Milei quiere jubilar a Macri antes que acordar con él
No hay antecedentes de una simple elección de legisladores locales de la ciudad de Buenos Aires que haya ocupado tanto espacio en los medios de comunicación. Tampoco hay registros de una contiend...
No hay antecedentes de una simple elección de legisladores locales de la ciudad de Buenos Aires que haya ocupado tanto espacio en los medios de comunicación. Tampoco hay registros de una contienda electoral similar que haya convertido en protagonistas principales de las acciones proselitistas nada menos que a un presidente de la Nación en ejercicio del poder y a un expresidente. Javier Milei y Mauricio Macri prácticamente se pusieron al hombro las campañas de sus respectivas fuerzas políticas. En rigor, lo único que se dirimirá en los comicios porteños de mañana es la renovación de la mitad de la Legislatura de la ciudad: algo más de dos millones y medio de ciudadanos estarán en condiciones de elegir 30 legisladores locales entre una oferta de 17 listas diferentes. Pero para los principales líderes políticos, lo que estará en juego es mucho más que eso.
Según algunos observadores, esta contienda electoral será una interna abierta por el liderazgo de la centroderecha entre La Libertad Avanza y Pro. Por eso, desde un principio, el mileísmo procuró nacionalizar la elección, ubicando como primer candidato al vocero presidencial, Manuel Adorni, y no dudó en hacer campaña bajo la consigna “Adorni es Milei”.
El presidente de la Nación pretende que los comicios de mañana sean una suerte de plebiscito a favor de su propia gestión. No resultó casual que, pocos días atrás, dejara en boca de Adorni anuncios relevantes como la rebaja de aranceles de importación para que se pueda adquirir teléfonos celulares y otros productos de tecnología a menor precio.
Paralelamente, La Libertad Avanza hizo foco en el eslogan “Kirchnerismo o libertad”, con la intención de polarizar en su favor y obtener votos merced a un traspaso de votantes macristas a la lista encabezada por Adorni. Este último sugirió que Pro era un partido “obsoleto”, a lo que el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, respondió con una frase tomada de la serie El Eternauta: “Lo viejo funciona, Juan”.
Así como los dirigentes libertarios han buscado polarizar la elección con el kirchnerismo, planteando un escenario de virtual paridad con Leandro Santoro, este, no sin picardía, también sugirió en las últimas horas que el mileísmo podría ganar la elección, con la clara intención de captar el “voto útil” de aquellos electores propensos a apoyar a otras fuerzas políticas enfrentadas con el gobierno de Milei, empezando por las expresiones izquierdistas.
En distintos círculos donde se toman decisiones, han surgido preguntas sobre cuáles podrían ser las consecuencias políticas y económicas de un hipotético triunfo electoral de Leandro Santoro. ¿Deberían incomodarse aquellos inversores internacionales que evalúan volcar su dinero en la economía argentina? Es cierto que todo inversor importante precisa saber por cuánto tiempo se mantendrán las condiciones que hoy podrían incentivarlo a arriesgar su capital en un país como la Argentina. Y también es verdad que el mensaje que, desde el mileísmo, dramatiza los riesgos que afrontaríamos si la lista de Adorni no se impone mañana a la del peronismo, no ayuda a generar confianza, aunque pueda estimular la polarización de los votantes en su favor.
A menos que Santoro gane las elecciones porteñas con un porcentaje inesperadamente elevado -digamos, el 40% de los votos-, que supere ampliamente el promedio histórico del peronismo en el distrito (25%), ningún inversor debería preocuparse demasiado. En cambio, tal vez debería inquietarse mucho más si terminara volando por los aires la virtual alianza entre La Libertad Avanza y Pro, que fue clave para la sanción de proyectos esenciales, como la Ley Bases, y para impedir el rechazo parlamentario hacia los vetos del Gobierno a normas impulsadas desde el kirchnerismo que podían poner en peligro el equilibrio fiscal.
Frente a esas estrategias polarizantes, Mauricio Macri y su candidata, Silvia Lospennato, optaron por sugerir la existencia de una suerte de pacto de impunidad entre mileístas y kirchneristas, a partir del fracaso del proyecto de ley de ficha limpia en el Senado de la Nación, y así potenciar la figura de la primera postulante a legisladora porteña, ferviente impulsora de esa iniciativa desde la primera hora.
Lo cierto es que la campaña electoral porteña evidenció que la estrategia de Milei pasa más por jubilar a Mauricio Macri que por acordar con él, pese a que fue Pro el principal aliado del oficialismo en el Congreso Nacional.
Claramente es la de Milei una estrategia harto riesgosa para un gobierno con una base de apoyo parlamentario muy débil, puesto que supone un trayecto de consolidación del poder mucho más largo que el que plantearía la búsqueda de alianzas rápidas para garantizarse gobernabilidad. La repetición de esa estrategia en las elecciones nacionales de octubre podría ser peligrosa si, finalmente, Cristina Kirchner pudiese ser candidata a diputada nacional en la provincia de Buenos Aires y el kirchnerismo terminara triunfando en ese distrito a causa de la división entre La Libertad Avanza y Pro.
Se trata, por cierto, de una apuesta de Milei a doble o nada. Si le va bien, podrá afirmar que su fuerza política terminó con el kirchnerismo. Pero si llegase a perder frente a Cristina Kirchner, solo ofrecerá una señal de debilidad y de dudas acerca de si la Argentina cambió su rumbo económico definitivamente o si solo está implementando circunstancialmente políticas que pronto podrían ser revertidas en sentido contrario.
Así las cosas, a partir de la noche de mañana, cuando se conozca el resultado electoral porteño y comiencen a apagarse los fuegos artificiales propios de la campaña, podremos empezar a dilucidar cuán dinamitada ha quedado la relación entre mileístas y macristas, qué chances habrá de que ambos sectores puedan unirse en la provincia de Buenos Aires para enfrentar al kirchnerismo y qué dinámica tendrán en adelante los acuerdos de gobernabilidad de los que podría depender la suerte de la economía.