Mundial de Clubes: Real Madrid es mucho mejor que Juventus y está en los cuartos, pero le falta algo
No hay vuelta de hoja. Por más artificios que le pongan y luces de colores que le enciendan, esta Copa del Mundo de Clubes alcanza el fuego que el fútbol necesita para ser fútbol solamente cuand...
No hay vuelta de hoja. Por más artificios que le pongan y luces de colores que le enciendan, esta Copa del Mundo de Clubes alcanza el fuego que el fútbol necesita para ser fútbol solamente cuando en la cancha hay al menos un equipo que no es europeo. Lo ponen los hinchas en la tribuna, sin importar cuántos miles sean, y los jugadores en el campo, mostrando tal hambre y tal intensidad que los del otro lado del Atlántico se reservan para momentos puntuales de cada partido, o directamente para comiencen las ligas de sus países.
Real Madrid ganó por 1 a 0 y avanzó a los cuartos de final con un gesto de conformidad que se pareció demasiado al que eligió Juventus para expresar su adiós. Nadie celebró con entusiasmo, nadie exageró la pesadumbre, nadie extendió el aplauso mucho más allá de los formalismos. Como si más que un Mundial estuvieran dirimiendo un insulso cuadrangular de verano.
Había transcurrido media hora de partido entre estos dos clubes gigantes que reconocen seguidores en todos los rincones del planeta, y en el Hard Rock Stadium, de Miami, apenas si se escuchaba el murmullo de las conversaciones particulares con el vecino de asiento. Como si no hubiera más de 60.000 personas en las gradas. Sin gritos, sin cantos, sin pasión.
“Españoles” e “italianos” (las comillas valen para resaltar que entre los once titulares de cada uno había respectivamente apenas tres y cuatro jugadores de los países sedes de ambos clubes) movían la pelota de un lateral al otro cuando la tenían, y se apretaban en pocos metros delante de su área cuando les tocaba defender, atentos para correr al contraataque si descubrían un fallo mínimo en ese traslado de ritmo lento y variantes escasas. La dinámica se alteraba cada tanto, como para justificar el nivel de expectativa, gracias a los destellos de clase de cualquiera de los muchos cracks que pisaban el césped. Pero hasta ahí nomás.
Entre todas las cuestiones que definen al fútbol, una es la tensión competitiva. O, dicho de otro modo, la evidencia entre los que están en la cancha de que juegan por algo que de verdad importa. Si ella no está, o falta en un porcentaje excesivamente alto, el espectáculo pasa a ser una coreografía cuya ejecución resulta más o menos interesante en función de la calidad de los actores. Un dato refleja la ausencia de esa tensión en la lluviosa tarde de Miami: el árbitro polaco Szymon Marciniak enseñó una única vez la tarjeta amarilla, a los 41 minutos de la segunda etapa, a Jude Bellingham, y no fue por un afán de ahorro sino porque hasta entonces nadie era merecedor de ella.
En ese tono general plácido, sin dudas Real Madrid fue el mejor de los dos, afianzando en el segundo tiempo la buena imagen que el equipo ahora dirigido por Xabi Alonso había comenzado a dibujar ante el austríaco Salzburg. Incluso quedó muy corto el marcador, empequeñecido por las atajadas de Michele Di Gregorio, que se empeñó en negarles una alegría a Federico Valverde (varias veces), a Bellingham, a Arda Güler, a Dean Huijsen, y hasta estuvo a punto de hacerlo con el chico Gonzalo García, cuyo cabezazo a los 8 de la segunda mitad tuvo que vencerle la mano para darle el triunfo al club merengue.
Ya con lo realizado hasta ahora Real Madrid puede acabar el torneo y marcharse de vacaciones satisfecho y con la promesa de una temporada 2025-2026 mucho más prolífica en resultados que la que está bajando la persiana. No es que haya deslumbrado en ninguno de sus cuatro partidos, pero hay detalles de funcionamiento global y de rendimientos individuales que invitan al optimismo.
Brilló Güler, como cuatro días atrás, esta vez instalado de manera casi fija como eje del mediocampo, como encargado de recibir la pelota desde atrás o desde los costados y de darle sentido y coherencia para que sus compañeros fueran acomodándose y la circulación fuera fluida, limpita. Y todo, con la sensación permanente de que una aceleración a tiempo podía provocarle una situación de riesgo al rival.
A su lado, Valverde encuentra la soltura indispensable para desarrollar su potencial. Está más cerca del área para pisarla por sorpresa, como lo hizo en una asistencia que no logró concretar Bellingham, y para practicar el remate propio –Di Gregorio le tapó una chilena y al uruguayo se le fue apenas ancho un zurdazo cruzado–, así como también para darle rienda suelta a su eficaz disparo de media distancia.
Detrás del volante turco aparece el pibe Huijsen, con su precisión para salir jugando con cualquiera de los dos perfiles. Y por la derecha, Trent Alexander-Arnold, todavía lejos de su mejor versión, pero con el botín afilado como para ponerle un balón en la cabeza a García, como sucedió en el centro del gol.
Le faltó esta vez a Real Madrid más carácter resolutivo adelante. El delantero de la cantera, reemplazante circunstancial de Kylian Mbappé (reapareció en los 30 minutos finales, pero pasó bastante inadvertido), aportó el oportunismo en la definición, pero casi no participó en el juego. Vinícius Júnior amagó más que lo que concretó. Alejado de la raya, necesitará descubrir nuevos argumentos para desequilibrar en una zona que tiene mucho más tráfico en sentido contrario que sobre el lateral de la cancha.
Juventus, en cambio, está en otra sintonía. Regresaron los titulares que no estuvieron en la goleada que le propinó Manchester City, y el registro fue el mismo. La Vecchia Signora no consigue disimular las arrugas después de largos años vacíos de éxitos sonoros (la última competición continental que ganó fue la desaparecida y muy menor Copa Intertoto, en 1999). Simuló dar batalla al principio, con la habilidad del turco Kenan Yildiz y la velocidad de Randal Kolo Muani (le picó la pelota a Thibaut Courtois a los 6 minutos en un mano a mano pero al envío le sobraron diez centímetros de altura), hasta ir bajando los decibelios y terminar entregándose mansamente a la superioridad de su adversario.
Compacto de Real Madrid 1 vs. Juventus 0Pasó Real Madrid, se fue Juventus. El público disfrutó de un espectáculo relajado, hizo fotos de las estrellas a las que suele ver por televisión y habrá vuelto contento al hogar. Los jugadores se saludaron amablemente y los entrenadores juntaron material para sus análisis de futuro. Como ya sucedió en este Mundial, el fútbol de verdad, el de la tensión competitiva y la pasión contagiosa, no estuvo: el que hubo en Miami fue uno que dio un paseo en puntas de pie y sin hacer mucho ruido.