Jorge De All: Cómo un grupo de médicos voluntarios lleva atención sanitaria a los lugares más olvidados del país
Es médico clínico, presidente del Sanatorio Otamendi y fundador de la ONG Cuerpo & Alma. Habla con la serenidad de quien hace veinte años decidió llevar la medicina más allá de los consultori...
Es médico clínico, presidente del Sanatorio Otamendi y fundador de la ONG Cuerpo & Alma. Habla con la serenidad de quien hace veinte años decidió llevar la medicina más allá de los consultorios. Su historia es la de un grupo de profesionales que viaja a los rincones más aislados del país para brindar atención sanitaria gratuita a quienes viven fuera del sistema. De All pone en primer plano lo que define su vocación: la convicción de que la salud y la empatía pueden transformar realidades.
A lo largo de la charla, repasa cómo nació Cuerpo y Alma, los desafíos de atender en el Impenetrable chaqueño y el impacto que generan las 25.000 consultas anuales y las más de 800 cirugías que realizan junto a más de 600 voluntarios. Habla de su padre, de sus maestros, del juramento hipocrático y del sentido profundo de ejercer la medicina con compromiso. También reflexiona sobre el sistema de salud argentino, la desigualdad estructural y la necesidad de que cada uno —desde su lugar— se ponga al hombro las pequeñas batallas que construyen un país más justo.
—Durante las entrevistas que mantuvimos, tuvimos a científicos, tuvimos a médicos, hablamos de tecnología, de inteligencia artificial, de los últimos avances en medicina, longevidad… hablamos de todo. Hoy estamos con Jorge De All para hablar de otro lado de la medicina, el lado más importante: el lado humano de la medicina.
—Gracias por la invitación.
— ¿Hace cuántos años existe Cuerpo & Alma?
—Veinte años.
—El objetivo de Cuerpo y Alma es brindar asistencia y educación para la salud en comunidades vulnerables del norte argentino. Pero, es mucho más que eso...
— Empezamos en 2005 siendo 12. Hoy, veinte años después, somos más de 600 médicos de distintas especialidades y voluntarios con o sin profesión. Hay psicólogos, oodontologos, enfermeras. Es gente que quiere ayudar, se incorpora y viene a los viajes al norte.
—¿Cada cuánto hacen los viajes?
—Hacemos aproximadamente 18 viajes al año. En el último que hicimos viajamos 25 personas al impenetrable chaqueño, una de las regionas más vulnerables del país por su pobreza y aislamiento geográfico, que es una de las claves para nosotros como criterio y como concepto de atención. Porque hay gente que muchas veces no solo está fuera del sistema, sino que está muy lejos del sistema.
Imagínate que en esa semana atendimos 7 mil consultas e hicimos 387 cirugías, de las cuales 56 fueros de cataratas. El cirujano que ese día estuvo a cargo del quirófano oftalmológico, me dijo: “Hoy operamos dieciséis pacientes de cataratas. Los dieciséis llegaron ciegos”.
La cirugía de cataratas es extraordinaria porque permite que un paciente que está ciego empiece a ver. Siempre digo que son vidas concretas, de gente con nombre y apellido, de carne y hueso, que uno puede transformar.
—Con un impacto directo en su calidad de vida.
—Ese es nuestro enfoque. Tiene que ver con cuidar a los ancianos, en el caso de la cirugía de cataratas, que en general son pacientes mayores de sesenta años. Y a los más chiquitos, para evitar la discapacidad a futuro. Y muchas veces encontramos chicos que no pueden leer el pizarrón porque no tienen un par de anteojos.
De hecho, te cuento otro ejemplo concreto: no de este viaje, sino del anterior. Una chica de 37 años nos relataba que ella veía muy mal, tenía visión bulto. Su papá le había dicho que cuando tenía cinco o seis años había tenido un golpe muy fuerte en la cabeza y a partir de ese momento no veía.
Ella crió a dos hijos, “ciega”, y cuando viene a la consulta, le ponemos los lentes de prueba y se corre de la línea de visión y empieza a ver el cartel de prueba, se pone a llorar. Veía perfecto: solamente necesitaba un par de anteojos, por primera vez en su vida, a los 36 años.
Esa es la dimensión del problema, que lo cuento con ejemplos para entender el trasfondo y el contexto de lo que estamos hablando. Y en ese caso, o casos peores, podrías haber tenido una escolaridad completamente perdida, desperdiciada.
Son oportunidades perdidas. Es lo que hablamos muchas veces del trasfondo de la pobreza. Y la pobreza no es un indicador económico. La pobreza es una serie de oportunidades perdidas que se ven muy concretamente en lo que tiene que ver con educación y con salud. Son los chicos que a veces se mueren desnutridos o se mueren por una diarrea infantil en lugares donde no hay agua potable, o se mueren de chagas, o no se pueden escolarizar por este tipo de cuestiones.
— Ese es otro de los grandes focos que tienen: chagas y prevención.
—Argentina es el país del mundo con más enfermos de chagas. Si comparás: hay más o menos 1.400.000 enfermos en Argentina, y enfermos de HIV (una enfermedad mucho más conocida y vinculada a nuestro ámbito social) hay cerca de 120.000 pacientes. Fíjate la diferencia abismal en números. Es una enfermedad histórica olvidada porque es de los más pobres entre los pobres; los invisibles, los “nadies”, los olvidados. Y por eso no es tan relevante, por eso no sale más en los medios. Porque fijate el número del que estamos hablando: es tremendo. Además, es una enfermedad curable.
—¿Se contagia por la vinchuca?
—Hay dos formas principales de contagio del chagas. La primera es la vinchuca; la segunda es la transmisión de la madre al feto. Por eso hay que ir a buscar siempre a la mujer embarazada para hacer prevención y tratamiento del chiquito, una vez que nació. Porque la mujer embarazada no se puede tratar, dado que la medicación es tóxica para el embarazo. Entonces hay que esperar que el chico nazca y evaluarlo en los primeros meses de vida.
—Todos estos médicos que se sumaron a ustedes en este trabajo, ¿qué perfil de médicos son?
—Tienen el perfil del juramento hipocrático.
Lo que siempre decimos en el equipo es que las personas que están dispuestas a subirse a un colectivo o un avión —o lo que sea— e irse una semana a trabajar al Impenetrable chaqueño, con gente que no conoce, dejando su trabajo, su familia, sus amigos, se seleccionan solas porque es una cuestión de compromiso, nada más. El que tiene esa capacidad de compromiso, creo que tiene todas las capacidades para estar trabajando en ese lugar. Y sí, creo que es una experiencia transformadora para nosotros, sobre todo para los más jóvenes.
—¿Hay jóvenes, no?
—Hay jóvenes y hay eminencias también. Hay de todo, porque se trata de armar un equipo. Y la medicina tiene mucho que ver con los equipos de trabajo: no hay individualidades. Esa magia en la medicina es, si querés, más para la novela que para la realidad.
La complementariedad en el ambiente médico es fundamental: tener al paciente en el centro, compartir ideas y transmitirlas adecuadamente al paciente y a la familia que está sufriendo. Y ahí se necesitan tanto los jóvenes como los experimentados.
—El juramento Hipocrático comienza con: “si se comprometen solemnemente a consagrar su vida al servicio de la humanidad y si juran conservar el respeto y el reconocimiento de sus maestros” ¿Cuán importantes fueron tus maestros?
—Muy importantes. Mi padre fue mi mejor maestro. Nació en un paraje rural muy parecido a los lugares en donde nosotros trabajamos. Fue absolutamente pobre y pasó hambre y su madre murió cuando tenía cinco años y fue vendedor ambulante durante una parte muy importante de su infancia y su juventud. Vendía, con una canastita por los caminos de tierra entrerrianos, peines, jabones y pañuelos. Una vez, en la escuela, la maestra le escribió una notita y le puso: “Si continúa así, será el orgullo de su familia y quizás de su patria.”
Era una persona muy inteligente, con una capacidad de trabajo fenomenal. Luego, pudo estudiar el secundario en Buenos Aires, en una escuela pública de calidad. Fue medalla de oro del secundario, pero trabajando de mozo, vendiendo corbatas…
Y de alguna manera nos transmitió eso que tiene que ver con el juramento hipocrático: poder brindar la medicina a cualquiera, desde el de la esquina más pobre hasta el presidente de la Nación. Y estar siempre muy conectado con sus orígenes y con la pobreza.
—Impresionante.
—Después, mi maestro de la medicina clínica, que fue Sarnuki. Fue un médico extraordinario, y también compartía un poco esa filosofía. Fue médico de los últimos presidentes argentinos, pero iba al Impenetrable a trabajar con nosotros y atendía al más humilde igual que al presidente. Y el otro fue Seinel Dín, que fue un gran maestro de la vida.
—Y para la próxima generación, ¿qué es lo más importante que tenés vos como legado de médico para los más jóvenes? Los que la pelean, mal pagos…
—Que somos un grupo de personas que tratamos de ayudar a otro grupo de personas. Nada más que eso. Con muchísima humildad, tratando de poner el foco y hacer un esfuerzo grande en dar esas batallas concretas, cuerpo a cuerpo, paciente a paciente, de resolver ese problema concreto, más allá de que el problema al cual nos enfrentamos es inmenso.
Transcurrir ese camino, dar el buen combate, dar esa batalla que nos toca —si querés, la que a nosotros nos tocó vivir en este momento histórico de la Argentina—, y no nos va a tocar otro.
Y si queremos colaborar y participar en la solución de los problemas argentinos, hay que ponerse a trabajar. No hay otra salida.
—Esa batalla es uno a uno, ¿no?
—Es del lugar que le toca a cada uno. Porque si nos quedamos en la crítica, en la tribuna, desde la frustración —porque la realidad es muy frustrante—, eso te lleva a la inacción y a la resignación, y eso es lo peor que te puede pasar. Cuando vas a ese lugar común en donde todos dicen “Bueno, Argentina necesita un milagro” y miramos para otro lado y cada cual sigue con lo suyo…
Y, el milagro de la Argentina tiene que ver con cada uno de nosotros, con las posibilidades de cada uno de colaborar para resolver, para comprometerse, para dar esas pequeñas batallas que son reales y concretas, pero hay que darlas.
—Una sumatoria de fuerzas individuales.
—Una suma, exactamente. Porque la salud es una pequeña parte de la problemática.
Y como el problema es enorme, nosotros ya hace unos años tratamos de juntarnos en una especie de alianza, en una red con organizaciones que trabajan en desnutrición infantil —mi mujer, Catalina Hornos, en educación en el ámbito rural, en desarrollo de proyectos productivos, en logística aérea y terrestre—. Entonces empezamos a mirar la realidad con la amplitud que realmente tiene y a profundizar cada uno con su expertise. Porque no sirve de nada que el que no tiene expertise trate de hacer otra cosa que esté fuera de su foco. Entonces, cada uno desde su parte.
—Supongo que llegás a tratar un ojo, o cualquier tipo de afección, y lo que terminás registrando es todo un entorno que necesita atención en muchísimos otros aspectos.
—Por supuesto. De repente es un bebito gateando desnutrido.
Todo ese tipo de problemáticas que son tan comunes, a veces tan poco visibilizadas, y que afectan directamente el funcionamiento de una familia y los recursos a los cuales puede acceder una familia.
—¿Y en todos esos aspectos sociales y emocionales, en qué suma Catalina ahí?
—Muchísimo. Muchísimo, porque yo creo que la realidad hay que abordarla con esta mirada integral, con esto del expertise, y el expertise tiene que ver con lo que más puede desarrollar cada uno.
En nuestro caso es la salud, pero en el caso de Haciendo Camino, todo lo que tiene que ver con desnutrición infantil y acompañamiento de las familias.
Haciendo Camino es una fundación, una organización que se dedica ya hace muchos años —cerca de veinte también— a acompañar familias muy vulnerables.
Este trabajo parte de la mujer embarazada, la mujer en una situación muy vulnerable, que muchas veces sufre violencia doméstica; de los chiquitos desnutridos, o de acompañar a esos chicos que están judicializados y no tienen un lugar donde vivir, con un hogar de niños que está en Añatuya y con catorce centros de nutrición infantil a lo largo de Chaco y Santiago del Estero.
—¿Y ahí podemos sumarnos apadrinando familias o chicos?
—Nosotros hacemos un gran esfuerzo para poder financiar, con recursos muchas veces desde Buenos Aires, y llevar esos recursos a los lugares en donde no hay acceso. No hay inteligencia artificial ni ciencia: son lugares donde no hay agua potable, no hay red cloacal, el agua tiene arsénico...
—¿Y en todos estos años qué pasó con tu familia? Se agrandó muchísimo, ¿no?
—Se agrandó mucho. La verdad que sí. Tengo una hija que tiene 23 años, pero después conocí a Catalina, y con Cati tuvimos cuatro hijos. Son la parte tremenda de la vida, porque tiene que ver con el afecto, con el amor, pero también con la demanda y el trabajo que implica tener niños. Además de eso, Cati, cuando vino de Añatuya —porque vivió seis años allá, creando Haciendo Camino y trabajando en terreno—, trajo siete chicos de los cuales tiene la tutela. Así que los chicos también son parte de este grupo familiar.
—¿Y cómo se adaptaron a esta familia enorme todos?
—Bueno, se adaptaron muy bien. Yo creo que se adaptaron muy bien. Por supuesto, no es fácil. Las familias habituales y tradicionales no son fáciles, y nosotros no somos la excepción. Todos tenemos nuestros problemas, pero estamos contentos y muy enfocados en cuidar a todos estos chicos, que son —te diría— lo más importante de nuestra vida.
—¿En algún lugar del mundo hay alguien que lo esté haciendo bien en materia de medicina, como sistema de salud ideal?
—Nuestro sistema de salud tiene muchas cosas buenas, y tiene muchas cosas malas, por supuesto. Y sí, en esas cosas que hay para mejorar, yo tengo una mirada muy orientada a la gente más vulnerable, si querés, por todo esto que hablamos y por lo que venimos trabajando hace tanto tiempo.
Pero después tenés problemas también en los conurbanos de las provincias que tienen mayor población —hablo de Buenos Aires, de Santa Fe, de Mendoza, de Córdoba—, en donde el acceso también es difícil, donde los recursos son escasos.
Y bueno, la medicina es cara.
—Eso es algo de lo que no terminamos de entender: la medicina es cara.
—Sí, la medicina es cara porque requiere medicación que es costosa, porque requiere equipamiento y renovación de equipamiento permanente, y sobre todo requiere —yo diría lo más importante— recurso humano: personas de calidad para poder atender a los pacientes de una manera adecuada. Primero vienen las personas, y después el resto de los recursos materiales. Pero se necesitan años para entrenar a un médico para poder largarlo a atender pacientes solo.
Nosotros tendríamos que velar para que un chico que nace en Capital Federal y un chico que nace en Formosa tengan las mismas oportunidades. Y hoy no pasa eso.
Y las provincias son autónomas en este caso: tienen absoluta autonomía en todo lo que tiene que ver con salud, con educación y con seguridad. Entonces tenemos que ver de qué manera ayudamos a las provincias a elevar la vara y nivelar hacia arriba.
Yo creo que ahí está el gran desafío de nosotros como país.
—Y qué impacto puede tener, por lo menos a nivel de entrenamiento de médicos en un territorio tan extenso como la Argentina, el uso de la telemedicina o la comunicación vía internet, como para poder tener contacto con un médico que está solo en el Impenetrable y tiene que hacer una consulta.
—Primero, necesitamos médicos adecuadamente entrenados en todos los lugares del país. No en todas las especialidades, pero sí en las especialidades que pueden resolver el 80% de los problemas: clínicos, pediatras, neurólogos, cirujanos, anestesistas. Eso es indefectible: que no haya que viajar tanto.
Ahora, sí que la tecnología puede ayudar muchísimo, y estamos en un momento de profunda transformación en lo que tiene que ver con tecnología y medicina. Y sí, las herramientas están llegando cada vez más a lugares más inaccesibles. Esa capacidad de interpretar la realidad necesitamos que esté más cerca de la gente, y ese es un gran desafío. Porque interpretar adecuadamente la realidad desde el punto de vista médico no es tan sencillo: requiere muchos años de capacitación, y lo que vos mencionabas hace un ratito.
—Recordale a la gente cómo puede ayudar.
—Cuerpo y Alma hace un trabajo cada vez más importante. Hoy hacemos cerca de 25.000 consultas por año y cerca de 800 cirugías anualmente, también, con un grupo de más de 600 profesionales, con equipos locales y con viajes cada vez más frecuentes.
Y, por supuesto, necesitamos más médicos —más médicos que puedan sumarse en todas las especialidades—, que puedan acompañar cada vez más viajes y aumentar la posibilidad de estar más cerca de los lugares más inaccesibles del país.
Entonces es muy importante eso, y por supuesto, la difusión, en la cual nos están ayudando ustedes también.
Uno hace clic y hay opciones de donaciones mensuales, que permiten sostener el trabajo durante todo el año y estar cada vez más cerca de la gente.
Nuestra estructura administrativa es muy pequeña, y ese concepto tiene que ver con tener la posibilidad de que el financiamiento vaya directamente a los beneficiarios.