Jaz Coleman, el cantante inglés que vive en Buenos Aires, odia ”el imperialismo” e impulsa un ciclo al que bautizó Malvinas
Jaz Coleman enciende un habano. Con el fuego moldea el tabaco después de cada pitada. Y lo primero que dice es: “Vamos en camino a convertirnos en un mundo de esclavismo digital”. Luego desarr...
Jaz Coleman enciende un habano. Con el fuego moldea el tabaco después de cada pitada. Y lo primero que dice es: “Vamos en camino a convertirnos en un mundo de esclavismo digital”. Luego desarrolla: “El Reino Unido va a lanzar su moneda digital, eso significa que si no hacés lo que el Gobierno quiere, te pueden desenchufar del sistema en cualquier momento y dejarte sin comida, sin nada”.
Nacido en Inglaterra en 1960 y líder de la banda post punk Killing Joke, Jaz Coleman hoy vive en Argentina e impulsa Club Malvinas Underground Forum, un ciclo pensado para impulsar el diálogo entre expresiones emergentes y creativas de todo tipo, desde música a otras artes, que este 29 de junio tendrá su segunda edición en Club Lucille (Gorriti 5520).
Jaz Coleman vive en Argentina desde principios de 2024 y las causas que lo motivaron a vivir aquí parecen bien simples. Luego de la muerte de Georgie Walker -su socio compositivo en Killing Joke- en 2023, decidió empezar su vida de cero en un país con el que no tuviera más relación que un interés por la cultura. Hasta entonces, solo había estado en Buenos Aires en 2018, cuando con Killing Joke dieron un concierto en The Roxy. Seis años más tarde, sus inquietudes lo llevaron a evaluar la posibilidad de residir en Sudamérica. Conoció a Luciana, su actual pareja, manager y colaboradora, y desde entonces vive en el Gran Buenos Aires, con el objetivo de desarrollar una escena artística underground en un país que el considera “con mucho potencial”
El detalle no es menor: un inglés elige usar Malvinas como nombre de un proyecto. Para Coleman, jamás hubo discusión al respecto. En 1982, junto a su banda publicó “Empire Song” y hoy afirma: “Odio el imperialismo, un tío siempre me contaba sobre los excesos de los británicos en sus colonias; eso me quedó para siempre en la memoria”. Criado en el seno de una familia de ascendencia anglo pero también asiática, dice que desde pequeño pudo “ver los dos lados de la historia”.
La cultura y la geopolítica se empastan continuamente en el discurso de Jaz Coleman. Con Club Malvinas pretende “alentar un renacimiento creativo con música”. Y asegura que aquí en Argentina encontró “un país más resiliente que cualquier otro”. “Nadie ha experimentado tantos quiebres económicos a través de la historia. Los argentinos son amables e increíblemente hospitalarios. Lo dan por sentado, pero cuando te vas del país te das cuenta de lo humanos que son los argentinos”.
-¿Cuánto de las prácticas del post punk se traslada hoy a tu forma de moverte artísticamente?
-Todo lo que hago en mi vida está conectado a la contracultura. Mi generación es, posiblemente, la última en creer que la música podía cambiar el mundo. Por eso creé el Club Malvinas. Es un lugar para conocer a otros artistas. El uso de celulares está prohibido ahí, para forzar la interacción entre seres humanos. Estamos allí por propósitos creativos. Nadie va allí a hacer dinero, tratamos de que todo mantenga un precio similar al de dos cafés. Es un evento que no responde a tendencias sino a la idea de cambiar las cosas.
-Se suma ahí el concepto del D.I.Y. (Hazlo Tú Mismo) tan importante para el punk y el post punk...
-Bueno, yo creo que el movimiento punk fue fabricado por Malcolm McLaren, pero lo que inspiró fue increíble. Y lo que vi en ese entonces fue que la música podía cambiar la vida de las personas, y creo que eso sucede a nivel individual primero y a partir de ahí vas encontrando otros individuos que sienten algo similar. Pienso mucho en la idea de Maslow sobre las jerarquías y creo que los centros artísticos deberían construirse así, como lugares aislados y autosuficientes. Estas prácticas descentralizadas son a las que debemos apuntar porque la globalización ha muerto.
-¿Cómo entra el arte en tensión con este mundo digitalizado y en conflicto del que hablás?
-Estoy un poco conflictuado con eso. Creo que tenemos que hacer del arte algo que todos puedan tocar, que sea tangible. El trabajador es alguien que hace las cosas con sus manos, el artesano el que hace las cosas con sus manos y su cabeza, el artista el que hace las cosas con sus manos, su cabeza y su corazón. En cierto punto, todos estamos unidos y partimos de lo mismo. Entonces, se reduce a la pasión, hacer algo a tu máximo nivel porque significa que vas a estar conectado con tu don y con Dios. San Agustín hablaba de eso, del amor, de Dios y de hacer lo que está en tu voluntad, porque veía a Dios como un estado de Libertad.
-Otro de tus intereses es la geopolítica, ¿cómo ves el presente y que relaciones encontrás con la de finales de los 70?
-La diferencia es que ahora tenés múltiples puntos de conflicto. India y Pakistán, India y China, Rusia y Ucrania, Israel e Irán, las dos Coreas... Y está la tentación de usar armas nucleares por parte de los que no pueden ganar las guerras en territorio. Hoy estamos más cerca de una tercera guerra mundial que durante la Crisis de los Misiles de Cuba.
-¿Cómo ves que Argentina entre en la discusión geopolítica en la era de Javier Milei?
-Creo que él es un enemigo de la humanidad. El Foro Económico Mundial es diabólico y todos los que participan de él son parte del problema. Sueño con el día en el que haya un nuevo Nüremberg para todos estos fascistas corporativos.
-¿Y qué creés que va a pasar en el futuro cercano?
-He dedicado mi vida a pensar estas cosas. Estamos en una época de policataclismo. Si googleás “Campi Flegri” vas a encontrar que hay volcanes a punto de entrar en erupción. Podemos entrar en temperaturas bajo cero en todo el mundo, y por otro lado hay tormentas solares. En 2029 habrá asteroides pasando muy cerca de la Tierra. Es cuestión de ver qué queda de la sociedad, qué elementos podemos rescatar luego de todas estas convulsiones.
-Hablabas de San Agustín antes. ¿Qué rol pensás que tiene Dios en la sociedad hoy?
-Es un punto clave. Creo que la forma en la que percibimos a Dios puede verse limitada por los dogmas. Para mí, la consciencia es Dios y lo que importa es cómo evoluciona la condición humana y el énfasis en la experiencia. Pienso en Dios como una consciencia eterna. Es un pensamiento que no necesariamente coincide con la teología más ortodoxa, pero tengo la sensación de haber reencarnado muchas veces, tal vez sea por mis genes indios que esa idea resuena en mí. Me pasa que a veces conozco a alguien y al instante sé todo sobre esa persona.
-Se cumplen 45 años del primer disco de Killing Joke, que influenció a artistas como Metallica, Nirvana y Nine Inch Nails. ¿Qué recordás de esa época cuando mirás en retrospectiva?
-¿Qué puedo decir? Son tiempos distintos y era una mierda diferente. No hay que engañarse, también fueron momentos de mierda. La gente glorifica el pasado pero era también otro tipo de miseria la que se vivía. El terror por una guerra podía sentirse, ahora la gente está ocupada en Internet. Pero, volviendo a ese disco, son grandes recuerdos, fue una curva de aprendizaje enorme para nosotros. Muchos éramos adolescentes y nos mandamos a producir ese disco por completo de manera independiente.
-¿Y hoy cuáles son tus intereses musicales?
-Trato de escuchar el sonido de los pájaros, de la naturaleza. No quiero escuchar mucha música porque siento que me condiciona de manera inconsciente y prefiero escuchar mi voz interior para componer. Me interesa experimentar con microtonos, con las pequeñas trampas que nos hacemos al oído. Así que lo próximo que grabaré seguro incluya bandas y música clásica. Todo parte desde mi teclado y mi oído me va diciendo qué instrumentación usar.