Los retos de Scaloni: ayudarlo a Messi a “parir” el Mundial y sostener la espontaneidad de los más jóvenes
Militante fervoroso de conjugar los verbos en tiempo presente, la conferencia previa al partido con Venezuela lo puso al borde del colapso emocional, cuando se contagió de las lágrimas de un peri...
Militante fervoroso de conjugar los verbos en tiempo presente, la conferencia previa al partido con Venezuela lo puso al borde del colapso emocional, cuando se contagió de las lágrimas de un periodista frente a su recuerdo y su viaje al pasado recordando el privilegio de haber vestido la camiseta argentina al lado de Messi. Más cómodo el jueves y en tiempo real, disfrutó de ver a su equipo poniendo otro ladrillo a una sólida pared de victorias y se dejó llevar con un gesto de admiración frente al tercer grito celeste y blanco, construido con dosis perfectas de precisión, dinámica y contundencia.
Disfruta Lionel Scaloni a su manera y así lo explica. Pensar jugadas, analizar el comportamiento de los futbolistas, evaluar rivales y confirmar como su criatura, su obra maestra, sigue gozando de excelente salud es su forma de vincularse con el placer.
El comienzo del fin de la carrera del emblema del seleccionado lo ubica al técnico en un rol significativo. Cuando Messi menciona su litigio personal entre el deseo de estar en la Copa del Mundo y los avatares físicos de sus 38 años, le da al tiempo una doble dimensión. Junio de 2026 parece a la vuelta de la esquina, pero su agenda siempre sobrecargada de compromisos lo vuelve más vulnerable que nunca. Nueve meses lo separan de su sexta cita mundialista y ayudarlo a gestar el sueño y “parirlo”, también será tarea de Scaloni.
El amor por el juego del capitán es directamente proporcional a su espíritu competitivo. Es difícil imaginarlo a Messi “solo” como futbolista de club, sin ejercer como capitán del seleccionado. En simultáneo también es cierto y él se encargó de remarcarlo, que como siempre le ocurre a los distintos, no aceptará “ser parte” si no es capaz de sentir que lo suyo sigue siendo un aporte diferente. Scaloni sabe como cuidarlo, mimarlo y protegerlo y su exclusión del último juego ante Ecuador ya es un indicio.
El otro, igual de importante, es la conformación de un equipo que desde las características de los intérpretes, lo llevó a cambiar sensiblemente la forma de jugar y desde la renovación consolida la idea. Aquella premisa inicial en sus comienzos, de juego directo, vertical y con ataques rápidos fue mutando en la de un conjunto que colecciona pases y va tejiendo jugadas con un batallón de futbolistas de buen pie y refinada calidad. Desde los más viejos como De Paul, Paredes, Lo Celso, Enzo Fernández o Alexis Mac Allister hasta los más nuevos Almada, Paz, Carboni, Mastantuono o en un futuro Echeverri, todos han sido “enganches” o armadores de juego en algún momento de sus carreras. Con esa pretensión de mover el balón y controlarlo hasta encontrar el momento exacto para dañar al rival, es que el equipo ha logrado insertarlo a Messi y no depender exclusivamente de su magia.
Lo más saludable y hermoso problema para el DT es que la renovación agranda el universo de nombres en cada lista, pero la vigencia e incluso el crecimiento del nivel de los campeones del mundo reduce al mínimo los cambios entre los titulares de cada formación. Esa competencia genera un círculo virtuoso que parece natural pero que en realidad define una “espontaneidad planificada”. Así Almada se insertó y consolidó su lugar entre los once o Mastantuono fue capaz de debutar desde el inicio con naturalidad y desprovisto de toda presión.
Con un mínimo de media docena de nombres por cambiar de la lista de Qatar, el técnico deberá encontrar los elementos que le permitan ser quirúrgico y al mismo tiempo efectivo en su movimiento de piezas. Si además como algunos especulan, la mayor cantidad de participantes y por ende de partidos, elevara la nómina a 30 futbolistas, su elección podría efectuarse con mayor amplitud. Los antecedentes no mienten. Menotti repitió en España 1982 a la mitad de los 22 campeones del mundo y Bilardo llevó a Italia en 1990 a solo 7 de los que alcanzaron la gloria en México.
Arquitecto de su sueño, Scaloni sigue viviendo el presente pero cada tanto espía el futuro y proyecta su “misión”. Nueve lunas separan al campeón del mundo de la defensa de la corona, con el 10 como capitán y un plantel voraz para buscar más gloria.