El retrato punzó, una obra lúcida con actuaciones destacadas
El retrato punzó. Autor y director: Damián Dreizik. Intérpretes: Fernando Gonet, Micaela Rey, Agustín Rittano. Vestuario y escenografía: Cecilia Zuvialde. Iluminación: Miguel Solowej. Música...
El retrato punzó. Autor y director: Damián Dreizik. Intérpretes: Fernando Gonet, Micaela Rey, Agustín Rittano. Vestuario y escenografía: Cecilia Zuvialde. Iluminación: Miguel Solowej. Música: Marcelo Katz. Coreografía: Valeria Narváez. Sala: Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Funciones: jueves a domingos a las 18. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Actor, guionista, director, la trayectoria de Damián Dreizik lo expone como un intérprete muy versátil que, sobre todo en escena, siempre consigue hacer malabares con el humor. Y lo consigue con herramientas que ha sabido desarrollar a lo largo de una carrera que comenzó en el Parakultural, cuando era parte del dúo que conformaba con Carlos Belloso, Los Melli, hasta llegar a un presente donde se acomodó a desarrollar técnicas del stand up.
El humor que produce este creador está muy cargado de sutilezas. Con solo pequeños gestos, movimientos o un inesperado juego de palabras logra provocar la atención de una platea que en general queda sorprendida por ese acto inesperado que proyecta desde la escena y que posee una contundencia notable. Un intérprete que tiene la capacidad de reírse de él y también de la expectativa que promueve su aparición en el escenario. Si el espectador espera un chiste de mal gusto, no lo escuchará. Si pretende juegos alocados que promuevan la risa, tampoco. Solo terminará viendo a un mago que sacará de su galera un montón de palabras que entrelazará de manera alocada y que darán vida a muy pequeñas situaciones que sí estimularán la risa y la sorpresa continua.
En El retrato punzó el autor concibe una historia muy pequeña. La singularidad de este material dramatúrgico está en los personajes que Dreizik diseña. Con ellos alimenta una trama que posee muy poco desarrollo y que los tres intérpretes consiguen elevar a un nivel de delirio inesperado.
El gobierno de Juan Manuel de Rosas está finalizando. La acción se ubica en 1851. El gobierno decide contratar a un pintor (Prilidiano) para que realice un retrato de Manuelita, pero impone una condición, el color dominante de la pintura debe ser el colorado punzó. Quien media entre la decisión del gobernador y Prilidiano es Joaquín Ternejo, una especie de primer ministro que conoce muy bien las intrigas del poder y aun los vaivenes de una sociedad porteña ya demasiado convulsionada en esa época.
Es más, quien introduce la obra es la cabeza de Ternejo (el efecto lumínico es muy efectivo), que aún puede seguir analizando y despotricando contra las reglas del régimen al que él sirvió con lealtad y algo de patriotismo.
Prilidiano no acepta seguir las reglas que le imponen a la hora de realizar su retrato y sus argumentos, netamente ligados con el arte y fundamentalmente con la creación (es un maestro de notable trayectoria) lo llevan a discutir con Ternejo, quien con delirantes patrañas logrará que finalmente ese cuadro se pinte.
A la hora de su ingreso en escena, la muy rebelde Manuelita, quien de muy joven ha tenido cierta amistad con Prilidiano, comienza a imponer sus propias reglas. En verdad quiere que ese cuadro no se realice porque sabe que está siendo utilizada por la política para aparecer como una continuadora del poder de su padre.
Hasta aquí el conflicto que se expone y que no avanza mucho más. Lo más atractivo del espectáculo es la capacidad de Damián Dreizik, en tanto director, de potenciar a sus intérpretes y hacerlos ingresar en unas situaciones tan delirantes que, por momentos, ya no se sabe bien quiénes son esos seres que juegan de manera alocada a representar hasta lo irrepresentable.
Manuelita, Prilidiano, y Ternejo pierden los límites de sus personalidades y se transforman en pequeñas bestias que, en verdad, retratan la hipocresía, la violencia y la especulación propia de ese tiempo histórico. Como si el colorado punzó transformara sus conciencias y no hubiera otro paisaje posible que habitar. La monstruosidad que eclipsa sus cuerpos lo desfigura todo.
Magnífico trabajo de dirección de Dreizik y muy destacables actuaciones de Fernando Gonet, Micaela Rey y Agustín Rittano. Los tres juegan al filo de la locura y lo hacen con un nivel de exposición que resulta admirable.