Mey Scápola: la ausencia de su padre, por qué no dirige a su madre, Mercedes Morán, y la pelea contra el machismo teatral
Lleva el teatro dentro de sí. El cine y la televisión tampoco le resultan ajenos. Actúa, escribe y dirige con igual pulsión. Y si hasta hace un tiempo su nombre completo -Mercedes Scápola- fig...
Lleva el teatro dentro de sí. El cine y la televisión tampoco le resultan ajenos. Actúa, escribe y dirige con igual pulsión. Y si hasta hace un tiempo su nombre completo -Mercedes Scápola- figuraba junto al "Morán", tomado de su madre, la reconocida actriz Mercedes Morán, hoy le alcanza y le sobra con Mey Scápola, con el que ocupa un destacado y merecido lugar en el medio.
Su presente es un multitasking de la escena. Entre lo concretado y los proyectos que se avecinan, son varios los títulos simultáneos que la convocan de una u otra manera.
Scapola dirige Caer y levantarse, el unipersonal -actualmente en gira- interpretado por Luciano Castro, y cumple el mismo rol en Las cosas maravillosas, la propuesta que se desarrolla en el Multiteatro a partir de un formato atractivo que permite la “ruptura de la cuarta pared” y se convierte en una experiencia inmersiva para el espectador. En ese mismo complejo, perteneciente a Carlos Rottemberg, en pocos días volverá a cumplir con un trabajo interpretativo.
“Luego de casi tres años de no hacerlo, tengo muchas ganas de subirme al escenario”, reconoce entusiasmada con el próximo estreno de Coherencia, pieza que marca el debut en la escena del realizador de cine Hernán Guerschuny. Desde el 16 de julio, la actriz compartirá la marquesina con Gonzalo Heredia (también adaptador del texto original de James Ward Byrkit y Alex Manugian), Guillermo Pfening, Nicolás Pauls, Vanesa González y Laura Cymer. La producción de la pieza está a cargo de Tomás Rottemberg, Bautista Laviaguerre y Joaquín Laviaguerre.
Luego del éxito de la comedia Desnudos, su rol como intérprete lo desarrolló en Playback, una serie que se verá por la plataforma Disney+, y en los films Elena sabe y Norma. Con Coherencia regresará a la actuación, sin descuidar sus otras labores como directora. “Tenía el deseo de volver, pero la dirección le fue ganando terreno a la actriz en diversos proyectos”.
-¿Te resultaba incompatible hacer convivir trabajos como actriz y directora?
-Lo que sucede es que el rol de la dirección implica, inevitablemente, ubicarte en el lugar de capitana de barco; ocuparte de todo, escuchar mucho al equipo y trabajar con tiempo en cada obra. Además, una vez estrenadas, como soy medio obsesiva, me gusta ir a todas las funciones.
-En torno a la dirección “orbitan” muchos otros roles y personas.
-Por eso me propongo armar equipos con gente en la que confío un montón, pero, lamentablemente, soy un poco omnipresente.
-¿Lo sufrís?
-Es algo con lo que peleo, me fijo si me gustan las luces, si la escenografía es tal como la soñé, puedo corregir la música o el sonido mil veces...
Indudablemente, timonear los destinos de un espectáculo es una de sus pasiones. En este sentido, el año que viene se pondrá al frente de un gran proyecto en el que también se responsabilizará de la dirección. “Será una propuesta grande, pero no puedo decir mucho más”. La producción de la nueva aventura será de Tomás Rottemberg y Pipa Produce, con quienes viene trabajando en varios de sus últimos trabajos.
-En torno a tu trabajo como directora, ¿te considerás permeable ante lo que va emergiendo del cuerpo creativo de tus dirigidos?
-Lo que más aprendí como directora es algo que tomé de mis maestros, Julio Chávez, Agustín Alezzo y Augusto Fernándes.
-¿Cuál fue esa lección?
-Sostenían que uno tiene que aprender a trabajar con el instrumento que tiene enfrente. La idea es permitir que el otro esté a su cien y ese cien, quizás, no es el que yo imagino, pero siempre busco que los actores estén en su máxima posibilidad y que se vea lo menos posible mi mano como directora. Tengo más generosidad como directora que como actriz.
-¿Cómo nace la directora?
-Con el diario del lunes puedo decir “siempre me gustó”. Era muy pibita y me divertía más ir a ver los ensayos que las funciones de mi mamá; me gustaba investigar cómo se dirigía, observar el proceso.
“Cada director tiene su librito”, remarca y menciona, a modo de ejemplo, los modos de Daniel Veronese, Juan Carlos Gené y Claudio Tolcachir, diferenciados en sus procedimientos. Ella tiene los suyos. “No me gusta perder el tiempo, no agendo ensayos de más y no organizo ensayos donde no se ensaya”.
A pesar de su nutrida agenda y las posibilidades que se ganó en el medio, entiende que aún la influencia patriarcal hace lo suyo en torno a una actividad que se supone emancipada de algunos prejuicios ancestrales: “En la dirección hay muchas menos mujeres que hombres; no digo que deba haber un cupo, pero somos pocas”.
-Repasando la cartelera, sobre todo la del teatro oficial y comercial, eso es evidente.
-Vivimos en un patriarcado, lo hablaba siempre con Andy (Kusnetzoff) cuando estábamos de gira con Las cosas maravillosas. Llegábamos a las salas, todos los técnicos eran varones y, muchas veces, le hablaban a mi equipo y no a mí”.
Cortó por lo sano y ahora se presenta diferente: “Llego y digo: ‘Hola, soy Mey Scápola, la directora’, tuve que aprender, yo no era así”.
-Bastante por deconstruir.
-El teatro, como tantos otros espacios, aún sigue siendo un lugar de muchos varones.
-¿Percibís que, aún hoy, al varón le cuesta recibir la indicación de una directora?
-Sí, sucede en todos lados.
Otro modelo-En Amor, dolor y qué me pongo te dirigió Mercedes Morán.
-Cuando te dirige una actriz o un actor hay un amor especial, porque conoce los tiempos y los problemas con los que nos enfrentamos y tenemos que lidiar. Ella nos daba confianza en ese momento de incertidumbre y miedos, nos ofrecía eso, algo que yo tomé y aplico. De hecho, les tengo más paciencia a los actores que dirijo que a mi hijo.
-¿Cómo fue la influencia materna en torno al despertar de tu vocación?
-Quise estudiar teatro recién a mis 15 o 16 años. Yo no era la típica nena extrovertida. Sin embargo, a mis hermanas y a mí, en algún momento de nuestras vidas, nos “picó el bichito”, nos generó cierta intriga. Mi hermana más chica es actriz y escribe; la del medio es psicóloga.
María Scápola es su hermana por parte de madre y padre, mientras que Manuela Martínez, su otra hermana, es fruto de la relación de Mercedes Morán con el actor Oscar Martínez.
-Recordabas las ideas impartidas por tus docentes. ¿Qué consejo hubo de parte de tu madre?
-Lo primero que me dijo fue: “Estudiá con una buena persona”.
-¿Quién fue ese primer maestro?
-Agustín Alezzo, uno de los seres más hermosos que conocí en mí vida. Él decía, “prefiero trabajar en un elenco de buena que gente, antes que de buenos actores”. Cuando me preguntan cuándo decidí ser actriz, la respuesta es “estudiando con Alezzo”. Nos retaba amorosamente si no íbamos al teatro o no leíamos a (Henrik) Ibsen o (August) Strindberg.
-También habría algo inconsciente que se desplegaba viendo a tu madre.
-Seguramente había algo de ella que me atraía muchísimo, es una actriz que hizo mucho teatro y yo, siendo muy chica, solía acompañarla a las funciones. Me encantaba estar en el Payró y meterme en sus camarines. En cambio, no me llevaba a sus grabaciones en la televisión, no visitaba el estudio de Rosa de lejos.
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-Siempre mantuviste un bajo perfil en torno a tu lazo sanguíneo con Mercedes Morán.
-Cuando era chica, y estudiaba con Julio Chávez, tenía como compañero a Diego Gentile, amigo querido y adorado. En una oportunidad, vino a casa y vio en el toilette un montón de cuadritos en las paredes con fotos de mi mamá en distintas obras de teatro, algo que le sorprendió mucho, al punto tal que me dijo: “Qué fanática que sos de Mercedes Morán” y ahí la aclaré que era mi madre.
-Nunca hubo un “soy la hija de…”.
-Jamás, ni siquiera al día de hoy. Eso no quiere decir que no sienta un gran orgullo por ella, soy quien soy por mis padres, pero siempre me ocupé de esforzarme, trabajar mucho y aprender. Nunca ocupé lugares por ser hija de Mercedes Morán.
-Esos espacios no se sostienen en el tiempo.
-No te llaman para dirigir en el Multiteatro o en el Picadero porque sos hijo de alguien reconocido, eso no sucede en el medio teatral.
-¿Te subirías a un escenario con Mercedes Morán?
-Cada vez que elegimos trabajar juntas, en televisión o cine, lo disfrutamos mucho, pero aún no apareció la obra que nos convoque y nos de ganas disfrutar de a dos.
Compartieron el elenco de la tira Guapas (eltrece) y Morán realizó una participación en Graduados (Telefe), donde su hija era protagonista. Además, convivieron en el elenco del film Elena sabe de Anahí Berneri, y de la película Norma, de Santiago Giralt. “Me encantaría volver a hacer algo con mi mamá”.
-¿Dirigirías a tu madre?
-No sé, nos conocemos demasiado. Quizás, sería más fácil que ella me dirija a mí.
ApellidoSu padre partió a Estados Unidos, Venezuela y, finalmente, España cuando Mey era muy pequeña. Su crianza cotidiana, en Buenos Aires, quedó entonces en manos de su madre.
-Te criaste en un matriarcado.
-Mis padres se separaron cuando yo cumplí dos años y mi hermana María tenía siete meses.
-¿Llegaste a perder el contacto con tu padre?
-Lo veíamos muy poco, pero mi mamá se ocupaba de sacarnos pasajes para que lo pudiéramos visitar. Ya de más grandes, le comenzamos a pedir que viniera él, porque cada una tenía sus obligaciones y, además, resultaban muy caros los tickets de avión, nos salía más barato que él se quedara en nuestras casas.
-¿Nunca hubo reproches hacia él?
-Miles, fueron años de terapia y reproches; sin embargo, ya siendo más grande, una va entendiendo que cada uno hace lo que puede. Eso no quiere decir que no haya sufrido y enojado muchísimo.
Hija y padre no se ven desde hace cuatro años, una distancia que fue germinando en la pandemia: “Regresará en agosto y tiene una gran alegría por volver a ver a sus nietos”.
-¿Se encuentra con tu mamá?
-Cada vez que ella actúa en España, él la va a ver al teatro, tienen una hermosa relación, son como primos. Algo que le agradezco es que, cuando mi hermana y yo estábamos enojadas, ella nos decía “hace lo que puede”, “perdonen a su padre”. Nunca nos quemó la cabeza hablando mal de él, sino que nos enseñó la piedad. No tengo recuerdos de mi mamá hablándome mal de mi padre.
Pocos saben que, para mantener a sus hijas, Mercedes Morán hizo de todo, incluso, gestionar un salón de fiestas: “Trabajar y trabajar es el gran aprendizaje que heredé de mi madre”.
Mey Scápola fue profesora de inglés y de zapateo americano, se desempeñó en una productora y llegó a ser asistente de Julio Chávez. “También fui bartender y moza, hice de todo, nunca tengo menos de tres ocupaciones; siempre fui así, hay algo del trabajo que me hace muy feliz y no tiene que ver necesariamente con el dinero; me gusta que mi hijo León vea el esfuerzo y no sea un nene consentido”.
-A partir de la separación de tus padres y siendo tu madre el único sostén, ¿hubo necesidades que afrontar?
-Éramos una clase media muy de los 80. Fui al colegio público y teníamos la obra social del Congreso, porque mi mamá trabajaba en la biblioteca del Senado.
Su abuelo paterno, Gregorio Morán, había sido, en dos oportunidades, diputado por el Partido Justicialista. “Un gran trabajador”, reconoce la actriz.
A la hora de pensar su rol como madre entiende que “lo ejerzo lo mejor que puedo, no soy asfixiante”. Su hijo tiene doce años, primer eslabón de la adolescencia: “Fue muy deseado, es muy amado y amoroso; como está haciendo el ingreso a la secundaria, me pongo a estudiar con él”.
-¿Estás en pareja?
-No.
-También en esa zona de intimidad manejás un perfil muy bajo.
-No oculto ni muestro. Nunca me interesó hacer notas sobre esos aspectos, ni siquiera cuando estuve junto al papá de León, que generaba mucho interés por quién había sido su hermano.
El padre de su hijo es Mariano Castro, hermano gemelo del recordado periodista Juan Castro, fallecido trágicamente en 2004. La relación duró casi ocho años.
En el aireEn su multiplicidad de tareas, también se encuentra la de comentar obras de teatro en Perros de la calle, el tradicional ciclo radial de Andy Kusnetzoff en Urbana Play.
“Andrés me llamó para hacer algo en la radio y, como no interesa hablar sobre cualquier cosa, le propuse hacerlo sobre teatro, un tema que conozco, del que tengo un expertise”.
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Se armó una comunidad y los oyentes están muy atentos a sus recomendaciones. “Me gusta llevar compañeros, visibilizar salas, en un espacio masivo. No soy periodista, recomiendo lo que veo y me gusta”.
A Las cosas maravillosas, pieza de Duncan Macmillan y Jonny Donahoe, le imprimió su devoción por la oralidad. El material, que modifica a su protagonista varias veces por temporada, apela a un relato sensible en torno a algunas de las cuestiones más esenciales y valiosas de la existencia. “Me gusta el despojo total y que el foco esté puesto en la palabra”, sostiene Mey Scápola.
Ya dirigió a Lali González, Franco Masini, Andy Kusnetzoff, Candela Vetrano, Victorio D’Alessandro, Flor Otero y, actualmente, a Natalie Pérez. “Haber hecho nueve puestas de la obra es un ejercicio muy importante, te saca del capricho, pero no dejo de ser muy estricta”.
El último verano, en Mar del Plata, estrenó, también como directora, Caer y levantarse un bellísimo y profundo monólogo interpretado por Luciano Castro, un gran performer que desplegó varios matices no conocidos de su don actoral. Actualmente, la obra se encuentra en gira antes de regresar a una sala porteña.
“Le ofrecen proyectos todo el tiempo, así que fue una gran apuesta de su parte hacer la obra; los dos nos arriesgamos a que nos maten, pero yo quería que la gente viera el pedazo de actor que es Luciano; es de los actores más dóciles que dirigí”.
-Dado que se conocen tanto, ese nivel de intimidad allanó el camino.
-Nos dijimos todo con amor, pero fuimos muy frontales en el proceso.
-¿Cómo nació el proyecto?
-Armamos el texto con Luciano, hay mucho de él en la historia; luego se sumaron los autores Nacho Ciatti y Patricio Abadi.
La pieza refleja la vida de un boxeador caído en desgracia y sus dolores y soledades más profundos, muy bien enmarcado por un tiempo reconocible de nuestro país. “Fue de las obras que más lo atravesaron, de lo mejor que hizo en teatro; amamos trabajar juntos, lo quiero mucho”, reconoce sobre el vínculo que lo une con su amigo actor.
-¿Enseñarías teatro?
-No, lo detesto. Toda la paciencia que tengo para dirigir, no la poseo para dar clases.
-¿Otros anhelos?
-Me gustaría volver al Teatro San Martín o trabajar en el Teatro Cervantes; también con directores que me encantan, como Ciro Zorzoli, Mariano Tenconi Blanco, Andrea Garrote o volver a hacerlo con Daniel Veronese.
-¿Mirás muchas series últimamente?
-Demasiadas…