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“Estamos asistiendo, en vivo, a su extinción”. Cómo la caza furtiva y la falta de políticas públicas complican el futuro del yaguareté

Veinte días después de haber sido liberada en el Parque Nacional El Impenetrable, el collar satelital que seguía los pasos de Acaí, una joven hembra de yaguareté, dejó de emitir. Era octubre ...

“Estamos asistiendo, en vivo, a su extinción”. Cómo la caza furtiva y la falta de políticas públicas complican el futuro del yaguareté

Veinte días después de haber sido liberada en el Parque Nacional El Impenetrable, el collar satelital que seguía los pasos de Acaí, una joven hembra de yaguareté, dejó de emitir. Era octubre ...

Veinte días después de haber sido liberada en el Parque Nacional El Impenetrable, el collar satelital que seguía los pasos de Acaí, una joven hembra de yaguareté, dejó de emitir. Era octubre de 2025. Durante horas, los equipos de la Fundación Rewilding Argentina, la Administración de Parques Nacionales y el gobierno del Chaco rastrearon su señal por aire y por tierra. Finalmente, hallaron el dispositivo sumergido en el río Bermejo, sin rastro del animal.

“Estamos seguros de que la mataron y tiraron el collar al río”, dice Sebastián Di Martino, director de Conservación de Rewilding Argentina. “Incluso hay versiones de vecinos que coinciden con esa hipótesis”.

La denuncia ya fue presentada ante la Justicia Federal, y tanto Parques Nacionales como Rewilding se constituyeron como querellantes. Pero, más allá del expediente judicial, la muerte de Acaí expuso algo más profundo: la persistencia de la caza furtiva como una práctica tan arraigada como silenciosa, que sobrevive entre los pliegues del monte y la desidia estatal.

Una historia que se repite

Desde 2019, Rewilding Argentina trabaja junto a Parques Nacionales para recuperar al yaguareté en El Impenetrable, donde la especie estaba prácticamente extinta. Ese año apareció un solo macho, Qaramta, que se convirtió en el inicio de un proceso de restauración ecológica y cultural: llegaron las primeras hembras, hubo crías en cautiverio y, a principios de este año, se celebró el primer nacimiento silvestre confirmado en cuatro décadas. La liberación de Acaí era la continuidad natural de esa historia de esperanza.

Pero su recorrido cambió el rumbo. El collar registró que la hembra había salido del parque hacia el este, rumbo al paraje Los Manantiales, una zona habitada por pequeñas familias ganaderas. Los equipos de Rewilding se instalaron allí para acompañar a los pobladores y evitar conflictos. “El yaguareté no ataca a las personas —explica Di Martino—, prefiere las presas silvestres. En los casos en que puede predar sobre animales domésticos, trabajamos con los vecinos para mejorar el manejo del rodeo. Lo que hay que hacer es aprender a convivir, no exterminar”.

Veinte días después, el silencio del collar confirmó lo contrario. “El yaguareté está en peligro crítico de extinción. Este caso es un retroceso enorme: no solo porque perdimos un ejemplar, sino porque representa un golpe emocional y simbólico a todo el proyecto”, dice Di Martino. “Con Acaí nos dimos cuenta porque tenía un rastreador. Lo inusual no es que haya muerto: lo inusual es que lo sepamos”.

La caza, el miedo y la impunidad

El caso de Acaí no es aislado. En los últimos tres años hubo al menos tres episodios documentados de caza de yaguaretés en Formosa y Chaco. En 2022, un cazador de Clorinda subió a redes sociales un video con el animal muerto: fue detenido y condenado. En 2024, en Estanislao del Campo, otro grupo de hombres mató y descuartizó a un ejemplar, uno de los últimos que quedaban en la provincia. Este año, el mismo tribunal los condenó a dos años de prisión efectiva, en lo que las organizaciones describieron como “un fallo histórico”, aunque insuficiente.

“Lo que está pasando es que antes nadie se enteraba —dice Nicolás Lodeiro Ocampo, fundador y presidente de la Red Yaguareté—. Ahora nos enteramos porque los cazadores filman o suben las fotos. Pero la caza sigue exactamente igual. Estamos asistiendo, con documentación, a la extinción del yaguareté en la Argentina”.

Según Lodeiro, los motivos son previsibles: la depredación del ganado, el miedo y la falta de políticas de convivencia. “Si hay vacas sueltas, el yaguareté las va a cazar. Si sale del parque y toca un animal doméstico, es probable que lo maten. No hay un protocolo de acción cuando el felino sale del área de protección. Y cuando cambian los funcionarios, nadie sabe qué hacer. Parques Nacionales es el principal responsable de coordinar eso”.

La causa, en el fondo, es estructural: el avance de la frontera agroganadera sobre los bosques del norte. En las últimas décadas, el desmonte arrasó más de tres millones de hectáreas nativas en Chaco, Santiago del Estero, Formosa y Salta. Cada yaguareté necesita alrededor de 40 mil hectáreas de monte continuo para vivir. Hoy apenas quedan unas 250 en todo el país, dispersas entre Misiones, las Yungas y el Gran Chaco.

El peso de la ley que no alcanza

El yaguareté fue declarado Monumento Natural Nacional en 2001, la máxima categoría de protección legal. Su caza, captura o comercio está prohibida por leyes nacionales y provinciales, con penas que van de dos meses a tres años de prisión. Sin embargo, los especialistas coinciden en que la legislación está desactualizada. “Para la Ley Nacional de Fauna, una liebre y un yaguareté son lo mismo —dice Lodeiro—. Estamos intentando modificarla para que las especies declaradas Monumento Natural tengan penas más severas y efectivas”.

Desde la Unidad Fiscal Especializada en Materia Ambiental (UFEMA), su titular Carlos Rolero reconoce los avances y los límites: “Hay una mayor conciencia pública y una reacción más rápida cuando ocurre un hecho, pero seguimos llegando tarde. No existe un canal único a nivel nacional para recibir y sistematizar denuncias: cada caso tramita en su jurisdicción. Lo de Acaí, como en Formosa, son hechos que se investigan una vez consumados. Lo que falta es prevención”.

Esa prevención, según los expertos, no depende solo de la justicia o de la vigilancia, sino de una política integral de convivencia. Un plan que contemple compensaciones rápidas por pérdida de ganado, asesoramiento técnico, presencia territorial y educación ambiental. “Sin eso —insiste Lodeiro—, el conflicto va a seguir igual. No cambió nada sustancial. Estos tipos pueden ir presos, pero la yaguareté ya está muerta”.

Una frontera que se angosta

En los informes de Rewilding Argentina y de la Red Yaguareté, las tendencias son claras: las poblaciones silvestres están en declive sostenido y los pocos núcleos que subsisten lo hacen aislados. En El Impenetrable, cada ejemplar liberado representa años de trabajo y enormes recursos logísticos. Los técnicos, biólogos y guardaparques patrullan cientos de kilómetros de monte, monitorean movimientos con antenas y sobrevuelan áreas donde la vegetación y el silencio cubren todo. “Los animales se mueren —dice Lodeiro—, pero cuando los cazan se suma un factor de presión que acelera la desaparición. Lo que está fallando es claro: falta un plan nacional para convivir con ellos”.

Mientras tanto, las comunidades locales viven entre la incertidumbre y el temor. “Las familias hace años que no veían un yaguareté —cuenta Lodeiro—. De repente aparece, les come una vaca o una cabra, y sienten miedo. Hacen lo que creen que deben hacer para protegerse o evitar pérdidas”. Esa reacción, entendible desde la lógica rural, es el eslabón final de un sistema que nunca les ofreció otra opción.

Lo visible y lo invisible

El caso de Acaí fue noticia porque llevaba un collar. De no haberlo tenido, su muerte habría pasado inadvertida, como tantas otras. “Estamos siendo testigos, lamentablemente privilegiados, de algo que siempre pasó”, resume Lodeiro.

Esa frase condensa una paradoja: cuanto más sabemos sobre los yaguaretés, más cerca parece estar su final.

Para Di Martino, sin embargo, la visibilidad es una oportunidad. “Hay que redoblar los esfuerzos. No solo con más vigilancia, sino con más educación, más diálogo con las comunidades. Muchos episodios de caza son por ignorancia, no por maldad. Pero el resultado es el mismo: perdemos una vida y retrocedemos todos”.

La historia de Acaí duele porque simboliza una oportunidad perdida: la de aprender a convivir con la especie que alguna vez reinó en los bosques del norte y que hoy sobrevive entre el miedo, la incomprensión y la ausencia de políticas sostenidas. Su muerte, como un eco del monte, nos obliga a mirar de frente una verdad que preferimos no ver: la caza del yaguareté no es un recuerdo del pasado. Es el presente que se sigue escribiendo, a escondidas, en el corazón del Chaco.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/estamos-asistiendo-en-vivo-a-su-extincion-como-la-caza-furtiva-y-la-falta-de-politicas-publicas-nid11112025/

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