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La flor del honor y la paciencia: el misterioso encanto de la peonía

El género Paeonia, única representante de la familia Paeoniaceae, incluye entre 30 y 40 especies aceptadas, distribuidas naturalmente por Europa, Asia y América del Norte. Las peonías pueden se...

La flor del honor y la paciencia: el misterioso encanto de la peonía

El género Paeonia, única representante de la familia Paeoniaceae, incluye entre 30 y 40 especies aceptadas, distribuidas naturalmente por Europa, Asia y América del Norte. Las peonías pueden se...

El género Paeonia, única representante de la familia Paeoniaceae, incluye entre 30 y 40 especies aceptadas, distribuidas naturalmente por Europa, Asia y América del Norte. Las peonías pueden ser herbáceas, arbustivas (también llamadas peonías de árbol) o híbridas interseccionales (cruces entre ambas).

Las más comunes en jardinería son las herbáceas (Paeonia lactiflora, P. officinalis, entre otras), que mueren en invierno y rebroten en primavera. Forman matas redondeadas, de unos 60 cm a 1 m de altura, con hojas divididas, verdes o algo glaucas, y grandes flores que aparecen entre fines de la primavera y comienzos del verano. Las peonías de árbol (Paeonia suffruticosa y sus híbridos) mantienen un tronco leñoso que persiste todo el año y alcanzan mayor altura. Ambas tienen un sistema radicular sensible: no les gusta ser movidas una vez establecidas.

Las flores pueden ser simples, semidobles, dobles o “bombón” –un término que intenta describir esa flor densa, pesada, de pétalos infinitos y centro oculto– y se presentan en una paleta que va del blanco puro al rojo granate, pasando por todos los tonos de rosa, coral, lila, e incluso el amarillo y el crema. Muchas peonías tienen un perfume sutil y elegante.

Una particularidad de las peonías es su longevidad. Hay ejemplares que viven más de 70 años sin perder fuerza, floreciendo cada año en el mismo rincón del jardín. Pero solo si se las deja en paz, si se las planta bien desde el comienzo y si se acepta que no se las puede apurar.

Una flor con nombre de sanador

El nombre Paeonia proviene de la mitología griega: Paeon era el médico de los dioses, discípulo de Asclepio. Se cuenta que curó a Plutón con la raíz de esta planta, y que por eso fue inmortalizado en una flor. Desde entonces, la peonía está asociada al alivio, a la curación, a cierta forma de poder vegetal que actúa por dentro.

Durante siglos, la raíz de peonía se usó en la medicina popular europea para tratar desde epilepsia hasta dolores menstruales. En Asia, especialmente en China, fue y sigue siendo una planta de enorme valor simbólico y terapéutico. En la medicina tradicional china, se utiliza la raíz de Paeonia lactiflora por sus propiedades antiespasmódicas, sedantes y antiinflamatorias.

Pero más allá del uso medicinal, la peonía es una flor profundamente cultural.

China: la flor del honor

En China, la peonía es llamada mudan y ha sido considerada durante siglos la reina de las flores. Representa la riqueza, la nobleza, la belleza femenina, pero también el honor y la honestidad. Aparece en la poesía clásica, en la pintura de la dinastía Tang, en bordados imperiales, en cerámica y en los jardines de Suzhou.

Durante la dinastía Song, era cultivada en jardines privados con la misma dedicación que se le da a una obra de arte. Su imagen adornaba estandartes, muebles y abanicos. Aunque hoy la flor nacional china es la flor de ciruelo, la peonía conserva un estatus inalterable.

En Japón, también es apreciada, aunque con menos carga simbólica. Se la cultiva en jardines templados y se la asocia con la belleza serena. En Occidente, en cambio, la peonía llegó más tarde, y su auge comenzó recién en los siglos XVIII y XIX, cuando los primeros ejemplares llegaron desde Asia y comenzaron a cultivarse en jardines botánicos y luego en propiedades privadas.

Una flor que exige respeto

Cultivar peonías no es difícil si se parte de la premisa correcta: no tener prisa. La plantación debe hacerse en otoño, en un sitio soleado, con suelo profundo, rico y bien drenado. En las peonías herbáceas, los ojos de la raíz deben quedar apenas cubiertos (no más de 3 a 5 cm). Si se entierran demasiado, no florecen.

Requieren un período frío para florecer bien. En climas cálidos, muchas veces fallan o reducen su rendimiento. No necesitan poda frecuente, salvo para limpiar las flores marchitas o cortar las partes secas. El riego debe ser moderado: más en primavera, poco en invierno. Y no conviene moverlas: una peonía trasplantada puede tardar años en adaptarse otra vez.

Algunas variedades conocidas son ‘Sarah Bernhardt’, ‘Karl Rosenfield’, ‘Festiva Maxima’, ‘Coral Charm’ y los híbridos Itoh, que combinan lo mejor de las herbáceas y las arbustivas.

El tiempo justo

Lo que fascina de la peonía es, tal vez, su negativa a ser domesticada del todo. Puede estar en catálogos, en ramos de boda, en fotos perfectas. Pero en el jardín, se impone con sus reglas. No se la puede forzar a florecer. Y cuando lo hace, lo hace como si nada hubiera pasado. Una flor imponente, sí, pero sin drama. Cae con la lluvia, se cierra con el sol. No se prolonga. No se repite.

Esa brevedad le da un valor distinto. Cada peonía florecida es única. Hay quienes esperan todo el año por un solo ejemplar. Hay quienes las plantan para otros. Hay quienes heredan una planta que no vieron florecer hasta pasados diez años.

Porque la peonía no es sólo una flor: es una lección de ritmo. En medio del vértigo, ofrece otra medida. Una belleza que no se repite, que no se compra ya abierta, que no responde al capricho. Y cuando por fin abre su flor pesada, perfecta, parece decir con voz vegetal: “esto es lo que florece cuando se deja ser”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-jardin/la-flor-del-honor-y-la-paciencia-el-misterioso-encanto-de-la-peonia-nid08112025/

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