No veía salida a su depresión y estuvo internada dos veces: “Cada día es una nueva oportunidad para seguir intentándolo”
“Todo comenzó en un viaje que hice a Salta como parte de los planes que tenía de tomarme uno año sabático. Apenas llegué, empecé a sentir mucha ansiedad al estar con personas. Me sentía ob...
“Todo comenzó en un viaje que hice a Salta como parte de los planes que tenía de tomarme uno año sabático. Apenas llegué, empecé a sentir mucha ansiedad al estar con personas. Me sentía observada y estaba obsesionada con que hablaban de mí. No podía concentrarme en nada. Era una sensación como no poder salir de la cabeza un minuto, como una desconexión del momento presente. A partir de ahí, comencé a aislarme y encerrarme en mi misma, no podía estar ni con mi propia familia”.
Florencia Ventre de León comparte estos sentimientos y vivencias que tuvieron lugar en 2018, un año clave para ella, ya que acababa de renunciar a una carrera de 12 años en multinacionales y, al mismo tiempo, atravesaba la separación de una pareja con la que había compartido mucho tiempo.
Evidentemente, razones no le faltaban para sentirse preocupada, triste, angustiada y presa de una incertidumbre que casi no la dejaba respirar. Florencia comenzó a sentir apatía y desesperanza. Estaba perdida, como ella misma define. Además, agrega, se le vinieron los 30 y con ellos, “una crisis de personalidad muy dolorosa que me llevaría a conocer laberintos sin salida”.
“Una angustia imposible de detener”Este término, Florencia lo asocia a que su vida había dado un vuelco de 180 grados. Ya no tenía trabajo y no se sentía en condiciones de salir a buscar empleo. “Mi mente había enfermado al nivel de tener que estar al cuidado de mis padres y tomar siete medicamentos por día. Me metí en las drogas perdida en historias oscuras que más oscurecían mi mundo. Todo parecía sin salida. Sin sentido. Una angustia imposible de detener y un deseo de no querer vivir. Ya no era yo, esa mujer trabajadora, alegre y sonriente. Nada de lo que conocía existía en mi mundo. Solo era la desesperanza y el deseo de no querer vivir así. Una vida sin vida”.
El 2 de enero de 2020 ocurrió su primer intento de suicidio. Florencia cuenta que se encontraba en caída libre, con la sensación de haber perdido el control sobre su vida. “Había dejado de disfrutar y compartir las cosas más simples que siempre le habían dado sentido y valor a mi existencia. Había consultado a varios profesionales sin encontrar mejoría. Mi mundo se había vuelto oscuro y no veía salida. Sentí que ya no quería seguir viviendo así, después de 30 años de vida, sin siquiera la ilusión o el deseo de empezar un nuevo día”, confiesa.
La importancia de compartir el dolor entre paresTras ese suceso, Florencia despertó en la cama de un hospital psiquiátrico. Recuerda claramente su primer día de internación, cuando, antes de ir a desayunar, se acercó al espejo de su habitación para hablarse a sí misma: “Decite que podés lograrlo. No te avergüences de estar en un lugar que solo conocías por las películas”.
“Sentí como un lugar de pertenencia al ver muchos casos iguales o más agudos que el mío y sentirme menos sola en tanto sufrimiento. Hablamos de lo que nos pasaba, tenía mi equipo tratante de una psicóloga y psiquiatra que hacían mi seguimiento diario. Analizaban mi caso aún sin un diagnóstico específico. Fue un mes de internación. Casi hablando poco logré construir vínculos con otras personas porque, al menos, en ese encierro compartíamos el padecimiento de una problemática de salud mental”.
Su familia la visitaba diariamente, y juntos compartían mates con galletitas. Florencia lloraba al verlos en esa condición; asegura que la mirada de ellos había cambiado tanto como la suya. “Se me partía el corazón al verlos, pero ellos me brindaban todo su amor, regalándome sonrisas y abrazos que me daban fuerzas para seguir adelante. La segunda internación fue mucho más difícil, ya en plena pandemia, cuando no se permitían visitas, y la soledad se hacía sentir con más intensidad”.
¿La última oportunidad?En febrero de 2021 a su hermano le compartieron el contacto de un psiquiatra y una psicóloga para ver si, por fin, podía conocer y conectarse con profesionales que la ayudaran a salir del abismo.
“En la primera sesión me dijo que tenía Trastorno Límite de la Personalidad, que consiste en una desregulación emocional que pasa de períodos de neurosis y psicosis con momentos de mucha ansiedad y episodios depresivos. Fue fundamental comprenderlo, como sucede cuando te enfermás del cuerpo, entender lo que tenía, sus síntomas y tratamiento para curarme. Jamás había escuchado ni conocía lo que era”.
El esquema de medicación que le recetó el psiquiatra se basaba en dos antidepresivos bien activadores porque, explica, había que sacarla de las depresiones mayores en las que solía caer. Además, comenzó a tomar un estabilizador del ánimo y un antipsicótico que empezaron a actuar en su cuerpo de la forma esperada. “La medicación en los casos en que es necesaria es como el oxígeno para mantenerte vivo y poder, en paralelo, hacer terapia que es tan fundamental como la medicación. Son espacios distintos que van de la mano en equipo para sacar al paciente adelante”.
Una de las claves: la relación con su terapeutaFlorencia hizo cuatro años de terapia (dos veces a la semana) y asegura que no faltó a ninguna sesión porque era su lugar y refugio para los dolores del alma. “Era el espacio de la palabra y la escucha para deshilar e hilar historia. Necesario para desatar el síntoma y el trauma, que es lo crucial para que la mente empiece a funcionar correctamente. Logramos una transferencia tal, que hizo un trabajo quirúrgico hasta llegar a la base de todo y ahí empezar a construir hacia adelante. La dulzura se hizo fuertemente presente como la empatía frente al universo sufriente del paciente. Fue un proceso de trasformación total. Fue mi reconstrucción y encuentro con la verdadera Flor que soy hoy”, sonríe.
La medicación, el espacio de análisis y su gran compromiso con el tratamiento, fueron algunas de las razones por las que Florencia comenzó su recuperación. “Tenía claro que quería volver a ser feliz y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, ya que lo valioso viene en envase pequeño”.
¿Qué pasó cuando murió su papá?Más allá que el camino de sanación de Florencia comenzó a mediados del 2021, el mayor clic, cuenta, fue tras el fallecimiento de su papá en 2023. “Sentí mi mundo caer en un dolor que no conocía. Tenía que juntar los pedacitos de mi corazón y volver a empezar con esa ausencia tan presente en cada día. Pero sentí la fuerza de su amor de ver cómo podía lograrlo, mi enfermedad atravesó a toda mi gente y fue de los golpes más duro en mi familia. El deseo de que él me vea feliz desde donde estuviera y la paz y felicidad de mi mamá, que le puso el cuerpo entero a mi enfermedad, son mi motor hoy y siempre”.
¿Qué cosas empezaste a cambiar?
Fue un camino de encuentro con mi esencia más poderosa. Empezar a trabajar mi autoestima, mi forma de pararme en el mundo y frente al otro. Entender qué espacios me hacían bien, y cuáles no. Aprender a abrazar con compasión a mi niña interior que también tenía que sanar y a respetarme como mujer resiliente que soy. Los vínculos con los demás empezaron a cambiar, la comunicación empezó a ser más auténtica y verdadera. Aprender que todos tenemos una forma de estar en el mundo y que todas son valiosas y merecen ser respetadas.
¿Cómo es la Flor de ahora?
Es una mujer feliz, alegre, con una enorme sonrisa, sensible y muy creativa. Con sueños por cumplir e historias que acompañar. Porque mi corazón late fuerte en la ayuda a los demás, en la escucha con la dulzura de transformar espacios en refugios como si fueran hogares.
La llegada del amor y un proyecto laboralEn 2022 Florencia conoció a Gustavo, su pareja actual, quien le enseñó la fuerza de los vínculos sanos y libres.
“Es médico y está haciendo la residencia en Psiquiatría. Nuestros caminos se cruzaron para hacer historia y nuestras almas están conectadas de una forma que hace que todo se sienta invencible. Un hombre íntegro, repleto de sensibilidad y dulzura, que cada día me acompaña a ser una mejor mujer que ayer”, dice, completamente enamorada.
A nivel profesional, Florencia, que es licenciada en Recursos Humanos, creó un Perfil en Instagram, junto a Camila Gonzáles, que ya tiene 23.000 seguidores, un espacio en el que acompaña a las personas para que consigan el empleo que tanto anhelan.
¿Qué cosas te gustan?
Mi pasión es la escritura, principalmente, y también la música. Las palabras fueron mi mayor descubrimiento para sanar y del encuentro conmigo misma. Son puentes que conectan. Son inspiración y abrazos al alma. En las palabras asoma todo mi talento y mi esencia queda plasmada como un poema. Amo disfrutar lo más simple: asados en familia y con amigos, pasear a mi perrita, hacer deporte y prender sahumerios con rico aroma. Todo eso que le da un sentido a la cotidianidad. Jamás me guardo nada para después. Porque al final somos instantes.
¿Cómo te definirías a vos misma?
Una mujer simple y con una sensibilidad muy especial que hace que mi corazón tenga mucho amor para dar. Me apasiona alojar dolores, que con el tiempo y sabiendo que la vida es un día a la vez, al final eso imposible se transforma en posibles sueños por cumplir. Hoy abrazo la vida más que nunca, abrazo a mis afectos y a mi madre, que sin ellos y sin su cuidado no estaría contando mi historia.
¿Qué aprendiste de todo lo que te pasó?
La importancia de cuidar la salud mental en todos los aspectos de la vida y que cada día es una nueva oportunidad para seguir intentándolo.
¿Qué mensaje les darías a las personas que están atravesando una depresión?
Que la depresión hay que entenderla como una enfermedad que tiene tratamiento y que es posible salir adelante con los profesionales adecuados y con el amor de nuestros afectos. Es fundamental pedir ayuda cuando uno siente que no puede solo y dando un paso, aunque sea pequeño cada día, se logra sentir nuevamente el deseo de querer vivir plenamente.