Miguel Romano, a los 90. Posa en su mágica casa de campo y evoca sus años como peluquero de Susana, Amalita y Ernestina Noble
Es una leyenda viviente: Miguel Romano (90), estilista, conocido como el “Cóndor”, hacedor de los peinados de las divas más importantes del país durante casi setenta años –desde Tita Mere...
Es una leyenda viviente: Miguel Romano (90), estilista, conocido como el “Cóndor”, hacedor de los peinados de las divas más importantes del país durante casi setenta años –desde Tita Merello, Zully Moreno y Nélida Roca, hasta Susana Giménez, Graciela Borges, Nacha Guevara y Moria Casán–, peluquero y confidente de empresarias y mujeres del poder como Amalita Lacroze de Fortabat, Ernestina Herrera de Noble, Silvia Martorell de Illia, Isabel Martínez de Perón y Zulemita Menem, y de figuras internacionales de la talla de Sophia Loren, Alain Delon, Lola Flores y Freddie Mercury, dejó su icónica peluquería ubicada en un petit hotel del porteño pasaje Anasagasti, a media cuadra de Alto Palermo, para disfrutar de un retiro parcial. Es que hace un año recibió un golpe durísimo: la muerte de su mujer, su musa y compañera durante sesenta y siete años, la española Mercedes López Paredes (“Meme” para los íntimos), que dejó un vacío en su vida y en la peluquería. “Estoy perdido sin Mercedes, ella manejaba todo”, dirá Romano durante la entrevista, mientras va y viene por los recuerdos. Agobiado por el dolor, siempre contenido por su única hija, Paola Romano (57), y, a la distancia, por su única nieta, Antonella Arias Romano (35), que vive en España, cerca de donde descansan los restos de Mercedes, el peluquero más famoso de Argentina, el hombre que conoce los secretos de las estrellas, eligió refugiarse en su chacra ubicada a pocos kilómetros de la capital, una propiedad de dos hectáreas que compró hace cuarenta y cinco años y que tiene su sello en cada metro cuadrado. Allí, rodeado de perros, caballos y gallinas, Miguel Romano posó por primera vez en su casa –una construcción de estilo neoclásico francés– y recibió a ¡HOLA! Argentina para repasar su vida y su carrera.
–¿Seguís atendiendo?
–Sí, con turno sigo atendiendo. Tengo una peluquería chiquita, con espacio para tres o cuatro clientas, en un departamento que está pegado a la otra peluquería, y miércoles, jueves y viernes atiendo ahí. Incluso, si se me hace tarde, me quedo a dormir.
–¿Te aburrís cuando no trabajás?
–Me aburro mucho, no sé qué hacer. Menos mal que tengo el parque de esta casa, las plantas y los animales, y con eso me entretengo un poco. Es una vida completamente distinta la de acá. Incluso tengo dos vecinos que ni conozco, es tan grande esta casa…
–¿Pensás en un retiro total?
–No, el día que me muera será mi retiro. Mi madre siempre decía: “Mi hijo nació con un peine bajo el brazo y va a morir con un peine bajo el brazo”. Es que cuando no trabajo me siento mal, necesito trabajar. Trabajar es lo que me hace feliz, lo que me mantiene vivo.
–Pero alguna ventaja tiene que tener trabajar menos…
–Sí, que ahora puedo compartir mi mesa de los domingos con mi familia y mis amigos, porque ya no tengo que trabajar con Susana : durante cincuenta años no compartí la mesa familiar de los domingos porque estaba con Susana en la televisión o en el teatro. Fue muy sacrificado lo que yo hice por ella, pero lo hice por voluntad propia, lo hice con gusto. Susana fue una mujer maravillosa conmigo.
–¿Cómo está tu relación con ella?
–Perfecta. Me llamó varias veces cuando murió mi mujer y fue encantadora como siempre. Somos amigos, nos conocemos de toda la vida y tenemos una conexión especial. Ya no la peino porque ella vive en Punta del Este y yo no puedo estar viajando, entonces tiene alguien allá que le hace el brushing. ¡Fueron cincuenta y dos años juntos!
–Peinaste a todas las mujeres poderosas y famosas del país. ¿Cómo era tu vínculo con empresarias como Amalita Lacroze de Fortabat o Ernestina Herrera de Noble?
–Todas fueron mujeres generosas y encantadoras conmigo. Peiné a Amalita, a la señora de Noble y a Cora Gainza Paz. Y todas sabían que Susana era importante para mi carrera, y que yo no podía ser exclusivo de ninguna. Las peinaba cuando me llamaban, pero a veces no podía acompañarlas a todas partes. Igual, con Amalita recorrí el mundo entero. Primero vino a la peluquería su hija, Inés , y después, como regalo de cumpleaños, Inés me mandó a mí a la casa de la madre a que le hiciera el color y la peinara. Amalita quedó maravillada y, desde ese momento, se atendió conmigo.
–¿Es cierto que te hizo regalos increíbles?
–Sí, me regaló un Quinquela Martín. Y cuando me estaba haciendo esta casa, me regaló la pileta. Un día me dijo: “Me contaron que se compró una casa muy bonita”. “Sí señora –le dije yo–. Hace dos años que la compré y la estoy arreglando”. “¿Y qué le falta?”, me preguntó. “La pileta”, le dije. Y me contestó: “Vaya a tal lado, en Avenida del Libertador, elija la mejor pileta y dígale que Amalita va a ir a pagar”. Ella me ayudó muchísimo, igual que Ernestina de Noble, que me daba los cheques en blanco para que mi mujer los llenara.
–¿A Ernestina le hacías pelucas?
–Sí, llegó a tener más de treinta pelucas mías. Según como se vestía, se ponía el color de pelo. Una mujer increíble.
–Y de las figuras internacionales que pasaron por tus manos, ¿quién te impresionó más?
–Alain Delon, a quien le corté el pelo. Tenía una pinta tremenda. Sophia Loren también. Le tenía preparado un postizo exactamente igual a su pelo y, cuando se lo probé, ¡quedó enloquecida! A lo largo de los años he mandado por encomienda muchísimos postizos hechos por mí a distintos lugares del mundo. Y Freddie Mercury, a quien no conocía cuando me llamaron del Sheraton para cortarle el pelo. Yo siempre tan bruto y tan metido en las cabezas de las mujeres, no tenía idea de quién era, y en un momento hablé por teléfono con mi hija y cuando le dije “estoy con Freddie Mercury”, se puso a llorar: “¡Papá, pedile un autógrafo para mí!”, me dijo.
–¿De dónde viene tu fanatismo por Evita?
–No sé, porque la vi una sola vez cuando era chiquito, cuando estaba en tercer grado. Ella vino al colegio y me entregó un poncho. Apenas la miré me impresionó, nunca me voy a olvidar, y le dije: “Cuando sea grande a usted la voy a peinar”. Evita se quedó mirándome sin entender, ¡imaginate! No llegué a peinarla en vida, porque murió muy joven, pero el peinado que tiene hoy en el cementerio de la Recoleta se lo hice yo.
–¿Peinaste el cuerpo de Evita?
–Sí, cuando devolvieron el cuerpo, que estaba en bastante mal estado, me llamaron para peinarla. Fue a través de la mujer de Lastiri , que era clienta mía. Y fui y la peiné: con Bruno Porta le hicimos un rodete con dos tirabuzones de pelo al costado. Isabel , Norma y mi mujer le bordaron una túnica. Me sentí muy mal después de eso, estuve dos o tres días sin hablar con nadie. De hecho, esto lo conté muy pocas veces, porque no quiero que parezca que busco hacerme publicidad con el tema, o que la estoy ofendiendo.
–¿Un peluquero tiene que ser discreto?
–Mi lema es “ver, oír y callar”.
–¿Cuándo murió Mercedes te instalaste definitivamente en esta casa?
–Sí. Antes esta era una casa de fin de semana, pero desde que ella murió, me instalé. Mercedes me había dicho: “No abandones esta casa, Miguel”. Y le hice caso, porque ella fue todo en la vida para mí.
–¿Quién te contiene en los peores momentos de la vida?
–Mi hija. Igual, yo no puedo irle con mi dolor, porque a ella se le murió la madre y también sufre. Hay noches que llego despierto a las seis de la mañana pensando constantemente: “¿Por qué?”, “¿Por qué a ella, que era tan joven y tan buena?”. Era una señora maravillosa, manejaba todo, mi casa, la peluquería, todo. Desde que murió, tengo una soledad tremenda, y no se lo cuento a nadie porque nadie va a entender lo que siento en este momento. ¿Quién me puede entender? Siento un dolor tan grande... Fueron casi setenta años juntos.
–¿Tu nieta sigue en España?
–Sí, mi nieta está viviendo en España. Desde que murió la abuela está allá y no quiere volver. Le dijo a la madre: “Me quedo acá para estar más cerca de la abuela”. Y eso me mató.
–Siempre fuiste creyente. ¿Cómo es tu relación con Dios en esta etapa de tu vida?
–Estoy enojado con Dios, porque no entiendo por qué un ser humano como Mercedes tuvo esa muerte tan cruel. Al final, no le ponía la morfina porque ella ya no podía abrir la boca. Me cuesta mucho hablar de esto, me pongo mal. Durante años, cada vez que pasaba por una iglesia decía: “Dios, te pasaste conmigo, me diste de más”. Pero ahora, que me sacó lo que más quería en la vida, que era Mercedes, mi mujer, siento que me abandonó, que se portó mal conmigo. Habría querido morirme yo antes que ella.