Negocios y poder: la historia de los Eskenazi, de la constructora al juicio por YPF
El bajo perfil no dura para siempre. Cada diez o quince años, el apellido Eskenazi —uno de los más poderosos del país— reaparece en las tapas de los diarios y en los portales de noticias, a ...
El bajo perfil no dura para siempre. Cada diez o quince años, el apellido Eskenazi —uno de los más poderosos del país— reaparece en las tapas de los diarios y en los portales de noticias, a pesar los esfuerzos de la familia por pasar por debajo del radar de los grandes medios. Esta vez, el nombre volvió a sonar fuerte tras el fallo favorable que obtuvieron un par de fondos de inversión estadounidenses en el juicio por la estatización de YPF. Aunque hoy están corridos de la escena principal, las acciones que estaban en manos de los Eskenazi fueron las que dispararon la demanda judicial a cargo del fondo Burford Capital.
La primera vez que los Eskenazi fueron noticia fue a fines de 2007, cuando el presidente Néstor Kirchner sorprendió al mundo petrolero con la elección del grupo Petersen, controlado por la familia Eskenazi, para convertirse en el socio local de la española Repsol en YPF.
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A pesar de que de un día para el otro se convirtieron en uno de los dueños de la entonces mayor empresa de la Argentina (YPF en ese momento estaba muy lejos de perder el liderazgo en manos de Mercado Libre), los Eskenazi prácticamente no contaban con ninguna experiencia en el negocio de la energía.
El grupo venía de dos otros dos rubros: la construcción y las finanzas. Enrique Eskenazi -el hombre que fue el encargado de desarrollar y liderar todos los negocios de la familia hasta su muerte en enero de este año- era ingeniero químico de profesión y, después de recibirse en la Universidad Nacional del Litoral y completar sus estudios en EE.UU, sus primeros pasos en el mundo corporativo los dio en el grupo Bunge & Born. En 1980 ingresó como gerente en la constructora Petersen, Thiele & Cruz SA y, al poco tiempo, el ingeniero logró dar el salto de ejecutivo a dueño y se convirtió en accionista controlante de la constructora.
A partir de la década del 90, ya al frente de su compañía, Eskenazi padre lideró un proceso de transformación y expansión de sus negocios incursionando en otros sectores estratégicos, como el de los servicios urbanos, la agroindustria y el sector financiero, lo que derivó en la conformación de un holding de negocios. Llamativamente, para bautizar al grupo, el empresario no eligió ponerle su apellido y, en cambio, optó por el de uno de los socios fundadores a los que les había comprado la constructora.
Su salto a las ligas mayores de los negocios, llegó en 2008, cuando el grupo español Repsol le vendió un 14,9% de las acciones de YPF a instancias de Néstor Kirchner y sin que los Petersen tuvieran que hacer prácticamente ningún desembolso.
La relación de Eskenazi con la familia Kirchner se había iniciado a mediados de los 90, cuando el grupo se alzó con el control del Banco de Santa Cruz, a cambio de un poco más de US$10 millones, que en ese momento enfrentaba una delicada situación financiera. Su ingreso al mundo financiero se había concretado unos años antes, cuando en 1995 compró el Banco de San Juan. “Kirchner nos respeta porque sabe que le agarramos un banco que estaba hecho puré y hoy da dinero”, solía repetir Eskenazi, según consignan Pablo Fernández Blanco y Esteban Rafele en el libro Los patrones de la Argentina.
La buena relación con la administración kirchnerista de la provincia le abrió las puertas a otros negocios y rápidamente se convirtieron en uno de los mayores contratistas de la obra pública en Santa Cruz. Ya con Néstor Kirchner en la Casa Rosada, el grupo siguió sumando bancos provinciales y se alzó con el control del Nuevo Banco de Santa Fe y el Banco de Entre Ríos, y en forma paralela fue ingresando a otros negocios como los seguros (son dueños de la compañía Qualia), los servicios de parquizaciones (Mantenimientos y Servicios) y el vino (con la bodega sanjuanina Santa Sylvia), que hoy están en manos de Sebastián y Matías Eskenazi, de los cinco hijos que tuvieron Enrique Eskenazi y su mujer Hazel Sylvia Toni Storey.
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Para financiar la compra de YPF, Petersen Energía -una sociedad conformada en España y controlada por el grupo argentino- recibió un préstamo de US$1018 millones de un consorcio de bancos internacionales y otro por US$1015 millones de Repsol, en un esquema conocido como “vendor’s loan”, mientras que los Eskenazi pusieron un poco más de US$100 millones.
Para cancelar el préstamo con Repsol, los españoles le permitieron a la familia que fueran usando hasta el 90% de las utilidades de la petrolera. A la hora de explicar la operación, el entonces presidente de Repsol, Antonio Brufau, dijo que Eskenazi había sido elegido “por su experiencia en mercados regulados”.
En 2011, el grupo Petersen sumó un 10% adicional de YPF, aunque un año después el gobierno de Cristina Kirchner decidió avanzar con la estatización de la petrolera. Esta medida fue el puntapié inicial en el juicio que hoy tiene la Argentina con Buford Capital, el fondo que compró a la justicia española la quiebra de Petersen Energía y con ella los derechos a litigar contra la Argentina