Francisco Cerúndolo, la carta más poderosa del equipo argentino en Bolonia: “Podemos ganar la Copa Davis”
BOLONIA (Enviado especial).- La llovizna y los frescos diez grados o el sol y la pegajosa humedad. Los vaivenes del otoño juguetean en esta porción del norte italiano, vecina de Venecia, Florenci...
BOLONIA (Enviado especial).- La llovizna y los frescos diez grados o el sol y la pegajosa humedad. Los vaivenes del otoño juguetean en esta porción del norte italiano, vecina de Venecia, Florencia y Módena. Se comenta de Bolonia, la sede del Final 8 de la Copa Davis, que es “docta, gorda y roja”. ¿Por qué? Porque su universidad, fundada en 1088, es una de las más antiguas del mundo y entre sus profesores tuvo a Umberto Eco; porque su gastronomía es famosa por los tortellini, los tagliatelle con salsa boloñesa, la mortadela y los lácteos; y porque el terracota es el color que resalta de sus techos y fachadas.
Entre tranvías y kilométricos pórticos que son patrimonio de la humanidad. Entre las torres Asinelli (de 97,20 metros, la torre inclinada más alta de Italia) y Garisenda (originalmente de 60 metros, ahora de 48), los mercados y la piazza Maggiore. También entre los recuerdos de Manu Ginóbili, que en los primeros años de los 2000 conquistó el continente europeo defendiendo la camiseta de Kinder Bolonia (hoy, Virtus Bolonia). También entre los gritos de gol de Santiago Castro, el exatacante de Vélez Sarsfield que hoy se destaca en la Serie A, con el número 9 de Bologna FC. Aquí está el equipo argentino de Copa Davis, capitaneado por Javier Frana, con mesura, pero mucha expectativa por lo que pueda hacer. Por lo pronto, este jueves, por los cuartos de final, se medirá con Alemania, que tendrá a Alexander Zverev, que no se anotaba en el juego por la Ensaladera desde 2023.
Claro que la Argentina tiene un revulsivo probado contra el poderío del 3° del ranking. Francisco Cerúndolo, el single 1 nacional, le ganó las tres veces que el partido terminó en forma convencional (la última, en agosto, en el Masters 1000 canadiense, en la única derrota del porteño ante el de Hamburgo, se tuvo que retirar por una lesión abdominal).
“Argentina puede ganar la Copa Davis, creo que podemos. Tenemos un equipo completo, donde los tres puntos son fuertes . No tenemos un Alcaraz o un Sinner, pero tenemos un (Horacio) Zeballos en el dobles, que nos suma si llegamos a ese punto. Es todo parejo. Se pueden ganar los tres puntos; vamos a jugar a morir. Los nervios juegan”, apunta Cerúndolo, ante LA NACION. Lo hace poco después de terminar top 30 por cuarto año consecutivo (21°; fue 18° en mayo; logró 38 triunfos y 24 derrotas), con los primeros seis meses jugando para ser top ten, pero opacos rendimientos en los Grand Slams y la gira de césped que detuvieron el envión. Hoy se siente mejor cimentado: preguntó y en julio arrancó a trabajar con un “psicólogo-coaching” que lo ayudó. “Quería algo diferente; no el clásico psicólogo de sesiones semanales para hablar de la vida. Esto es más vinculado al deporte”, dice.
Pero vuelve sobre la Copa Davis. ¿Es lo mismo que juegue Zverev o no? “Creo que no. Lo tengo de hijo, pero no es lo mismo, sin dudas. Es un jugador que está top 3 hace varios años; tiene otra jerarquía. Me sorprendió que apareciera en la lista, sabiendo que jugaba contra Argentina, contra mí, no venía estando en el torneo... Cuando lo vi, dije: ‘Capaz que el loco quiere revancha, quiere ganarme’. Lo vi desde ese lado. En el fondo también te habla de lo bueno que es: habiendo perdido tres veces contra un jugador de menor ranking que él, venir a exponerse a los cuartos de final después de muchos años sin jugar. Yo me llevo re bien con él. Si juega, vamos a jugar”, expresa Cerúndolo sin amedrentarse. Al contrario.
-Es tu cuarto año en la Copa. ¿Qué te despierta esta competencia?
-Me encanta. La primera vez tenía un miedo terrible, pero hoy ya lo veo de otra manera. Cuando me toca salir a jugar un partido que tengo que ganar sí o sí, pienso que si no lo hago, me muero. Hace dos o tres años que me toca ser el número 1, jugar todas las series, cargar con esa presión, ser un poco el líder tenístico. Tengo que salir a la cancha, demostrar y también alentar a los chicos. Siempre hay presión, pero es un privilegio. Cuando era chico e iba al Parque Roca, lo soñaba. No quiero dejar al equipo a gamba. Hay buena química entre todos. Tenemos a los singlistas de la misma edad, a los doblistas más experimentados, nos complementamos bien, cada uno aporta lo suyo.
-¿Alguna vez charlaste profundamente con algún antiguo jugador de Davis?
-Sí, sí. Mucho con Guille (Coria), aunque él no jugó tanto. Cuando le tocó ser capitán, lo vio desde afuera y se arrepentía de haber dejado pasar la chance cuando la tuvo. Con Del Potro tenemos muy buena relación, charlé muchísimo, no de la Davis en sí, sino de muchas cosas del tour, de ser tenista. Con David (Nalbandian) también charlé, aunque ahora lo veo menos. A Delpo lo cruzo más, viaja, compartimos semanas, tenemos al mismo manager . Me suma hablar con Delpo. Con todo lo que vivió, lo que jugó, lo que sufrió también; vivió todas. Cinco o seis veces al año lo crucé y tuvimos esas charlitas.
Cerúndolo, de 27 años, desde hace tiempo disfruta de un estatus alto que lo lleva, por ejemplo, a ser atractivo para las marcas e invitado a muchas de las exhibiciones más taquilleras. A la Laver Cup, por ejemplo. “Nos divertimos, pero nos matamos compitiendo también. Un año me gustaría que se hiciera en Sudamérica, ya le dijimos a Federer . Le dijimos junto con (João) Fonseca”, aporta el diestro. Ahora mismo lo atrapa la Copa Davis, pero también es oportuno repasar su temporada y saber qué piensa sobre muchos de los temas que hacen ruido en la agenda tenística.
“Fue un gran año, con una primera parte que fue la mejor de mi carrera. Después tuve un bajón mental y físico que me sacaron las ganas de competir. Sentí que había dado todo lo que tenía en esos seis meses, pero bajé la intensidad y la dureza mental que tenés que tener para estar arriba todas las semanas. A Roland Garros llegué con lo justo; creo que le erré con ir a Hamburgo la semana anterior. No tenía nafta . Después, levanté. Tuve la mala suerte de la lesión. Pero en la última parte del año me acomodé de nuevo”, describe el hincha de River.
-Estás en un nivel muy alto, pero para dar el próximo paso, al top 15 o top 10, ¿sentís que el esfuerzo es demasiado grande?
-Si hubiera mantenido lo de los primeros seis meses, terminaba 10, 15, no lo sé. Pero ese es el objetivo para el año que viene: poder sostener esa concentración mental en los entrenamientos, en los partidos, en los viajes… El nivel físico, tenístico, mental. Son todos detalles. Tomar decisiones sobre el calendario, cuándo volver a casa, cuándo no. En estos últimos años lo mejoramos, pero hay que seguir ajustando, porque cada vez que vas avanzando tenés que mejorar cosas. Este año, quizás, hubo algún error de calendario. Me pasó factura. En ese momento uno no se da cuenta: lo ves después.
-¿Te la tenés que creer más?
-Sí, no sé, porque si hay algo que me caracterizó durante toda mi carrera es que no les tengo miedo a mis rivales. En la cancha siento que le puedo ganar a cualquiera. Y creo que la gente siente eso también. Capaz que con otros jugadores saben que entran en la cancha para ver qué partido van a hacer, por cuánto van a perder. Yo creo que genero eso y también en los rivales. Eso me da confianza y saber que puedo jugar bien los torneos grandes. Este año tuve resultados impresionantes en Masters 1000, pero en Grand Slams fue muy floja la temporada y es algo a lo que puedo apuntar el año que viene. Me da bronca, porque si hubiera tenido un mejor año de Grand Slams, estaría 10 del mundo.
-¿Existe el efecto panza llena o el conformismo?
-No, yo no tengo eso. Juego al tenis porque me gustan los desafíos, me gusta medirme con los mejores, jugar en los estadios más espectaculares. Quiero ser el mejor: el conformismo no existe en mí. Trato de entrenar lo mejor que pueda en todos los aspectos para llevarlo a la competencia. Hoy estoy 21, pero quiero ir por más: no me quiero quedar toda mi vida entre el 20 y el 30.
-La ansiedad y las presiones están muy presentes en el tenis profesional. Camilo Ugo Carabelli contó en una nota que vive “el 90% del día estresado”. ¿Cómo sos en ese aspecto?
-Si me tuviera que identificar con jugadores argentinos, lo hago mucho con Camilo, también con Fede Gómez, pero no tanto al extremo por lo que contó , sino porque les gusta estar en Argentina, exteriorizar lo que les pasa, estar con la familia, amigos. Son casi los mejores amigos del circuito que tengo, con los que más comparto fuera de la cancha. También con Etcheverry, Come… Soy una persona muy relajada. Fuera de la cancha trato de no estar pensando ciento por ciento en el tenis, como hacen otros, que no digo que está bien o mal. A algunos les encanta vivir del tenis ciento por ciento, mirar el ranking, los resultados, esto, lo otro, pa, pa, si juego esta semana o la otra… Hay jugadores que, si no duermen ocho horas, al día siguiente ya está, queman. Estoy lejos de ser así. O si me comí un asado con amigos… Es como que hay gente que vive estresada con todas esas cosas, pero trato de liberarme un poco más. Si me comí un asado, al otro día entrenaré increíble. O si llegué sobre la hora a un torneo y me tengo que adaptar en un día, lo haré. Me gusta ver tenis, cuando estoy libre lo miro porque me divierte y me gusta saber cómo están jugando los otros y analizarlos, pero por algo propio y no porque alguien me diga: ‘Che, mirate el Masters porque lo tenés que hacer’. No, no. Fuera de la cancha soy lo más relajado que puedo para después, cuando compito, tratar de estar de la mejor manera posible.
-Hubo momentos en los que los enojos parecieron traicionarte. ¿Hoy te sentís más controlado?
-Este año me sentí mucho mejor mentalmente adentro de la cancha. Me llegó que muchos dijeron: ‘Che, qué bien que está Fran. Está mucho mejor, se está calentando menos, enfocado en los puntos’. Dentro de todo, escucharlo de otro lado es como que confirma lo que uno va sintiendo. Fue un trabajo que venimos haciendo un montón y este año se vio plasmado. Falta seguir mejorando.
-¿Qué te provoca verte enojado en los videos?
-Nooo, no miro mis partidos, ni los buenos, ni los malos. Salvo que me aparezca un punto en Twitter o en Instagram, algo aislado, lo veo. No me gusta mirarme.
-Tus entrenadores (Nicolás Pastor y Pablo Cuevas) reciben información y trabajan en forma conjunta con Marcelo Albamonte, que es entrenador, contador y busca resolver problemas desde la matemática deportiva. ¿Qué valor le das a los datos?
-Si, trabajan ya desde hace tiempo. Le doy bola. Marcelo directamente baja línea con Nico y Pablo, entre ellos tres hablan y chequean todo y después me lo bajan más resumido el dato concreto, certero. “Che, fijate esto acá”. Me gusta prestarles atención a esos datos, porque por ahí decís: “Qué mal estoy pegando la derecha cruzada”, y después los datos te muestran otra cosa. Hay veces que entrás con una táctica al partido y en los momentos clave tenés que ir por un lado, pero en la vorágine podés olvidarte un poquito, aunque siempre te cae la ficha: “Ahora sacale por el revés, abrilo a la derecha”. Me gusta tomar la decisión a mí de lo que voy a hacer, pero me sirve tener toda la información.
-¿Qué radiografía hacés del circuito, obviamente con Sinner y Alcaraz arriba de todos por muchos cuerpos?
-Sí, ellos están arriba, arriba, arriba… con otro tenis. De Sinner sentís que estás jugando y no hay por dónde entrarle: drive, revés, saque, devolución, defensa, ataque. Como que en todo tiene 9 puntos. Estás en la cancha y decís: ‘No sé qué hacer’. Y capaz que jugás bien. Yo jugué un excelente primer set en París, perdí 7-5, perdí dos games en los que tuve ventaja y ¡pum! Y después me ganó 6-1. Mirás el resultado y decís: “¿Qué pasó?“. Quizás no era para 6-1, pero te fuiste así y te querés morir, porque jugaste bien, pero el flaco no te erra una bola, la que le dejás corta te surte, en el momento clave te mata a saques…
-¿Alcaraz te permite jugar más?
-Lo que tiene, para mí, es que en el momento de su pico máximo te pinta la cara. Ahí sí sentís que es otro deporte. Pero el día que juega mal, te da chances. Entonces cuando jugás contra él esperás que tenga esos momentos de dos o tres games en los que se enredó, la tiró afuera, que Sinner hoy en día no los tiene. De ellos para abajo yo lo veo muy parejo, no siento que nadie sobresalga. Obvio que hay muy buenos jugadores, pero no veo partidos imposibles.
-¿Qué te genera Djokovic, con 38 años?
-Una admiración impresionante, una pasión por el tenis que ni yo lo puedo creer. Tiene 38 años, ya ganó todo, pierde con Sinner y Alcaraz y casi con nadie más y se sigue exponiendo a eso, como desafiándose. Él debe de creer que les puede ganar a todos y, si así lo hace, le tenemos que creer, porque es el mejor de la historia. Decís: "Faaa, qué ganas que tiene de seguir desafiándose". Yo tengo gran relación con él, entrené muchas veces, me saluda re bien, me charla, alguna vez te da un pequeño consejito. Es una gran persona.
-Hace poco, Djokovic dijo que, así como a él no se le borrará el episodio de Australia y la deportación tras la pandemia, a Sinner le pasará lo mismo con el doping. ¿Qué te generó el caso del italiano?
-La verdad no la sé. No sé ni cómo pasó ni que fue. Obvio que a todos nos sorprendió (el doping), nadie se lo esperaba, era el primer año que venía casi como número 1 y de repente le aparece esto. Yo no tengo ni idea de lo que fue la droga, pero a todos nos sorprendió que hayan sido sólo dos o tres meses de suspensión, que vuelva justo para Roma, el torneo de Italia, previo a los Grand Slams. En el circuito hizo ruido eso. Yo lo conozco a Jannik, nos llevamos increíble y le creo que no haya querido sacar ventaja. Después, cómo se llevó el protocolo, no es culpa de Sinner, para mí, sino de la integridad deportiva, de la agencia de doping o de la ATP, no sé de quién, porque obvio que hay otros casos de doping y no se manejaron de la misma manera.
-¿Qué precauciones tomás? ¿Llegás a ponerte paranoico?
-No. Tengo mi nutricionista, mi médico, mi kinesiólogo. Yo me entrego a ellos, yo no elijo nada. Confío en ellos. Me hago todos los análisis, me dicen qué es lo que puedo tomar y listo. No me vuelvo loco. Todas cosas normales.
-Camilo (Ugo Carabelli) también dijo que se “atrapa” y que no comparte el mate ni con su familia.
-Bueno, hay cosas que sí, capaz que cuando vas a bailar o te juntás con tus amigos del colegio, que son de otro palo, quizás tengo un poquito más de cuidado. Mis amigos ya lo entienden y me cuidan, por si acaso.
-La ATP anunció un Masters 1000 en Arabia para 2028, que podría ir en febrero y coincidir con la ya golpeada gira sudamericana.
-Es durísimo. La verdad que a nosotros nos arruina, nos mata. No sé cómo lo van a acomodar, si será al mismo tiempo o antes de que arranque Buenos Aires. Sea como sea, va a ser durísimo, porque si yo sigo 20, 10, 30, lo que sea, voy a querer jugar un Masters 1000, voy a querer ir, son muchísimos puntos, mucha plata al ser en Arabia. Entonces, terminaremos del cemento de Australia y Arabia, después en polvo sin preparación, adaptándome como pueda. Va a ser una gira muy dura. Todavía falta, tienen un tiempo para acomodarlo, ojalá que lo hagan bien porque para nosotros, los sudamericanos, es lo máximo.
-Este año, después de una década, ningún argentino alcanzó la segunda semana en un Grand Slam. Y dijiste: “Estamos en un proceso en el que no hay ningún Del Potro, ni un Nalbandian, ni un Coria”. ¿Por qué te salió? ¿Qué lectura hacés?
-Son momentos del deporte. Ahora toca en el tenis. Qué se yo… A uno le encantaría estar en la segunda semana de todos los Grand Slams, no es que perdemos a propósito. Uno a veces sale de la cancha medio enojado, empieza a escuchar críticas o las preguntas que te hacen los periodistas cuando pinchan ahí, estás hasta acá de agua, decís lo que te sale en el momento. A mí no me gusta responder con el casete puesto, trato de decir lo que siento y me salió eso. Por ahí la gente se malacostumbró a tener quince años, desde el 2002 hasta el 2020 o 2018, tantos top ten diferentes, otros top 30, quince top 20. Antes se podía viajar con más facilidad, había más torneos en Sudamérica, se jugaba más en polvo de ladrillo, qué se yo, lo que quieras. Hoy en día hay jugadorazos también. Llegar al circuito está mucho más difícil.
-En nuestro país, la formación de los jugadores se sigue haciendo sobre polvo cuando el circuito grande se disputa sobre cemento. ¿No habría que modificar algo?
-Hasta que no metés top 50, 60, 70 y estás obligado a jugar todos los Masters 1000, los Grand Slams y esas giras, no tocás el cemento. Al menos en Sudamérica. Y cuando llegás ahí a la mayoría le cuesta. Estás acostumbrado a jugar de otra manera. A mí, por mi juego, porque estuve en Estados Unidos varios meses, mejoré un poquito… Pero hasta que no llegás arriba y empezás a jugar todas las semanas en cemento y que enfrentás a esos jugadores todo el tiempo, con un tenis totalmente diferente, no te das cuenta de lo que exige. Capaz que estás acostumbrado a jugar el primer saque tres cuartos, empezar a pelotear, cuatro o cinco pelotas… Si no metés el primer saque, perdiste. Vas a devolver y capaz que en un game entero no la tocaste, porque te matan a saques. Hoy todos le pegan a seis mil por hora. En cemento tenés que pegar, subir a la red, animarte a otra cosa a la que uno no está acostumbrado. Y en el partido, con todas las dudas que ya hay, te dicen: ‘Dale: hacé saque y red’, cuando en tu vida lo hiciste. Y decís: ‘¿Cómo hago saque y red ahora que voy 40 iguales, 4-4 en el tercer set?’. Hay que cambiar todo ese chip argentino. Tenemos mil canchas de polvo, se podrían hacer muchas más de cemento. Me gustaría que haya más recursos, otra economía, mucho más de todo. Ojalá que en el futuro la Asociación pueda tener un centro de entrenamiento con cinco canchas indoor, cinco de cemento y se puedan hacer torneos nacionales de chicos en esa superficie, como para que los menores se empiecen a acercar desde antes. Cada vez más el polvo va desapareciendo.
-Todavía tenés el Final 8 de la Davis. Pero, ¿con qué soñás el próximo año?
-Me gustaría tener la constancia que tuve en los primeros seis meses del año, volver a ese nivel en todos los aspectos, pero me pongo el foco en poder rendir en los Grand Slams, que es una espina. Si eso pasa, creceré en el ranking.