Dios y el origen de la vida
Una nota reciente del diario El País relata cómo, tras un largo proceso racional, el bioquímico belga Christian de Duve, quien primero propuso la teoría del mundo tioéster para explicar el ori...
Una nota reciente del diario El País relata cómo, tras un largo proceso racional, el bioquímico belga Christian de Duve, quien primero propuso la teoría del mundo tioéster para explicar el origen de la vida, perdió la fe cristiana que había recibido de su familia. El autor de la nota explícitamente opone el origen de la vida por causas naturales a un origen por causa sobrenatural, es decir, por la intervención de Dios. Con esto no hace más que asumir acríticamente el tan afamado mito del conflicto entre ciencia y religión, por el cual se afirma que la ciencia inexorablemente refutará, si ya no lo ha hecho, toda creencia religiosa. De este modo, el avance de la ciencia significaría para la humanidad el destierro de la religión y la fe. Sin embargo, si uno considera las ideas de ciertos autores cristianos sobre el origen de la vida, podrá ver que tal conflicto no es más que un mito. Así, la historia de la ciencia sobre el origen de la vida y su vínculo con ideas sobre la existencia de Dios muestra una relación compleja, imposible de ser reducida a un simple conflicto.
Tómese, por ejemplo, lo dicho por Santo Tomás de Aquino (1225-1274), quien, siendo uno de los teólogos más importantes del cristianismo, sostuvo en el siglo XIII que ciertos seres vivos surgían espontáneamente de la materia inerte por la acción de una causa completamente natural, a saber, la energía proveniente del sol, que actuaba sobre la materia dispuesta para que pueda generarse un ser vivo a partir de ella. Al sostener esto, no estaba haciendo más que continuar la tradición filosófica griega de Aristóteles. Aún más: no le temblaba el pulso al mismo Santo Tomás al afirmar que el ser en cuanto tal era por creación de Dios, mientras que diversas formas de ser, como por ejemplo el ser vivo, provenían de la acción de las causas segundas.
Esta misma idea de la abiogénesis, es decir, de cualquier teoría que postule que un ser vivo surja de seres inertes, fue sostenida siglos después por uno de sus seguidores, el jesuita Filippo Bonanni, quien en 1691 presentaba en Observaciones acerca de los seres vivos un argumento experimental, utilizando el recientemente popularizado microscopio, a favor de la postura aristotélica, sostenida por Santo Tomás. Con esto, mostraba que el teólogo (o el creyente) no tiene ninguna necesidad de oponerse al conocimiento científico, sino que puede abrazarlo sin demás preocupaciones. Esta propuesta acerca de la generación espontánea de ciertos seres vivos, mantenida por teólogos cristianos hasta por lo menos principios del siglo XIX, es sin duda análoga a las teorías contemporáneas sobre el origen de la vida por meras causas naturales.
En 1862, sin embargo, Louis Pasteur demostró experimentalmente la imposibilidad de la abiogénesis. Desde este momento histórico, y nuevamente demostrando que el creyente puede asumir para sí el conocimiento científico, la mayoría de los teólogos cristianos postularon la necesidad de invocar la acción directa de Dios para dar origen a la vida sobre la Tierra. De esta manera, tales teólogos se oponían a las enseñanzas de Tomás, y se apropiaban de la ciencia natural de la época. La discusión contemporánea acerca del origen de la vida no hace más que continuar este trayecto de diálogo constante con las cosmovisiones religiosas, en nuestro caso el cristianismo. No es difícil encontrar autores que sostienen hoy que el creyente no tiene necesidad de negar el conocimiento científico, simplemente porque Dios otorga a la naturaleza creada la capacidad de producir vida sin una intervención directa de su parte.
En definitiva, la historia del problema de la abiogénesis y su relación con ideas religiosas, lejos de mostrarse como un simple conflicto reaccionario, nos revela voces intelectualmente rigurosas y profundamente abiertas al diálogo con las ciencias naturales, intentando asumir y armonizar tales ideas con los avances científicos de cada época histórica.
Prof. de Teología y Ciencias en la Facultad de Comunicación y el Instituto de Filosofía de la Universidad Austral; miembro de la International Society for Science and Religion
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/dios-y-el-origen-de-la-vida-nid06092025/