Opinión. Zonas de exclusión: no es el glifosato sino el asfalto el que mata la vida biológica de los suelos
La promesa de crear una pujante zona agroecológica todo alrededor de la ciudad de Pergamino quedó en la nada. A cinco años de la vigencia de la cautelar que prohíbe hasta el día de hoy el uso ...
La promesa de crear una pujante zona agroecológica todo alrededor de la ciudad de Pergamino quedó en la nada. A cinco años de la vigencia de la cautelar que prohíbe hasta el día de hoy el uso de cualquier fitosanitario en un perímetro de más de 1 km desde la última casa habitada, el resultado está a la vista: son lotes agrícolas abandonados o llenos de malezas cuando no están tapados ya con asfalto y hormigón, un destino fatal para la vida de los suelos. ¿Eso se buscaba?
Desde el 2014, una ordenanza municipal fijó en cien metros una distancia periférica donde no se puede aplicar ningún fitosanitario, más otra distancia de 500 metros de restricción parcial, a la cual se sumó a partir de agosto del 2019 un radio de exclusión total de 1095 metros a raíz del fallo de un juez federal de San Nicolás.
Tal vez habrá mejorado, desde entonces, la calidad del agua de los pozos de Pergamino donde se llegó a detectar residuos de 18 tipos de pesticida. Fumigaciones mal hechas hubo, claro, y hasta una deliberadamente. El problema, hoy, es que se dejó de cultivar buena parte de las 12.000 hectáreas de tierras del partido (entre las más fértiles del mundo) comprendidas por estas medidas superpuestas, ambas carentes de fundamentos científicos.
Ana Guercio es una de las tres ingenieras agrónomas encargadas de fiscalizar la ordenanza. Nos llevó a un lote extraño en la periferia de Pergamino: mitad soja, mitad baldío. Parada exactamente a la altura del metro 1095 fijado por el Poder Judicial, soltó: “Te da ganas de llorar”. Frente a ella, el baldío. A sus espaldas, un cultivo de soja compacto. “La parte del campo incluida en la zona de exclusión, el chacarero ni la alquiló. El riesgo de perder todo el cultivo por no poder luchar contra las plagas lo desalentó”, explicó.
El productor de granos Jorge Boca estima en unos 200 millones de dólares las pérdidas económicas cumuladas generadas por la cautelar vigente. Junto a otros treinta agricultores de Pergamino aportó las pruebas científicas que atestan de lo absurdo de la medida. Tres años les llevó la tarea. El juzgado ni siquiera las agregó al expediente. “El tema es político. Es una indecisión”, comentó.
Las zonas de exclusión de agroquímicos lucen a priori como un progreso medioambiental. Pero su impacto se da en otras áreas: convivencia social, ordenamiento territorial y producción de alimentos. En todas es sumamente nefasto. Como lo fue, entre paréntesis, aquella famosa ley Seca de los años 1930, en Estados Unidos. Se prohibió la venta de alcohol con la fe de ponerle fin a su consumo excesivo. Hasta se inscribió en la Constitución para que ese “progreso” fuera sin retorno. La Historia se sabe. Los Al Capone hicieron fortuna con la complicidad de policías y jueces, mientras que los consumidores de bebidas alcohólicas también pasaron a la clandestinidad. Se retocó la Constitución apenas 13 años después para borrar aquella ley inaplicable por ser absolutista e intolerante.
Más casosVolvamos a la Pampa Húmeda. Otra municipalidad bonaerense adoptó en el 2018 una medida similar a las dos vigentes en Pergamino con el mismo error conceptual: el de considerar la prohibición de agroquímicos como eje central de gestión del riesgo fitosanitario. La agrónoma coautora de esta ordenanza hoy a cargo de su cumplimiento reconoció espontáneamente que: “Las zonas de exclusión son conflictivas. Queremos reemplazarlas por un índice de impacto ambiental”, deslizó. Destaquemos su honestidad intelectual y coraje político.
Con las zonas de exclusión, el mensaje enviado a la ciudadanía es el siguiente: sus vecinos agricultores sí o sí contaminan el medioambiente. Genera una conflictividad innecesaria no sólo entre vecinos sino en el hogar y hasta en uno mismo. Cuidado, padres y abuelos, de no extirpar de raíz algunas vocaciones profesionales entre sus hijos.
Y no nos equivoquemos de malo de la película: no es el glifosato, sino el asfalto y el hormigón los que matan la vida biológica de los suelos. Los tragan sin parar. Europa se está quedando de a poco sin campo: sus pueblos se tocan y empiezan conformar uno solo. El asfalto y el cemento quitan espacios a la producción de alimentos y a los espacios verdes. Este proceso de artificialización de los suelos se acelera localmente en la Argentina, de la mano de las zonas de exclusión de fitosanitarios porque de facto ponen en jaque la rentabilidad de su uso agrícola.
Cuando un lote de trigo cede su lugar para siempre a una playa de estacionamiento, solo gana el dueño del parking. El tan criticado mosquito pulverizador se añora y todavía más cuando tiene boquillas anti-deriva y softwares de agricultura de precisión embarcados.
Los municipios bonaerenses de Tres Arroyos, Carlos Casares, Daireaux y Rojas, así como la provincia de Córdoba, apostaron por un combo de buenas prácticas de aplicación de fitosanitarios en lugar de prohibir una actividad profesional regulada con productos homologados por las autoridades nacionales .
El autor es analista de Be-Consulting SA