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Logró la fotografía de su vida y halló una fórmula para vivir a pleno: “No fue la moto o tirarme en paracaídas”

En un susurro cargado de calma, Diego escuchó: “Bajá el celular y levantá la cámara, que tenés un puma atrás tuyo”. Con la misma paz con la que su compañero de ruta, Alejandro, le había...

Logró la fotografía de su vida y halló una fórmula para vivir a pleno: “No fue la moto o tirarme en paracaídas”

En un susurro cargado de calma, Diego escuchó: “Bajá el celular y levantá la cámara, que tenés un puma atrás tuyo”. Con la misma paz con la que su compañero de ruta, Alejandro, le había...

En un susurro cargado de calma, Diego escuchó: “Bajá el celular y levantá la cámara, que tenés un puma atrás tuyo”. Con la misma paz con la que su compañero de ruta, Alejandro, le había hablado, Diego giró sobre sus pies y alzó su lente. A treinta pasos estaba él, el puma, asomado, mirándolo fijo, casi como queriéndole decir que se corriera de su camino, porque él, al igual que ellos, también estaba tras la búsqueda de algún tesoro.

Apenas fueron diez segundos, los suficientes para que en aquel rincón de Santiago del Estero, Diego pudiera cumplir el sueño de su vida, un deseo, un norte al que había apuntado siempre. `Todo lo que hago, lo hago para alguna vez fotografiar un puma´, le había confesado alguna vez a Tomás Tibaut. Aunque tenía veinticuatro fotos de espaldas o ángulos similares, no era el tipo imagen que anhelaba, el deseaba capturar sus ojos, y a través de ellos, ingresar al universo misterioso tras su mirada.

Ocho disparos, cinco en one shot, y la fuente al final del arcoiris estaba en sus manos. Era más que una foto, era la metáfora de la vida. Tener un propósito que provoque el deseo de levantarse cada mañana, buscar los caminos, explorar las posibilidades, descubrir la belleza del viaje hacia el objetivo, en definitiva, vivir el sentido de la vida.

Una infancia de padres invisibles: “Los árboles, nuestros castillos y fuertes”

Diego Berazadi se crio en La Horqueta, Boulogne, en tiempos donde no había agua corriente, menos gas y cloacas. Las calles de tierra eran su universo a explorar con su bicicleta, “los árboles, nuestros castillos y fuertes”, rememora.

En épocas de receso escolar o fines de semana, había dos horas permitidas para ver televisión y el resto del tiempo lo dedicaban a jugar, sus padres no sabían dónde estaban: “Y acá estamos, muy bien por cierto”.

Los años transcurrieron dedicados al estudio. Obtuvo su titulo de bachiller mercantil del secundario, se recibió en Publicidad, realizó un máster en Dirección Comercial y un postgrado en Administración y Planificación Estratégica. Y desde muy joven, se desempeñó en diversos cargos en empresas multinacionales en el área comercial.

La fotografía, mientras tanto, no pertenecía a su mundo más que para sacar fotos aleatorias, aunque sí existía en él su pasión por la naturaleza y los viajes como modo de vida. Con los años formó una familia de cuatro y junto a ellos se propuso conocer toda Argentina; las travesías por el país se transformaron en su orgullo, su legado, donde el Chaltén fue elegido como su lugar en el mundo.

Sin embargo, algo comenzó a cambiar. La vida acelerada parecía querer darle menos respiros. Y su pasión por salir a la naturaleza comenzó a quedarse en el horizonte.

Un mundo paralizado: “Pensé en los próximos treinta años de vida por delante y cómo los quería vivir…”

Los años se escurrieron como arena entre los dedos y el mundo parecía ser el mismo hasta que dejó de serlo. Una epidemia se transformó en pandemia y las personas no tuvieron otra opción más que frenar. En su quietud, Diego comprendió su necesidad de volver a conectarse con la naturaleza que tanto amaba, y para ello, a mediados del 2021, buscó una excusa que lo acercara a ella de manera íntima: la fotografía.

“Fue un acto muy consciente y meditado. La escalada y el andinismo habían quedado en un hermoso recuerdo, los deportes de aventura los había dejado de practicar y necesitaba encontrar el camino y el motor que me sacara al afuera”, recuerda. “Primero la naturaleza, después la fotografía, hasta que me empezó a ganar el acto fotográfico”.

“Casi justo con mis 50 años, las dos variables del axioma `cuando tenés tiempo no tenés plata y cuando tenés plata no tenés tiempo´ se habían puesto de mi lado. Pensé en los próximos treinta años de vida por delante y cómo los quería vivir…”, continúa pensativo. “Algo así como la lista de las cosas que querés hacer antes de…. The Bucket List… Y lo primero que se me vino a la cabeza no fue la moto, ni tirarme en paracaídas. Sencillamente fue: jugar a lo que quería ser cuando era chico".

“Sí, no quería ser bombero, ni astronauta, ni policía, añoraba con toda mi alma ser documentalista del National Geographic. Esperaba ansioso a que en alguno de los únicos cuatro canales pasaran algún documental de África, y me desvelaba pensando cómo lo lograban, cuánto tiempo habrían estado, cómo acamparían, las baterías de los equipos y todos eso…”

El triunfo de la fotografía arribó cuando Diego decidió finalmente emprender una gran aventura hacia África. Necesitaba volver a sentir la adrenalina del viaje, siempre con mochila y carpa como en los viejos tiempos.

“Viajo no para escaparme del mundo, sino para que el mundo no se me escape. Cuanta más aventura mejor, cuanto menos sepa del destino, más sorpresa”, asegura Diego. “Y el llamado de la fotografía creo que lo sentí muy fuerte en el viaje a África, paradójicamente cuando empecé a sacar a los seres humanos de la escena…”

La relatividad del tiempo y un país que enamora: “¡Es tan grande y tan linda nuestra Argentina!”

En un comienzo, Diego no reparaba mucho en las imágenes que captaba, hasta que cierto día descubrió que tenía muchísimos animales en su galería fotográfica. Fue a partir de esa revelación, que decidió ingresar de lleno y en serio al universo de la fotografía, aprender todo de ella con referentes y maestros.

Desde ese instante todo comenzó a transformarse, desde su mirada hasta el pulso de la vida: “Cambiaron los tiempos”, asegura Diego. “Nunca pensé que podría estar tanto tiempo fotografiando un ave, supongamos un Cóndor, que se deja fotografiar, y no registrar el paso del tiempo. Por eso nunca más el cálculo 100km en una hora”, agrega entre risas.

“En mi mapa viajero siempre trató de cubrir un lugar nuevo de Argentina. Ahora con el nido un poco vacío ya planifico en base a mi objetivo de visitar todos los parques nacionales de Argentina y las provincias que me faltan. Y también por qué no, algunos lugares puntuales que quiero visitar. ¡Es tan grande y tan linda nuestra Argentina! Repito viajes y lugares si se da, y estoy empezando a armar algunas travesías con gente de otros rubros, como ciclistas”.

Un puma, los universos por descubrir y los aprendizajes en el camino: “Vale la pena soñar”

Santiago del Estero era la penúltima provincia por conocer. Diego llegó a ella con la esperanza de ver osos hormigueros y reencontrarse una vez más con su amada naturaleza. Avistar un puma era su norte, siempre, pero no había sido el plan inicial.

“Bajá el celular y levantá la cámara, que tenés un puma atrás tuyo”, le había dicho su compañero de aventuras, Alejandro Maldonado, y gracias a él, en octubre del 2024, Diego cumplió un sueño que perseguía hacía tres años, un hito que lo colmó de una felicidad inenarrable y que, como consecuencia, trajo consigo una gran repercusión con sus oleadas de adrenalina remanente. Pero ¿qué pasa cuando llegamos finalmente al norte tan deseado?

“Tal vez entendí, en el mismo momento en que miraba al puma a través de la lente en Santiago del Estero, que un ciclo se había terminado. Uno de los objetivos más anhelados de este camino iniciado hace tres años se había cumplido. Y en el mientras tanto, en el proceso, apareció todo lo otro; otra pasión más, otra forma de ver las cosas, esa pregunta constante: ¿cuántos universos más hay por descubrir?”, reflexiona Diego.

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“Mis grandes sueños de visitar toda la Argentina, todos los parques nacionales continúan a pleno como motores movilizantes, y mientras tanto todo lo que aparezca en el camino lo abrazaré con la convicción de que por algo es. Vale la pena soñar, pero soñar despierto. Vale muy mucho ser genuino, ser uno mismo. Soñar, visualizar, ir a buscar, en definitiva, prepararse para tener suerte. Creo que a través de la fotografía puedo empezar a devolver de a poco lo afortunado y gratificado que me siento con la vida”.

“Haber logrado algo tan deseado me dejó muchos pero muchos aprendizajes de verdad: nunca es tarde para empezar nada. Todavía me quedan treinta años de vida (por lo menos es el contrato que firmé con el de arriba) y quiero elegir muy bien cómo los voy a transitar; con los desafíos que me plantearé, la gente que quiero conocer, la gente que no quiero más cerca mío; dicen que somos el promedio de la gente que nos rodea, bueno, armemos un buen promedio".

“Quiero vivir apasionadamente: lo único que nos vamos a llevar de este mundo son nuestras experiencias. Está lleno de gente buena dispuesta a ayudar y a enseñar, aprendo y me dejo ayudar y enseñar por todos ellos. Solo sé que no sé nada. Y así ando por la vida. Entonces todo es un disfrute infantil… En definitiva, estoy jugando a lo que quería ser cuando era niño”.

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Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/logro-la-fotografia-de-su-vida-y-hallo-una-formula-para-vivir-a-pleno-no-fue-la-moto-o-tirarme-en-nid09062025/

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