Marta González: el amor, las decepciones y las cruentas batallas de una actriz que se prepara para volver a los escenarios
Hace 25 años que Marta González batalla contra el cáncer. Sin embargo, en todo este tiempo prácticamente no ha dejado de trabajar. Incluso lo ha hecho con mayor asiduidad, fundamentalmente en t...
Hace 25 años que Marta González batalla contra el cáncer. Sin embargo, en todo este tiempo prácticamente no ha dejado de trabajar. Incluso lo ha hecho con mayor asiduidad, fundamentalmente en teatro, luego de haber tenido una extensa y popular carrera en televisión y en cine. En los ´60, por ejemplo, fue protagonista con solo 24 años de Estrellita, esa pobre campesina, la telenovela boom de las tardes de Canal 13; y en los ´70, del icónico film de Leopoldo Torres Nilson Boquitas Pintadas, en el que hacía pareja con Alfredo Alcón; por nombrar sólo dos de sus trabajos más recordados para las pantallas chica y grande, entre los 40 ciclos televisivos y las 35 películas en que participó.
En teatro está a punto de contabilizar el estreno número 41, luego de atravesar una operación muy riesgosa (producto del recrudecimiento de su enfermedad de base). Lo hará formando rubro con Rodolfo Ranni en la comedia Negociemos…una historia de amor, de Alicia Muñoz; que, con dirección de Ernesto Medela, llevarán de gira por todo el país, empezando con las funciones el jueves 6 de noviembre en el Teatro Roberto Durán de Castelar, el sábado 8 en el Club de la Tercera Edad de Francisco Álvarez y el domingo 9 en el Teatro La Nonna de La Plata. Luego de la turné de un mes y medio, recalarán en el Teatro del Sol de Villa Carlos Paz para formar parte de la temporada teatral veraniega.
View this post on InstagramPese a su delicado estado de salud, y a punto de cumplir 81 años, hoy Marta ensaya sin descanso la obra que la devolverá a los escenarios. Eso sí, lo hace en el zoom de su edificio palermitano, para no exponerse a los traslados diarios y de paso “contener” de cerca los berrinches de su perra cachorro Nené (llamada así en homenaje al personaje que interpretó en Boquitas pintadas). Luego de una extensa pasada de letra junto a Ranni, y ya en la comodidad de su amplio departamento, la querida y respetada actriz recibió a LA NACION para hablar del espectáculo en ciernes, sus perspectivas de recuperación, las infidelidades que soportó a lo largo de su matrimonio y la posibilidad de volver a enamorarse en “la cuarta edad”.
-¿Hace cuánto que no trabajabas? ¿Extrañabas los escenarios?
-En realidad dejé de trabajar en marzo, cuando terminó la temporada de Madre hay una sola, la obra que estuve haciendo en Carlos Paz junto a Nancy Anka. Lo que pasa es que inmediatamente después vino lo de la operación (el 26 de mayo) y ahí tuve que parar con todos los planes laborales. Yo le venía ganando al cáncer hasta que apareció un nuevo diagnóstico. Hasta entonces mis tres episodios de cáncer habían sido primarios. Este nuevo, el cuarto, de golpe, resultó ser secundario, de un grado mucho mayor, cruento e invasivo. A mí ya me habían sacado la mama izquierda. Ahora no sólo tuvieron que extirparme parte de la derecha sino también hacerme un injerto de piel, y para eso tuvieron que retirarme piel de la espalda. Hoy, lamentablemente, todo se complicó porque también padezco metástasis de piel. No porque el cáncer de mama haya mutado hacia uno de piel, o se me haya sumado otro cáncer; la metástasis de piel es la nueva forma en que se manifiesta el cáncer de mama en mi cuerpo. Algo muy raro, muy loco y muy doloroso.
-¿En qué proporción estás recuperada para volver a trabajar? ¿Lo consultaste con los médicos?
-Sí, me dijeron que el trabajo da vida. No es que me dieron el alta, pero no me lo prohibieron. Pese a todo lo que te conté, en estos meses tuve muchas ofertas de trabajo, pero yo no quería aceptar ninguna, no me sentía bien. Pero cuando me llamaron para hacer esta obra con Ranni dije inmediatamente que sí, sin pensarlo, porque la comedia es muy linda. Pero ahora, no te voy a mentir, de pronto tengo algo de miedo. Me pregunto: ‘¿Voy a poder, me bancaré estar de un lado a otro toda la gira?’. Pero cuando recuerdo lo que decía Irma Roy, eso se me pasa. Ella decía: ‘Las actrices parecemos tener menos años porque nos pasamos la vida haciendo de otras personas; y mientras interpretamos esos personajes no cumplimos años´. Bueno, a partir de ahora no seré Marta. Seré Amalia, mi personaje. No tendré 80 años ni estaré enferma. Y así todo estará bien.
-¿Cómo proseguirás con el tratamiento durante la gira?
-Hoy el tratamiento consiste en quimioterapia por vía intravenosa. Pero cuando salga de gira lo voy a continuar en forma oral, para no estar yendo y viniendo. De todos modos, eso de ir y venir, ya lo hice, en el verano, cuando explotó todo y yo estaba en Carlos Paz haciendo Madre hay una sola. Me iba hasta la capital de Córdoba para que me inyectaran las drogas. ¡Y me volvía el mismo día para hacer función por la noche! Eso no es nada, cuando hacía en Mar del Plata la temporada de El show de los cuernos, en mi anterior episodio de cáncer, me venía hasta aquí y me volvía en un micro el mismo día para no fallarle al elenco. Cuando se enteró el oncólogo casi me mata. Qué iba a ser, hace 25 años que estoy luchando contra el cáncer, y no puedo estar pensando todo el tiempo en eso. Trabajar, subirme a un micro, me saca de estar todo el día pensando en la salud y la enfermedad. Porque eso te carcome y no ayuda para nada.
-¿La operación a la que te sometiste en mayo fue exitosa?
-No te lo puedo asegurar. Fue una operación larga, como de seis horas, y muy complicada. Todavía tengo puesta las vendas y yo misma debo hacerme todos los días las curaciones. Mi cuerpo en principio rechazó el injerto. Sabíamos que podía pasar y pasó. Ahora estamos esperando a ver si cierra. Los médicos me dicen que pese a todo va a cerrar y que la cicatriz se va a convertir en nueva piel. Eso espero, porque al principio todo se veía horrible, como podrido. Era espantoso. ¡Mirá la cicatriz que tengo! Me molesta mucho. .
-De tus cuatro episodios de cáncer, esta es la primera vez que te mostrás en las redes prácticamente calva, sin tu famosa cabellera. Y de hecho decidiste también hacerlo ahora, en esta nota . ¿Por qué?
-Creo que una de las cosas por las que quiero seguir viviendo es para ayudar a la gente. Y para eso tengo que mostrarme sin máscaras. Este es un proceso que las mujeres, bueno, también algunos hombres (ya que el 2% padece esta enfermedad, el cáncer de mama) pueden atravesar. Y yo realmente quiero ayudar para que lo atraviesen de la mejor manera. Yo me atiendo en el Instituto Fleming, y cuando me encuentro con gente que padece por primera vez lo mismo que yo trato de brindarles mi testimonio. Por eso creo que al fin y al cabo aún no me morí. Supongo que Dios me debe querer un poquito más aquí, en la tierra, para contener y ayudar con mi testimonio. Como sé que para muchos soy un ejemplo de resiliencia, quiero seguir trabajando y no entregarme. No niego la enfermedad, pero no soy básicamente una enferma, soy un ser humano con una enfermedad. El cáncer no me define, soy un montón de otras cosas. Eso es lo que intento que la gente entienda y, si están pasando por lo mismo que yo, que lo vivan de esa manera.
Dios, el recuerdo de su hijo y la muerte-Siempre has sido muy religiosa. ¿En algún momento de la enfermedad te enojaste con Dios?
-Siempre me enojo con Dios, como quien se pelea con su padre. Y me siento con derecho de decirle lo que pienso y siento. Esta vez, cuando apareció lo de la metástasis, me enojé un poquito más. Le dije: “Che, aflojemos, esto ya es demasiado”. Sobre todo porque apareció inmediatamente después de la enfermedad de mi hija.
-¿Qué le pasó?
-María Mercedes tuvo un cáncer de colon por el que tuvieron que sacarle medio intestino. Un horror, pobrecita. Hoy está bien y en su momento le agradecí y mucho a Dios. Pero, bueno, después seguí yo…
-Tu hijo Leandro falleció en 2001 en un accidente automovilístico en México. ¿Le pedís ayuda?
-Yo le hablo y siempre siento que me contesta. No le pido ayuda, eso lo hago con Jesús. Pero siento que me acompaña, como si nunca se hubiera ido. Por eso siento que la muerte no existe, simplemente algunos estamos en otro estado. Además, aquellos seres queridos, siempre permanecerán adentro nuestro y nunca nos abandonarán. Eso, claro, si uno se lo permite, cosa que no todo el mundo hace. Eso es lo que le dije a Gustavo Yankelevich cuando murió su hija Romina: vas a ver que ahora la vas a tener más cerca que nunca. Hoy a mí me pasa eso: siento que llevo a mi hijo más adentro que nunca.
View this post on Instagram-¿Pudiste hacer las paces con el hecho de su muerte, que en su momento te quebró y parecía que no lo superarías?
-Sí, absolutamente. Además, hoy tengo la ilusión de que si me muero me voy a encontrar con él. Por eso la muerte no me resulta tan trágica.
-¿Pensás en la muerte, habitualmente?
-Mucho. En el comienzo de este último episodio de cáncer no paraba de pensar en la muerte. Hasta que me dije: basta. Y ahora que me toca ensayar todos los días la obra ya no pienso en eso. Ahora lo único en lo que pienso es en si me acordaré la letra (risas).
Volver a amar en la cuarta edad-Hablemos de la obra, Marta. Es sobre una segunda oportunidad en el amor, ¿no?
-Sí. La obra es de Alicia Muñoz, la misma autora de Justo en lo mejor de mi vida, La pipa de la paz y numerosas obras más. Digamos que la obra habla del amor en la cuarta edad. Y me parece que es un tema esperanzador porque lo único que salva es el amor. Dar y recibir amor es lo único que salva. No es una postura. Cuando el amor es genuino salva vidas sí o sí.
-¿Es más difícil negociar cuestiones del corazón a cierta edad?
-Sí. A toda edad hay que negociar en cuestiones del corazón. De eso no se salva nadie, ni los jóvenes ni los mayores. Tal vez uno no lo vea como una negociación, pero es así. Y toda negociación conlleva un duelo, porque hay algo que uno pierde en pos de lograr otra cosa, en este caso, armar una pareja. El tema es que cuando uno se pone grande se vuelve muy exigente y mañoso, pero también más vulnerable y necesita más del otro. Es entonces es cuando -si sos inteligente y te lo permitís- aflora el amor y se establece un vínculo. Ahí lo importante es lograr negociar los corazones. Bueno, la obra va por ahí.
-¿La sociedad avala o rechaza los romances en la adultez avanzada?
-A mí me parece que acepta más los romances entre gente joven. En general, los jóvenes tienen permiso para todo. De todos modos, no hay que ponerse en víctima. Las viejas como yo no necesitamos del permiso de la sociedad, ni del de los hijos ni del de nadie. No nos tiene por qué importar el qué dirán. Sé que algunos viejos son mirados mal si van caminando de la mano por la calle o si de repente se dan un beso en la boca. Como que les dicen: “Ustedes son grandes, ¿qué están haciendo?“. Yo nunca escuché algo así, pero si lo llegara a escuchar te aseguro que me enojaría con quien lo dice.
-O sea que con vos es mejor no meterse…
-Tal cual. De todas formas a mí nunca me podría pasar algo así porque yo ya estoy cerrada al amor.
-¿Por qué?
-Debe ser que ya no necesito una pareja, o que he sufrido mucho mucho mucho por amor. Además hoy me pasa algo… ¿Sabés lo que más me duele de mi enfermedad, lo que más me jode? La deformación de mi cuerpo. No puedo creer que hoy sea esto que soy. ¿Te acordás lo que era mi cuerpo? Era muy estético.
-Bueno, podrías relacionarte con un hombre que le pase lo mismo que a vos, con el que físicamente no te sientas en desventaja, por decirlo de alguna manera.
-No, no, no. Te repito: esa puerta se cerró para siempre.
-¿Hoy tu gran amor es el teatro?
-Exacto. Hoy el teatro es mi amor, mi amante y todo lo que se te ocurra.
-Volviendo a Negociemos... ¿Cómo es tu personaje?
-Mi personaje es una mujer que ha sufrido mucho en el amor y que ahora está divorciada. Se encuentra libre por primera vez y es entonces cuando se encuentra en una plaza con un tano que la amó en silencio toda la vida. Te aclaro que no termina mal, así que es una comedia esperanzadora.
-¿En escena lucirás una peluca o aparecerás con la cabeza rapada?
-Usaré una peluca rubia que me acondicionó Oscar Colombo. ¿Sabés dónde la compró? En Nueva York, en el mismo negocio donde hicieron la peluca que lució Meryl Streep en El diablo se viste a la moda. ¿Podés creerlo?
View this post on Instagram-¿Por qué el público debería ver esta obra?
-Porque, primero, se va a encontrar con un gran actor: Rodolfo Ranni. Y segundo porque la va a pasar muy bien. En estos tiempos tan oscuros vienen bien las comedias esperanzadoras. Sé que la gente necesita eso, que los actores interpretemos textos esperanzadores y nosotros necesitamos de la gente para que la comunión sea completa. Sé que esta obra nos hará tanto bien a nosotros como al público.
Ranni, el matrimonio y las infidelidades-¿Cómo es tu relación personal y profesional con Rodolfo?
-El tano es divino. Ya habíamos trabajado en varias oportunidades, la mayoría de ellas en teatro. Incluso me hizo acordar que hace como mil años compartimos el elenco de una comedia en la que también trabajaba Palito Ortega, que por entonces era mi novio. Así que imaginate hace cuantos años que estamos trabajando juntos. En la última obra que formamos rubro fue en El gran deschave.
-Hace muy poco María Valenzuela lo denunció ante la Asociación Argentina de Actores por maltrato. ¿Te incomoda la situación?
-No, porque conmigo es un tesoro. ¿Sabés lo que es hacer gira si te llevás mal con tu compañero de rubro, se trate de un hombre o de una mujer? Es algo imposible, porque te toca estar juntos todo el día, desde el desayuno hasta la noche. Como te dije, he trabajado muchas veces con él y nunca tuve un problema. Jamás de los jamases me maltrató.
-Más allá de la obra, y de tu actual negativa a volver a enamorarte, ¿creés en las segundas vueltas amorosas?
-Sí, sí, siempre creí en eso; si no, no le hubiera dado como cinco chances a mi marido (el jugador y técnico de fútbol Osvaldo “Chiche” Sosa). No le di dos, ¡le di cinco! Hasta que llegamos a un punto que dije basta. Una cosa es soportar y aceptar infidelidades, pero cuando aparece un hijo extramatrimonial…Ese fue mi límite, el final de todo.
-¿Alguna vez te arrepentiste de tu decisión?
-No, para nada. Siempre lo tuve claro. Siempre supe hasta dónde podía soportar.
-Sos un ejemplo de resiliencia. ¿Qué consejo le podés brindar a los lectores de esta nota que estén atravesando un difícil cuadro de salud?
-Que hay que luchar siempre. Luchar, luchar y luchar. ¿Y qué más hermoso y valedero podría haber que luchar por la vida de uno? Además, mientras haya vida, hay esperanza. Ojo, hay días que tengo que hacer una fuerza tremenda para poder levantarme de la cama. Tengo una gran tolerancia al dolor, pero no soy marciana. Al fin y al cabo soy humana, ¿eh? Posiblemente hoy esté más cerca del arpa que de la guitarra, pero aún no escucho en mis oídos el canto de los ángeles. Así que en esos días duros me digo: “Vamos, Marta, levántate y andá, que el público te está esperando”.