La primera escuela porteña tiene más de dos siglos y es un museo de arte
La Escuela Museo de Bellas Artes Gral. Urquiza se creó en 1818 como una rústica “escuela de campaña para varones” en medio de la nada; por lo tanto, es el colegio más antiguo de la Ciudad d...
La Escuela Museo de Bellas Artes Gral. Urquiza se creó en 1818 como una rústica “escuela de campaña para varones” en medio de la nada; por lo tanto, es el colegio más antiguo de la Ciudad de Buenos Aires; aunque en esos tiempos coloniales la zona de Flores era un partido aparte en la provincia bonaerense.
En ese andurrial no había sembradíos; apenas potreros, quizás alguna chacra, luego un estacionamiento de carretas o servía como campo propicio para fiestas o actos políticos. Pero, la iglesia primero y las escuelas después, le dieron entidad al barrio con la Plaza Pueyrredón (a la que todos conocemos como “Plaza Flores”) y la llegada del tranvía.
El colegio, que ocupa unos 32 m de frente en Yerbal 2370, entre Fray Cayetano Rodríguez y Caracas, estuvo cerrado entre 1838 y 1853 por cuestiones de falta de presupuesto aunados a decisiones políticas o cuestiones bélicas, como el bloqueo anglo francés del Río de la Plata.
Tiempo después, desde 1864, la institución vivió varios cambios de denominación y numerosas mudanzas hasta que tuvo su propia casa diseñada y construida entre 1894 y 1895 por el reconocido arquitecto Alejandro Christophersen (1866-1946), de nacionalidad noruega y radicado en la Argentina. Cabe recordar que fue el artífice de muchas edificaciones icónicas, tales como la Bolsa de Comercio, el Palacio Anchorena, el Hospital Español, la fachada del Café Tortoni y la Basílica Santa Rosa de Lima.
Acorde con el racionalismo escolar argentino de entonces, posee amplios ventanales para iluminar naturalmente las aulas, con frontones en el primer piso para darle un toque señorial y donde sobresale un balcón con balaustradas. Adentro, la galería tiene un piso damero (típico de elegantes casonas coloniales) que se baña de luz gracias a una generosa claraboya en altura. Entre la estructura original y los agregados posteriores, las instalaciones se desenvuelven en cuatro niveles.
Hoy es la Escuela N° 1 Distrito Escolar 12 Gral. Urquiza, pero transitó distintas designaciones hasta que se le asignó a Urquiza como patrono. En tren de fechas y acontecimientos, vale citar que en 1977 ingresaron las primeras cinco alumnas para marcar el comienzo de alumnado mixto, que posteriormente se le sumó el nivel inicial a la primaria y, entrando en su historia reciente, que en 2007 se incorporó la intensificación en artes (danza, teatro, artes visuales y medios audiovisuales).
Fue declarada Sitio de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en 1998 por su valor histórico y por su invaluable patrimonio artístico de grandes maestros argentinos, como Benito Quinquela Martín, Luis Perlotti, Raúl Soldi, Guillermo Roux, Mariette Lydis, Luis Zorz y Lola Frexas.
Este año, la puesta en valor del edificio y de los espacios expositivos es un logro mancomunado de las áreas de Gestión Cultural y curricular de Educación Plástica de la Dirección de Primaria, la Dirección General de Mantenimiento del Gobierno de la Ciudad, el Museo de Bellas Artes Quinquela Martín, el equipo de Huellas de la Escuela, sectores de patrimonio y la comunidad educativa.
Marcelo Di Gioia, biólogo y ex alumno egresado en 1975, orgulloso de su paso por el colegio recordó a LUGARES que “fue una época muy buena, había un ambiente cálido y era lindo estar rodeado de arte. Hice de jardín a séptimo. Nos llamaba la atención tantos cuadros, claro, pero en esa edad no nos parecía raro sino algo normal.
En ese tiempo todavía era escuela de varones y teníamos las materias habituales de un primario”. Guarda −junto con sus ex compañeros− un grato recuerdo por el maestro de ciencias naturales en 6º y 7º grado, Román Luis Capo, quien hacía honor a su apellido… “salvo cuando se enojaba”, añade Marcelo.
Los artistas, los tallarines y la Orden del TornilloFue en 1963 que el artista plástico Carlos Sprovieri (ex alumno y director de la Escuela) marcó el inicio del concepto de museo junto con el célebre pintor Benito Quinquela Martín, quien con criterio pedagógico legó muchas de sus obras para, según dijo, “fomentar y despertar la vocación en el educando, conduciéndolo por las regiones del ensueño y la poesía”.
Desde que uno ingresa hay óleos, acuarelas, témperas y collages por todas partes. Tras subir los escalones de la entrada, a la izquierda resalta un gran óleo del puerto pintado por Francisco Buzzurro, a la derecha un busto de San Martín del escultor italiano Manuel Pinnisi y al lado una escultura del actor Enrique Muiño realizada por Luis Perlotti… De tal modo, el trajinar docente cotidiano se da entre pinturas, esculturas, placas de homenaje, dibujos, fileteados y grabados.
Entre las joyas patrimoniales está Hora azul en La Boca, de Quinquela, único nocturno en azul del artista, plasmado en 1963. Ocupa un lugar notorio dentro la muestra que abarca salas especiales, patio cubierto, galería, escaleras, salón de actos o áreas administrativas.
En el recorrido impacta también La Constitución guía al pueblo, témpera de 2011 creada por el vecino Roux (para un mural de la Legislatura de Santa Fe) y dada en 2012 a la Escuela. “Con todo mi cariño”, escribió al pie al entregarla.
Así como en un caballete encanta Lluvia, un estupendo óleo de Oscar Vaz, uno de los grandes marinistas del paisaje portuario en línea con el realismo. Dato meritorio del cuidado patrimonial, este fue uno de los tantos lienzos restaurados y limpiados, minucioso proceso que permitió que saliera a la luz la silueta de un barco de fondo.
Y no solo el inmueble conserva la impronta de Christophersen, también dice presente un busto de él modelado por el gran escultor italiano Troiano Troiani (que llegó al país en 1914 becado por el gobierno argentino) y donado a la institución por su colega Antonio Pujía.
Mientras que en la Galería Roberto Barrani −pintor y ex director ad honorem del Museo− están en exhibición creaciones de profesores de artes visuales del distrito escolar, un valioso emprendimiento cultural participativo.
“¡Nuestra pinacoteca tiene 430 obras! Todas donadas por vecinos y artistas, de estilo figurativo, distribuidas en función de una curaduría temática. Tratamos de trabajar desde las obras como inspiración para el alumnado y lo instrumentamos de manera integral, desde primer grado hasta séptimo. Hay chicos tomando las temáticas de Antonio Berni: los inmigrantes, el personaje Juanito Laguna, el asunto de los ‘monstruos’ de sus esculturas y collages realizados con desechos”, comentaron a LUGARES las directoras de Escuela y del Museo, Gladys Di Benedetto y Patricia Jastrzebski.
“Entre mayo y noviembre visitaron el Museo 1.088 personas, entre niños y adultos… estamos hablando de alumnos de otras escuelas, padres, vecinos, docentes y los visitantes de La Noche de los Museos”, cuentan. Desafortunadamente, al menos por ahora, la única fecha abierto al público en general.
En cuanto a la trascendencia de don Benito, contaron que en parte de las décadas del 60 y 70 “una docena de artistas se juntaba los viernes a la noche o sábados al mediodía en una sala a comer los tallarines ‘a la Quinquela’, es decir con los colores de Italia: pesto, tomate y salsa blanca. Acontecía en la que hoy es la Sala Normanda. En ese tiempo, el celador escolar se quejaba de estos excéntricos personajes de la Orden del Tornillo”. (El premio humorístico que otorgaba don Benito a personalidades creativas embarcadas en acciones positivas para la sociedad y… un poco locas −que les faltaba un tornillo−).
El pintor de La Boca fue el primer presidente honorario del museo y le sucedieron los prestigiosos Soldi y Roux.
Arlt y Melero, agradecidos de la impronta escolarRefiriéndose a la Urquiza, el famoso escritor Roberto Arlt (1900-1942) escribió: “Todavía iba a la escuela primaria cuando me agarró el berretín de la literatura. Tragaba libros y vomitaba cuentos”. Poética mención de quien cursó en esta escuela porque vivía en el barrio de Flores, ámbito al que consideraba su “patria”.
Autor fundamental de la literatura argentina, demostró ser un escritor precoz, insaciable lector y mago de la pluma desplegando una estética grotesca y fantástica.
Otro talentoso que se formó en esas aulas es el músico, cantante, tecladista y compositor Daniel Melero, “personalidad destacada de la cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, quien contó a LUGARES: “Teníamos un patio abierto para jugar a la pelota y en el resto estábamos rodeados de cuadros y nadie dañó ninguno. Este entorno fue muy inspirador, así como lo fueron los maestros. Para mí resultó una gran influencia, algo positivo. ¡Sabés lo que es jugar entre obras de arte! Siempre recuerdo Hora azul en La Boca, de Quinquela Martín. Sin dudas, se trató de una experiencia fabulosa porque se nos vinculó mucho con la escritura, la literatura o la historia; aunque también estaba la exigencia de las matemáticas", contó a LUGARES.
El también productor discográfico (de Soda Stéreo, Babasónicos…), dio sus primeros pasos como intérprete con público en la primaria. El salón de actos fue testigo de un evento donde Melero, con 12 años de edad, tocó la guitarra y cantó, además de actuar con la banda que habían formado. “En ese entonces ya componía temas, cosa que soportaban mis padres. Y con unos compañeros armamos una banda a la que el baterista le puso el nombre: Phaz. Sí, con h en el medio”.