Generales Escuchar artículo

Osvaldo Laport: su regreso al teatro, el destino marcado y el secreto para lidiar con el paso del tiempo

Dice que ensayar Vamo’ los pibes, que estrena el 2 de enero en el Multiteatro con dirección de Federico Palazzo, es como ir a juntarse con amigos. Y tiene razón porque Osvaldo Laport conoce a A...

Osvaldo Laport: su regreso al teatro, el destino marcado y el secreto para lidiar con el paso del tiempo

Dice que ensayar Vamo’ los pibes, que estrena el 2 de enero en el Multiteatro con dirección de Federico Palazzo, es como ir a juntarse con amigos. Y tiene razón porque Osvaldo Laport conoce a A...

Dice que ensayar Vamo’ los pibes, que estrena el 2 de enero en el Multiteatro con dirección de Federico Palazzo, es como ir a juntarse con amigos. Y tiene razón porque Osvaldo Laport conoce a Antonio Grimau, Osvaldo Santoro y Raúl Lavié desde hace muchos años. “Son amigos de toda la vida. Con Antonio hicimos Rotos de amor en las últimas temporadas, y en televisión Más allá del horizonte y Soy gitano. Con Osvaldo Santoro hicimos Campeones, y con Raúl Lavié, Franco Buenaventura. También en esa novela me dirigió Federico”, detalla. Laport es uno de los primeros en llegar a un moderno departamento de la zona de Palermo, donde ensayaron durante el primer mes. Viene con su botella térmica llena de agua y clavos de olor, que consume a lo largo de la charla y habla de su infancia, de sus padres y hermanos que ya no están y de la conexión que tiene con ellos. También cuenta sobre su esposa, la actriz Viviana Sáez, y de su hija Jazmín, actriz y cantante. Se reconoce una persona espiritual y reflexiona sobre el paso del tiempo.

-Empieza con trabajo 2026…

- Sí, Cuando estaba terminando de hacer La sirenita, el productor Carlos Rottemberg me habló de la obra. Y lo festejo porque en Carlos descubrí, primero a un gran profesional y un gran productor de nuestro medio, y en La sirenita nació también una relación lindísima de complicidad, de respeto, de charlas, de risas. Vamo’ los pibes es una adaptación que hizo Fede de El audífono, una obra de su padre. Jorge Palaz, que ganó el primer premio del Fondo Nacional de las Artes a obra teatral inédita, en 2009. Entonces los ensayos tienen un plus que no es común, que está relacionado con conocernos muy bien… Más allá de un texto que habla de cuatro amigos, hay una amistad verdadera. Entonces sí, 2026 comienza con trabajo y además arranca otra vez el año uno, porque este es el nueve, con el que termina un ciclo. Hablo de portales y de energía, un tema que me interesa mucho desde hace años. Para explicarlo de una manera simple, la vida se transita por periodos de nueve años… Desde la ignorancia, yo sentía que algo me pasaba con mi tránsito por la vida en cuanto a los logros y en los momentos felices y los no tanto. Algo me hacía ruido y empecé a contabilizar y siempre eran entre siete y nueve años. Cuando comencé a bucear en el tema de los portales y de las energías, entendí que eran ciclos del universo. Y no es que nada vaya a cambiar, sino que se renuevan las energías

-Siempre fuiste una persona muy espiritual…

-Sí, pero estoy mucho más sensibilizado. Por eso me siento tan contento de trabajar con amigos en esta obra que, justamente, trata de cuatro amigos de toda la vida que transitan una realidad con la que el público se va a identificar. Mi personaje, Oscar Barilati, es un pianista que toda su vida soñó con ser conocido. Nunca lo logró y había pactado trabajar junto con un cantor que sí ha hecho su carrera, y es el personaje de Raúl. Es un texto sensible, que habla de la fecha de vencimiento, aunque nadie quiere hacerse cargo. Pero no está relacionado con la muerte, sino con la dignidad, con el paso del tiempo y las cosas que se van perdiendo. Mi personaje tiene bocadillos muy fuertes, por ejemplo: “Nosotros, los secos, tenemos que entretenernos con esperanza, inventando algo que nos ilusione para sentirnos vivos”. Y es verdad.

-¿Te sentís identificado con el personaje?

-Me siento identificado. Y no porque tengo 69 años, sino porque tiene que ver con esta filosofía que tengo de pasar por la vida. Muchos se van a sentir identificados por estas realidades injustas que vivimos, poco sensible para con los individuos, para con los abuelos. Sin embargo, mi personaje es un canto a la vida. La obra es un canto a la esperanza. Es entender que no importan los años, porque la ilusión y la esperanza siempre están. Y también está posibilidad de volver a ganarse la vida sin tener que estar dependiendo de nadie.

-No te asusta el paso de los años…

-Para nada… Y digo que tengo 69 años con orgullo.

Cuidarse

-¿Algún secreto?

-Llegar a casa, aunque sean las 22, y hacer gimnasia todos los días si es posible. Y lo hago para poder pararme dentro de un par de años. Por salud, para cuidarme físicamente. No hablo de estética, sino de tener la fuerza para poder acompañar los años que me queden. Cuando era más joven lo hacía por un tema de trabajo, de estética, de demanda en los personajes para los que los productos me convocaban. Y hoy, más allá de una relación de 46 años, nos gusta seguir seduciéndonos con Viviana.

-¡Cuarenta y seis años de amor! Toda una aventura.

Claro. Y estamos muy bien. Vivi está con sus shows, y nuestra hija Jazmín presentó su EP, que ya está en todas las plataformas. Se llama “Qué caro es el tiempo”, y tiene que ver con su ser y con lo lejos que están los abuelos (los cuatro ya fallecidos). Entonces, sus videos, la presentación, las letras son tremendas; ella escribe, ella hace la música y los videos están realizados con imágenes de sus abuelos.

-Cuando Jazmín se fue de casa, ¿sufrieron el famoso siéndome del nido vacío?

-Creo que en esta filosofía de vida histórica nuestra ya estaba superado el hecho de que se independizara. Sin embargo, tal vez el más llorón soy yo (risas). Pero no lloro, obviamente, sino que festejo cuando está en casa. Tenemos un lindo vínculo con nuestra hija y además con Viviana tienen un emprendimiento que se llama La Cápsula, y es de ropa pintada. Y Jazmín tiene una productora con su pareja, Boris Bakst (también actor), que se llama Madres Producciones.

-Esta filosofía de vida de la que hablás, ¿es algo innato en ustedes o lo fueron descubriendo con el paso de los años?

-Los Udaquiola Laport éramos una familia atípica en el pueblo en que nací (Juan Lacaze, Uruguay). Mi padre hacía teatro y mi hermano mayor también. Lamentablemente ya no tengo más a mis padres ni a mis dos hermanos mayores; uno era escultor, y todas las esculturas del pueblo son de él. El otro era periodista. Queda mi hermana, que vive en Uruguay…. Mis dos hermanos varones se fueron y yo no estuve en ninguna de las dos partidas, pero sucedió algo muy curioso.

-¿Qué?

-Lo particular fue que en las dos partidas yo estaba haciendo cine lejos, fuera de Buenos Aires. Estábamos sin señal, incomunicados en el medio de la nada, y de pronto mi teléfono empezó a hacer “ping… ping… ping”. No sé cuántas llamadas perdidas… Había fallecido el escultor. ¿Cómo se llamaba la película que yo estaba haciendo? Hombre muerto. Y cuando falleció mi otro hermano, el periodista, pasó exactamente igual. ¿Cómo se llamaba la película? Partida.

-Ahora que cambias de década, ¿hacés un balance?

-No, jamás lo hice. Nunca hice un balance de nada. Yo transito, paso por la vida.

El pasado quedó atrás

-¿Extrañás la época en que hacías tantas novelas?

-No. Fue una etapa que estuvo bien y ya está. Soy un agradecido, reconozco que fui un privilegiado, porque además las convocatorias no eran para ser de galán sino que los productores sabían que había un loco que se animaba a tirarse la pileta y hacer personajes raros como Catriel, Guevara, el Gitano, tantos que ya no se repitieron. También me sucedió en el ámbito teatral, porque para Siddhartha fui el padre de Siddhartha, para El Principito sinfónico fui el aviador, para La sirenita fui Tritón. Son personajes fuertes. Siempre fui resiliente, porque nunca dependí de eso.

-¿Te sentís tocado por la varita mágica?

-Yo creo que más que una varita tenemos un destino marcado. Hace 20 años que soy embajador de Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) y a veces me preguntó por qué, cómo llegué. Y recordé que mi mamá siempre decía que, de chiquito, le pedía una gran goma para borrar los límites geográficos del globo terráqueo. Y tenía ocho o nueve años. Vengo de una familia muy humilde; no sé qué arreglo había hecho mi padre que nos mandaba al colegio de curas del pueblo. Tendríamos una beca, nunca lo supe, y cuando no se pudo pagar, nos mandaron al único colegio del Estado. Eso lo tengo muy grabado. Me tocó una maestra que nos mandó hacer el contorno del mapa de Uruguay con los diferentes asentamientos indígenas, y yo los hice y en el centro del mapa dibujé algo más. Muy orgulloso fui a mostrárselo y ella me pregunta qué era. “Jesús, para proteger a los indios”, le respondí. Y me dio una cachetada. Recuerdo que también a esa edad le pedí a mi mamá un traje de Papá Noel. No había un mango en casa, pero como ella era modista, me hizo un traje de papel crepé, para estar con mis amigos en Nochebuena. A partir de aquel entonces me visto de Papá Noel todos los 24 de diciembre, y si alguno de mis afectos no está ese día conmigo, Papá Noel vuelve aparecer el 31, porque me lo piden (risas)… Y reparto regalos y abrazos. Ahí encontré la respuesta.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/osvaldo-laport-su-regreso-al-teatro-el-destino-marcado-y-el-secreto-para-lidiar-con-el-paso-del-nid22122025/

Volver arriba