El clima de la primavera: el dato que será una “bendición” y el riesgo que acechará a una región del país
Después de meses de lluvias intensas que dejaron más de dos millones de hectáreas bajo el agua en la provincia de Buenos Aires, el campo encara la campaña gruesa —la siembra de maíz y soja...
Después de meses de lluvias intensas que dejaron más de dos millones de hectáreas bajo el agua en la provincia de Buenos Aires, el campo encara la campaña gruesa —la siembra de maíz y soja— con una gran incógnita: ¿el clima de las próximas semanas traerá alivio o más complicaciones? Según un relevamiento de Carbap, si se suma la superficie a la que no se puede entrar por falta de piso o accesos, el área comprometida para la producción supera las tres millones de hectáreas.
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Los climatólogos prevén que la primavera tendrá lluvias “normales”, pero aclaran que esa normalidad no impactará igual en todos lados. Para algunos productores será la base para avanzar con las siembras, mientras que para otros puede significar que los problemas de anegamientos continúen.
En las zonas donde hay buena recarga de agua, pero no hay anegamientos, las lluvias habituales permitirán aprovechar la humedad y sembrar. En cambio, en las regiones saturadas, como el centro-oeste bonaerense o la cuenca del Salado, esas mismas precipitaciones pueden convertirse en un problema.
El climatólogo Germán Heinzenknecht señaló que los pronósticos coinciden en un escenario de lluvias normales. “En muchas zonas, una primavera normal será una bendición, pero en las que están con exceso prolongará los problemas. Si septiembre fuese deficitario, el panorama cambiaría, pero casi todos los pronósticos convergerán en que será normal en gran parte de la Argentina”, explicó.
Sin embargo, ante la situación crítica que se vive en algunas regiones por el exceso de agua advirtió: “Un escenario de lluvias normales para el centro-oeste bonaerense, la cuenca del Salado, el sur de Santa Fe o el centro-este de Córdoba se complica si no han logrado evacuar bien los excesos. Hay lugares como Marcos Juárez donde cayó 300 milímetros y, si no drenan, la situación empeora”, apuntó.
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Y agregó que, de confirmarse nuevas lluvias en los próximos días, podrían sumarse más complicaciones. “Si uno pudiera diseñar lo que se necesita, tendría que pedirle a septiembre que no llueva. Con el agua que hay en la región pampeana, las siembras podrían avanzar. Pero ya tenemos pronósticos de lluvias para la semana que viene. Son lluvias normales para septiembre en Buenos Aires, La Pampa y el sur de Santa Fe, pero dado el contexto no son necesarias. Entonces, la ecuación no cierra. Y en ese sentido, septiembre ya mete presión”, advirtió.
Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA, destacó un aspecto positivo para las zonas más complicadas por el agua: el aumento de las temperaturas propias de la estación ayudará a que los suelos sequen más rápido. “La buena noticia es que en los próximos días no se visualizan sistemas de precipitación de intensidad y, sobre todo, al incrementarse la temperatura en este periodo del año, aumenta significativamente la evapotranspiración por los cultivos y pasturas implantados”, explicó.
Según sus cálculos, este proceso significa entre uno y dos milímetros diarios adicionales de pérdida de humedad, algo clave para facilitar la recuperación de los lotes anegados.
Mercuri remarcó, además, que la campaña empieza con una situación inédita en casi una década: perfiles de suelo recargados de agua en gran parte del país. “Creo que desde el último Niño 2015-2016 no se verifica esta situación de tener una salida de invierno con tanta agua disponible. Y no solo en el este del país: en Córdoba, en el oeste pampeano y en gran parte de la región central también se registró una muy buena recarga durante agosto”.
Para el investigador del INTA, esto genera una buena base para la planificación de las siembras. De todos modos, aclaró que los modelos estacionales muestran un escenario de neutralidad, es decir, sin anomalías claras en cuanto a lluvias. “Vale mencionar que aún en contextos de neutralidad puede haber variabilidad climática. Podemos tener 15, 20 o 30 días con menor oferta de agua y luego meses con una recomposición de lluvias. Esa es una de las huellas más claras del cambio climático”, agregó.