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Mario Mactas: el adiós a un finísimo observador, que puso la ironía y la elegancia al servicio del periodismo

Hay muchas maneras de acercarnos a la obra de Mario Mactas y reconocer cada uno de sus espléndidos aportes a la vida cultural, social y hasta mundana del universo de habla hispana en más de cinco...

Mario Mactas: el adiós a un finísimo observador, que puso la ironía y la elegancia al servicio del periodismo

Hay muchas maneras de acercarnos a la obra de Mario Mactas y reconocer cada uno de sus espléndidos aportes a la vida cultural, social y hasta mundana del universo de habla hispana en más de cinco...

Hay muchas maneras de acercarnos a la obra de Mario Mactas y reconocer cada uno de sus espléndidos aportes a la vida cultural, social y hasta mundana del universo de habla hispana en más de cinco décadas de compromiso intelectual en todos los campos imaginables.

Mactas, que falleció en la tarde del sábado por una neumonía en la Fundación Favaloro cuando le faltaba casi un mes para cumplir 81 años, fue un finísimo observador de la realidad, capaz de usar con un talento único los adjetivos más elegantes para describir los grandes pecados y fracasos de la Argentina como sociedad. Y puso esa misma inspiración y una luminosa capacidad para la ironía al servicio de una tarea periodística y literaria de amplísimo rango que mantuvo casi hasta el final de sus días.

Mucho más difícil será conservar, o mejor todavía recuperar, algunos de los componentes fundamentales de esa fecunda vida intelectual. Seguramente llevado por una vocación iconoclasta que disfrutaba y ejercía sin alardes se desinteresó por completo en el cuidado de su propio acervo. Nunca quiso archivar sus libros, publicaciones varias y archivos visuales o sonoros de las participaciones, brillantes y siempre originales, que hizo en radio y televisión.

Con el distinguido humor que lo caracterizaba reconoció en la última entrevista que le hizo LA NACION en abril de 2024, desde su departamento en San Telmo, frente al Parque Lezama, que no le iba a quedar más remedio de salir a comprar por Mercado Libre un ejemplar de su muy comentada novela El amante de la psicoanalista. Por propia voluntad, no quiso quedarse con ninguno.

Quedará para las próximas generaciones recuperar toda esa memoria en la que se destacan libros de poemas (Demasiados caballos), aguafuertes (Monólogos rabiosos, El enano argentino) y humor (El gato y el zorro, versión literaria del memorable ciclo de radio que compartió durante décadas con Rolando Hanglin, definido por el propio Mactas como “un espectáculo mental que conformará una partitura con varios movimientos”).

En su prosa, en sus monólogos televisivos (imperdibles desde el título, El toque Mactas, en la señal TN) y en cada una de sus ocasionales declaraciones, la palabra de Mactas podía ser punzante, deliciosa, corrosiva, dolorosa, humorística o feroz. Y siempre filosa. La enriquecía con citas o anécdotas precisas surgidas de su extraordinaria memoria eidética, una cualidad que le permitía conservar al detalle cada episodio de su existencia.

Mario Mactas nació el 13 de agosto de 1944 en Carlos Casares, enclave de la Pampa Húmeda en el que se establecieron a fines del siglo XIX numerosas familias de inmigrantes judíos. “Mis abuelos –recordó en la última entrevista con LA NACION- llegaron con el plan de colonización del barón de Hirsch”. Allí se reconocía parte de una comunidad muy identificada con sus raíces y tradiciones, pero desde una expresión más secular que religiosa. Allí regresaría, después de una larguísima ausencia, en el momento más emotivo del bello documental (Un tal Mario) que su hija Mariana, talentosa periodista, le dedicó el año pasado. Después de Mariana llegaron Magdalena, Maia y Miguel.

Egresado del Colegio Nacional Buenos Aires, pasó por las carreras de Medicina y Filosofía. No las terminó, pero se valió de esa doble formación para forjar su vocación definitiva, la de periodista, que puso en marcha como integrante de las redacciones que fundaron dos revistas icónicas de los años 60 y 70 en la Argentina: Gente y la actualidad y Satiricón. Y empezó a explorar sobre todo en esta última publicación todo el potencial de un estilo que alcanzaría su expresión más depurada más tarde, durante un exilio de algo más de una década en España.

De las más variadas y voraces lecturas, en un amplísimo rango que iba de William Faulkner y José Hernández a Cormac McCarthy, Jorge Amado y toda clase de autores hispanos de todas las épocas, nació el estilo a la vez ocurrente e ilustrado del que Mactas hacía gala a través de la palabra escrita y hablada. Sus entrevistas y apariciones televisivas eran siempre una oportunidad para que explorara nuevas maneras de narrar y de preguntar, y llenaba de picardía y una mordacidad que jamás perdía la distinción, inclusive en los detalles más incómodos, para atender toda clase de asuntos.

Contra la opresión

Tan incómoda y tan libre era su postura frente a la realidad que, tironeado por amenazas y rencores planteadas desde los extremos reaccionarios e insurgentes que dividieron a la política y la opinión pública en los años de plomo de la Argentina, Mactas se vio obligado a abandonar el país de un día para el otro. Más de una vez dijo que no había lugar en esa Argentina para alguien que escribía en Satiricón una serie de textos titulados “Contra toda forma de opresión”.

Precipitó también ese largo exilio un breve tiempo en el que Mactas estuvo detenido ilegalmente y se convirtió en un virtual desaparecido más de la dictadura militar. Con el tiempo logró equilibrar el trauma de esa experiencia extrema con todo lo que obtuvo durante su vida en España, radicado en la mayor parte del tiempo en Sitges, un pueblo costero próximo a Barcelona y epicentro de una febril vida cultural. Allí publicó libros, escribió para algunas publicaciones muy destacadas y extendió su tarea periodística hacia nuevos horizontes audiovisuales.

Volvió en 1988, convocado a través de Beatriz Guido por el gobierno de Raúl Alfonsín y el mismísimo presidente, pero siempre soñó secretamente por regresar a los tiempos felices de su estada española, sobre todo cuando le tocó ser testigo de momentos muy ingratos de la vida argentina, que chocaban contra sus convicciones. Sentía que su bandera de libre albedrío intelectual entraba en contradicción inmediata y flagrante con las cosas que más rechazaba: la ignorancia, la corrupción, la mediocridad, el nacionalismo fácil, el relativismo cultural y los cantos de sirena del progresismo. “Cada vez que la izquierda prospera, se convierte en dictadura”, declaró en la nota de hace un año con LA NACION.

En radio, un deleite

Después de una brillante etapa de alto perfil en la radio, cuya mayor parte transcurrió en Continental, Mactas se recluyó en emisoras ajenas al radar de mayor audiencia y allí se mantuvo por años, y hasta hace pocos días, al frente de programas culturales que salían al aire los sábados por la mañana. Escucharlo en esa sintonía era un verdadero deleite, no solo por lo disfrutable de sus conversaciones, sino porque también aportaba en ese medio detalles de su personalidad. “Un tema musical y una gota de silencio” era una de sus creaciones preferidas.

Mactas fue un hombre extraordinariamente sensible a los estímulos intelectuales y a los placeres de la vida en igual proporción. Ni en los momentos de mayor zozobra de su existencia, que reconoció haber atravesado en varias ocasiones, perdió la calma, el equilibrio y la convicción de que alguna salida era posible. “He sido una persona bastante valiente. Nunca le he pedido a nadie por mi vida ni por nada, ni siquiera en los momentos más extremos”, admitió hace un año.

Con ese mismo espíritu abordaba a los caballos, una de sus grandes debilidades. Durante mucho tiempo se dedicó a amansarlos “de abajo” justamente para sacarles el miedo. Disfrutó mucho en su juventud de las cabalgatas y las carreras cuadreras en los momentos de remanso, que tenían como destino habitual las costas del Uruguay, frente al Río de la Plata, durante los fines de semana.

La gran figura que nos deja fue un intelectual íntegro, un lector incansable, un clásico lleno de ideas renovadoras, un conocedor de la buena mesa, un creador siempre ingenioso, un defensor incondicional del buen gusto y un hombre galante. Deja un legado tan valioso como disperso. Y será imposible reemplazarlo.

Mario Mactas será velado el domingo 13 de julio, de 8 a 13, en la Legislatura porteña (Perú 160).

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/mario-mactas-el-adios-a-un-finisimo-observador-que-puso-la-ironia-y-la-elegancia-al-servicio-del-nid12072025/

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