experiencia integral que incluye hardware, software y servicio, mientras que Amazon se consolidó por la confianza y eficiencia en su atención al cliente.
Argentina y su deuda pendiente con la cultura del servicioEn Argentina también se dan ejemplos de este cambio. En el sector de electrodomésticos, muchas pymes entendieron que competir solo por precio es perder, y por eso ofrecen garantías extendidas, atención personalizada y canales digitales directos. En las metalúrgicas y autopartistas, la estrategia pasó a incluir mantenimiento, capacitación técnica y soluciones integrales, en lugar de limitarse a la producción. En el rubro alimentario, las empresas que cuentan con certificaciones B o con políticas claras de sustentabilidad construyen valor alrededor del producto y no únicamente sobre el precio.
Una deuda pendiente es la cultura del servicio. Como decía Guillermo O’Donnell, Argentina no solo sufre de instituciones débiles, sino también de culturas de interacción débiles. Atender bien en Argentina suele verse como un acto de condescendencia, cuando en realidad es un componente esencial de competitividad. Tenemos hábitos curiosos: comercios que tratan al cliente como una molestia, empresas que descuidan la posventa como si la relación terminara con la factura, organismos públicos y privados que priorizan el trámite sobre la persona.
Mientras el mundo avanza hacia una industria centrada en la experiencia, en Argentina persiste una deuda importante en la cultura del servicio. Esta carencia nos resta competitividad y limita la posibilidad de transformar el vínculo con el cliente en un verdadero motor de crecimiento.
Datos que marcan la urgencia de un cambioEn 2024, la producción industrial manufacturera cayó un 9,4 % respecto a 2023, según datos oficiales del INDEC. En junio de 2024, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró una caída de 20,4 % interanual en la industria. En marzo de 2025, la capacidad instalada industrial estaba apenas en 53,4 %, frente al 67,3 % de marzo de 2024. Estos números revelan que producir ya no alcanza: hace falta integrar servicio, atención y experiencia.
El Día de la Industria no puede ser solo una celebración del pasado; debe ser un punto de inflexión hacia el futuro. El diferencial ya no será la máquina ni solo el producto, sino la organización que sabe escuchar, adaptarse y cuidar al cliente. Dar buen servicio no es rebajarse, es crear valor. Hasta que no internalicemos esa premisa, seguiremos perdiendo competitividad en un mundo que avanza hacia el vínculo y la experiencia.