Mónica Antonópulos: su estrategia para obtener el papel de María Julia Alsogaray, la corrupción y los “sacrificios” de la sociedad
Mónica Antonópulos es María Julia Alsogaray en Menem, la serie que ya está disponible en Prime Video y que cuenta la historia de cómo Carlos Saúl Menem llegó a ser presidente de la Nación. ...
Mónica Antonópulos es María Julia Alsogaray en Menem, la serie que ya está disponible en Prime Video y que cuenta la historia de cómo Carlos Saúl Menem llegó a ser presidente de la Nación.
Interventora de Entel y Secretaria de Medioambiente en los 90, María Julia Alsogaray desempeñó un papel clave en el proceso de privatización de empresas estatales. Pero la actriz no recuerda esa época porque era muy chica: “Nací en el 82 y en ese momento estaba en la escuela primaria”, le explica a LA NACION. Durante la charla, Antonópulos cuenta cómo construyó el personaje y habla de cómo es compartir trabajo y amor con Marco Antonio Caponi, que también está en la serie y en La revista del Cervantes.
–¿Cómo llegó el personaje de María Julia Alsogaray a tus manos?
–Lo busqué. Hice un casting abierto donde nos hemos presentado muchas y me fui totalmente montada como María Julia. Vi fotos, videos, googleé, la busqué. Llamé a mi maquillador, Néstor Burgos y a mi estilista, Pamela Martinelli y les dije: “En dos días tengo este casting”. Y fui con una propuesta de vestuario y pelo y me focalicé específicamente en su primera época, cuando ella tenía el look de la (Margaret) Thatcher, con algo más conservador y una marcada dureza. Ya estaba chocha con hacer el casting. Había trabajado con Ariel Winograd en Coppola, el representante, y ahí me fui montada como Yuyito (risas). Y es divertido porque son personajes espectaculares para hacer, no solo por lo que representan en nuestra historia sino porque eran personajes en sí, con una manera muy particular de hablar, de moverse.
–Todo un desafío interpretar personajes de la realidad...
-Sí, mucho. María Julia es muy alejada a mí en cuanto a características físicas y como sé que parecida no soy, entonces intenté imprimirle algo de la pesadez de su mirada y un pensamiento que parecía que estaba tejiendo todo el tiempo, y cómo de conservadora pasó a ser una política fiel y de repente el menemismo se la llevó puesta. La transición fue rápida. Y por otro lado está la mano del director, porque hay una línea muy delgada entre la caricatura y la propuesta que llevás.
–¿Hablaste con alguien cercano a ella?
-No. Una vez que me dijeron que el papel era mío, investigué más profundamente y coacheé algo de la cadencia de su voz, porque tenía un tono más seco y por momentos medio nasal, sobre todo cuando se enojaba. Estudié sus gestos, su pensamiento. Creo que era como si ella sintiera que todo el tiempo la estaban mirando por la tele y sabía perfectamente qué cámara la tomaba. Como si tuviera un seguidor. Poco espontánea, algo impostada.
–Y para interpretarla, ¿pudiste empatizar con ella?
–Sí porque fue la única condenada de un gobierno tan controversial y con tantas denuncias de corrupción. Es llamativo. La única presa fue una mujer que no pertenecía al peronismo. Era una colaboradora. Me interesó ver eso. Y también me llamó la atención que pareciera que la sociedad siempre necesita algún sacrificio. En gobiernos con corrupción y conflicto, alguien tiene que caer. Siempre hay una hoguera para limpiar culpas y responsabilidades de la sociedad y todo vuelve a empezar. Aunque en realidad no fue así porque todos siguieron dando vueltas. Me gustó encontrar algo que ella dijo durante el juicio y es que si Menem hubiera estado en ese momento en la presidencia, no le hubiera soltado la mano. Había algo de la fidelidad y de lo femenino puesto en el poder. Ella fue presa tres años después de la famosa tapa de la revista Noticias, con el kirchnerismo. Fue su hoguera. El menemismo fue el exponencial en frivolidad, el que instaló la política unida a la farándula, y las revistas estaban pendientes de con quién salía Carlos Saúl. Él estaba en todas las tapas. Fue un sello y todavía vemos aristas de esa fórmula.
–¿Te gustó la serie?
–¡Sí! La vi toda y me gustó todo. Agradezco que haya llegado a manos de Winograd, porque es muy difícil contar un hecho histórico y que no sea un bodrio. Como espectadora, me gustan los acontecimientos artísticos, ver qué pasa con la cámara, la interpretación de los actores. Es un producto muy entretenido, lindo de ver y además es fiel la historia. Tengo puesta la expectativa en la ficción más que en su fidelidad, aunque los hechos son verídicos. Si la ven en otro país y no tienen idea de quién fue Carlos Menem, es entretenida porque es la historia de un riojano y su familia que llega a presidente y lo que pasa ahí. Por lo que me comentaron quienes la vieron, gusta y también los más jóvenes se enganchan con la historia. Tiene todos los condimentos de una patriada argentina.
–También interpretaste a Yuyito en la serie de Guillermo Coppola, ¿en ese caso la entrevistaste antes?
–No, la conocí después. Fue espectacular interpretarla porque pude meterme en su relación con el poder, porque además de con Coppola estuvo con dos presidentes. Fue como una vedette del poder.
–Hablando de vedettes, sos una de ellas en La revista del Cervantes y tu phisyque du rol también está muy alejado...
-Es una felicidad absoluta. Otra mujer que se transforma (risas). Buscaban el arquetipo de la vedette de antes, cuando los cuerpos no estaban tan intervenidos. Vi muchos videos de Nélida Lobato, de Zulma Faiad. Busqué algo de lo hipnótico y de la inocencia que tenían, porque era bastante naive en ese momento. Estoy fascinada con La revista del Cervantes y su suceso, porque el teatro está estallado de gente, con precios populares. Salen agradecidos porque habla de nuestra identidad, nuestro humor. Ya no hay canalizadores políticos del humor como Tato Bores o Enrique Pinti. Hoy no hay espacios donde, a través del humor y la reflexión, uno pueda drenar la angustia social; quedó un agujero. No hay ni Antonio Gasalla ni Jorge Guinzburg.
–¿Cómo es la logística familiar, trabajando juntos con Marco Antonio?
–Nos organizamos. Trabajo y familia tienen su complejidad, pero hacemos lo que nos gusta y nos acompañamos, y ya es un montón. En la serie él hace un personaje ficticio y no nos cruzamos en escena, pero en el teatro estamos juntos todo el tiempo. Hemos trabajado juntos muchas veces y nos funciona. Lo disfrutamos.