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Milei y los clavos en el cajón equivocado

La derrota libertaria en territorio bonaerense fue sorpresiva por lo contundente. Las variables para explicarla se superponen. Pero hay una en la que convergen: los efectos colaterales de mediano p...

Milei y los clavos en el cajón equivocado

La derrota libertaria en territorio bonaerense fue sorpresiva por lo contundente. Las variables para explicarla se superponen. Pero hay una en la que convergen: los efectos colaterales de mediano p...

La derrota libertaria en territorio bonaerense fue sorpresiva por lo contundente. Las variables para explicarla se superponen. Pero hay una en la que convergen: los efectos colaterales de mediano plazo de la elección general 2023, que arrinconaron al macrismo hasta la desaparición este año del amarillo Pro detrás del violeta libertario. El domingo, ese caudal amarillo falló en las urnas.

Buscando ponerle los clavos definitivos al cajón del kirchnerismo, ¿Milei le puso los clavos al cajón equivocado? Juntos por el Cambio y sobre todo Pro, que venía siendo su socio político necesario y razonable, son las formaciones políticas en proceso de extinción electoral en este 2025. Al kirchnerismo, en cambio, Milei le acaba de regalar un shock de adrenalina vital este domingo.

Milei se quedó solo en las urnas bonaerenses, y cada vez más, en el Congreso. La gobernabilidad mileísta corre el riesgo de no encontrar base de sustentación política. Detrás de la derrota brutal de La Libertad Avanza en la Provincia de Buenos Aires, hay una pregunta: ¿Por qué el votante de Pro no acompañó la alianza con el mileismo?

La orfandad del voto macrista complica al Gobierno: hay apoyo a la concepción macro del mileísmo pero críticas a los ajustes sensibles, como discapacidad y universidad, y duro cuestionamiento al estilo de liderazgo y la batalla cultural. Pro ya no contiene esas demandas: el mileísmo lo vació de sentido. Por efecto transitivo, los libertarios no recogen esa representación.

De 2023 a 2025, ¿victoria táctica o error impensado?

Milei. Macri. Massa. Entre esos tres nombres se juega parte de la explicación de la derrota mileista del domingo. Son las esquirlas de la implosión política modelo 2023 que llegan hasta las elecciones 2025. El escenario de fragmentación actual del antikirchnerismo y el cuadrante de centroderecha, de pérdida de representación identitaria nacional de Pro, de reducción drástica de su influencia política en su enclave fundacional, la CABA, y el poco arrastre en la Provincia de Buenos Aires nacen en el proceso político de 2023. Es responsabilidad de Macri y su estrategia de identidad total con el mileísmo y también de Milei y su voluntad de llegar al poder por sus propios medios, hacer un partido propio y gestionar sin tutores, aunque los necesite.

Esa línea interpretativa está llena de paradojas: el principal triunfo de Milei en aquella particular alianza táctica y semi tácita con Massa en 2023 le permitió a los dos dirigentes correr al filo del abismo político a Juntos por el Cambio, y sobre todo a Pro, el actor central de esa sociedad política hoy desaparecida.

En aquel escenario de tercios electorales y de tres rondas, las PASO, la primera vuelta y el balotaje, cada tercio debió jugar estratégicamente en cada uno de esos tres escalones. En la PASO, la conveniencia mutua acercó a Milei y Massa: Milei, en busca de fiscalización para ganarle a JxC; Massa, dispuesto a prestarla en pos de la meta final de borrar a JxC del escenario.

Los “gordos tuiteros” tuvieron un rol instalando a Milei en la conversación de redes y de ahí, el salto a los medios tradicionales, pero sin Massa la territorialidad le hubiera jugado en contra a Milei. Ahora Massa y el kirchnerismo sueñan con cobrarse lo que no pudieron en el balotaje de 2023: ganarle a Milei también en octubre.

Gracias a aquella elección que funcionó como un juego de estrategia, Milei se quedó con la presidencia de la Nación: la utopía drástica del shock macroeconómico se fagocitó a la utopía posible del gradualismo fallido de Macri y JxC. Y Massa, está quedando claro, logró lo impensado hasta el domingo: dejó abierta una posibilidad de supervivencia para el perokirchnerismo aún en medio del desconcierto de su dirigencia. ¿Cómo? Le insufló vida a un adversario político inexperto en los vericuetos de la gobernabilidad, con minoría dramática en el Congreso, de armado partidario precario y de estilo de liderazgo intransigente: la gestión mileista se muestra ahora como una oportunidad para el regreso del kirchnerismo con Kicillof y su alianza con Massa.

No está claro para cuánto le alcanza al kirchnerismo esta victoria: si lo vuelve competitivo o no a nivel nacional en octubre, o si el kicillofismo es un fenómeno exclusivamente bonaerense, con epicentro en el conurbano. O si la interna entre Kicillof, Cristina Kirchner y Massa y Grabois vuelve a dominar el panorama y su potencia electoral se licua. O si los intendentes y la dimensión local de la Provincia pierde entusiasmo en octubre y la nacionalización de la elección esta vez beneficia a Milei. Pero lo que si está claro es que el resultado electoral de este domingo revivió al kirchnerismo a pesar de su estado terminal en muchos aspectos.

¿La oportunidad perdida?

“Kirchnerismo nunca más” fue el slogan elegido por el mileismo para la campaña bonaerense. El mileismo nacionalizó la elección por necesidad. Los problemas en el rumbo económico, las derrotas en el Congreso y las sospechas de corrupción lo obligaron. Buscó oxígeno en el voto popular: si el aparato legislativo lo ponía contra las cuerdas, el voto popular le daría aire hasta octubre. Un triunfo módico o una derrota raspando era lo que necesitaba el Gobierno para aguantar hasta la elección nacional. Pero el resultado le acaba de complicar la vida: ahora, la ansiedad crece hasta octubre con la esperanza de que entonces sí, ese triunfo nacional borre esta debilidad.

Con “Kirchnerismo nunca más”, el mileismo buscó consolidar a sus leales y atraer a los votantes de Pro y del residual de JxC. Pero no alcanzó: para buena parte de esos votantes, la batalla cultural del mileismo es otra versión del kirchnerismo, esta vez, populismo por derecha. Hubo un momento mejor para eso del “Kirchnerismo nunca más”, pero ya pasó: fue 2023, la elección general, cuando los votos de JxC sumados a los de LLA en el bastión kirchnerista por excelencia, la PBA, habrían llegado al 52 por ciento. Milei nunca estuvo dispuesto a esa alianza: su vocación de poder hegemónico fue mayor que su antikirchnerismo, o su anti massismo.

Este domingo, la victoria táctica de Milei sobre JxC en 2023 trazó un arco en el tiempo y terminó jugando contra el mismo Milei: desaparecido JxC, Pro no arrastró los votos esperados en la elección bonaerense. El macrismo buscó camuflarse en un triunfo libertario pero terminó expuesto en su derrota: quedó claro el achicamiento de su aporte.

En 2023, el kirchnerismo ganó la elección de la Provincia de Buenos Aires con el 45 por ciento de los votos, pero JxC quedó segundo con el 26 por ciento y 2.545.545 votos y LLA, tercera con el 24,5 por ciento. En la elección de este domingo, la LLA en alianza con Pro quedó segunda con el 33,71 por ciento y apenas sumó 232.680 votos más que hace dos años: pasó de 2.348.108 votos a 2.580.788 votos.

Si la base electoral de Pro hubiera sobrevivido al menos en parte, Kicillof habría enfrentado mayor desafío: en aquel 2023, Massa también le hizo un favor al Kicillof de hoy. Se acentúan las dudas sobre el trasvase de votos Pro hacia LLA en octubre. La dirigencia de Pro no logró interpretar a su votante en las elecciones bonaerenses; hay dudas sobre cómo podría entusiasmar con la misma alianza en octubre. Sin el aporte de ese afluente, se le hace difícil al mileismo llegar a ser algo más que el 30 por ciento de 2023.

“No lo voy a decir públicamente pero no llega a 40 puntos de ninguna manera. Su base electoral es del 30 por ciento, y el resultado va estar cerca de esa cifra”: dos días y medio exactos antes de la elección de este domingo, un dirigente baqueano de la Provincia de Buenos Aires, que conoce como pocos los dos mundos opuestos de la polarización, tenía claro el resultado.

Aunque el GPS mileista confundió triunfo en el balotaje 2023 con desembarco de una hegemonía cultural que sólo había que consolidar, el 30 por ciento que obtuvo en la elección general nacional de hace dos años describe mejor su realidad. Sobre todo, cuando la economía y la gestión le empiezan a dar problemas. La hegemonía cultural es un sueño eterno, sobre todo cuando el diagnóstico se parece más a una ilusión óptica.

Echale la culpa a la política

Encapsular el rumbo macroeconómico; responsabilizar a la dimensión política: Milei dejó claro el storytelling con el que apunta a digerir la derrota contundente y a intentar reconstruir algo de esperanza con vistas a octubre. Para dejarlo más claro todavía, una motosierra real apareció ayer en el primer plano de su encuentro con las autoridades del BID.

El domingo tarde, después del discurso de Milei, Luis Caputo ratificó la línea interpretativa con posteo breve: “Nada va a cambiar en lo económico. Ni en lo fiscal, ni en lo monetario, ni en lo cambiario. Un abrazo a todos”. Casi un epígrafe para la foto de la motosierra gigante.

Si el Gobierno no está dispuesto a tocar la economía, se impone una pregunta: ¿qué quiere decir “política”? Porque en los últimos meses, los desafíos políticos más desafiantes para el Gobierno llegaron desde el Congreso, que cuestiona recortes en áreas sensibles para la ciudadanía: la macro versus el bolsillo.

El ajuste anti inflación se ha vuelto un tema político: ahí se ejerce la mayor presión de la oposición dura, el kirchnerismo, pero también la pérdida de apoyo de la oposición blanda, parte del macrismo y Pro, y radicales que acompañaban al oficialismo en el Congreso. Otra vez, el vaciamiento de Pro y su no-lugar en el escenario actual como el efecto autoinfiglido de un mileismo con pretensión hegemónica.

Como Cambiemos en 2019, la principal estrategia del Gobierno para generar certeza es creer en un triunfo seguro que reordene la macro. Es decir, la gestión económica deposita todo en una variable política inmanejable desde el ministerio de Economía de Caputo. Federico Furiase, director del Banco Central y hombre clave del equipo económico, lo dejó claro la semana pasada en X, a días de la elección: “La suba de tasas es transitoria (...): Se corregirá luego del triunfo de LLA en las elecciones de medio término”, posteó.

En su discurso de aceptación de la derrota el domingo, Milei introdujo una variante a ese argumento: se lo impuso la realidad bonaerense. “No es el techo sino el piso, y el del PJ es el techo y no el piso. En octubre, llegamos al techo”, dijo. Sólo queda cruzar los dedos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/milei-y-los-clavos-en-el-cajon-equivocado-nid09092025/

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