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Diccionario al volante

Era el mediodía de un sábado de fines de diciembre. Llovía mucho, circunstancia climática que complica la búsqueda de un taxi en cualquier lugar de Buenos Aires. El asunto es que yo estaba jun...

Diccionario al volante

Era el mediodía de un sábado de fines de diciembre. Llovía mucho, circunstancia climática que complica la búsqueda de un taxi en cualquier lugar de Buenos Aires. El asunto es que yo estaba jun...

Era el mediodía de un sábado de fines de diciembre. Llovía mucho, circunstancia climática que complica la búsqueda de un taxi en cualquier lugar de Buenos Aires. El asunto es que yo estaba junto a mis padres en el Hospital Italiano, en Almagro. A mi papá le habían hecho una intervención y le acababan de dar el alta. Y ahí estábamos los tres, en la puerta del sanatorio, esperando que apareciera el auto que nos llevara a un departamento en Retiro.

Después de algunos minutos llegó un taxi. Subimos los tres. Como buen tachero porteño, prescindiendo de GPS, el conductor nos detalló la ruta que iba a tomar para llegar al destino que le habíamos marcado. A poco de arrancar, el hombre aprovechó un bache en la conversación de sus pasajeros (nosotros) y empezó a desplegar una catarata de datos. Tenía especial preferencia por las curiosidades de las palabras y una fijación con aquellas que contenían las cinco vocales.

Con las manos sobre el volante y sin desatender el camino, el taxista, de alrededor de 60 años, disparó: “¿Usted sabe cuál es el único país del mundo que incluye en su nombre todas las vocales?”. El hombre se dirigía a mi mamá, quizás porque intuyó que es la persona más amable y conversadora del mundo. Pese a que venía extenuada por los días de acompañar en la internación, ella decidió seguir el juego. “No tengo ni idea”, respondió. Después de enumerar la cantidad de naciones que había en el planeta, el conductor despejó el misterio: “Mozambique”.

Luego, el taxista saltó de los países a las flores, donde la única con cinco vocales era la orquídea. Y pasó sin intervalo alguno a Buenos Aires: “Existen 48 barrios en la ciudad –dijo-. ¿Sabe cuál es el único que tiene todas las vocales?”. El viaje se estaba haciendo largo. La calle Gallo, por la que transitábamos, estaba bastante cargada. Y como dice la canción de Los Redondos, la lluvia caía “en estocadas finas”. Pero al menos teníamos el entretenimiento de esos acertijos. La respuesta era un nombre compuesto, aclaró el conductor y resolvió el dilema: “Villa Riachuelo”.

Por esta habilidad de desentrañar particularidades de las palabras, según confesión del propio taxista, sus colegas le habían puesto el honroso apodo de “Diccionario”. Entusiasmado con los datos del territorio porteño, el conductor prosiguió exhibiendo su sapiencia. “¿Cuáles son las únicas calles de la ciudad cuyos nombres son palíndromos?”, inquirió, asumiendo que sabíamos que un palíndromo es un vocablo que se lee igual de adelante a atrás y de atrás hacia adelante. Capicúa, decíamos en el barrio. Sin esperar una respuesta, el tachero arremetió: “Neuquén, Yatay, Mom, Oruro y Salas”.

“Usted debería escribir todo esto. O ir a la televisión”, le dijo mi vieja, como una forma afable, entendí yo, de detener el aluvión de información que manejaba el chofer y que ya se hacía difícil de digerir para quienes solo querían llegar a destino. Pero de pronto se produjo un momento único. El chofer rememoró, de la nada, un tango de su infancia. “¿Se acuerdan de “Canzoneta”, de Alberto Marino?”. Entonces, empezó a entonar: “La Boca, callejón, vuelta de Rocha...”. Cuando me di cuenta, mi papá y mi mamá se habían prendido y cantaban junto al chofer: “Bodegón, Genaro y su acordeón...”. Era un tema que yo jamás había escuchado, pero parece que a los tres les había tocado alguna fibra de nostalgia. Por un instante la cabina del taxi fue para ellos una cápsula de felicidad juvenil, ajena al tiempo, al espacio y a la lluvia que, impotente, seguía golpeando las ventanillas.

Después de “Canzoneta”, el chofer se despachó con algunos datos más, como que “todos los nombres del español tienen al menos alguna letra de Carlos”. Y hasta se permitió reirse de una pasajera: “Una señora me preguntó si la avenida Monroe era un homenaje a Marilyn”.

Al llegar a destino, abrumado y a la vez maravillado por las circunstancias del viaje, solo atiné a preguntarme: ¿En cuántos lugares del mundo uno puede encontrar un taxista como Diccionario?

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/diccionario-al-volante-nid29122025/

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