Martín Caparrós: “Hay formas de estar en la Argentina que no necesitan de la presencia física”
La noche anterior tuvo un encuentro íntimo con sus amigos, quienes organizaron un evento de bienvenida antes de que la vorágine de actividades en Buenos Aires lo sumergiera en una espiral de cita...
La noche anterior tuvo un encuentro íntimo con sus amigos, quienes organizaron un evento de bienvenida antes de que la vorágine de actividades en Buenos Aires lo sumergiera en una espiral de citas y compromisos. Este regreso a la ciudad donde nació es agridulce. Por un lado, sus grandes amigos Jorge Lanata y Jorge Dorio fallecieron el último año y sin ellos Buenos Aires no es igual. Lo dice, hace una pausa, y mira por la ventana en dirección al Palacio Estrugamou, donde vivía el creador de Página 12, a pocos metros del hotel donde se hospeda. Por el otro, hay otra noticia que lo convoca y que lo tomó por sorpresa. Hace 20 días apenas recibió la noticia de que la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) lo había distinguido con el título honorífico de doctor honoris causa. “No tengo ni idea quién hizo la propuesta ni quiero saberlo”, dice Martín Caparrós. También la UBA distinguirá a Charly García, pero la ceremonia académica se llevará a cabo otro día: “Quizá les pareció que iba a dar demasiada lástima ver el campeonato de piltrafas entre Charly y yo. Fuera de broma: me dio mucho gusto, pensé, si con alguien me parece bien compartir una cosa de estas, es con un escritor que admiro”.
Caparrós (1957), radicado en Madrid, fue diagnosticada en 2022 con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), enfermedad a la que invoca e hila con sus memorias en Antes que nada (Random House). También acaba de publicar La verdadera biografía de José Hernández contada por Martín Fierro, con ilustraciones de Rep, y en breve Sindios. ¿Para qué sirve creer en lo increíble?, ambas también editadas por Random House.
“La Universidad de Buenos Aires tiene un peso muy fuerte para mí, sobre todo a través del Colegio Nacional, que depende de ella y que fue decisivo en mi vida. Entonces que me den este reconocimiento me impresiona particularmente. Esta vez me dio un ataque de... no sé cómo llamarlo, porque no es seriedad, pero casi como que de responsabilidad. No quiero tomar distancia desde el humor. Quiero aceptar que para mí esta distinción es algo que me importa. Entonces voy a hacer un discurso totalmente clásico”, asegura sobre el texto que leerá este martes en el acto que se realizará a las 18, en el Aula 108 de la sede de la UBA, ubicada en Puán 480.
Luego, el jueves, a las 19, en el Teatro Alvear, se llevará a cabo “Caparrós y amigos”, donde Leila Guerriero, Cristian Alarcón, Eduardo Anguita, Juan Boido, Daniel Guebel, María O’Donell, Claudia Piñeiro, Miguel Rep, Graciela Speranza y Ernesto Tenembaum, entre otros, y la madre del autor, la psicóloga Martha Rosenberg, le rendirán un homenaje.
Prolífico, escritor de novelas de extensiones voluminosas, Caparrós ultima los detalles de BUE, así en mayúsculas, un libro sobre Buenos Aires, una ficción que se expande en el tiempo. Además, hay un proyecto flamante que lo entusiasma y al que llama “las canciones”, composiciones escritas con IA, de las cuales no quiere dar demasiados detalles, pues está experimentando con las posibilidades que le brinda la tecnología y el amalgama de su creatividad. “Supuestamente todos los domingos descubro una canción en algún lugar del mundo, más o menos desconocida, y la paso y explico quién la compuso, por qué, para qué, cuál fue su destino. No hablaré más del tema, solo en presencia de mi abogado”.
-Te rindieron tributo en España, en el Ateneo de Madrid, y ahora, meses después, en Buenos Aires. ¿Cómo te llevás con los homenajes y con la cantidad de voces reconocidas comentando tu obra? ¿Te da pudor, te divierte?
-Pudor siempre me da cuando tengo que estar en situaciones donde hay personas que están obligadas a hablar bien de mí. Si en una situación de estas existiera la posibilidad de que alguno de los que hablan dijera: “Bueno, la verdad, nunca supo escribir una oración como corresponde, y además es un imbécil”, entonces uno apreciaría más los elogios. Pero sabiendo que no hay ninguna chance más que el elogio, me queda el pudor.
-Sé que es contrafáctico y que estudiaste Historia en Francia, pero si te hubieses quedado en la Argentina, ¿qué hubieses estudiado?
-Yo me anoté en Historia y Psicología en el año 74. Una cosa muy rara. Yo quería estudiar Historia, pero mi padre, que era profesor titular en Psicología, que nunca me había pedido ni condicionado nada de lo que yo había hecho hasta entonces, me dijo, casi con vergüenza, que me anotara también en Psicología, porque a él le gustaría que yo probara un poco a ver si eso me interesaba. Y fue tan raro que mi padre me pidiera, que lo hice. Después, a principios de 1976, me tuve que ir y ya se acabó el asunto.
-Tus amigos te celebran de un lado y otro del Atlántico. ¿Cuán importante es para vos el culto de la amistad?
-Me gusta tener amigos y ser amigo de mis amigos. No sé cómo se podría definir lo de cultivar la amistad, pero es algo que me importa. Y que sí, por suerte, tengo varios amigos. Algunos que conozco desde hace más de 55 años y que nos seguimos viendo mucho. Y tengo otros que conozco desde hace 5 años y también nos vemos mucho. O sea que eso me tranquiliza, digamos, que seguí haciendo amigos con el tiempo.
-Todavía te dicen Mopi…
-Cuando era chiquito, tenía un año o así, era muy rubio, y mi padre, un poco en joda, me decía Morocho, y de Morocho vino Mopocho y Mopochito y Mopito. Y me llamaron siempre Mopi hasta los 16 o así, nadie me llamaba por otro nombre. Justamente una de las cosas que quiero decir mañana es que de algún modo debo el llamarme Martín a la Universidad de Buenos Aires.
-¿Por qué? Tu nombre completo es Antonio Martín, pero todos, al menos tus lectores, te conocen como Martín.
-Cuando yo entré en la facultad, mi padre era un profesor bastante conocido, y entonces evité así ser llamado “Antonio Caparrós hijo” o “el hijo de Antonio Caparrós”.
-Otro Martín famoso es Martín Fierro. Borges hubiese querido que fuese el Facundo el libro fundante de la literatura argentina, y no el Martín Fierro porque justamente el primero es un discurso contra el autoritarismo, mientras que el segundo, también se rebela, pero es la barbarie en su quintaesencia.
-Facundo es un ensayo crítico contra la violencia, un libro sobre los gauchos, el pueblo y los caudillos, y, en cambio, Martín Fierro glorifica un poco esa violencia. Creo que las razones por las que el Martín Fierro se convirtió en el libro nacional no tienen mucho que ver con eso, sino más bien con el hecho de que a principios del siglo XX, con la ola migratoria enorme que llegó a la Argentina, hubo ciertos sectores del nacionalismo de derecha que querían reivindicar alguna forma de la argentinidad frente a estos zaparrastrosos italianos o gallegos o rusos (que para colmo muchas veces eran socialistas o anarquistas o cosas horribles). Justamente aquellos que habían expulsado al gaucho de sus tierras y se habían apoderado de ellas fueron los que le dieron fuerza a ese mito del gaucho matrero. Lo curioso es que Hernández también era uno de ellos. Esto es lo que yo no sabía claramente y cuando me puse a trabajar para escribir el libro, encontré con mucha claridad. Quiero decir, era Hernández Pueyrredón, una de las familias más fuertemente terratenientes de la época, familia que por supuesto sigue haciendo desastres en el estado argentino a través de sus familiares descendientes.
-¿Lo decís por Patricia Bullrich?
-Sí.
-Me abrís la puerta a la Argentina. ¿Te parece que hay arrepentimiento o culpa del votante del kirchnerismo por haber respaldado, en algunos casos ciegamente, el proyecto de Cristina? ¿Percibís un cambio de discurso?
-La verdad es que no lo sé todavía, llegué hace un día y medio y no hablé con mucha gente de eso, o sea que no tengo ahí una percepción distinta de la que tenía por los diarios, digamos, estando en Madrid.
Me impresiona, por un lado, la incoherencia entre el hombre y el político, que mientras el político toma una medida claramente feminista y claramente apoyada por ellas, el hombre hace todo lo contrario, maltrata a la mujer que tiene al lado.
Martín Caparrós, sobre Alberto Fernández
-Al inicio respaldaste el gobierno de Alberto Fernández. ¿Te sorprendió su final político? Me refiero a su imputación en la causa seguros y a su procesamiento por violencia de género.
-Sí, sí, por supuesto, nunca pensé que pudiera hacer ese tipo de cosas. Me impresiona, por un lado, la incoherencia entre el hombre y el político, que mientras el político toma una medida claramente feminista y claramente apoyada por ellas, el hombre hace todo lo contrario, maltrata a la mujer que tiene al lado. Y me impresiona cómo la gente que está en situaciones extremadamente extraordinarias desde el punto de vista histórico es capaz distraerse con estupideces tales como tratar de levantarse una mina. Si yo estuviera en su lugar, estaría 28 horas por día pensando cómo hacer para hacer bien toda esa maraña enorme de cosas que tengo que tratar de solucionar.
-En España te dicen: “No opines, sos argentino”, y en la Argentina: “No opines, no vivís acá”.
-Creo que uno puede opinar de todo aquello sobre lo cual puede hacerse una opinión más o menos fundada, quiero decir, vivir en un lugar no es la mejor o la única manera de saber lo que pasa en ese lugar. Es una de tantas maneras, pero hay otras.
-¿Qué te enoja, te enfurece?
-Se me ocurren dos cosas. Antes de nada, supongo que mucho la ignorancia y la necedad, que son como cosas parecidas, digamos que la necedad sería la ignorancia con ínfulas, la ignorancia de aquel que está dispuesto a sostener su ignorancia contra todo. Vivimos en sociedades donde es muy difícil pelear contra esa ignorancia y donde muchas veces esa ignorancia define los destinos de países o de sociedades. Quiero decir, para no hacerlo tan abstracto, que 15 millones de personas hayan votado a Javier Milei es un gesto de una ignorancia extrema, porque no sabían lo que votaban. Yo sé que esto que te estoy diciendo no es nada correcto ni popular, pero yo lo creo.
-¿No pensás que también esa gente votó a Milei porque estaba harta del kirchnerismo y no quería que ganara Sergio Massa?
-Claro, por supuesto, pero esa gente con toda razón que no quería que ganara ni Cristina ni Massa ni Bullrich, ni ninguno de los otros, no fue capaz de crear, descubrir, inventar una alternativa. Entonces ahí hay un error grave y es creer que Milei puede ser una alternativa válida.
-¿Hay algún político argentino que te guste o interese?
-No, dicho así me parece que me resulta difícil dar un nombre. Me gustaría que hubiera uno que tuviera claro que de verdad hay que barajar y dar de nuevo las opciones que hemos supuestamente elegido en los últimos 25 años porque funcionaron muy mal.
-¿Pensás que el kirchnerismo ha llegado a su fin?
-No sé... Yo pensaba que el fin del kirchnerismo podría haber llegado si Massa ganaba las elecciones. Cosa que me habría parecido muy triste. Es un personaje muy cuestionable, pero por lo menos es lo suficientemente peronista como para saber que lo primero que tenía que haber hecho era cargarse a Cristina Fernández, como Néstor Kirchner se cargó a Eduardo Duhalde. Entonces, escribí que la única garantía de que llegara el final del kirchnerismo era votarlo a Massa, curiosamente. Votando a Bullrich o a Milei, lo que se hacía era prolongar la posición del kirchnerismo como alternativa posible. No digo que un gobierno de masa hubiera sido nada deseable, ni muchísimo menos.
-¿Estás de acuerdo con la cárcel domiciliaria para Cristina Fernández de Kirchner?
-Estoy en contra de las cárceles en principio. Y además hay leyes muy claras que dicen que las personas de más de 70 años tienen derecho a no ir a la cárcel. Hay, sin duda, miles de personas en la Argentina que están injustamente encarceladas, que están en larguísimas condenas preventivas o cárceles preventivas o en cosas por el estilo. Y eso no le preocupa a nadie. Sin embargo, que Cristina Fernández esté en su casa, excluida por orden del Estado, parece ser una cuestión que debería interesarnos a todos. Me parece que uno de los problemas de los sistemas políticos que vivimos es que están excesivamente centrados en individuos. Y esto también lo decía por España.
-¿Y qué periodistas te interesan? ¿A quién seguís?
-No, no sé, es incómodo. Algunos son amigos, otros no.
-Recién decías que hay dos cosas que te enojan. Por un lado, la ignorancia y la necedad. ¿Y la segunda?
-La segunda es estar sentado en esta silla . Quiero decir, me gustaría salir a caminar un poco. Pero bueno, en eso no hay nada que hacer. O sea, que trato de que me enoje lo menos posible. Con lo otro tampoco hay mucho que hacer, pero por lo menos... Tengo la esperanza de que pueda ir mejorando, digamos.
-¿Dónde está Dios? ¿Quién es Dios? ¿Por qué escribís Sindiós?
-Es un ensayo panfleto, corto, que trata de entender el papel de la religión en nuestras sociedades, sobre todo en la religión católica, que es a la que tenemos más cerca, y pensar si serían posibles sociedades sin Dios. No tengo fe. Hace poco, un escritor español que estaba tratando de blanquear al Papa, hablaba del don de la fe, y que él no tenía el don de la fe, en cambio, otros sí.
-Hablás de Javier Cercas…
-Sí. Yo no podía creer que un ateo, un señor que se dice ateo, hable del don de la fe, como si la fe fuera un regalo que algo superior te hace, como si fuera un privilegio que algunos tienen. La fe, por definición, es decir: “Yo declino mi espíritu crítico y creo lo que me dice otro que supuestamente sabe más que yo”. La definición de la fe es que es que el credo es absurdo y aunque así lo sea, lo creo porque los que saben me lo dicen. Entonces, yo estoy absolutamente en contra de la fe. La fe para mí es todo lo contrario de lo que me importa en la vida, que es la duda, la crítica, la posibilidad de repensar las cosas. Vengo de media familia judía, de media familia católica. Yo no diría judíos y católicos, diría judíos y españoles
-¿Qué es lo que más extrañas de Argentina cuando no estás en Argentina?
-Lo que extraño son las charlas con los amigos, y en general cada uno pasa de vez en cuando por Madrid, pero se extraña. Del resto, nada. Creo que hay formas de estar en la Argentina que no necesitan de la presencia física.