La gastronomía oriental sube de nivel: 8 propuestas para probar lo nuevo
Durante mucho tiempo, la cocina oriental en Buenos Aires fue un atajo. Una versión simplificada (y muchas veces edulcorada) de sabores milenarios, adaptada al paladar local. El sushi se reducía a...
Durante mucho tiempo, la cocina oriental en Buenos Aires fue un atajo. Una versión simplificada (y muchas veces edulcorada) de sabores milenarios, adaptada al paladar local. El sushi se reducía a rolls de salmón con mucho queso crema, el arroz chaufa era sinónimo de “chino”, y el ramen apenas asomaba como una sopa misteriosa. Pero en los últimos años algo cambió. La ciudad empezó a llenarse de propuestas que no solo exploran los sabores de Oriente, sino que los honran con profundidad, precisión y respeto por sus raíces.
Hoy la escena gastronómica local suma restaurantes japoneses que trabajan con técnica quirúrgica, cocinas chinas que reivindican recetas regionales con mirada contemporánea y chefs que entienden que cada plato también puede ser una ceremonia. A continuación, un recorrido por algunos de los lugares que mejor encarnan ese giro.
1. MitinguOnigiris, arte y café de especialidad
Justo al borde de la agitada Avenida del Libertador, en Núñez, Mitingu es una pausa en medio del vértigo. Es el primer onigiri bar de Argentina, y también una rareza feliz: un espacio donde la cocina japonesa callejera se eleva con precisión estética, curaduría de producto y sensibilidad contemporánea. Detrás del proyecto están Axel Meunier, productor y cofundador de Collage Universe; el chef Segundo Farrell, formado con Francis Mallmann y al frente de La Joya en Lisboa; y la artista Martina Quesada, que trazó la identidad visual del lugar con una mirada entre París y Buenos Aires.
“Con Segundo venimos craneando esta idea desde hace años, recorriendo mercados en Francia, España y Portugal”, cuenta Meunier. “Queríamos traer a Buenos Aires un concepto distinto: algo que mezclara comida japonesa, arte y diseño. Así nació Mitingu, un punto de encuentro pensado para quienes buscan algo nuevo”.
El menú es breve y cambia según la disponibilidad, como en muchos locales de Japón donde se privilegia la frescura por sobre la abundancia. Hay cuatro o cinco onigiris por día (el de trucha con furikake, el de miso y berenjena y el de spicy tuna con kimchi casero son algunos de los hits), sándwiches sando hechos con pan shokupan esponjoso (como el de pastrami o el de huevo cremoso), y una carta de café de especialidad que acompaña la propuesta con equilibrio. También hay infusiones frías como iced matcha o hibiscus y una selección de pastelería simple pero cuidada.
La ambientación combina madera clara, acero inoxidable y una paleta visual minimalista, sin clichés. Parte de la cocina está a la vista, y la barra también, haciendo que el gesto de preparar en vivo se convierta en parte de la experiencia. “No queríamos replicar una idea exótica o solemne de lo japonés”, relata Meunier, ” sino proponer una versión urbana, contemporánea y cercana del street food nipón. Algo con identidad propia”. En apenas unos meses, el lugar logró seducir tanto a foodies de paladar curioso como a adolescentes sub-18 intrigados por sabores nuevos. Ese mix de exploración, frescura y belleza cotidiana parece ser su sello.
Av. Lidoro J. Quinteros 1490, Núñez. Instagram: @mitingu.ba.
2. ShimadaRitual japonés en su forma más pura
No es un restaurante ni un sushi bar; Shimada es una barra omakase con apenas nueve lugares por noche, escondida en la terraza del restaurante Haiku, en Belgrano. Cada día, puntualmente a las 21, comienza la secuencia de 16 pasos que dirige el maestro Takeshi Shimada, un chef japonés con más de cuatro décadas de trayectoria que llegó a Argentina en 1986 y forjó aquí un recorrido silencioso, profundo y riguroso. En este espacio íntimo, rodeado de madera clara y luces tenues, la comida, más que propuesta, es una ceremonia.
La experiencia incluye nigiris y usuzukuris de pesca blanca (lenguado, chernia, besugo, caballa, pez limón), sashimis de panopea y navaja, tempuras de vegetales y pesca del día, yakitoris de alitas de pollo cocidas al kamado y pequeñas joyas como el crispy rice con pacú chaqueño asado sobre hoja de bambú. Todo servido con gesto preciso y tiempos meditativos, como si el afuera se detuviera.
“Shimada nació antes de que el omakase se pusiera de moda”, cuenta Quique Yafuso, socio del proyecto. “La idea no era seguir una tendencia, sino acercar a las personas a un ser muy especial: Takeshi Shimada. Cada receta tiene una historia. Muchas son de su infancia, otras de su abuela. Lo importante acá no es mostrar técnica, sino transmitir algo auténtico”, amplía.
Ese apego a lo esencial también se nota en su mirada sobre el boom actual de la cocina oriental. “No estoy seguro de que la sofisticación sea siempre un buen camino”, advierte Yafuso. “En el afán de exhibir procesos complejos, muchas veces se pierde la esencia”. Podría pensarse entonces que Shimada la protege. Cada noche, con delicadeza y fuego lento.
Franklin D. Roosevelt 1806, Belgrano. Instagram: @shimada.omakase.
3. GÃO RestóCocina china con oficio
Si hay una figura clave en la nueva escena de la cocina oriental porteña, es Karina Gao. Cocinera, comunicadora e influencer gastronómica, desde hace años viene sembrando curiosidad por los sabores chinos. Pero fue recién este año cuando logró hacer realidad su proyecto más personal: un restaurante que ofreciera, sin traducción, la comida china de verdad. No la que fue adaptada para suavizar el paladar local, sino la que se cocina en casa, con recetas heredadas y técnicas transmitidas de generación en generación. Así nació GĀO, en Belgrano: un comedor luminoso, de espíritu familiar y gestión profesional, donde cada plato tiene historia.
“Hace 15 años soñé con abrir un restaurante chino auténtico”, cuenta Karina. “En ese momento, casi nadie conocía más allá del arroz tres delicias o el cerdo agridulce. Hoy, por suerte, estamos en otra etapa. La gente se anima a probar, a experimentar, a entender que hay muchísimo más por descubrir”.
En GĀO se sirven clásicos como el zhàjiàng miàn (fideos con estofado de cerdo, típico de Beijing), albóndigas perladas de cerdo y langostinos, baby ribs caramelizadas al estilo hóngshāo, baos esponjosos, ravioles chinos crocantes y un pollo crujiente que ya es favorito. Todos los sabores son originales, sin adaptar ni suavizar. “No modificamos las recetas, pero sí hacemos una curaduría: elegimos qué platos de la cocina china sabemos que pueden conectar con el paladar argentino, sin necesidad de disfrazarlos. El sabor sigue siendo chino, no una versión para extranjeros”, explica la creadora.
A diferencia de muchos proyectos familiares, GĀO fue concebido desde el inicio como una empresa, con equipo propio, capacitación en cultura china y una mirada estratégica. Esa combinación entre calidez casera y eficiencia profesional es parte de su atractivo. “Cada restaurante asiático que abre y ofrece una buena experiencia ayuda al ecosistema”, apunta Karina. “Hoy la gente ya no se queda con una sola opción, busca experiencias. Y eso nos obliga (y nos inspira) a estar a la altura”.
Cazadores 1911, Belgrano. Instagram: @gaoresto.
4. Agus KitchenSushi sin etiquetas
Lo que empezó en la cocina de un departamento hoy es un restaurante con sello propio. Agus Kitchen, el proyecto de Agus Cattan, nació en 2018 con una propuesta de comida judía casera, pero fue tomando forma y rumbo propio cuando el sushi se sumó a la carta y conquistó paladares. Sin pretensiones de replicar una barra japonesa clásica ni de caer en la fusión forzada, el lugar se consolidó como un espacio donde el sushi encuentra su equilibrio entre sabor, creatividad y experiencia cuidada.
“No hacemos sushi tradicional ni completamente fusión. Buscamos lo que está rico”, dice Agus, con la simpleza de quien cocina como habla. Su propuesta no se ata a ortodoxias: hay nigiris flameados, ceviches frescos, tiraditos con personalidad y combinaciones fuera de carta que el sushiman propone cada semana. Lo importante es que todo esté hecho con productos frescos, criterio estético y el mismo cuidado que tenían los primeros pedidos desde su casa.
La ambientación es amable, el trato, cercano, y cada pedido (ya sea en salón o por delivery) se piensa como un momento de disfrute. Esa unión entre informalidad y técnica es parte de lo que lo vuelve distinto. “Hoy el cliente busca algo más que el sushi clásico. Quiere texturas, sabores nuevos, otra experiencia”, explica Cattan. Y eso se nota. El sushi dejó de ser un lujo para ocasiones especiales y se volvió una comida habitual, pero con estándares más altos. En ese contexto, Agus Kitchen responde con comida rica y sin vueltas, una honestidad que paga.
Maure 2196, Belgrano. Instagram: @aguskitchen.ba.
5 y 6. Orei y NoodlesDel ramen callejero a la fábrica de fideos
Si hay un término que le queda bien, es pionero. Roy Asato abrió su primer local en 2008, en la estación de tren de Olivos, cuando la escena del sushi todavía estaba llena de fórmulas clásicas. Con ASATO Sushi quiso algo distinto: técnica japonesa, pero con personalidad propia. A lo largo de los años, su búsqueda creció en direcciones inesperadas, pero siempre con una constante. “Quería poder comer cosas ricas que no encontraba en Buenos Aires”, relata. Esa es, quizás, la frase que mejor resume su recorrido. Cocinar lo que le gustaría encontrar, hacerlo bien, y después compartirlo.
En plena pandemia, inauguró Orei Ramen, una ventanita sobre el Pasaje Echeverría, frente a la estación de tren de Belgrano C. Allí sirve ramen artesanal elaborado con ingredientes locales y técnica japonesa, junto con onigiris frescos. Todo se puede comer al paso. El formato es simple, callejero, casi minimalista, pero el sabor cala hondo. El caldo de ramen lleva horas de cocción, los toppings están pensados con criterio, y los sabores buscan ser, ante todo, fieles. “La idea siempre fue hacer algo que me guste a mí, que me entusiasme como cliente”, cuenta.
Luego, apenas a la vuelta, abrió Noodles by Orei, una fábrica donde se elaboran los fideos de ramen que abastecen a Orei y que a la vez propone un concepto de noodles asiáticos, con diferentes salsas, sabores muy marcados, técnicas y productos de Asia. Hay un deck para comer ahí mismo, o es posible hacer take away. El espacio es descontracturado, pero detrás de cada plato hay trabajo serio: “Se profesionalizó todo. Los cocineros, los proveedores, los procesos. Eso también ayudó a que la cocina oriental creciera”, sostiene el chef.
No se presenta como pionero, pero sí como parte de una generación que marcó un cambio. “Quizás fue por simple deseo: querer comer algo rico, pensar cómo hacerlo posible y después compartirlo con más gente”, razona. Eso también sintetiza sus locales, una mezcla entre curiosidad, oficio y ganas de hacer que las cosas pasen.
Echeverría 1677, local 8 (Orei), y Montañeses 2074 (Noodles by Orei), Belgrano. Instagram: @orei.jp y @noodles.orei.
7. Café JapónDe Mendoza a Palermo, con alma japonesa
Nacido originalmente en Mendoza y recreado en Buenos Aires, Café Japón es un proyecto que combina amistad, mirada cosmopolita y vocación de hacer las cosas bien. La marca fue creada por los socios de La Central Vermutería, y cuando Martín y Julio (primos y actuales socios) la descubrieron, vieron el potencial de llevarla a la capital. Sumaron a Gastón, otro socio, y a Paula Villegas, cocinera de oficio, y abrieron las puertas en Palermo Hollywood. Lo que se logra es una versión porteña que mantiene el espíritu original pero suma impronta propia.
“Lo que nos diferencia es la presencia de Paula en la cocina. Su mano está en todo, y eso se nota”, dice Martín. Por eso, la atención en la ejecución es parte de la experiencia. La carta combina una cafetería de inspiración global con un corazón japonés: los ramen. Hay uno con fondo de hongos, otro con fondo de cerdo, ambos disponibles al mediodía y a la noche, acompañados de toppings frescos y presentaciones que respetan la estética nipona.
La inspiración japonesa también se filtra en la atmósfera: colores que remiten a la bandera, trazos minimalistas, vajilla delicada, gestos que invitan a comer con las manos. Nada es forzado, pero todo está pensado. “Creo que la sofisticación de la cocina oriental viene de algo muy simple: hay más información. La gente viaja, prueba, se interesa. Y eso genera una exigencia mayor. Hay que estar a la altura”, sintetiza Martín.
Arévalo 1588, Palermo. Instagram: @cafejaponba.
8. RashomonAlta cocina japonesa
En una calle tranquila de Recoleta, Rashomon se presenta como un templo contemporáneo de la tradición japonesa. El nombre, un homenaje a la película de Kurosawa, anticipa la propuesta: múltiples capas, muchas lecturas posibles, y una estética que pone la experiencia por encima del plato. Aquí la gastronomía no se sirve sola; llega acompañada de arquitectura, ritual y una atmósfera que invita a entregarse al detalle.
El espacio fue concebido por los arquitectos Andrés Litwak y Ayelén Mayer como una extensión de la cocina. La madera de kiri, el granito verde de la barra, los casetonados del techo y la iluminación cálida confluyen para crear una sensación de recogimiento y apertura a la vez. En el subsuelo, un bar íntimo inspirado en los whisky bars de Tokio completa el recorrido, con coctelería de autor, sakes y una selección afinada de whiskys japoneses.
La carta combina técnica, ingredientes de alta calidad y una puesta en escena elegante. El formato estrella es el omakase, disponible en dos versiones: de 16 o 23 pasos, con piezas de sushi, sashimis, nigiris, ostras, tamago y platos calientes como el curry japonés con berenjena nitsume o los yakitori de pulpito. El cierre dulce, con mousse de miso con crumble de leche y gel de mandarina, condensa la filosofía del lugar: sutileza, belleza y profundidad.
Adolfo Bioy Casares 2009, Recoleta. Instagram: @rashomon.ba.