Los lobos: cine de experimentación, con un relato en dos tiempos
Los lobos (Les Loups, Francia/2024). Guion y dirección: Isabelle Prim. Música: Gery Petit. Fotografía: Jean Doroszczuk. Vestuario: Anna Carraud. Elenco: Blandine Madec, Charlotte Clamens, Raphae...
Los lobos (Les Loups, Francia/2024). Guion y dirección: Isabelle Prim. Música: Gery Petit. Fotografía: Jean Doroszczuk. Vestuario: Anna Carraud. Elenco: Blandine Madec, Charlotte Clamens, Raphael Thierry, Silvia Lippi y Marc Susini. Duración: 92 minutos. Nuestra opinión: buena.
En el sur de Francia, entre 1764 y 1767, acontecieron decenas de muertes brutales de campesinos, la mayoría mujeres y niños, que fueron atribuidas a la “bestia de Gévaudan”. La identidad de dicha bestia nunca fue establecida con certeza: por lo general, se asume que se trató de uno o de varios lobos, aunque luego de que estos eventos ingresaran a la mitología popular francesa, las sospechas se expandieron a asesinos seriales, licántropos u otros animales que no pertenecen a la zoología natural.
Esta historia llegó al cine en el film El pacto de los lobos (2001), del especialista en terror Christophe Gans. Aquí, dos aventureros, el caballero Grégoire de Fronsac y su fiel sirviente Mani, un aborigen iroqués experto en una eficaz forma de defensa personal muy parecida al karate, se proponen encontrar y matar a la bestia y, en el camino, se cruzan con una extendida conspiración ligada al desvanecimiento del poder de la monarquía. La película es un pastiche muy ameno que mezcla nobles dementes, horror y artes marciales en pleno siglo XVIII.
Los lobos también se basa en la leyenda de la bestia de Gévaudan pero no podría ser una película más distinta, que representa una forma opuesta de entender el cine. Así como El pacto… es una obra narrativa, de género y ficcional, asentada en el cine clásico, este film de Isabelle Prim cuestiona cada una de esas categorías. No puede decirse que haya una narración tradicional sino más bien un conjunto de continuidades y discontinuidades entre fragmentos unidos por un tema común. La representación es anómala porque a veces parece realista y otra, una puesta teatral. El relato está desarticulado en ficciones dentro de ficciones, al punto de que es difícil establecer en qué nivel nos encontramos en cada momento. Si hubiera que ponerle un género, una etiqueta, le corresponde la menos específica: es cine de experimentación formal.
Tal como la bestia a la que refiere, se puede pensar que esta película también es una especie de monstruo o de combinación antinatural de partes dispares. Retomando la definición del teórico André Bazin, se puede decir que es cine “impuro”, en el sentido de que se asienta en una multiplicidad de disciplinas como la pintura, la música y, en particular, aquella que suele considerarse la más antitética del cine, el teatro. Cabe señalar que Bazin consideraba esta impureza como la especificidad del cine.
La película recuerda que en el mismo territorio donde, por 1765, sucedieron aquellos misteriosos asesinatos, se encuentra el castillo de Saint-Alban, que desde la segunda guerra mundial se reconvirtió en un hospicio (y, en la realidad, funcionó como refugio del psiquiatra catalán Francois Tosquelles, uno de los fundadores de la antipsiquiatría). Sobre esta coincidencia la guionista y realizadora Prim construyó su relato, que sucede en esos dos tiempos: el castillo acosado por la bestia durante el reinado de Louis XV y la institución psiquiátrica en la que se transformó siglos más tarde, donde el monstruo es el trauma arrastrado los pacientes. En el hospicio, además, los internos están abocados a la creación de una obra de teatro acerca la cacería de la célebre bestia, que lleva la ficción al escalón autorreferencial. Estas escenas que representan a locos encabezando una puesta en escena que sucede en el siglo XVIII hacen pensar en Marat/Sade, la obra metateatral del dramaturgo Peter Weiss, llevada al cine por Peter Brook.
Los lobos es una película experimental que, como suele suceder en este rubro, hace convivir algunos hallazgos formales (como la elaborada red de referencias que va hilando las dos temporalidades o el uso no naturalista del sonido) con momentos de una elevada autoindulgencia que oscilan entre lo indescifrable y lo absurdo. La apreciación de esta película depende de la sensibilidad que cada uno para lo primero y la paciencia para lo segundo.