Le dio la Copa del Mundo a Kempes. Llegó en barco desde Grecia y le endulzó la vida a la Avenida Corrientes
En la llamada avenida que nunca duerme, sobre Corrientes al 1479, hay un pequeño local que es casi tan antiguo como el icónico Obelisco. Todos los días ofrece un show muy tentador en su escapara...
En la llamada avenida que nunca duerme, sobre Corrientes al 1479, hay un pequeño local que es casi tan antiguo como el icónico Obelisco. Todos los días ofrece un show muy tentador en su escaparate: un maestro chocolatero templa suavemente el cacao que en minutos se transformará en el fino chocolate en rama (con leche, blanco o amargo). Curiosos, los turistas y transeúntes filman y sacan fotos. “Todos se sorprenden. Es lindo ver las sonrisas de la gente mirando al artista”, confiesa Andrea Abbruzzesse, actual encargada de Bombonella a LA NACIÓN. Desde la década del 40 su emprendimiento familiar endulza al centro porteño con sus bombones, figuras de chocolate, huevos gigantescos y tabletas con frases: “Te quiero”; “Gracias”, “Feliz Día”, entre otros.
La bombonería, que ya forma parte de la clásica postal de Buenos Aires, tiene una dulce historia para contar. Su origen comenzó con el esfuerzo de un inmigrante griego llamado Don Panagiotis Yannoulas. Corría el año 1928 cuando el joven Panagiotis se subió a un barco a vapor dejando atrás a su querida tierra. Desde hacía meses que venía escuchando sobre el gran progreso de “La América”. Con mucha esperanza soñaba con un nuevo comienzo para él y toda su familia. “En aquella época, los pasajeros migraban de Europa sin mucho dinero y se subían al primer barco hacia “América”. No sabían muy bien si llegarían a Nueva York, a Montevideo o a cualquier otro puerto. Luego de 45 días de navegación, quiso el destino (y el Capitán) anclar en el puerto de Buenos Aires”, rememora Andrea.
Primero se instaló en la provincia de Chaco y allí trabajó en el rubro de la tala de árboles. Luego la vida lo trajo nuevamente a la ciudad donde vivió en un conventillo con otros inmigrantes de distintas nacionalidades. En aquella época comenzó a ganarse la vida como chocolatinero en los concurridos cines de la calle Lavalle. Hasta que luego de mucho esfuerzo logró comprarse un puestito de chocolates.
Panagiotis descubrió que el mundo de las golosinas y los chocolatines le apasionaba, sobre todo por las enormes sonrisas que los más pequeños le esbozaron cada vez que disfrutaban de sus dulces. “El griego”, como le decían cariñosamente sus colegas, fue por más: abrió las puertas de una pequeña bombonería llamada “Niza” en una confitería que estaba ubicada en la esquina de Corrientes y Callao (actualmente hay una disquería y librería). Sus hijos, Mario y Juan, trabajaban, codo a codo, con él. “En los primeros años, el negocio funcionaba como un gran kiosko (no tenían elaboración propia). Vendían productos de distintas marcas y fábricas que había en Argentina. Además, gran variedad de productos importados”, detalla.
Tras el éxito inesperado en el año 1941 se mudaron a su ubicación actual y también instalaron otra bombonería llamada “Santa Anita”, sobre avenida de Mayo a metros del Café Tortoni. “Vivieron todo el esplendor de la calle Corrientes. Trabajaban muchísimo. Los clientes pasaban antes o después de ir al teatro en busca de chocolates”, rememora. Lamentablemente, Don Panagiotis falleció muy joven con tan solo 50 años y sus hijos se pusieron al frente de los negocios: Juan quedó encargado de “Niza” y Mario de “Santa Anita”, este último cerró sus puertas años más tarde.
En 1978 Andrea Abbruzzesse conoció a Juan. Fue un flechazo a primera vista: con el tiempo se enamoraron perdidamente. Enseguida ella se incorporó al negocio. “En esa época la bombonería estaba con algunos problemas. Había bajado mucho la clientela. En un principio arranqué ayudando, pero me quedé para siempre”, dice y cuenta que cuando arrancaron a elaborar chocolates artesanales, “Niza” pasó a llamarse “Bombonella”. “El nuevo nombre surge de una mezcla de ideas que tuvimos con Juan. Es un juego de palabras entre bombón, belleza y dulzura. Nos encantó como sonaba”, agrega, quien en el 2015 quedó a cargo del negocio familiar cuando falleció su marido.
Bombonella sorprende con sus bellas figuras de chocolate de todos los tamaños. Para su creación reina la creatividad. Hay pequeñas réplicas del obelisco, pelotas de fútbol, la copa del mundo, botines, carteras, dados, conejos, gallinas hasta incluso de mates (muy solicitado por los turistas). “Hacemos muchos pedidos personalizados para aniversarios, cumpleaños y casamientos”, asegura. En una época surgió el slogan “Decilo con chocolate” y comenzaron a ofrecer tabletas artesanales con cientos de frases y nombres: “Te amo”; “Te extraño”; “Felicidades”, entre muchas más.
“Fuimos los creadores. Después muchos comenzaron a copiarse. Creo que la creatividad es lo que hace que nos mantengamos a través del tiempo”, asegura, entre risas. Y rememora una linda anécdota del Mundial 78. “Cuando Argentina se consagra Campeón del Mundo hicimos una copa gigante tallada en chocolate con los estudiantes de Bellas Artes. Estaba hecha de 28 kilos de chocolate con el tamaño natural de la copa. Se la entregaron a Mario Kempes en el programa de Mirtha Legrand. Era muy grande y frágil”, detalla.
En la época de Pascuas hay mucha concurrencia. Hace unos años realizaron un huevo de chocolate gigantesco: pesaba unos 50 kilos. “Ocupaba una esquina. Era enorme”, cuenta. En San Valentín también se acercan muchos enamorados en busca de sus cajas surtidas de bombones con leche, amargos, con licor, pasas, dulce de leche y almendras, entre muchos más. Para la época de las Fiestas desfilan los turrones y mazapanes. También el emblemático pan dulce que elaboran artesanalmente en una pequeña panadería de la Isla Martín García.
Sin embargo, el producto estrella de la casa es el chocolate en rama. Desde hace años tienen la tradición de elaborarlo en el momento a la vista de los clientes. Este show en vivo surgió casi de casualidad. “En un principio teníamos una batea de chocolate en la vidriera (como una batidora gigante) y estaba la idea de mostrar cómo se hacía el chocolate en rama de forma artesanal. En ese momento apareció un maestro chocolatero, Roberto, y se animó a realizarlo. A la gente le encantó”, relata. Actualmente, el maestro chocolatero Antonio -quien trabaja hace dos décadas en la casa- es el encargado de custodiar este mágico ritual. “A los más pequeños les encanta. Siempre entran con una sonrisa gigante”, suma.
La casa de chocolate está ubicada en un punto neurálgico de la ciudad. Su cercanía a la zona de teatros la convirtió en una parada obligada para personalidades de la farándula, políticos y deportistas. En la lista de los habitués Andrea recuerda a Alfredo Alcón, Pipo Pescador, Piero De Benedictis, Laura Azcurra, Carlos Rottemberg y Guillermo Francella, entre muchos más.
Para Andrea es un orgullo que su local sea considerado un clásico de la Avenida Corrientes. “Se siente genial. Es lindo cuando la gente pasa a comprar y te dicen: “Mi papá o mi abuelo me traían chocolates de acá cuando era chica y ahora vengo yo a comprar para mis hijos. Es gratificante y una señal de que se puede y se debe permanecer y continuar”.
Ella considera a la bombonería como su vida. “Me gusta lo que hago y lo hago con mucho cariño. Además, es la forma de honrar al hombre que tanto amo. Juan siempre me demostró su amor de mil formas distintas, daría lo que fuera por tenerlo aún conmigo”, concluye. Su bella historia es tan apasionada como el chocolate.
En la época de Pascuas hay mucha concurrencia. Hace unos años realizaron un huevo de chocolate gigantesco: pesaba unos 50 kilos. “Ocupaba una esquina. Era enorme”, cuenta. En San Valentín también se acercan muchos enamorados en busca de sus cajas surtidas de bombones con leche, amargos, con licor, pasas, dulce de leche y almendras, entre muchos más. Para la época de las Fiestas desfilan los turrones y mazapanes. También el emblemático pan dulce que elaboran artesanalmente en una pequeña panadería de la Isla Martín García.
Sin embargo, el producto estrella de la casa es el chocolate en rama. Desde hace años tienen la tradición de elaborarlo en el momento a la vista de los clientes. Este show en vivo surgió casi de casualidad. “En un principio teníamos una batea de chocolate en la vidriera (como una batidora gigante)
y estaba la idea de mostrar cómo se hacía el chocolate en rama de forma artesanal. En ese momento apareció un maestro chocolatero, Roberto y se animó a realizarlo. A la gente le encantó”, relata. Actualmente, el maestro chocolatero Antonio, quien trabaja hace dos décadas en la casa, es el encargado de custodiar este mágico ritual. “A los más pequeños les encanta. Siempre entran con una sonrisa gigante”, suma.
La casa de chocolate está ubicada en un punto neurálgico de la ciudad. Su cercanía a la zona de teatros la convirtió en una parada obligada para personalidades de la farándula, políticos y deportistas. En la lista de los habitués Andrea recuerda a Alfredo Alcón, Pipo Pescador, Piero De Benedictis, Laura Azcurra, Carlos Rottemberg y Guillermo Francella, entre muchos más.
Para Andrea es un orgullo que su local sea considerado un clásico de la Avenida Corrientes. “Se siente genial. Es lindo cuando la gente pasa a comprar y te dicen: “Mi papá o mi abuelo me traían chocolates de acá cuando era chica y ahora vengo yo a comprar para mis hijos. Es gratificante y una señal de que se puede y se debe permanecer y continuar”.
Ella considera a la bombonería como su vida. “Me gusta lo que hago y lo hago con mucho cariño. Además, es la forma de honrar al hombre que tanto amo. Juan siempre me demostró su amor de mil formas distintas, daría lo que fuera por tenerlo aún conmigo”, concluye. Su bella historia es tan apasionada como el chocolate.