Fini Bocchino, la heredera de Andrea Frigerio: su pasión por la actuación, su pasado “hippie” y su máxima obsesión
“Soy actriz y soy modelo. En ese orden”, dice Fini Bocchino cuando le consultan por su vocación. Y es que ...
“Soy actriz y soy modelo. En ese orden”, dice Fini Bocchino cuando le consultan por su vocación. Y es que la hija de Andrea Frigerio y Lucas Bocchino hoy se siente más segura que nunca de su pasión. “Cuando siento el olor a teatro y a camarín, me vuelvo loca. Mi mamá todavía se acuerda de que, cuando yo tenía 11 años, le dije que quería ser actriz solo para estar en la alfombra roja”, recuerda Fini. Trabajó como modelo y actriz, pero en 2018 quiso alejarse de todo y viajar de mochilera, en “modo hippie”. Hoy, a sus 28 años, lo que le seduce no es la rebeldía ni el extranjero: en pareja con un odontólogo se muestra serena y muy enfocada en su carrera de actriz en la Argentina.
Como parte de la obra Lejos de Moscú, versión de Liliana Escliar sobre Las tres hermanas -el clásico de Antón Chéjov- con dirección de Helena Tritek, Fini se dispone a conversar con LA NACION sobre sus proyectos, sus obsesiones y lo que más le marcó de la carrera de su madre.
—Se te ve muy entusiasmada con recorrer un camino como actriz...
—Sí, desde chiquita que siento el olor a teatro. Hay algo que enseguida me conecta con el teatro, el camarín, el escenario, el telón... Yo a mi mamá la acompañé a cientos de funciones, de giras por Mar de Plata...
—¿Y te acordás de eso?
—De todo, de todo. Me acuerdo de los elencos, me acuerdo de que me hacía amiga de los hijos de los actores. Después de la función, yo la acompañaba a cenar con todo el elenco ¡Era la que se quedaba dormida en las sillas! Palpitaba la previa con mi mamá, la veía maquillarse, prepararse en su camarín con todos unos vestuarios extraordinarios, algunos de los cuales siguen estando en casa.
—¿Jugabas con los vestuarios de tu mamá en tu casa?
—No específicamente con los de ella, porque eran muy de mujer, con corset y esas cosas... Pero sí era muy de disfrazarme y muy de hacer shows. Había una cena de adultos y yo preparaba todo un show con mis primos y mis amigos. Cuando llegaba el momento del postre, les decía: “Les queremos mostrar un show.” ¡Y yo era la directora y también formaba parte del elenco! .
—¿Hay alguna anécdota particular que recuerdes de esas giras de teatro junto con tu mamá?
—Hay una anécdota muy graciosa: cuando llegaba el momento del saludo, ¡yo salía a saludar como si fuese parte del elenco! ¡Caradura total!
—¿Cuántos años tenías?
—Siete, o nueve... Creo que fue en la obra Money Money, en Mar de Plata. O Taxi.
—¿Veías la obra en bambalinas?
—¡Sí! Apenas los actores se iban formando para salir y saludar, yo salía corriendo, me agachaba y hacía la reverencia. No es que ellos me llamaban, yo me mandaba sola.
—Y ahora vos estás en el escenario, como tu madre...
—Sí, qué delirio. En realidad, qué risa, porque hay una gran diferencia con esas obras que hacía mi mamá, que eran más comerciales, con mi experiencia de ahora. Estoy haciendo un teatro más formal, con vestuarios de época, más clásico. Me gusta mucho eso. Todo lo que consumo de cine es de época.
—¿Qué, por ejemplo?
—Bueno, soy una enferma de todo lo que es medieval, por ejemplo. Y si me toca decir mi obsesión máxima, es El señor de los anillos. Me veo toda la saga una vez por año seguro. Todo el día estoy consumiendo cosas de Tolkien y de El Señor de los Anillos, escucho todo el tiempo el soundtrack que está hecho por Howard Shore y me vuela la cabeza. No sé qué me pasa, que me transporta como a otra vida. Lo medieval me vuelve loca. El año pasado formé parte de Manada de lobos y yo interpretaba a una especie de princesa nórdica, con todos unos vestuarios con brillos. Estaba ahí en el San Martín, que te maquillan y te ponen unas pelucas extraordinarias, y yo pensaba: “No puedo creer lo que me está pasando”. Algo que también me vuelve loca son los vikingos, tengo una abuela danesa del lado de mi papá así yo creo que algo de eso viene por ahí. Tengo una herencia vikinga y todo lo que tiene que ver con esa parte de la historia me pone la piel de gallina.
Cosa de familia—¿Cómo llevaste el “ser hija de”...?
—En un momento quise hacer exactamente lo contrario a mi mamá. Cuando era chica mamé mucho teatro, y me encantaba. Iba a la alfombra roja con mi vieja y pedía que me sacaran fotos a mí, pero cuando fui un poco más grande, en la adolescencia me agarró algo... No quería la exposición, no me gustaba que la gente supiera quién soy, ni qué hago, ni nada. La gente me decía: “Vos tenés que ser modelo” y yo respondía: “De ninguna manera”. Decía que no me gustaba la moda, ni la fama, ni lo estético, qué sé yo... Fui armando ese personaje, que era supergenuino para ese momento, y entré en una personalidad más hippie, en una época de rebeldía. Veía documentales de hippies y pensaba: “Yo quiero esto, yo quiero ser esto”. Entonces viajé por un montón de lados: España, Italia, Estados Unidos... Trabajé cocinando, de camarera, hice changas de ese tipo de cosas. Después hice muchos voluntariados en huertas, más que nada en Italia. Íbamos a granjas y le trabajábamos la tierra a una persona en las afueras de Nápoles. Comíamos las cosas naturales de la huerta. ¡Tenía rastas! La pasé superbien. Yo había probado varias carreras, Dirección de Cine, Antropología en la UBA, Música, pero quería vivir esa experiencia de viajar y me encantó.
—¿Cómo vivieron tus padres esos años en los que vos viajabas por el mundo?
—Les recostó. Me extrañaban, pero yo no les di opción. “Me voy. Perdón. O sea, necesito vivir este este estilo de vida. Me voy”. Fui al Northlands, que era un colegio espectacular, pero yo me sentía oveja negra. Tenía hambre de aventura. Me fui con la excusa de hacer la ciudadanía italiana... A mi papá le decía: “Me voy y no vuelvo” y él se reía. Se la tuvieron que bancar.
—Y después de la aventura, decidiste volver.
—Había escuchado de un curso de actuación que estaba bueno en Francia, en un pueblo cerca de París, Fontainebleau. Me inscribí y me aceptaron. Cuando terminé el curso, dije: “Esto es lo mío. Es por acá”. Y decidí volver a la Argentina y dedicarme full a actuar. Por suerte empezó a surgir esta cuestión del modelaje, fue extraño porque yo lo negaba, pero me empezaron a llamar de todos lados y algo se desbloqueó. Me sinceré conmigo y acepté que me gusta la moda, me gusta lo estético, me gusta verme bien, la paso bárbaro en los laburos de modelaje. Me tomo el modelaje como trabajo y la actuación como pasión.
—¿Tenés algo para criticarle al mundo de la moda?
—No, lo único que puedo criticar, y que me parece que es universal, es la cantidad de ropa que se hace. Lo digo en términos de contaminación. De repente me ponen a hacer fotos de colecciones pasadas que no se vendieron, eso está bueno para que se venda, pero pienso en la cantidad de ropa que tienen las marcas y no lo puedo creer. Me gusta la ropa, pero soy muy selectiva. Me dan ganas de decirle a las marcas: “Chicos, hagan poquito, lindo y especial”.
—¿Cómo es ahora la relación con tu madre?
—No es que tomé la decisión de dejar de hacerme la rebelde y hippie y de comunicarme con mi mamá desde otro lado. Se dio solo, naturalmente. Me fui animando más, soltando más, me fui dando cuenta que también me gustaba lo mismo que a ella. Hoy a mi madre le pido que me ayude con los castings. Es la primera persona a la que le pido ayuda, antes me daba muchísimo pudor. Ella me ayuda a preparar todo y también me consulta a mí. Trabajamos mucho juntas. Ya hicimos juntas cine, pero nos falta hacer teatro.
—¿Qué te gustaría hacer con ella?
—Algún clásico. O cualquier otra cosa, una comedia también podría ser.
—¿Qué tal va tu vida personal hoy?
—Hace dos años que estoy de novia con Conrado, es odontólogo y vivimos juntos. Le interesa mucho mi carrera y me acompaña un montón. Hoy estoy muy entusiasmada con la actuación y con la obra de teatro que hago. Es una adaptación de Las tres hermanas, de Chejov que se llama Lejos de Moscú. La adaptó Liliana Escliar y nos dirige Helena Tritek. En el elenco están Milagros Almeida con Alexia Moyano, Julián Cardoso, Julieta Raponi, Ricardo Merkin, Silvina Quintanilla y Hernán Lucero. Estoy muy entusiasmada con el proyecto.
Para agendarLejos de Moscú. Funciones: domingos a las 19.30. Sala: Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543).