Héctor Enrique: “Extraño el abrazo del Diego”
¿Por qué al ‘Negro’ Enrique no se lo ve en ninguna foto con los campeones de México ‘86 en el balcón de la Casa Rosada? Simplemente porque no fue. Mientras se desataba el festejo callejer...
¿Por qué al ‘Negro’ Enrique no se lo ve en ninguna foto con los campeones de México ‘86 en el balcón de la Casa Rosada? Simplemente porque no fue. Mientras se desataba el festejo callejero, él estaba en su casa de Llavallol. Un amigo de toda la vida, “Quique”, lo había rescatado entre apretujones en el aeropuerto de Ezeiza. La peor parte se la llevó el Renault 18 modelo ‘82 del ‘Negro’, que terminó muy abollado por la pasión popular.
“Estaba desesperado por ver a mi hijo Fernando, mi primer hijo. Lo extrañaba muchísimo, en esa época no había videollamadas, celular, nada. En la concentración del DF habíamos dependido de un teléfono público, donde nos turnábamos para hacer fila. Cuando salí de Argentina, Fernando tenía 5 meses, y al volver de México ya tenía siete”, cuenta Héctor Enrique, el último pasajero, porque llegó a la Copa del Mundo literalmente sobre la hora: debutó en la selección el 30 de abril de 1986, a 33 días del torneo, en un amistoso con derrota por 1-0 contra Noruega, en Oslo.
Tiempos complicados… “Decían que íbamos a México a jugar tres partidos nomás… Salimos solos desde Ezeiza, ni un alma nos acompañó. Yo bromeo y digo que por entonces le preguntaron a mi mamá si ese Enrique era su hijo y ella respondió: ‘Noooooooo, yo no tengo nada que ver con él…’, jajaja”, bromea Enrique que, curiosamente, sí estuvo en la Rosada cuatro años después, a la vuelta de Italia ’90, aunque él, ese Mundial, no lo jugó: “Fui a Ezeiza a recibir a los muchachos, me subí al micro para saludarlos… y ya no pude bajarme y terminé con ellos en el balcón”. Se ríe el ‘Negro’.
-Allá por 1986, jugar en la selección no parecía una buena idea…
-Conflictos, críticas, cuestionamientos… Éramos muy humildes hasta en vestimenta, pero multimillonarios en orgullo, en entrega, en respeto por ser futbolistas. Yo hice mucho por estar en esa selección, yo quería estar. Sufrí mucho con las eliminatorias porque costaron. Cuando se clasificaron, eso me abrió más la ilusión de poder llegar. Yo entrenaba el doble en River, hasta solo. Recuerdo el verano del ‘86, de pretemporada en la Villa Marista en Mar del Plata. Le habíamos ganado a Polonia 5-4, con la chilena de Enzo. El domingo teníamos descanso y yo igual salía a correr. Y Pumpido y Ruggeri me gastaban y me decían ‘déjate de correr, vení acá a tomar mates que tenemos libre’. Y yo les respondía: ‘Nooo, no puedo, estoy entrenando para el Mundial’. ¡Y Bilardo ni me había citado! Pero me tenía mucha fe. Ellos me decían que Bilardo me estaba mirando… ‘Me mira, me mira, ¿pero cuándo mierda me va a llamar?’, me preguntaba.
-¿Y cómo fue esa primera convocatoria? ¿Te llamó el propio Bilardo?
-Si en casa no teníamos ni cocina, ¡qué íbamos a tener teléfono! Me enteré por José María Muñoz, por su programa de radio cuando dieron la lista. Yo vivía en Llavallol y solo sabía que debía ir a Ezeiza para presentarme en la selección. ¿Qué hice? Me fui a River. Llegué, me cambié y fui para el entrenamiento. Y me ve el ‘Bambino’ : “Neeeeeeegro, qué haces acá querido, vos estás convocado para jugar en la selección, vas a jugar el Mundial, andate para allá!”. Yo le tenía, no sé si era miedo, pero sí mucho respeto a Bilardo. Agarré el auto, fui a Ezeiza y lógicamente llegué tarde. ¡Tenía unos nervios! Me acerqué despacito a Bilardo con un cagazo… Llegué a su lado y apenas le dije ‘Carlos…’ Y me cortó, me dijo ‘andá para allá pibe, andá para allá’, me limpió… Jaja. Después empecé a entrar en confianza. Bilardo era puro amor, puro amor, era muy estricto, pero te dejaba ser vos en la cancha. Nunca nos cortó nada. “Inventen”, nos decía. Entre Menotti y Bilardo no hubo tantas diferencias, a los dos les gustaban los muy buenos jugadores.
-¿Lo vas a visitar a Bilardo?
-Fui una vez, la primera. Me parte un poco el alma, yo lo quiero como a mi viejo a Carlos. Siempre hablo con Gloria, cuando aparece alguna foto vieja se la mando… Tengo una relación de muchísimo respeto con la familia Bilardo. Pero no… no, no fui más a verlo… Yo creo que Carlos siempre supo que me iba a llevar a México. En 1983 me llevó al torneo de Toulon, pero me aclaró: ‘No vas a jugar ni un minuto, acá vas a aprender a comer, a cambiarte, vas a aprender qué significa ser jugador de selección’. Y cumplió: no jugué ni un minuto. En ese plantel estaban Pumpido, Ruggeri, Batista, Gareca, el Tata Martino, Comizzo, Rubén Insua, Gasparini, Ramón Centurión, Pedro Monzón y Gustavo Costas, entre otros. Perdimos con Brasil la final por penales. En los primeros partidos me vendaba, y al final ya iba al banco en ojotas porque realmente no iba a jugar. Después de eso, Carlos nunca más me llamó... hasta que casi sobre el mismo Mundial, me citó.
-Fue sorpresiva tu convocatoria. Fuiste a México ’86 en lugar de Miguel Ángel Russo….
-Sí, yo fui por él al Mundial, y eso que Miguel era como un hijo para Bilardo. Eso habla muy bien de Carlos y a Miguel jamás se le escuchó una queja ni hizo una crítica. A la vuelta de México leí un Gráfico en el que un jugador, al que no voy a nombrar, pero jamás lo olvidaré, dijo: ‘Bilardo está loco, lo lleva a Enrique, al que conoció en el avión’. Cuando lo leí yo ya era campeón del mundo. Y Miguel, el perjudicado directo, jamás dijo nada. Habrá estado caliente y dolido, pero nunca abrió la boca. Y jamás bajó los brazos. Fui en lugar suyo a México, y ahí no jugué de 8 como en River, sino por adentro, en todos los sectores de la cancha, algo parecido a lo que hoy hace Enzo Fernández. Todo esto que hoy vemos que hace esta selección espectacular, nosotros lo hicimos en el ’86.
Cuando aparece Miguel Ángel Russo en la charla, el ‘Negro’ Enrique siente que debe hablar de él. Que es la oportunidad de tributarle gratitud al hombre que acaba de partir. “En el año 1989 yo jugaba en River. Estaba yendo al entrenamiento cuando freno en un semáforo en la avenida Pavón, llegando a Escalada. Yo iba en una GTA negra espectacular y al lado para un Duna blanco, que quemaba humo negro… jaja. Era Miguel Russo. ‘Hola Negro, ¿cómo te va? Estoy contento –me dice- porque hoy hago mi primer entrenamiento como técnico de Lanús’. Lo felicité, le dije que le iba a ir muy bien. Y me fui a los pedos… Las vueltas de la vida… ¿no? Después fue como que al Duna lo compré yo, jajaja. Miguel hizo una carrera maravillosa como entrenador”, cuenta. Y se acomoda para abundar en detalles casi desconocidos.
“En 1990 salí campeón con River, pero después quedé libre y me fui a Deportivo Español. En River ya no me habían querido, y en Español jugué 6 meses y tampoco me querían más… Un día jugamos con Español en la cancha de Unión y se apareció Miguel por Santa Fe: ‘Negro, vine a decirte que quiero que juegues en Lanús’. Me quedé helado. ‘Uhhhh, qué alegría que me das’, le dije. Y me fui a Lanús. El que me hizo sentir nuevamente jugador, respetado y querido, fue Miguel Russo. Salimos campeones de la B Nacional y Lanús volvió a ascender, su último ascenso, en 1991/92”. Enrique habla con reverencia y orgullo.
“Se notaba que venía de la escuela de Estudiantes, un tipo con mucha personalidad –avanza Enrique-. Como técnico no se casaba con ninguno, tipo Bilardo. Era exigente en los entrenamientos, pero a la vez les daba mucha libertad a los jugadores. Yo ya estaba hecho mierda de la rodilla, si yo hubiese sido el técnico no me ponía, pero se venía un partido contra River, y Miguel me dijo: ‘Negro quiero que juegues, necesito tu experiencia’. Y ganamos 3-2, no por mí, claro, pero él se fijaba mucho y valoraba mucho el oficio del futbolista. Sabía manejar de taquito a un grupo, nunca se alarmaba por nada. Un maestro. Después de ese torneo vino hasta mi casa y a los ojos me dijo que ya no me iba a tener en cuenta. ‘No pasa nada Miguel, está bien, yo ya arreglé con un equipo japonés, ¿solo me dejás entrenar?’, le pedí. Y sin dudarlo me dijo que sí, un caballero. Muy distinto a Passarella, al que sí le tuve bronca cuando me fui de River. Para Miguel, solo respeto y agradecimiento... Y si te ponés a pensar, fue el último técnico de mi carrera en la Argentina”.
-¿El ‘Negro’ Enrique del ‘86 era una mezcla de De Paul, Enzo Fernández, Mac Allister y Paredes?
-Qué impresionante lo que me decís, no lo había pensado así. Veo en todos ellos a jugadores muy parecidos a mí, por despliegue físico, por manejo, por su capacidad para meter bochas que lastimen… Siempre lo pensé: para qué jugar con tantos delanteros, mejor muchos volantes que lleguen a posición de gol. Y a la hora de defender, tienen que defender todos. Pero todos.
-Hace casi 40 años que andás por la vida como campeón del mundo…
-… ¡Qué viejos que estamos! Tantos recuerdos… Diego contaba que de pibe tenía el sueño de ser campeón del mundo. Bueno, para mí, ponerme la camiseta de la selección ya era salir campeón del mundo. A mí me costó todo… Yo por ahorrarme unos mangos para ir a entrenar me colgaba del tren, y mi bolso era una bolsita de nylon y lo único que sobresalía era mi codo. Y en el puente de Escalada, un fierro me golpeó… y zafé, solo perdí la bolsita en la que llevaba mi único pantalón corto que me había hecho mi vieja. El boleto de bondi valía 20 pesos de Lanús a Loma Verde, mi barrio, y yo sacaba el de 10… Hasta que un día frenó el colectivero y me dijo: ‘Pibe, tu boleto termina acá’. Y le digo, ‘Dale, tengo 12 años y me vas a tirar acá, todo oscuro…” Y me bajó. Y me fui corriendo a casa. En las inferiores e infantiles de Lanús me costó mucho, yo ni la tocaba. Yo era 9. Es más: River me compra como número 9, y cuando se va el uruguayo Cubilla y llega don Adolfo Pedernera, junto a Martín Pando y Federico Vairo, me llama y me dice: ‘Mientras yo sea el técnico, el 8 de River va a ser usted. Juegue tranquilo que usted es muy bueno’. El armó el gran River, y el ‘Bambi’ tuvo la viveza de dejar todo como estaba. Ya en la Primera de River los hinchas me resistían, el 50% puteaba a mi mamá y el otro 50% a mi papá. Si hasta un día le pregunté al Nano Areán si me iban a sacar, y me contestó: “No Negrito, si te sacamos a vos ¿quién corre?”. River no es fácil, si hasta le costó al Enzo. Pero el secreto es entrenar. A los chicos les digo: es 40 minutos de Play y cuatro horas de entrenamiento, no al revés. Es trabajar a full.
-¿El River del ’86 fue el mejor de la historia? Ruggeri y Pumpido, por ejemplo, aseguran que sí.
-Nosotros no queríamos perder a nada. River tuvo muchos y muy buenos equipos, pero el nuestro era impresionante. Especialmente el del 85/86, porque Francescoli le daba otro brillo. Hablo del anterior al que ganaría la Libertadores. Después, sin Enzo, nos adaptamos a jugar de otra manera, más de contragolpe, e igual ganábamos en todos lados. Y ganamos la Copa del Mundo contra un equipazo, el Steaua, que hoy el nombre no dice mucho, pero le había ganado por penales la final de la Champions al Barcelona y prácticamente era la selección de Rumania. Si hubiésemos jugando contra Barcelona, a quien también le habríamos ganado, se le hubiera dado mucha más trascendencia.
El ‘Negro’ Enrique se alejó del fútbol, y a los 63 años ya no piensa en dirigir. Va poco a la cancha, aunque a veces se acerca hasta Brown de Adrogué para verlo jugar a su hijo Fernando. “Me encanta el ascenso. Yo empecé en la C y sé lo que sufren”, reconoce. Ramiro, el más chico, después de Banfield y Orlando City, ahora hace goles en Al-Kholood, de Arabia. Los del medio, Facundo y Martín, ya dejaron el rugby en San Albano y Pucará. El ‘Negro’ hoy es feliz en su casa de Burzaco, en su quincho tan maradoneano. Supervisa una fábrica de hielo que en sus bolsas puede leerse ‘Negro Enrique 12’ –por el número que llevó en México ’86- o camina media cuadra hasta la esquina de Mitre y Alsina y entra a la pizzería ‘Don Vito’, su otro emprendimiento.
Eso sí, de fútbol puede hablar durante horas y horas. Siempre con algo de reverencia y devoción. Veneración para alguien que terminará de tomar todo el protagonismo en la charla. “Los campeones del mundo de Qatar nos jerarquizaron a nosotros, los anteriores campeones. Porque muchos chicos no sabían qué es sentirse campeón del mundo. Ahora lo saben. Ni mi hijo, que ahora tiene 40 años, lo podía entender. Ahora todos los pibes lo vivieron. Antes yo les decía que había sido campeón del mundo y no me daban mucha bola… Bueno, ahora tampoco. Pero pasa algo especial: cuando los padres o los abuelos le dicen a un pibito que yo salí campeón del mundo con River y con la selección, me miran y está bien. Pero cuando les agregan que jugué con Maradona, les cambia la cara. ‘Ahhhh, ¿jugaste con Maradona?’, me preguntan. Lo que pasa es que Maradona es el fútbol. Salir campeón del mundo fue importante, pero más importante fue jugar con Maradona”.
-Vuelve a ser candidata la Argentina en 2026. ¿Por qué creés que no han perdido el hambre?
-¡Claro que son candidatos! La respuesta es muy fácil: si los campeones del mundo del ‘86 hubiésemos estado enteros como están estos chicos, hubiésemos salido campeones del mundo en el ‘90 y en el ‘94. No tengo dudas. Pero todos nosotros nos lesionamos. Miralo a Leo Paredes, la rompe. Y Ángel Di María también podría estar, quizás para entrar y liquidar los partidos. Se mantienen, están todos bien. De Scaloni decían que no tenía experiencia y yo, al contario, decía que le sobraba experiencia porque sabe lo que es un vestuario de selección y lo que representa esa camiseta. Él y su cuerpo técnico. Y tuvo un gran acierto: fortaleció la mitad de la cancha, y la mitad de la cancha es sagrada. ¡Cómo juega Mac Allister! Son tan buenos porque además de todo, saben jugar cuando no tienen la pelota. A Leo Paredes lo agarré en la Sub 15 y le dije que tenía todo para triunfar, pero debía esforzarse. Le dije: ‘Acá hay un vago, y ese soy yo. Dos en el fútbol es demasiado, y yo no juego más. Si no corrés, conmigo no jugás. Un error lo puedo perdonar, salvo que vuelvas caminando’. Y Leo le agregó eso, no por mí, claro, y es un crack. Un día estábamos comiendo en la casa de Mancuso y Paredes lo quería conocer al Diego. Le dije que se viniera, tenía 14 años. Ahí se conocieron, fue un momento muy lindo.
-Comiendo con Diego… dijiste. ¿Fuiste tan cercano de Maradona que en un momento llegaste a naturalizar estar con él?
-Nunca lo naturalizás, siempre es el Diego. Recuerdo que cuando dirigíamos en Dubai, los argentinos que pasaban me buscan porque me veían como la llave para llegar a Diego. Entonces yo los acomodaba en una tribuna y les decía que después Diego iba a pasar a saludarlos. Entonces me contaban: ‘Negro, estoy emocionado, me transpiran las manos, tengo ganas de llorar’. Y yo le respondía: ‘Te entiendo porque a mí me pasa exactamente lo mismo desde hace años’. Todos los días de mi vida me emocionaba por tenerlo al Diego cerca.
-¿Lo extrañás?
-No, no lo extraño porque estoy todos los días con él. En mi quincho hay más fotos de él que de cualquier otra persona. Lo que sí extraño es el abrazo de Maradona, en mi vida no conocí un abrazo más sincero que el de Diego Maradona. No hay otro abrazo con tanto amor. Cuando estoy en el quincho, y voy a la cocinita y quedo de espalda, siento que hay alguien. Esa es mi sensación. Y cuando lo miro en las fotos riendo, siento que se está riendo conmigo.
-¿Qué sentiste cuando se anuló el juicio?
-Yo hice un video pidiendo justicia por Diego… una persona que nos alegró el alma y la vida… Que quede todo en la nada me pone mal, pero no tengo dudas de que Maradona está mucho más vivo que aquellos que estuvieron a su lado en los últimos días de su vida. Estos soretes… Cada vez que yo conseguía un teléfono de Diego, me bloqueaban. Y yo, como conozco a Maradona, y se lo que le pasa cuando gana y cuando pierde, que se va allá abajo, lo quería ubicar cuando estaba dirigiendo en México. Pero me filtraban. Entonces un día le dije a mi hija Belén: ‘Belu, dame tu teléfono que a estos hijos de puta los vamos a cagar’. Y llamo. Y me atiende: ‘Negriiiiiiitooooooo’. Me emociono al recordarlo. Y le dije que yo siempre pensaba en él, aunque ya no estuviésemos trabajando juntos, y que no podía hablar más seguido porque me bloqueaban. Y él, pura ternura, me dice: ‘Negrito, yo no sé nada de bloquear teléfonos… Y yo sé muy bien lo que siento por vos, y yo sé muy bien lo que vos sentís por mí’. Nunca le solté la mano, yo sé lo que soy. Aunque hay un pelotudo, un abogado que dijo que me quedé con 30 mil dólares de Maradona. Es más, acá en la esquina de mi casa hice una cancha y le puse una frase que es mía y me encanta: ‘30 de octubre, la pelota está de fiesta porque cumple años el que más la hizo gozar: El Diego’. Le mandé fotos, un video y él me mandó a la oficina de no sé quién a buscar plata y nooooooooo, por Dios, ¡qué plata!! Y después tengo que escuchar a un bobo que conoció una pelota de fútbol cuando entró a una casa de deportes. Estúpido. Estos soretes me tienen sin cuidado. A los del ‘86 nos evitaban porque no querían que viésemos en qué estado lo tenían al Diego. El Diego no le falló a nadie, un tipo muy noble, un fenómeno. Más bueno que Maradona no vas a encontrar. Maradona nunca va a morir, los que están muertos son esos que estuvieron a su lado, ellos están en el cementerio porque no pueden caminar tranquilos por la calle. Soretes.
-¿No seguir como DT de la selección después de Sudáfrica 2010 estuvo entre sus grandes decepciones?
-Sí, le dolió mucho. A mí no me limpiaban, pero si el problema éramos nosotros, los demás del cuerpo técnico, nos íbamos solitos. Me dio mucha bronca y mucha pena que el Diego no siguiera, porque con él, sin dudas, también hubiésemos sido campeones del mundo porque uno aprende de los errores. Porque quedamos descompensados en la mitad de la cancha.
-¿Hicieron autocrítica después del Mundial?
-Perdíamos 1-0 con Alemania y en el entretiempo hablábamos con ‘Mancu’ y con Diego, y yo digo: ‘Tenemos que hacer línea de 3 porque nos falta gente en el medio’. Yo decía de poner a Jonás como volante por la izquierda, sacando a Otamendi. Entonces quedábamos así: Demichelis, Burdisso y Heinze; Maxi Rodríguez, Mascherano, Di María por adentro y Jonás tapando la salida de Lahm; arriba Leo, Pipa y Tevez. Y como que no nos animamos. Y me quedará siempre la duda, aunque capaz perdíamos 8-0. Contra los alemanes tengo el mejor y el peor recuerdo de mi vida: el 3-2 del Azteca y el 0-4 de Sudáfrica 2010.
-¿Te hubieses imaginado que Messi, 16 años después de aquel Mundial, iba a jugar su sexta Copa del Mundo?
-Es un monstruo, un genio total. Hizo una carrera espectacular y todavía nos deleita. El Messi de Sudáfrica no tuvo suerte, no pudo hacer un gol mientras todos los arqueros rivales se convertían en figuras. Yo lo vi llorar como a un nene en el vestuario después de perder con Alemania. ¡Y cómo lloraba! Él se merecía ser campeón del mundo en Qatar. Y también estoy feliz por Di María, porque lo mataban. Antes del partido con Alemania hablábamos con el Diego de ponerlo a Di María por la derecha, alguna vez lo habíamos hecho y dijeron que éramos unos burros, pero mirá, el tiempo demostró que Di María por la derecha la podía romper. Estos pibes son espectaculares. Y ojo que Messi, que ya no le debe nada a nadie, va por más.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/hector-enrique-extrano-el-abrazo-del-diego-nid28102025/