En un teatro de 1891: una experiencia gastronómica en un espacio emblemático de la Argentina
CÓRDOBA.- Desde un café a una cena es posible en uno de los espacios culturales más icónicos de la ciudad de Córdoba, el teatro del Libertador General San Martín. En lo que fue la sala de ens...
CÓRDOBA.- Desde un café a una cena es posible en uno de los espacios culturales más icónicos de la ciudad de Córdoba, el teatro del Libertador General San Martín. En lo que fue la sala de ensayos funciona un bar-restaurante que pone el acento en la calidad de su propuesta gastronómica y en la coctelería. Su nombre es un guiño a Piazzolla, “Astor”, también una forma de acompañar la fusión a la que apuntan sus dueños: mezclar modernidad, informalidad con lo clásico.
Hasta la puesta en valor del teatro, que reabrió en el 2019 para la inauguración del VIII Congreso Internacional de la Lengua, el espacio era una de las salas de ensayo. Conserva las pinturas en sus techos y una iluminación que genera un ambiente especial. También fue recuperada en las obras que se consideraron un caso “único” en el mundo por expertos de distintos organismos nacionales e internacionales. Es que la del Libertador es la única sala en uso que conserva toda la maquinaria escénica original de madera de fines del siglo XIX.
De los trabajos, que llevaron dos años, participaron 300 personas y combinaron tecnología con tareas artesanales. “Incide muchísimo en nuestro perfil estar en un espacio emblemático como es el teatro y que, muchas veces, es desconocido para quienes visitan la ciudad. También muchos de quienes llegan al bar, es porque vienen de la sala. Valoramos, disfrutamos y acompañamos”, dice a LA NACION Augusto Espósito, quien junto a su hermano Bartolomé y a José de Simone, se hizo cargo de la concesión a fines del 2021.
El vínculo con el café y el bar sin ser gastronómicosNinguno de los tres venía del sector gastronómico. Fue Bartolomé, experto en marketing, quien planteó la posibilidad. “No hubo una razón clara que nos decidiera. Era un momento muy especial, nuestro padre Horacio había fallecido un mes atrás y con él siempre nos vinculó el café, el bar. Tal vez, sin pensarlo, eso incidió”, define Augusto Espósito.
Inaugurado el 26 de abril de 1891, el teatro es Monumento Histórico Nacional. Fue el arquitecto italiano Francisco Tamburini quien lo proyectó en un terreno pegado a la Manzana Jesuítica. En esas tierras había habido una ranchería y talleres de la Compañía de Jesús en el período virreinal. Tamburini diseñó obras importantes en esta ciudad y, además, fue el autor del proyecto del Teatro Colón y de la decoración definitiva de la Casa Rosada.
El proyecto de ley para crear el teatro fue impulsado por el gobernador Ambrosio Olmos, quien argumentó la necesidad de tenerlo por “una exigencia pública originada en el alto grado de cultura alcanzado en la provincia”, además la obligación del Estado de proteger “los museos, conservatorios y bibliotecas, y promover la ciencia, las artes y la moral”. Los trabajos se terminaron en tres años y el concierto inaugural reunió a artistas en su mayoría mujeres en una función organizada por la Sociedad Damas de Beneficencia.
El techo de “Astor”, como todos los del complejo, recuperó sus colores originales en las tareas de puesta en valor. Los expertos “barrieron” el barniz aplicado para disimular arreglos sobre óleos y temperas que había alterado la paleta.
El chef Augusto Tartaglia es el encargado de la carta del restaurante que mezcla platos con tapas, siempre priorizando los ingredientes de estación. La barra de coctelería tiene la impronta original de Fran Vaccalluzzo y, después, cada bartender “le fue dando su impronta, poniendo sus características”.
“Buscamos asesoramiento y apoyo de los especialistas para armar el lugar -repasa Augusto Espósito-. La idea de dar un toque de modernidad es porque todavía hay quienes creen que para un teatro como el Libertador hay que ser formal. Así que jugamos con ese mix”. Los emprendedores, además, se encargan del catering en las funciones de la sala que tienen intermedio.
La decoración del vestíbulo y las salas las realizó el artista plástico italiano Arturo Nembrini Gonzaga, quien tenía un taller de pintura y decoración en la ciudad de Córdoba. En la cúpula central –para la que en los ‘90 existió un diseño del maestro Carlos Alonso- se instaló en la recuperación una lámpara con aplicaciones de aluminio y un sistema de luces que imitan los rayos del sol. El diseño surgió porque en las documentaciones originales hay menciones a un “sol”.
En un tren expreso que lo trajo desde Rosario, el tenor italiano Enrico Caruso se presentó en el Libertador en julio de 1915, donde fue ovacionado por el público. En su primera función, la compañía interpretó Manon Lescaut con la participación de la también famosísima soprano Gilda dalla Rizza.