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Ilustradores argentinos en alerta: un caso de “plagio” reaviva el debate por el uso de la IA

El avance de la...

Ilustradores argentinos en alerta: un caso de “plagio” reaviva el debate por el uso de la IA

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El avance de la inteligencia artificial generativa dentro del campo artístico encendió en el último tiempo una alarma entre escritores, fotógrafos, ilustradores, dibujantes y artistas visuales. Herramientas que prometen de alguna forma democratizar el acceso a la creación están utilizándose, en ocasiones, para replicar estilos e incluso personajes sin consentimiento ni reconocimiento a sus autores.

Lo que a los ojos de muchos usuarios parece una innovación fascinante, para otra parte del mundo artístico representa una forma de plagio: inteligencias entrenadas con materiales ajenos, prompts (instrucciones específicas que se les da a la IA para realizar una tarea) que imitan firmas reconocibles y plataformas que comercializan estilos como si fueran una especie de filtros disponibles para todos. La discusión ya no solo gira en torno al potencial de las IA, sino también de sus límites éticos, sus consecuencias legales y la amenaza concreta que implican para quienes viven del arte.

Recientemente, la ilustradora María Verónica Ramírez, creadora de Monstriña, advirtió que una obra suya —realizada en apoyo al Hospital Garrahan— fue replicada casi de forma exacta por una IA y circuló en redes sociales sin su autorización ni su firma. La imagen, que había sido concebida como una metáfora, fue transformada por la lógica de la IA en una representación literal, vaciando de sentido el dibujo original. “Fue una sensación de violación, de impunidad e impotencia”, expresó Ramírez en diálogo con LA NACION. Su testimonio expone una preocupación que es compartida por muchos artistas: la pérdida de control sobre lo que producen, el borramiento del autor y la banalización del proceso creativo frente a un algoritmo capaz de imitar, pero no de comprender una obra artística.

La Asociación de Dibujantes Argentinos (ADA) se hizo eco de la denuncia pública de María Verónica Ramírez y emitió un comunicado titulado La IA generativa como maquinaria al servicio del plagio. “Esto se trata de una demostración de lo que son capaces de hacer estas tecnologías cuando son utilizadas irresponsablemente, inclusive por gente que no necesariamente es profesional (que sería terrible si lo fuese), sino por personas ignorantes o que desconocen sobre leyes de Derechos Autorales y el sentido de las mismas", expresa el texto.

En el mismo comunicado, la asociación advierte: “Muchos sostienen y defienden esta falsa democratización del arte alegando que los derechos de autor responden únicamente a intereses comerciales, y que hay un cambio de paradigma económico en curso que debería transformar ese sistema. Pero este debate debe tomarse en serio. La propiedad intelectual no es un asunto menor: para muchos artistas, representa su único capital y la fuente de ingresos que les permite seguir creando. Aún más importante es lo que está en juego en términos ideológicos: la vulneración directa de la creatividad y del sentido mismo de la autoría”.

Ramírez contó a LA NACION que se enteró de la réplica de su viñeta por una colega y que rápidamente identificó que se trataba de una imagen generada por IA. “Los dibujantes tenemos el ojo entrenado. Nos damos cuenta cuándo algo fue hecho con IA o por una persona. Sabemos si hay un trazo con pulso detrás, por más que se intente simular que no. En este caso, me di cuenta por una serie de detalles, pero puntualmente porque en la imagen plagiada hay un piolín que sale de un ojo en lugar de salir del barbijo. Eso es claramente un error de la IA”.

Monstriña, explica Ramírez, es un personaje que creó hace más de diez años y tiene un universo simbólico propio, donde conviven monstruos, sombras, amigos invisibles y metáforas visuales. “En esa ilustración yo había dibujado a un médico invisible, como metáfora de lo que está pasando con los médicos del Garrahan y el sistema de salud. En la copia generada con IA, ese cuerpo fue rellenado: le pusieron rostro, manos, piernas… Eso refuerza esta lógica de que todo en redes sociales tiene que ser digerible, fácil de entender, eliminando toda posibilidad de metáfora o de libre interpretación”.

La inteligencia artificial no produce arte: produce un refrito

Liniers

Ricardo Siri, Liniers, también aportó su mirada sobre el fenómeno. En diálogo con LA NACION, reflexionó: “Todavía estamos en una etapa muy temprana y no sabemos bien hacia dónde va todo esto. Como artista, me inquieta esa especie de atajo hacia el producto final que propone la IA. Obtener el resultado sin pasar por el proceso tiene algo de triste. La IA nos da una imagen sin que ninguna persona se haya sentado a hacer todo el trabajo previo, es querer el resultado sin el esfuerzo”.

Liniers considera que todos nos deberíamos hacer una pregunta más profunda: “¿Por qué consumimos arte? ¿Por qué no es lo mismo un ploteo de la Capilla Sixtina que la Capilla Sixtina? ¿Por qué vamos a ver recitales si podemos escuchar la misma canción en casa? Porque lo que nos interesa en una obra de arte no es la perfección, sino la humanidad que hay detrás. Muchas veces se piensa que cuanto más perfecto es el arte, mejor. Pero si fuera así, todos escucharíamos solo a Beethoven, miraríamos solo la Capilla Sixtina y leeríamos exclusivamente a Shakespeare. Y sin embargo escuchamos a los Ramones, leemos historietas, nos gustan los dibujitos de Liniers -comenta entre risas- Porque lo que buscamos detrás de una obra de arte es la humanidad".

“Y la inteligencia artificial, en este sentido, no produce arte: produce un refrito, una fotocopia de la humanidad, pero no la humanidad misma. Y todos sabemos que una fotocopia nunca es lo mismo.”, expresa.

Más allá de la reflexión estética, el historietista también hizo hincapié en el uso de las obras existentes para entrenar modelos de IA: “Desde Hayao Miyazaki hasta el último de los ilustradores, todos le ponemos mucho esfuerzo para desarrollar conceptos, ideas y personajes. Cuando la IA toma todo eso, lo devuelve con una versión apenas cambiada, y encima se lo festeja como algo divertido… bueno, ahí sí hay algo claramente inmoral. Esa discusión va a tener que resolverse desde el lado legal, porque la gente tiene que cobrar por su trabajo”.

Incluso a nivel personal, Liniers se cruzó con imágenes que imitan su trazo. “Mi hermano, que está muy metido con esto, a veces me manda dibujos generados por IA con mi estilo. Y yo puedo reconocer exactamente de qué historieta salieron. Me acuerdo de haber dibujado a Enriqueta sentada en una hamaca, y se qué dibujo uso la IA para eso”, contó. Por eso propone una forma mínima de regulación: etiquetar claramente los materiales generados por IA. “Como con la comida: si algo no es carne, queremos que lo diga. Lo mismo debería pasar con el arte: si es IA, que se sepa y que cada uno decida si quiere consumir ese material o no”.

Finalmente, reconoció que no todo es negativo: “La inteligencia artificial ya forma parte del presente. El desafío es resolver cómo hacer para que su uso sea lo más justo y funcional posible. Seguramente en otras disciplinas su uso va a ser espectacular, como en la ciencia o en la medicina. No funciona pelear en contra de los saltos evolutivos”.

El ilustrador Poly Bernatene, expresidente y miembro de la Comisión de Inteligencia Artificial en ADA, amplió en diálogo con LA NACION: “No conocemos aún otros casos de plagio puntuales como el de María Verónica, pero sí podemos hablar del robo descarado de estilos de artistas, tanto fallecidos como vivos. En algunas plataformas se comercializan y comparten prompts o LoRAs para replicar estilos sin consentimiento ni retribución a los autores. En Argentina, podemos encontrar ejemplos con obras de Liniers, Caruso, Quino, Burdisio, Anto Fant y muchos otros casos que son difíciles de rastrear”.

Bernatene también advirtió sobre una reciente publicación en el país de un libro infantil ilustrado íntegramente con IA generativa. “Estamos preparando una carta privada para la editorial, con el objetivo de que puedan reflexionar sobre la gravedad de este tipo de decisiones”, señaló.

La situación legal, además, es incierta y desfavorable para los artistas. “Desgraciadamente, es prácticamente imposible iniciar acciones legales. Existen vacíos normativos y un gran poder concentrado en las corporaciones tecnológicas que desarrollan estas herramientas”, explicó.

Ante este panorama, desde ADA proponen estrategias de autodefensa que incluyen concientización, educación en redes sociales, cláusulas en contratos que impidan el uso de obras con fines de entrenamiento de IA y alianzas con otras instituciones. “Nos hicimos parte del Foro Internacional de Autores (IAF) para compartir acciones a nivel global, y estamos trabajando con diputados de Unión por la Patria en un proyecto de ley para regular las Inteligencias Artificiales generativas”, concluyó Bernatene.

Controversias internacionales y vacío legal

Los ejemplos en los que el uso de inteligencia artificial roza —o directamente cruza— los límites permitidos se multiplican y generan respuestas de autores, asociaciones y colectivos culturales. Hace unos meses, el italiano Andrea Colamedici, ensayista y editor, utilizó dos de estas plataformas para escribir un libro que firmó como Jianwei Xun, un supuesto filósofo de Hong Kong que, en realidad, no existía: era una creación ficticia generada por IA.

Otro caso que generó polémica fue la aparición -gracias a una actualización de ChatGPT- de imágenes generadas con el estilo del animador japonés Hayao Miyazaki, fundador de Studio Ghibli. Miyazaki se había manifestado públicamente en contra del uso de inteligencia artificial en la animación, y definió estas prácticas como “un insulto a la vida misma”.

En el ámbito editorial, varias casas internacionales anunciaron su intención de incorporar IA para la publicación de libros en distintos idiomas, lo que generó inquietud entre traductores profesionales. En Argentina, la Unión de Escritoras y Escritores (UEE) publicó un comunicado en el que reclamó que los contratos de edición incluyan cláusulas “claras y precisas” sobre el uso de estas tecnologías. Actualmente, la mayoría de las editoriales no contempla disposiciones que regulen su utilización —ya sea para diseñar tapas, escribir, corregir o traducir— ni cláusulas que prohíban expresamente que los libros sirvan como insumo para el entrenamiento de modelos de lenguaje, sin consulta previa a sus autores.

Mientras tanto, las demandas judiciales por infracción de derechos de autor ya avanzan en países como Estados Unidos y Reino Unido. Sin embargo, en buena parte del mundo el vacío legal persiste: no existe una regulación clara que defina qué se considera una obra original cuando la autoría está mediada —o directamente reemplazada— por una máquina.

“Creo que, de forma urgente, debe establecerse un marco regulatorio internacional y que la misma IA desarrolle herramientas para proteger las obras originales, por ejemplo, encriptarlas. No debería ser tan difícil de hacer. Yo no estoy en contra de la inteligencia artificial, pero detrás de cada herramienta hay una persona. Todo depende de la conciencia con la que se la use. Hay muchas horas de trabajo detrás de una imagen, y es necesario generar conciencia sobre eso”, concluyó María Verónica Ramírez, quien además explicó que están trabajando de forma colectiva con la ADA para evaluar la viabilidad de iniciar acciones legales.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/ilustradores-argentinos-en-alerta-un-caso-de-plagio-reaviva-el-debate-por-el-uso-de-la-ia-nid07072025/

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