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La elefanta Kenya llegó al santuario del Mato Grosso después de un viaje de cinco días

¡Y Kenya ya llegó al Santuario! Este mediodía, la última elefanta que quedaba en la Argentina llegó al Global Sanctuary for Elephants, en el Mato Grosso brasileño. Una grúa bajó la caja del...

La elefanta Kenya llegó al santuario del Mato Grosso después de un viaje de cinco días

¡Y Kenya ya llegó al Santuario! Este mediodía, la última elefanta que quedaba en la Argentina llegó al Global Sanctuary for Elephants, en el Mato Grosso brasileño. Una grúa bajó la caja del...

¡Y Kenya ya llegó al Santuario! Este mediodía, la última elefanta que quedaba en la Argentina llegó al Global Sanctuary for Elephants, en el Mato Grosso brasileño. Una grúa bajó la caja del camión y, con mucha lentitud, se abrió la puerta. Tardó unos minutos en salir, pero luego lo hizo sin prisa. Un nuevo mundo se abría ante ella.

Kenya salió de la caja rumbo al primer corral. Lejos quedaron las apuestas de cuánto tardaría. Apenas se le abrió la puerta, ella salió. Kenya ya vio a Pupy desde lejos y se hará muy de a poco la presentación. Al principio habrá vallas de contención entre ellas, y luego se las irán abriendo a medida que estén listas.

La elefanta que se fue de Buenos Aires y llegó al santuario del Mato Grosso

Fuera de la caja, la esperaban manjares a su disposición, que intentan distraerla y persuadirla para hacerle perder el miedo hacia todo ese mundo desconocido. Fueron 40 años de encierro: no se disuelven en un instante. Pero con paciencia, ella irá confiando día a día y descubriendo su libertad, su vida de elefante.

Anoche en Campo Verde, en el Matto Grosso, se hizo el cambio de camión. Siempre es un momento tan especial, que marca el final del viaje.

El acceso al Santuario es de tierra roja, y siempre en medio de la selva. Es necesario poder avanzar con el peso de Kenya en una rampa empinada que lleva al portón de entrada. Para ella, sin duda, el momento más desafiante fue en la grúa, en el camión más pequeño. Kenya entró al pueblo trompeteando, haciendo su entrada triunfal. Y desde allí, son 20 km aproximadamente hasta el Santuario.

“El viaje de Kenya fue una experiencia alucinante, verla entrar al lugar que va a ser su nuevo hogar y saber que va a estar rodeada de amor y de especialistas que la van a entender para suplir sus necesidades, es algo realmente conmovedor. Aunque al principio le costó relajarse y dormirse, con el correr de los días comenzó a descansar mejor. Al llegar al calor de Brasil, se la notaba más cómoda, tranquila y con más apetito. Uno de los momentos más emotivos del trayecto fue escucharla vocalizar cada vez que llegábamos o partíamos de un lugar, como si ella también estuviera despidiéndose o saludando”, dice Johana Rincón, veterinaria de la Fundación Franz Weber, y quien participó de todos los traslados.

“Esa forma tan única de expresarse fue, sin dudas, una constante que nos recordó su sensibilidad, a lo largo de todo el recorrido”, agrega emocionada.

La historia de Kenya

Kenya, la última elefanta en cautiverio del país, llegó a la Argentina en 1984 desde un zoológico alemán. Tenía solo cuatro años. Probablemente su madre murió intentando defenderla para que no la separaran de su lado. Así capturaban a los elefantes (todavía sucede) que se vendían a los circos y a los zoológicos. Casi siempre de pequeños.

Kenya vivió sola en un recinto del exzoológico de Mendoza durante 40 años. El proceso de preparación de Kenya empezó hace siete años. El objetivo fue siempre el mismo: sacar a todos los elefantes cautivos de la Argentina y llevarlos al santuario en Brasil, creado en 2012.

En el santuario fueron preparando los recintos y la estructura necesaria al mismo tiempo que los elefantes eran entrenados para poder llevar a cabo el viaje. Trasladar un elefante con malos tratos, con el tradicional bullhook o con descargas eléctricas, como se los usó en los circos, todavía en algunos zoológicos, o con los ejemplares destinados al turismo, a los juegos, al trabajo, o a cualquier otra actividad que implique obedecer órdenes ajenas a su propia naturaleza, es más rápido, y cruel, claro.

Cada uno de los elefantes con los que se pudo concretar el viaje a la libertad, sufrieron maltrato, encierro y abuso. El trabajo que se requiere para que ellos vuelvan a confiar en el ser humano es lento.

Experiencias diferentes

Cada una de las elefantas trasladadas se manejó de forma diferente. Mara, acostumbrada a subirse y bajarse de camiones hacia la promoción del circo, y con la mansedumbre habitual de las elefantas asiáticas, salió de su caja luego de cinco días de viaje. Salió muy segura y campante.

Con Pocha y Guillermina fue muy distinto. Ellas habían vivido toda su vida en un hueco. Sí, un hueco rodeado por un paredón de piedra que hubo que romper para lograr ubicar la caja en la que viajarían. Fueron 11 horas de espera desde que se abrió la caja de Pocha. Llovía, los guacamayos sobrevolaban y gritaban. Quienes observaban cada movimiento contenían el aliento. Cayó la noche y solo cuando Guillermina empezó a llamar a su madre, y Pocha a ponerse nerviosa, decidieron bajar del camión la caja de Guillermina. Solo en ese momento, al ver a su hija, Pocha se relajó y salió de la caja inmediatamente.

Con Pupy fueron nueve horas de espera. Cuando cayó la noche y todos los que estaban festejaban el cumpleaños de uno de sus cuidadores, Pupy decidió salir de su caja.

¿Qué pasará con Kenya? Lo sabremos en muy poco tiempo. Ellas irán eligiendo lo que harán. Fueron años de trabajo, espera, impotencia, desazón, esperanza. Y finalmente se logró.


Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/la-elefanta-kenya-llego-al-santuario-del-mato-grosso-despues-de-un-viaje-de-cinco-dias-nid09072025/

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