Los cuervos y la historia, en la mirada del poeta Jorge Fondebrider
“Lo peor que puede hacerme alguien es regalarme una novela”, dice Jorge Fondebrider al principio de la charla, respecto de un género que aborrece. La resistencia del poeta y traductor argentin...
“Lo peor que puede hacerme alguien es regalarme una novela”, dice Jorge Fondebrider al principio de la charla, respecto de un género que aborrece. La resistencia del poeta y traductor argentino –similar en cierto punto a la de Borges– inicia la elucidación de por qué su último libro, Los cuervos en la historia (de Editorial Sexto Piso), se dedica a narrativas que cruzan civilizaciones y geografías para hablar del ave, de la relación del ave con los humanos y, en definitiva, de los humanos con otros humanos. Los cuervos siempre fueron una obsesión para Fondebrider, casi tanto como los hombres lobo, a quienes les dedicó otro libro plagado de citas y referencias (Historia de los hombres lobo). “Los cuervos siempre me llamaron la atención: hay dos momentos en que se me presentaron con una fuerza increíble. Una vez ante una estatua de una virgen en un pueblo de Francia: alrededor de ella había bandadas de cuervos que entraban y salían, me quedé mirando un rato largo porque me parecía fascinante. Y otra vez en París acompañé a un amigo a un hospital y a la salida, de noche, vi reflejado de manera monstruosa un cuervo contra una pared, aleteó y se fue, era chico, parecía grande, y eso me impresionó mucho”, dice.
En el camino, otro escritor argentino, Carlos Gamerro, le pasó una lista de escenas de Shakespeare que incluyen cuervos y que, entre tragedias y comedias, suman 260 entradas
Pero de ahí a un libro de casi 500 páginas y con mucho material excluido hay un trecho. Es lo que cruzó Fondebrider con lo que define como “una técnica para investigar este tipo de cosas” y que consiste en leer mucho, fatigar bibliotecas y librerías de todo el mundo, apelar a amigos eruditos y así “perderse en saberes inútiles”; ningún secreto excepto el entusiasmo desmedido por la lectura y las charlas. En el camino, otro escritor argentino, Carlos Gamerro, le pasó una lista de escenas de Shakespeare que incluyen cuervos y que, entre tragedias y comedias, suman 260 entradas; Leonardo Funes, un experto en literatura medieval, le aportó muchos datos respecto al cuervo en la tradición española. Y así.
Un descubrimiento –entre muchos otros– para el autor fue la importancia del cuervo en todas las culturas desde Alaska a México, en el oeste del continente. “Marcel Mauss estudió el tema de los tricksters, de los bromistas y tramposos; en todos los pueblos hay un animal que lo encarna y se le atribuye cualidades, en algunos casos superlativas, como el caso del cuervo, que es el que creó el universo, la Tierra, los árboles, los animales, el hombre y la mujer”, dice Fondebrider y agrega que consultó decenas de libros de antropólogos norteamericanos de fines del siglo XIX y principios del XX para recopilar historias sobre lo que el cuervo hace según estas culturas (y eso sólo para algunos capítulos de la obra).
Pero el libro tiene un orden. “Primero, voy a lo científico, luego entro en la proyección que sobre los animales hacen los seres humanos, que les atribuyen propiedades muchas veces propias de los seres humanos. Todas las ideas disparatadas que surgen y a veces duran quince siglos, como lo que dijo Aristóteles, que quedó presente hasta la primera ornitología seria. Esa parte cumple lo que para otros es la ficción, lo disparatado, lo increíble, que la gente se imagina en la ficción. Eso a mí me puede”. Y luego la proyección mítica o legendaria de los distintos pueblos del mundo en fenómenos que son comunes, pero que se interpretan de modo diferente. Y las coincidencias fantásticas, como la del cuervo como enviado frente a catástrofes para saber si acaso han cesado.
Si bien la parte científica es apenas una entrada más respecto a la relación de la cultura con estas aves, con la imagen que tenemos de ellas, al estar al principio marca un cierto estatus que la diferencia de ser una mera percepción cultural más. Como sea, lo cierto es que la inteligencia cuerva –como la de los pulpos– ya es un lugar común a la hora de estudiar la otredad cognitiva. “En el libro cuento que desde la anatomía se sabe que el cuervo tiene un cerebro que es más grande que el de cualquier ave en relación con su tamaño y tienen una inteligencia similar a la del chimpancé o el delfín. Y se conoce, además, que los cuervos de Nueva Caledonia generaron cultura en nivel mucho mayor que otros animales a la hora de diseñar herramientas, por ejemplo”, define.
Más allá del cuervoSuele haber un momento fundacional, donde un escritor sabe que lo será. Para el autor de Una traducción de París, ese momento fue una madrugada cuando se dio cuenta que estaba leyendo por quinta vez El gran Gatsby. Tenía 15 años. “Fitzgerald dice algo así como que las fiestas de Gatsby eran tan suntuosas que parecía que hasta la luna venía de la canasta de un proveedor. No hay manera de pasar eso a la imagen, no se llega nunca a la intensidad de esas líneas. Cuando algo solo se puede decir con palabras, y de ninguna otra manera”, agrega.
Un poco a la manera de Paul Auster, una vez elegido el tema a Fondebrider le suceden estas cosas. Como entrar a una discoteca a buscar algo de folklore escocés y que lo primero que le dieran sin pedirlo sea un disco sobre la música San Kilda
Fondebrider (69 años) es hijo de un dentista que ponía música clásica en el consultorio, además de Frank Sinatra. De ahí viene su familiaridad con obras de Beethoven, Brahms, Mendelsohn y compañía, y su amor por la música. De ahí también viene otro proyecto que está por salir a la luz en una editorial mexicana (no hubo en el país interesados). Se llama All together now y es, sí, sobre la banda de Liverpool. “Junté las ideas de unas 800 personas de todo el mundo, famosas o no famosas, acerca de Los Beatles, para saber cuál fue el primer disco que oyeron, la canción que más les gusta, dónde estaban cuando se enteraron de la muerte de Lennon, preguntas así. Hay opiniones de Charles de Gaulle y de Juan Perón sobre los Beatles. Y no todas son a favor: Lou Reed los odiaba; Pappo dijo que eran unos flacos con la voz finita que nos cagaron. Y hay recuerdos muy personales. Como un australiano y un mexicano que coincidieron en decir que les gustaba bailar con sus parejas Hey Jude porque después venía otra canción que les permitía estar 9 minutos y 6 segundos abrazados. O el recuerdo de la escritora Alejandra Laurencich de su madre que murió oyendo Blackbird. Cosas muy emocionantes”, dijo. Y más. Como que los chinos no registran mucho a los Beatles porque allí entró todo el rock junto en la década de 1980, entonces no tienen cronología; da lo mismo que ABBA o Bruce Springsteen. Y los rusos, por su parte, cuentan que en la radio se oían las baladas, pero el rock se conseguía en el mercado negro.
No es lo único que tiene en carpeta Fondebrider, que está “a un capítulo” de terminar una historia de la poesía argentina contemporánea, que le llevó doce años de trabajo. Pero es un capítulo intrincado y requiere de varios meses de lectura y dedicación. Es como que prefiere dejar macerar las ideas. Como lo siguiente que piensa escribir: un libro sobre un lugar en el que nunca estuvo. Pero no como concepto, sino un lugar en particular que no conoce, las Islas Hébridas. ¿Por qué un argentino, con hogar en Palermo, casado con una destacada arqueóloga, escribiría sobre unas remotas islas escocesas que jamás pisó? “Mendelsohn tiene una obertura, que escuchaba mucho mi padre, inspirada en una de estas islas, que no conocía. Entonces se me ocurrió hacer lo mismo que él. Las Hébridas son un archipiélago de unas 200 islas con una enorme cantidad de historias”, señala. Y entonces el escritor aplica la técnica de dejar la intención en remojo, pero a la vez permanecer atento a las señales que le manda el mundo. Como por ejemplo al entrar a una librería en Cardiff y ver el Atlas de islas remotas, de una autora de Alemania del Este. Así llegó a San Kilda, una de las Hébridas, que “hoy es un santuario para pájaros y cabras salvajes porque en 1930 tuvo que ser evacuada por una epidemia de tétanos prenatal por el que morían los niños a días de nacer; se lo atribuyó al aire, al agua, a las algas… evacuaron y nunca más volvieron a poblarla”.
Un poco a la manera de Paul Auster, una vez elegido el tema a Fondebrider le suceden estas cosas. Como entrar a una discoteca a buscar algo de folklore escocés y que lo primero que le dieran sin pedirlo sea un disco sobre la música San Kilda. “Tengo muchos frentes abiertos, no sé funcionar de otra manera”, admite.
–Quiero volver al principio. ¿Es verdad que no leés novelas? ¿No leíste los clásicos rusos, a Los Miserables?
–Buenos, los clásicos sí. No leí algunas novelas de mi autor favorito, Joseph Conrad, ni de Henry James, que me las guardo. Mi problema con la novela es con la forma. Si escribís bien podés hacerlo sobre cualquier cosa, el tema no importa, algo es interesante si está bien escrito. El mejor ejemplo es (el escritor científico) Stephen Jay Gould: a quién le importan esas historias tan detalladas sobre la evolución, o las formas de las vulvas dentro de un museo. Si no está bien escrito se te cae de las manos. Fijate Flaubert. Madame Bovary es un hecho policial en una época en que las novelas de cornudos estaban de moda, Balzac escribió tres. La historia (de Madame Bovary) salió de un diario de un pueblo de Normandía. Con este tema insignificante voy a hacer una novela extraordinaria, dijo Flaubert, con cambios en el punto de vista. Lo hizo técnicamente con un recurso que tiene el idioma francés, que no siempre se traduce bien. Hoy, un novelista no puede competir con Netflix.
–¿Por qué, en qué sentido?
Porque no puede decir con eficacia lo que para la pantalla son dos segundos; cuando quiere hacerlo, fracasa, se producen ripios. La no ficción genera interés porque a veces la ficción no se anima, y la realidad es mucho más compleja. García Márquez contaba que el realismo mágico es una categoría inventada por un profesor alemán y que cuando él escribió que un viento muy fuerte se llevó una carpa de circo al mar y al día siguiente los pescadores sacaron jirafas y elefantes del mar, no es imaginación, lo había leído: había pasado en Río Gallegos, Santa Cruz. Pasó efectivamente. Pero si tu realidad es una en la que ese tipo de cosas no ocurren porque tu sociedad no se permite pensarlas, se culpa a la imaginación. Lo que salva a la escritura de Netflix o de la IA es el estilo, una manera de decir cosas única, que no se puede comparar con otra. Un estilista es imbatible.