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Escándalos, figuras indignadas y herederos molestos: ¿cuáles son los límites de las biopics?

“Esta historia está basada en hechos reales. Los personajes y sucesos representados son producto de una creación con fines dramáticos. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia...

Escándalos, figuras indignadas y herederos molestos: ¿cuáles son los límites de las biopics?

“Esta historia está basada en hechos reales. Los personajes y sucesos representados son producto de una creación con fines dramáticos. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia...

“Esta historia está basada en hechos reales. Los personajes y sucesos representados son producto de una creación con fines dramáticos. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia”, avisa una placa negra al comienzo de la primera temporada de Coppola, el representante, la serie basada en la vida del manager de Diego Maradona, dirigida por Ariel Winograd. Sin embargo, a pesar de la advertencia, la ficción no pudo escapar de la polémica.

Es prácticamente un hecho, las biopics o series y películas basadas en la vida de algún personaje, despiertan amores y odios, tal vez por eso es uno de los géneros que más creció en la última década.

Sin embargo, ¿quiénes son los dueños de las historias? ¿Los protagonistas o los autores? ¿Puede un personaje secundario reclamar por haber visto mancillado su honor en la biopic de otra persona? En diálogo con LA NACION, Matías Muñoz, abogado y profesor adjunto de la UADE, explica cómo se regulan los derechos en este tipo de historias. Además, Lorena Muñoz (directora de Gilda, no me arrepiento de este amor y El Potro, lo mejor del amor), Lucas Jinkis (Nahir, ¿ángel o demonio?, Pepita la pistolera) y Ariel Winograd (Menem, Cóppola el representante) cuentan sus experiencias como creadores y coinciden en la necesidad de tomarse licencias en pos de la historia ya que se trata de ficciones, no de documentales.

Ante la pregunta sobre quién es el dueño de las obras, Muñoz explica: “Sus protagonistas, es decir quienes hayan sido en realidad las personas involucradas, no tienen derechos, sino que corresponden a quienes realizan una obra”. A pesar de ello, agrega que según la ley de propiedad intelectual “se requiere del consentimiento de la persona (protagonista en la realidad de la historia) o, fallecida esta, de sus herederos” y que este punto tiene que ver con el uso de imagen de la persona.

“Si bien nuestra ley sobre propiedad intelectual, más allá de las modificaciones que ha sufrido, es añeja (1933), la norma se reinterpreta de acuerdo con los tiempos actuales. Además, es necesario aclarar que aquí juegan un rol relevante los denominados derechos de la personalidad o personalísimos, que involucran en un extenso catálogo a los derechos que hacen a la privacidad, intimidad e imagen de determinada persona”.

Más allá del personaje protagonista, es recomendable contar con los permisos del resto de las personas que estarán reflejadas en la ficción, caso contrario, es un recurso válido cambiar el nombre al personaje, la imagen o el rol en la historia. “Esto se hace a efectos de evitar futuros litigios”, explica el letrado. Un ejemplo concreto es lo ocurrido en Chespirito, sin querer queriendo: mientras María Antonieta de las Nieves dio su autorización y también lo hicieron los herederos de Don Ramón, otros nombres en la historia tuvieron que ser modificados, como los de Florinda Meza, Carlos Villagrán, Margarita Ruiz y Marcos Barragán.

Tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola: es un perro. Aunque se cambie el nombre de los personajes, éstos podrían recurrir a la Justicia si consideran sus derechos lesionados, aunque Muñoz reconoce que en estos casos es difícil que la demanda prospere. “Ese fue el enojo de la familia Grondona, que terminó en una disputa en tribunales, cuando se realizó la serie El Presidente, donde no se lo nombraba, pero entendían que la ficción utilizaba la imagen del fallecido presidente de la AFA”.

A todo lo mencionado, hay una excepción: “Siempre que se trate de hechos históricos que pertenecen al dominio público, no existen limitaciones. El problema ocurre con los personajes de esa biopic que pueden llegar a ver afectado alguno de sus derechos personalísimos (su honor, intimidad, imagen). En este sentido, no puede desconocerse que aquello que expresa determinada biografía es lo que termina creyendo el público como cierto. Es notorio el aumento de búsquedas en línea sobre determinados sucesos cada vez que sale una nueva serie o miniserie de este estilo”.

¿Qué significa “Basada en hechos reales”? “Esa cláusula indica que, si bien la obra encontró inspiración en sucesos de la realidad, contiene también ficción. Es difícil que una obra no contenga en alguna medida partes inventadas que pertenecen a la exclusiva creación de la producción audiovisual. Ni esta ni la frase “los hechos son pura ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia” impiden que se inicien acciones judiciales cuando algún individuo se siente afectado porque algún personaje se asemejaría a él.

En líneas generales, una vez cedidos los derechos, el protagonista no tiene injerencia en la historia ni tampoco derecho a reclamar, “excepto que se lesione algún derecho en particular, donde claramente habría conflictos al respecto”, explica y antes de cerrar su análisis advierte sobre la existencia de un vacío legal.

En primera persona

Ariel Winograd, director de Coppola, el representante y Menem, admite tener una fascinación por reflejar en sus trabajos los años 90 y explica que el personaje a retratar es fundamental a la hora de hacer una biopic. “Para que sea atractivo esa persona tiene que tener una particularidad, marcar una época o haber tenido una vida diferente o extraordinaria que la hace destacarse como para que resulte interesante contar su historia”.

Para él, la biopic es un punto de partida no solo para contar la vida del protagonista, sino la época: “Me atraen los personajes y también las épocas; los 90 me gustan. Cara de queso, mi primera película es una biopic mía que transcurre en esa década. Hay un tema con esos años y la adolescencia que me sigue llamando la atención. Tanto Coppola como Menem son dos personas que reflejan y son parte de la historia de esos tiempos”.

Lorena Muñoz, directora de Gilda, no me arrepiento de este amor y El Potro, lo mejor del amor, asegura que más allá de los hechos reales, en estos casos siempre se construye una ficción y se toman constantemente decisiones sobre qué incluir y qué no. Además, compartió cómo es su proceso y aclaró: “No hay fórmula”. “Con Tamara Viñes armamos equipo, investigamos la historia real aunque la adaptemos. Hay licencias y puntos de vista. La película de Rodrigo estaba contada desde el lugar de Patricia Pacheco, la mamá de Ramiro. Pero hay muchas historias posibles. Lo mismo con Gilda, hay otras visiones: la santa, su infancia, pero a nosotras nos parecía importante contar su transformación (cómo tomó la decisión de dejar de ser maestra jardinera para dedicarse a la música). Investigamos y entrevistamos a los que quisieron participar y los grabamos. Por ejemplo, a Toti Giménez, Raúl Cagnin (ex marido), amigos y con eso logramos reconstruir la historia y los matices, esas notas también sirvieron a los actores para ver cómo se movían y hablaban los personajes. Hay una adaptación en distintas etapas: la primera real, el guion, qué queda afuera; la segunda en dirección y tiene que ver con determinar qué queda mejor, y la tercera en edición”.

Sobre las licencias que se toman a la hora de narrar la historia, agrega que se trata de “leyes cinematográficas y formas de construir un relato y volverlo interesante para un espectador común”, y ejemplifica: “La de Gilda es la historia de una mujer que decide un cambio en su vida. Hay una decisión y un estilo, qué contar y qué no”. Sin embargo, aclara que “es importante conservar cosas que tienen un valor histórico” aunque “no es un documental histórico, es una ficción”. Consciente de que las licencias pueden generar polémica, suma: “Es difícil aceptar que es una representación. Mucha gente que formó parte no entiende que no podés armar una historia de 40 años y que hay que elegir”.

A ambas historias llegó de manera diferente. “La biopic de Gilda la busqué yo y la produje. Estaba en contacto con el abogado de Fabricio (hijo de a cantante), porque los derechos estaban comprometidos y se liberaron. Apenas me enteré fui a la casa con una carta y un CD de Natalia (Oreiro) con una versión de una canción de Gilda que nunca salió, que era solo para él. Me dio los derechos y quedó un vínculo muy lindo. Con Rodrigo me contactó la productora que ya tenía los derechos”:

Los casos policiales también fascinan a los medios y desde hace tiempo varios de ellos llegaron a la ficción. Lucas Jinkis, fundador de Zeppelin Studios LatAM, estuvo junto con su equipo a cargo de las historias biográficas de Nahir Galarza, Bilardo y tiene en proceso las de Pepita la Pistolera, Ricardo Barreda y Valentina Trespalacios (la DJ colombiana asesinada en 2023). “Siempre son búsquedas proactivas y personales. Busco historias que emocionen y lleguen al corazón de la audiencia. En donde el tema central sea universal: historias de amor, lealtad, codicia, miedo, redención, traición, poder”, comienza explicando el guionista y productor, y recuerda que en todos los casos fue a buscar los derechos de los personajes que llevó a la ficción porque sentía que representaban esos objetivos. “Son historias con sabor local pero que viajen a otros territorios porque tocan conflictos universales y nos iluminan o interpelan sobre la naturaleza humana”.

Sobre el proceso, cuenta que siempre escucha a las partes, pero no deja que tengan injerencia en la toma de decisiones. “¿Hay momentos en que la teatralidad puede anteponerse a la realidad? Si, absolutamente. Y eso tiene que ver con que primero tiene que haber una historia interesante para contar. La arbitrariedad no siempre es mala, salvo que sea realmente inexacta. Siempre hay una mirada particular y algo de ficción por más que se trate de una biopic”.

Sobre cómo se recolecta la información, explica: “En todos los casos trabajo en una investigación periodística con distintas fuentes que incluye el acceso a los expediente o causas judiciales (en los casos que corresponda), escuchamos a los protagonistas o si han fallecido buscamos distintas voces que aporten información. Lo más importante es descubrir aquello que no encontramos en Google, poder desentrañar lo que no se sabe o puntos de vista diferentes. Creo mucho en el rigor de la información para luego construir una historia y descartar lo que haga falta. Si no hay conflicto, no hay historia”.

“Yo creo que debemos darnos la libertad creativa para crear una historia entretenida, pero manteniendo ciertos estándares de realismo y precisión, por eso se insiste en aclarar que ‘esta historia está basada en hechos reales’, pero no necesariamente contamos los hechos con rigurosidad y precisión. En mi caso, la decisión de sumar o quitar datos reales en el guion tiene que ver con lo que quiero iluminar o subrayar en esa historia en particular. Creo que los creadores, guionistas, directores y productores deberían permitirse las libertades creativas que consideren oportunas. Las inexactitudes menos serias y más lúdicas de un personaje suman a la construcción de la mística de ese personaje”, cuenta y para cerrar suma una frase que bien resume todo lo charlado: “Algunos maestros dicen que nunca hay que dejar que la verdad arruine una buena historia”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/escandalos-figuras-indignadas-y-herederos-molestos-cuales-son-los-limites-de-las-biopics-nid09072025/

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